La extraña historia sentimental, más allá de la 'realpolitik', entre Fidel Castro y Manuel Fraga
En 1991 un renacido Fraga como presidente de la Xunta de Galicia sorprendía al mundo visitando a Castro, quien después le devolvería la visita. Un libro repasa ahora esa relación
"El 24 de septiembre de 1991, a las dos de la mañana, el avión Rías Gallegas de Iberia aterriza en el aeropuerto José Martí de La Habana. De él descienden el presidente de la Xunta y, tras él, setenta periodistas, una treintena de empresarios gallegos —relacionados en su mayoría con el sector turístico—, algunos intelectuales y escritores —entre ellos Alfredo Conde— y dos pulpeiros. A pesar del retraso de varias horas, los recibe a pie de avión el Comandante en persona, que rinde honores de jefe de Estado".
¿El ex ministro franquista Manuel Fraga Iribarne visitando la Cuba comunista de Fidel Castro? Hay pocos relatos de los 90 tan jugosos como el flechazo gallego de Fraga y Fidel y que, en una época tan prolija de Memoria, hayan sido tan olvidados. Una historia sentimental, hasta llegar al romanticismo, de una época excesiva y folclórica, que explica además una parte nada desdeñable de la relación de España y América, de Galicia, de las autonomías y cómo no, del franquismo.
Es también el momento poco antes de que toda la izquierda bolivariana, indigenista y antiespañola —que tuvo a Castro como faro durante décadas—, se lanzara a repudiar la conquista, cuando el comandante celebró siempre el día de la Hispanidad, el orgullo de descender de españoles, de ser un hijo de gallego. Es extraño que nadie se hubiera fijado antes en el relato de Fidel y Fraga, porque ya durante el régimen existió un cierto runrún de afinidad por la figura del cubano por parte de una pequeña parte de Falange.
Lo ha hecho el periodista y escritor Pablo Batalla Cueto con
Es sabido que en América a los españoles en general se les llama "gallegos" pero es en el caso de Fidel Castro, su padre había nacido en Láncara, un pueblo de Lugo, y Fraga había vivido en Cuba porque su padre también había emigrado allí. Fraga y Fidel, hijos de una misma cultura hispánica y de un mismo dios inculcados en ambos por los jesuitas españoles que les educaron.¿Cómo llegaron a encontrarse dos personalidades tan políticamente opuestas en los 90?
"Se llevaban cinco años nada más, Fraga era del 22, Fidel del 26, y al final se habían criado en medios muy parecidos, un padre gallego emigrante, una madre muy religiosa y una educación por parte de jesuitas españoles muy conservadores que les inculcan valores muy parecidos", explica Pablo Batalla a El Confidencial, "Fidel incluso explica en una biografía con Ignacio Ramonet que no se identifica ideológicamente con aquellos jesuitas, pero que si apreciaba los valores de austeridad y de sacrificio que le habían inculcado".
Serían algunas de la claves de una relación que tuvo evidentemente siempre un importante aspecto de realpolitik entre Castro y Fraga y extensible a España y Cuba, que se remontaba al franquismo. Así, Batalla explica en su libro que durante el régimen nunca se rompieron las relaciones comerciales con Cuba —ni las diplomáticas— y que hubo incluso algo de sintonía por parte incluso del propio Franco: "Se mantuvo el vuelo trasatlántico de Iberia a La Habana y se enviaban allá juguetes, turrón de Jijona, brandy Terry Malla Dorada o autobuses Pegaso", tal y como cuenta en su libro. También Carmen Franco, hija del dictador, contó en sus memorias que "cuando se hablaba de Cuba, de lo mal que había hecho las cosas Castro, siempre decía: 'Pero, en cambio, en la educación ha conseguido que todo el mundo esté escolarizado", se lee en Yo podría haber sido Fidel Castro.
Durante el régimen franquista nunca se rompieron las relaciones comerciales con Cuba hubo incluso algo de sintonía
Más allá de la anécdota en realidad Franco, que acusaba a Castro de "haber arruinado Cuba", cuidó las relaciones comerciales y diplomáticas con ese país —a pesar de las críticas que recibió del círculo del exilio cubano en Miami— por una cuestión de puro interés nacional como él mismo explicó a su primo el teniente Francisco Franco Salgado Araujo: "Los intereses materiales y morales que tenemos en este país son muy grandes para abandonarlos sin medir las consecuencias y sufrimientos que ello puede causar a nuestros compatriotas. Allí viven muchísimas familias españolas, y otras que sin estar nacionalizadas en nuestra patria, están compuestas de hijos o descendientes de españoles. Nuestra obligación moral es no desampararlos. Si en Cuba faltan nuestros barcos, las consecuencias las pagarían dichos compatriotas. Esta situación cubana es una realidad que hay que mirar fríamente, sin pensar en forma romántica", recoge Francisco Franco Salgado Araujo en su libro
"Es verdad que no hay que sobredimensionarlo", explica Pablo Batalla por teléfono. "Lo que realmente hubo fueron corrientes, conatos de determinadas familias del régimen, sobre todo por la parte falange, que simpatizaron en alguna medida con la Revolución Cubana. Menciono el diario falangista SP, que llegó a publicar los diarios del Che en Bolivia y discursos de Fidel con un discurso que además que era el de 'estos dicen que son comunistas, pero en realidad lo que son es hispanos hasta la médula. Al final tienen que investirse de esta cobertura comunista, porque estamos en la Guerra Fría y hay que escoger uno u otro primo de zumosol, pero lo que son es hijos de la raza hispana".
Cuando todo el mundo da por hecho que el régimen cubano va a caer, Fraga le echa un capote y lo reciben con honores de Estado
Este hispanismo de Castro es el que también le conecta con Fraga: "Cuando sus aliados de izquierda en América Latina están declarando fiesta nacional, cambiando el 12 de octubre de Día de la Hispanidad al Día de la Resistencia Indígena, él sigue hablando de la gesta de la hispanidad", comenta Batalla. "Y claro, también hay una clave, y es que cuando todo el mundo da por hecho que el régimen cubano va a caer, Fraga le echa un capote y lo reciben dándole honores de Estado, porque es uno de los pocos que en aquel momento está dispuesto a ir a Cuba e incluso a hablar en contra del bloqueo americano".
En realidad, había sido Fidel Castro quien primero había mostrado el deseo de volver a la tierra de su padre en Galicia, tal y como le contó al escritor y periodista Alfredo Conde en el 89 y que recoge Pablo Batalla en su libro. Este deseo se une también al giro político de Manuel Fraga, que después de no haber conseguido llegar a la presidencia de España —ni durante el régimen ni después, ya en democracia— encuentra en la presidencia de la Xunta de Galicia, en la que desembarca en 1991, la forma de ser casi un jefe de Estado, que es exactamente como le recibe Castro cuando decide ir a Cuba, a lo que se suma que la isla es también un buen caladero de votos emigrantes.
"Cuando Fraga llegó a Galicia llevaba 40 años intentando ser el presidente del Gobierno español y no lo había conseguido, tenía esa ambición de ser casi un jefe de Estado", señala Pablo Batalla. "De la noche a la mañana, un ex ministro franquista que nunca apenas había hablado gallego en público habla de repente un gallego perfecto y reivindica que hay que hablarlo y utilizar la lengua para darle estatuto de cancillería. Empieza a hablar también de auto-identificación de Galicia y a decir incluso que quiere convertir a Galicia en la Baviera española, o sea, una región integrada en España pero con una relación de autonomía fuerte con respecto al poder central, habla de administración única, de que las autonomías tengan prácticamente todas las competencias, salvando la Defensa, los Asuntos Exteriores y poco más (algo que Arzalluz y Pujol en aquel momento comentan sorprendidos), y es también el momento que empieza a ejercer con todas aquellas romerías multitudinarias, un galleguismo folclórico vigoroso".
"Hay una conexión generacional entre Fidel y Fraga con concepciones muy parecidas y sobre la vida, sobre la masculinidad"
Es en ese contexto cuando se establece esa relación con Fidel Castro que Manuel Fraga reviste de realpolitik —como ya había hecho Franco—, pero que en realidad en este caso sí existe también algo de sentimental, por mucho que a él mismo le cabree que se hable de amistad con Fidel fuera del cálculo político.
"Pero no es verdad, hay una conexión generacional con Fidel en concepciones muy parecidas sobre la vida, sobre la masculinidad. Los dos eran vitalistas, a los dos les gustaba la naturaleza y a los dos les gustaba cazar: dos personas rivales de una misma generación que al final pueden parecerse más que dos personas de la misma ideología, pero de generaciones distintas, Fidel se parecía más a Fraga que a su sucesor, Díaz-Canel, o Fraga a Fidel más que a su sucesor, José María Aznar".
De hecho, José María Aznar, sucesor de Fraga en la presidencia del PP y aupado por él mismo, sí llega a la presidencia del Gobierno y también se opone al nuevo bloqueo impuesto por EEUU con las leyes Helms-Burton y Torriccelli de prohibir mantener relaciones con la República de Cuba, y ahí siguen las inversiones españolas y las cadenas hoteleras.
"De hecho se reúnen en la Moncloa en el 98. Pero ya no es lo mismo", explica Batalla. "De nadie habla peor Fidel que de Aznar. Además, cuando Fraga visita Cuba en el 91 y luego Fidel España en el 92, sí que son sorprendentes para el mundo, porque es el peor momento de Cuba, recién caída la Unión Soviética en pleno período especial con un PIB que se ha contraído un 30%. Fraga disfruta comiendo pulpo, empanadas, bebiendo ribeiro, sentado en la misma mesa que el pueblo que lo rodeaba, y donde Fidel también se sentía muy cómodo, mientras que Aznar, cuando iba a la romería del Monte Faro, que es la gran romería del PP gallego que se organizaba todos los años durante los años 90, y donde hay esos grandes despliegues de folclore gallego y demás, él estaba como un pulpo en un garaje. Manuel Rivas contaba con mucha gracia que a Aznar le daba una empanada y la cogía como con mucho cuidado con los dedos para no mancharse y que pedía una Coca-Cola light, cosas que Fraga no hacía".
Es la otra gran historia que se deriva del fraguismo que se expone en Yo podría haber sido Fidel Castro, una cierta alabanza nostálgica del Manuel Fraga galleguista y folclórico que conecta con un Fidel Castro hijo también de su tiempo antes de birretistas y boinas —las dos facciones del PP gallego en los 90— y de la que surge Alberto Núñez Feijóo —"que se dice boina pero en realidad es birretista"— luchen a muerte y pierdan los segundos. Una idea rural y poco urbanita más conectada con el pueblo y con el campo: "Fraga era de ir a los picos de Europa o al Pirineo y pegarse unas correrías por ahí cazando ciervos, cazando sarrios, cazando cabras y a Fidel, que también le encantaba cazar e incluso cuando va el presidente de Asturias, Juan Luis Rodríguez Vigil, también en 1991, él bucea para coger las langostas".
"El 24 de septiembre de 1991, a las dos de la mañana, el avión Rías Gallegas de Iberia aterriza en el aeropuerto José Martí de La Habana. De él descienden el presidente de la Xunta y, tras él, setenta periodistas, una treintena de empresarios gallegos —relacionados en su mayoría con el sector turístico—, algunos intelectuales y escritores —entre ellos Alfredo Conde— y dos pulpeiros. A pesar del retraso de varias horas, los recibe a pie de avión el Comandante en persona, que rinde honores de jefe de Estado".