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Los vampiros de los anfiteatros romanos que chupaban la sangre de los gladiadores
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Los vampiros de los anfiteatros romanos que chupaban la sangre de los gladiadores

Los epilépticos de la antigua Roma recurrían a esa práctica pensando que así sanarían. Lo cuenta Alfonso Mañas en 'Gladiadores, bestias y condenados' (Almuzara)

Foto: Exhibición de lucha de gladiadores en el Anfiteatro Romano de Mérida. (EFE/Jero Morales)
Exhibición de lucha de gladiadores en el Anfiteatro Romano de Mérida. (EFE/Jero Morales)

Tan pronto un gladiador caía muerto a la arena tras ser degollado, por haber recibido el veredicto de iugula, varias personas se abalanzaban sobre su garganta abierta y comenzaban a chuparle la sangre.

La escena puede parecernos imposible, incluso pese a tener en cuenta que ocurría en el anfiteatro, donde sabemos que casi todo era posible. No obstante, son varias las fuentes de la época que confirman que en efecto sucedía eso, explicando que la razón era bien sencilla.

Aulo Cornelio Celso, De re medica, 3.23.7: "Algunos al beber la sangre caliente de un gladiador degollado se han curado de tal enfermedad. Miserable remedio que solo una enfermedad aún más miserable hace tolerable a quienes lo practican".

La enfermedad a la que se refiere Aulo Cornelio Celso, autor del siglo I (murió hacia el año 50), es la epilepsia, en latín morbus comitialis (enfermedad de la asamblea), llamada así porque si alguien sufría un ataque de epilepsia en cualquier asamblea o reunión pública, esta se interrumpía de inmediato, pues se consideraba un mal augurio. Como señala Celso, con bastante comprensión por los afectados, el motivo de que realizasen tan execrable conducta (beber sangre humana) se debía a la desesperación que les causaba tan terrible enfermedad, que les llevaba a probar cualquier remedio que se creyera que podía curarla. Si ya de por sí la epilepsia es una enfermedad dura de llevar, imaginemos en aquella época, sin tratamientos adecuados y con el rechazo y estigma de toda una sociedad que era supersticiosa al máximo.

placeholder Portada de 'Gladiadores, bestias y condenados', de Alfonso Mañas.
Portada de 'Gladiadores, bestias y condenados', de Alfonso Mañas.

¿Y por qué creían que la sangre de los gladiadores curaba la epilepsia?

Sencillo. Pensaban que en la sangre iba la esencia de la persona, y como veían en los gladiadores a los paradigmas de la fuerza, la valentía y la virilidad, creían que todas esas cualidades pasaban a quien bebía su sangre (básicamente pensaban que la epilepsia se debía en última instancia, como muchas otras enfermedades, a una falta de coraje y virilidad [sobre el resto de enfermedades para las cuales tomaban sangre de gladiador, ver mi libro Gladiadores, capítulo 4.2.1]).

También Plinio aborda el tema.

Plinio, NH, 28.2.4: "Los enfermos de epilepsia beben incluso la sangre de los gladiadores, como si estos fueran copas vivientes, cosa que nos horroriza incluso cuando vemos que lo hacen las fieras en la arena. Pero estas personas creen que es un remedio eficacísimo sorber la sangre caliente directamente del hombre en cuestión, y así chupan de la herida, absorbiendo la propia vida, y todo ello pese a que se considera un acto de impiedad aplicar los labios humanos incluso a la herida de una fiera".

Plinio, en ese fragmento de su Naturalis historia, escrita en 77, vuelve a insistir en lo repulsiva que resultaba para los romanos esa costumbre de los epilépticos de beber sangre humana, pues la veían como canibalismo, un crimen de los más condenables para ellos.

Pese a semejantes críticas, la costumbre se mantuvo durante toda la historia de la gladiatura, hasta la desaparición de la misma en el siglo V, como atestigua Celio Aureliano, médico que vivió en ese siglo.

Celio Aureliano, De morbis acutis, libro I, capítulo de epilepsia: "Gladiador degollado, el que estaba muerto y apuñalado. Alguno con su sangre bañaba su mano o se hacía el signo de la victoria o se quedaba inmóvil e impávido porque estaba habituado a derramar sangre de hombres. Quien verdaderamente sufría de epilepsia (caduco morbo) además sorbía la cálida sangre que manaba de la herida, como remedio excelente a sus males".

(Celio usa el término morbus caduco —enfermedad que cae, o de la caída—, que era el otro nombre que recibía la enfermedad, especialmente en esa época tardía. Y ese es el término (morbo caduco) que se usará en castellano durante la Edad Media para referirse a la epilepsia).

De hecho, la cantidad de epilépticos demandando sangre de gladiador parece que era superior a la de gladiadores degollados (ya hemos dicho que los gladiadores que morían eran una minoría), por lo que según Tertuliano —en fragmento escrito hacia el año 200— los epilépticos también se lanzaban a la arena a sorber la sangre de los noxii (condenados) degollados en los ludi meridiani (ya vimos que era por degollación como se remataba a noxii y damnati, caso de Perpetua.

Tertuliano, Apologeticum, 9.11:"… aquellos que en el munus beben con sed ávida la sangre fresca que fluye del cuello de los noxii degollados en la arena, como cura para la epilepsia".

*Alfonso Mañas es doctor con mención europea en Historia del Deporte, con una tesis sobre gladiatura (gladiadores), tema al que se ha dedicado desde el inicio de su trayectoria investigadora. Licenciado en Filología Inglesa y Ciencias del Deporte, es investigador de la Universidad de Berkeley (California) y consejero editorial y revisor de The International Journal of the History of Sport, la revista científica de Historia del Deporte más prestigiosa del mundo. Su nuevo libro, ' Gladiadores, bestias y condenados. Las crónicas brutales del coliseo' (Almuzara) es una recopilación de los testimonios más crudos e impactantes de los espectáculos anfiteatrales, escritos por la propia mano de quienes fueron sus testigos visuales, en algunos casos sus protagonistas, y seleccionados, comentados y explicados por el propio Mañas.

Tan pronto un gladiador caía muerto a la arena tras ser degollado, por haber recibido el veredicto de iugula, varias personas se abalanzaban sobre su garganta abierta y comenzaban a chuparle la sangre.

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