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No es síndrome del impostor, sino tu instinto advirtiéndote de que vas a hacer el ridículo
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Israel Merino

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No es síndrome del impostor, sino tu instinto advirtiéndote de que vas a hacer el ridículo

Es muy complicado desoír a quien te dice sin mala intención que eres el mayor genio multidisciplinar desde que se tienen registros

Foto: Illojuan, con varios amigos en un evento de Ibai. (EFE/Chema Moya)
Illojuan, con varios amigos en un evento de Ibai. (EFE/Chema Moya)

Cómo molaba Goethe, ¿eh? Menudo hombre, buf; menudo genio romántico, capaz de dominar mil disciplinas gracias a la herencia multimillonaria de su padre, asesor imperial, y los contactos de su madre, hija del burgomaestre de Frankfurt. Te sientes reflejado en él, ¿verdad? Sé que el espejo reflecta la imagen de su raya capilar regresiva cada vez que osas asomarte al baño. Cómo sois los talentosos, diablos; qué capacidad tenéis para mezclar sentimiento y raciocinio.

El romanticismo trajo algunas cosas buenas, como muchísima literatura o el descubrimiento de la cocaína —esto es broma, evidentemente —, y un buen puñado de maldades inmerecidas, como el desfase nacionalista o la reivindicación moderna del hombre multidisciplinar, sentido, culto y atormentado que la especialización neoclásica había sepultado. De entre todas las figuras de la época, la más conocida es la del señor Goethe, genio donde los haya que estudió y dominó artes tan dispares como la literatura, la botánica e incluso la minería (el pibe fue también algo parecido a un ingeniero de minas).

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Con la llegada de Internet y las redes sociales a nuestras vidas, esta figura del genio atormentado y sentimental ha aflorado de nuevo cual seta a finales de octubre; y sí, uso el adjetivo "sentimental" porque el pseudointelectual contemporáneo, al igual que Mariano José de Larra en sus columnas, se duele todo el santo rato: Occidente se despedaza cual pizza cuatro quesos, los chavales gastan su vida en TikTok y cada día se vende un libro menos que el anterior (la mitad de los argumentos para justificar esta decadencia serán inventados, pues ya incluso los helenísticos aseguraban que su generación sería la última que mantuviera en pie la razón y la decencia, pero qué más da).

El caso es que esta aventura, la de lo multidisciplinario, se ha visto reforzada por las brutales cámaras de eco que son las redes sociales y la fama, y, por un lado, lo entiendo: cuando vives rodeado de miles o incluso millones de fans que aseguran a diario que eres un genio, un referente y un adalid en absolutamente todo lo que haces, es muy no creérselo. Al final, uno escucha lo que quiere.

Foto: El 'youtuber' mexicano Chucho Calderón. (Cedida)

Estos días, por ejemplo, el youtuber y streamer Illojuan publicaba su primer disco de rap —por llamarlo de alguna forma—, un álbum donde, escudado tras el supuesto personaje que interpreta en una de sus series de roleplay, demuestra que lo suyo no es precisamente la música. Ante las primeras reacciones, ha asegurado que todo es una broma bestial y una mera parodia, pero, ay, amigos, el caso es que ha publicado una "obra" musical bajo su sello, y ahora, aunque se escude en que pretendía hacer un churro – no se lo cree nadie, pues ha contado con gente como Kase.O o Foyone para intentar hacer algo guapo – le toca defenderlo. Al actor que hace de malo en una peli no se lo critica por hacer de asesino, obviamente, pero sí por hacer una mierda de interpretación. Y este es el caso.

Me mata ponerme a pensar por qué gente treintañera, millonaria y famosa se arriesgaría a hacer el ridículo a tantos niveles teniendo la vida resuelta, pero al rato entiendo que en la pregunta está la respuesta: porque son treintañeros, millonarios y famosos.

"La fama y el éxito atrae a una horda, séquito o clique de gente cuya única función es comerte la oreja y decirte que eres el mejor"

La fama y el éxito atrae a una horda, séquito o clique de gente cuya única función es comerte la oreja y decirte que eres el mejor. Aunque algunos lo harán por interés monetario, por acercarse más a ti y por rascar un poquito de fama, otros muchos no tendrán mayor interés que la admiración genuina. Estos últimos, creo, son los más peligrosos, pues ante los primeros puedes levantar defensas, pero es muy complicado desoír a quien te dice sin mala intención que eres el mayor genio multidisciplinar desde que se tienen registros.

Muchas veces, cuando uno pretende hacer una estupidez que sabe que va a salir mal, asegura que tras él hay una especie de vocecilla llamada síndrome del impostor que busca sabotearlo para que no cumpla sus planes, sin embargo, aunque no dudo que algunas veces se pueda manifestar de veras, otras muchas no deja de ser el instinto de supervivencia quemando todas las naves antes de que desembarque el ridículo.

Foto: Imagen de archivo de las protestas de Ferraz. (Europa Press/Diego Radamés)

No somos capaces de hacer todo lo que nos propongamos, pues dominar un campo —artístico, científico, literario— requiere muchísima dedicación y disciplina; las cosas no salen bien yendo a un coach a que nos diga que estamos haciendo el ridículo porque nos autosaboteamos y frenamos nuestra creatividad, sino aceptando de una santa vez que no podemos lograr todas las fantásticas – y fanáticas – metas de nuestra vida: ni vamos a ser millonarios, ni vamos a ganar el premio Planeta ni vamos a heredar la burgomaestría de Frankfurt.

Al final, Goethe ha cumplido un papel importantísimo en la historia de la literatura, ¿pero sabéis quién sí fue determinante en la construcción de la novela moderna? Mary Shelley, por mucho que le pese al botánico, minero y autor de Las penas del joven Werther.

Cómo molaba Goethe, ¿eh? Menudo hombre, buf; menudo genio romántico, capaz de dominar mil disciplinas gracias a la herencia multimillonaria de su padre, asesor imperial, y los contactos de su madre, hija del burgomaestre de Frankfurt. Te sientes reflejado en él, ¿verdad? Sé que el espejo reflecta la imagen de su raya capilar regresiva cada vez que osas asomarte al baño. Cómo sois los talentosos, diablos; qué capacidad tenéis para mezclar sentimiento y raciocinio.

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