La vida oculta del autor catalán con más de 600 libros: "Nosotros inventamos la 'jet set' del rock"
Fundó algunas de las grandes revistas musicales, de 'Popular 1' a 'Súper Pop'; escribió cientos de libros; se codeó con Bowie o Freddie Mercury y, de paso, se ganó unos cuantos enemigos
El autor lo tiene claro. Si has pasado por el sistema educativo español, incluso de cualquier otro país en los que se haya traducido sus obras, has leído algún libro de Jordi Sierra i Fabra (Barcelona, 1947). Hace tiempo que presume de ser el autor español vivo más prolífico. Hoy intenta batir sus propios récords. 605 libros, entre novelas infantiles, juveniles y para adultos, enciclopedias, biografías y libros de ambientación musical (debidamente listadas en su página web) y, según sus cálculos, alrededor de 15 millones de libros vendidos.
“De vez en cuando, algún idiota me dice ‘oye, tú tendrás 50 negros’. ¡Vete a la mierda! Yo trabajo, y te puedo demostrar todo lo que he hecho, cuándo lo he hecho y cómo lo he hecho”, responde hoy a El Confidencial desde su refugio catalán, rodeado de 30.000 LP y sus diarios, la materia prima de Mis años rockeros (Sílex), una biografía de los años de juventud de Sierra i Fabra al frente de las grandes revistas rock del momento, desde Disco Expres hasta Popular 1 pasando por un cameo como mente en la sombra de Súper Pop.
“He escrito este libro porque el año pasado hubo una exposición de la revista Ajoblanco en Barcelona, y parecía que era la única revista que hablaba de música en esa época”, explica. Solo había una referencia testimonial a Disco Expres, la revista fundada en Pamplona por Joaquín Luqui y que Sierra i Fabra gestionó durante la primera mitad de los años setenta desde Barcelona. Aunque nunca apareció como director al no estar licenciado en Periodismo, requisito de la época, él reivindica que fue su director durante aquellos años.
“De las siete revistas musicales que aparecieron entre 1968 y 1977, cinco las cofundé yo”, explica. “Y en la que no fundé yo, Disco Expres, estuve durante siete años”. El Musical, la citada Disco Expres, TopMagazine, Extra! y Súper Pop. Hasta que dejó la música y se dedicó a escribir novelas, muchas novelas. Pero esa es otra historia. De la cual, claro, ya ha escrito otro libro.
Con Leonard Cohen en el Palau de la Música de Barcelona, 1974. (Foto cedida)
El Howard Roark barcelonés
Como tantos de su generación, el joven Sierra i Fabra se enfrentó a su padre desde una edad temprana. Destinado a trabajar en un estudio de arquitectura, le prometió a su padre que sería escritor, para disgusto de este. “Entiendo a mi pobre padre, que tenía tres trabajos y era hijo ilegítimo de un tío de Valladolid, algo de lo que no me enteré hasta nueve años después de su muerte: imagínate ser hijo de madre soltera en 1918 y que te salga un hijo que quiere ser escritor”, recuerda.
Desde entonces su objetivo fue demostrarle a su padre que lo podía conseguir, siguiendo los pasos de su ídolo literario: el arquitecto Howard Roark, el protagonista de El manantial de Ayn Randque se mantiene fiel a sus principios ante las presiones del exterior. Un utópico posibilista que consiguió que su utopía, convertirse en escritor, se hiciese realidad. “Cuando nací aún había cartillas de racionamiento: durante cinco años pasé hambre, pero tampoco me enteraba”, recuerda. “Era un niño de África: flaquito, delgado, bajito”.
"Éramos cuatro figurones en un cochazo: la gente nos pedía autógrafos"
La industria musical, entonces en crecimiento exponencial, era el entorno propicio para que un chaval de 22 años empezase a hacer sus pinitos como escritor. Primero en El Musical, haciendo malabares con su empleo en un estudio de arquitectura (“trabajaba de día y estudiaba de noche, era increíble que pudiese publicar artículos o entrevistas cada semana”) y más tarde, en la citada Disco Expres. La Wikipedia de la época, como la define Sierra i Fabra, que la convirtió en una revista orientada hacia el rock progresivo: “Hay quien decía que yo era corresponsal, ¡pero a ver qué corresponsal tiene un sueldazo, despacho o secretaria, como tenía yo en aquel tiempo!”.
Gran parte de las páginas centrales y la contraportada de Disco Expres estaban firmadas por un joven Sierra i Fabra, además de las críticas de discos que no firmaba, en las que hacía gala de un entusiasmo juvenil a la hora de analizar los clásicos de la época. “Cuando me dieron la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2017 y la Creu de Sant Jordi en 2018 destacaron no solo mi labor como escritor o las fundaciones, sino haber sido pionero de la información musical, porque antes de mí no había artículos largos sobre música”, recuerda.
Una estrella de rock que no se droga
A principios de 1973, fue uno de los fundadores de la decana Popular 1, junto con Martín J. Louisy Bertha M. Yebra. Una vez más, figuraba en los créditos como “Música: Jordi Sierra i Fabra”, pero siempre estuvo ahí, desde la publicación de Mitología pop española. “La revista la abrimos los tres: estábamos siempre juntos, íbamos al cine, a pasear, a las fiestas”, recuerda. “La jet set rockera la inventamos nosotros cuatro, con mi mujer”.
Con Serrat en 1973. (Foto cedida)
Solo basta con ver cualquier fotografía de la época para hacerse una idea: fue el primer momento de la historia (¿y el último?) en el que un crítico musical podía pasar por estrella del rock. “Éramos cuatro figurones que íbamos por ahí en un cochazo y nos reíamos cantidad”, recuerda. “No era ninguna impostura, éramos así, vestíamos así”. Los fans se les echaban encima en los conciertos y las discotecas para pedirles autógrafos o preguntarles de qué grupo hablarían en el número siguiente.
Todo ello con un hándicap (o ventaja) añadida: no ha fumado ni un porro en su vida, no digamos probar otras sustancias. “En una fiesta en Hollywood vino una chica en tanga, con las tetas al aire. Me pone delante una bandeja y en lugar de canapés había cocaína. En ese momento de mi vida me pregunté: ¿te servirá de algo? ¿Te gusta? ¿Y si caes? ¿Y si te engancha? Te crees fuerte pero a lo mejor no lo eres tanto. La respuesta fue: ¿qué quieres ser en la vida? Escritor. ¿Cómo quieres escribir? Con la mente lúcida. Dije ‘no, gracias’ y ya está”.
No es fácil no drogarse si te codeas todos los días con personajes como David Bowie, Lou Reed o los hippies de la Onda Laietana. Odia hasta el tabaco. “Era ya complicado en la escuela”, recuerda. ‘¿Fumas? No. ¡Marica, marica, marica! Lo resistí. ‘Es que vamos todos colocados menos tú’. Les decía ‘¿quieres que me coloque?’ Y me pedía un vaso de leche. Siempre he hecho el burro. Me cuesta poco divertirme y hacer el idiota, no me hace falta tomar nada para desinhibirme. Al final nadie me decía nada. No era ni noticia”.
"Todos los DJ cobraban de discográficas: he visto recibos de gente que no creerías"
Eran tiempos de payolas y favores de la industria discográfica. Uno de los productos más recordados de los ideados por Sierra i Fabra era un top-50 realizado de manera artesanal para Grupo Profesional, llamando una por una a 52 tiendas de discos de las provincias españolas, una por provincia. El resultado, un póster que se enviaba a los establecimientos para que lo colocasen en sus escaparates y que daba una imagen más o menos fiable de los éxitos de la semana.
“En aquel tiempo, 1970, todos los disc-jockeys de radio cobraban de las discográficas”, recuerda el escritor. “Todos. He visto recibos de gente que te sorprendería. Recibían cada mes un cheque. Y en Navidad, televisores, cestas, viajes a Miami…” La prensa era menos jugosa en comparación con la radio. Una revista como Disco Expres vendía en la época entre 7.000 y 8.000 ejemplares: “Cuando hablaba bien de un disco se vendía mejor pero ¿cuánto más? ¿500 más? Nadie quiso comprarnos nunca”.
Con una excepción: el episodio que condujo a su salida de Grupo Profesional cuando, como cuenta en el libro, Mateo Fortuny (fallecido en 2022) le pidió elevar un disco situado en la veintena al número 1 porque le habían ofrecido 50.000 pesetas. Sierra i Fabra cuenta que se negó y se marchó. Ese fue su punto y final en la empresa. “Las dos veces que intentaron comprarme, salieron en globo”, explica. “A uno le dije: somos amigos, pero tengo dignidad. Estoy casado, tengo un hijo y un sueldo con el que vivo bien, así que a la próxima llamo a tu directora y te denuncio”.
Con Robert Fripp de King Crimson, también en 1973. (Foto cedida)
Paz, amor, respeto, honradez y esperanza. Las cinco palabras que aprendió de El manantial de Ayn Rand y en las que, asegura, se basta toda su obra.
De melenudo al cerebro de 'Súper Pop'
Una lección de historia: Sierra i Fabra defiende que la crisis del petróleo del 1973 se cargó el rock progresivo y dio lugar, apenas unos años más tarde, al barato punk, en comparación con los montajes pantagruélicos de Pink Floyd, Yes o Emerson, Lake & Palmer. “En 1972, la música era la principal industria del entretenimiento, y con la guerra árabe-israelí de noviembre de 1973 se fue a la mierda”, recuerda. Los discos eran mucho más caros de producir y las giras costaban más. Se duplicaron los precios de los álbumes y las discográficas se hicieron mucho más conservadoras.
Eso también terminaría impactando en la vida del escritor, que poco a poco se iría apartando de la vida rockera para centrarse en sus primeras novelas, como Complot en Madrid (1978) o En Canarias se ha puesto el sol (1979). Aun así, le quedaba un último cartucho en la manga musical: convertirse en asesor sin firma de Súper Pop y lanzarla al éxito, un puesto que ocupóen la sombra hasta principios de los noventa.
"Íbamos al límite con 'Súper Pop' y las madres la prohibían y las niñas lo compraban aún más"
“Durante años lo mantuve en secreto: yo era el rockero, el peludo, y hacer una revista para niñas…”, recuerda. “Yo ya me dejaba a viajar, no quería estar al día a día de los conciertos. Y entonces, mi mejor amigo, millonario [Mariano Nadal], me pincha y medio en broma sale Súper Pop”. Era cómodo y le venía bien: “Las discográficas sabían que yo estaba ahí detrás, así que seguí viajando de gorra por todo el mundo. Si me invitaban a ver a Led Zeppelin, Atlantic sabía que no iba a hablar de Led Zeppelin, pero me invitaban porque era Jordi Sierra i Fabra. Pero si venía algún cantante guaperas, como era asesor, podía ser que lo recomendase. Era un quid pro quo”.
Al medio año, medio millón de ejemplares despachados. Al año, un millón. ¿Cuál fue la clave del éxito? En primer lugar, pillar el boom del fenómeno fan con Camilo Sesto, John Travolta, Leif Garrett o, sí, los Bee Gees. Hacían listas de los más guapos y sorteaban regalos: “Cada quince días nos llegaban a la redacción como diez o quince sacas con miles de cartas”, recuerda. “Publicábamos lo que la gente quería leer, era una revista de fans para fans. Si venía una discográfica porque quería lanzar a un cantante, decíamos ‘cuando triúnfe y salga el primero en la lista de guapos, lo pondremos en portada’”.
Toda una maniobra de marketing construida alrededor de regalos aspiracionales para toda quinceañera. Pegatinas, carpetas, pulseras: “Si se ponían de moda las pulseras de color sosa, a la semana siguiente Súper Pop regalaba un millón de pulseras rosa”, explica Sierra i Fabra. Y rozar límites que les buscaban problemas con las madres pero la convertían en objetos de deseo: “Teníamos secciones como ‘mi primera vez’. Llegaba una niña de doce años y le preguntaba a su madre ‘¿eso qué es?’ Como las madres lo prohibían, las niñas lo compraban aún más y lo leían a escondidas”.
En la presentación de 'Historia de la música pop', en noviembre de 1972. (Foto cedida)
Pero para entonces, ya estaba a lo suyo, viajando y escribiendo libros sin parar. “En mi momento de mayor éxito, lo dejo todo para escribir una novela y viajar por el mundo”, recuerda. “Eso desconcertó a muchos: ¿qué hace este tío en China? Se hará perdido”. En un programa de radio reciente le preguntaron por qué no era más famoso. Alguien respondió que porque no se había casado con nadie. “Escribe lo que le sale de los huevos y le va bien, así que, ¿para qué se va a meter en berenjenales?”
Aciagas polémicas
Por una vez, Jordi Sierra i Fabra se propone ajustar cuentas en las páginas del libro. No hay que ser un lince para saber a quién se refiere como “el Impresentable de la Paciencia” y “el Innombrable de Burgos”. En el libro cita un artículo de El País en el que ambos se quejan de que Disco Expres vetaba a los grupos madrileños, algo que niega con total rotundidad.
Sin embargo, Sierra i Fabra prefiere pasar de puntillas por la polémica, que llega desde principios de los 70 hasta nuestros días, en la reciente presentación madrileña del libro, donde se produjo un enfrentamiento entre el autor y el susodicho “Impresentable de la Paciencia”, porque “no deja de ser una pelea entre dinosaurios que no le interesa a nadie”. Pero 50 años y 600 libros dan para ganarse unos cuantos enemigos, incluso anónimos.
Afirma haber escrito nueve libros este verano: 1.200 páginas en total
“¡Imagínate que te mandan un libro mío con 15 años y te suspenden por eso! ¡Te vas a pasar toda la vida diciendo que ese cabrón de Sierra i Fabra te costó un suspenso!”, se queja. Uno de ellos es “el hijo de puta que hace mi página en Wikipedia”. “De vez en cuando mete unas mentiras acojonantes”, lamenta. “¿Sabes que puso que había estado en la cárcel por matar a mi perro? Lo quitaron a las tres horas. Y hace dos o tres años, que vivía en Suecia y había dejado de escribir. ¡Y cuando pido que lo arreglen, me dicen que tengo que demostrar lo que digo!”
Ninguna leyenda urbana se compara con el romance que le inventaron con Karen Carpenter de The Carpenters, con quien estuvo de gira europea en su jet en 1974, pero con la que no llegó a intimar aunque, bromea, “¡ojalá hubiera sido verdad!” En 2000, cuando estaba en Santiago de Chile para dar unas charlas, llegó a leer en El Mercurio lo siguiente: “Hoy llega a Santiago Jordi Sierra i Fabra. Lo hará, como siempre, con su inseparable pin prendido del pecho, una guitarra de plata que le obsequió la más famosa cantante de los años 70, con la que tuvo un tórrido romance. Ella murió nueve años después por anorexia y nunca la ha olvidado”. Sierra i Fabra se parte al recordarlo.
El método Sierra i Fabra
El escritor perdió hace dos años a su esposa Antonia, con la que había pasado más de siglo juntos tras conocerla en un viaje de prensa a finales de los sesenta. Desde entonces, escribe un poco menos. Solo cinco horas al día. Antes eran siete u ocho. Un día a día en la vida de Sierra i Fabra: levantarse a las 09:00 de la mañana, lavarse, desayunar y escribir desde las 11:00 de la mañana hasta las 14:30 o las 15:00. A la hora de comer, ver el telediario o leer algún periódico o el libro que tenga entre manos.
En su despacho, rodeado de su colección de 3.000 discos. (Foto: Carles Rodríguez)
Por la tarde, cuatro horas más, desde las 16:30 hasta las 20:30. Por la noche, una o dos películas en casa. Y nueve rigurosas horas de sueño para ponerse al día siguiente al tajo de nuevo. Así, todos los días de la semana. En ese tiempo escribe como mínimo “quince páginas, a tres por hora”. Gran parte del tiempo en su casa de campo, donde escapa los veranos, lo dedica a pensar: “Me quedo quieto, tendrías que verme, ¡parezco una estatua!”
Este verano, del 1 de mayo al 30 de septiembre, afirma haber escrito nueve libros. Tres juveniles, dos infantiles, un ensayo, dos para adultos y alguna cosa más que quizá no llegue a publicar por ser demasiado experimental. Unas 1.200 páginas en total, pero gran parte del trabajo, sus guiones, ya estaban escritos. Ahí está el secreto. “Campos de fresas lo escribí en seis días y medio y vendió un millón de ejemplares, pero después de cuatro años de investigación; Kafka y la muñeca viajera lo escribí en tres días y medio y fue un best seller mundial”, explica.
“Cuando termino de escribir un libro ni lo leo, porque ¿para qué?”, añade. “Si ya me lo sé, ¡lo he escrito yo! Eso me lo enseñó Bob Dylan: dos tomas y ya está. Tienes que ser impulsivo, que te salga de dentro. Vomítalo. Al lector lo vas a convencer por tu sinceridad”. A sus 77 años, se siente “como una moto” y espera llegar a los 100 publicando. Solo pide “salud y cabeza lúcida, para seguir escribiendo”. Tal vez alcanzar los 20 millones de libros vendidos. Añadir unas decenas de libros más a sus 605. “Pequeños retos”, como dice él.
El autor lo tiene claro. Si has pasado por el sistema educativo español, incluso de cualquier otro país en los que se haya traducido sus obras, has leído algún libro de Jordi Sierra i Fabra (Barcelona, 1947). Hace tiempo que presume de ser el autor español vivo más prolífico. Hoy intenta batir sus propios récords. 605 libros, entre novelas infantiles, juveniles y para adultos, enciclopedias, biografías y libros de ambientación musical (debidamente listadas en su página web) y, según sus cálculos, alrededor de 15 millones de libros vendidos.