El Reina Sofía dedica una genial expo a Valle-Inclán y el esperpento "liberado del franquismo"
Este miércoles se inaugura 'Esperpento. Arte popular y revolución estética', una de las mejores muestras de la temporada llena de caricaturas políticas, prensa satírica y marionetas. Hasta el 10 de marzo de 2025
El museo Reina Sofía inaugura este miércoles una de las mejores exposiciones del año y una de las más geniales que la pinacoteca ha hecho en los últimos tiempos: la que ha dedicado a Valle-Inclán y al esperpento como arte popular y revolución estética. No se le ha querido dar el nombre del fantástico escritor —y queda esa pregunta—, pero es, sin duda, uno de los homenajes más importantes que se le han hecho en época contemporánea. Es, además, un Valle-Inclán pulido, limpio de costumbrismo, polvo y paja. Como ha dicho Germán Labrador, uno de sus comisarios, “el régimen franquista capturó a Valle-Inclán y lo hemos sacudido. Presentamos un esperpento liberado de su lectura esperpéntica, liberado del costumbrismo”. Y se consigue.
Hay varios motivos que hacen que este trabajo curatorial múltiple en el que, además de Labrador, han participado Pablo Allepuz, Rafael García, Beatriz Martínez-Hijazo, José Antonio Sánchez y Teresa Velázquez, haya quedado tan redondo. Uno de ellos es lo bien organizada que está. Lo bien hilada que aparece a través de ocho secciones en las que, junto a la base de las obras del escritor a lo largo de su vida y unos años antes (la expo abarca desde 1860 hasta su muerte en 1936 y los primeros meses de la guerra civil) se apoya en lienzos de contemporáneos como José Gutiérrez-Solana, María Blanchard, Eugenio Lucas Velázquez, Rosario de Velasco (con un lienzo de 1973 que no se parece en nada a los que presentaron hace unos meses en el Thyssen) o Alfonso Rodríguez Castelao.
Pero también hay marionetas, entroidos, muchísima caricatura política —se disparaba a todo el mundo, desde los reyes, a dictadores y político de cualquier pelaje—, prensa satírica, prensa muy crítica (por ejemplo, con el desastre de Annual, o con la tauromaquia o con la violencia hacia la mujer, lo cual es muy llamativo), teatro, bohemia… El reflejo de toda una sociedad que, en esta muestra se ve perfectamente, era culta, divertida, disfrutona y ácida cuando tocaba… Y que desapareció con el franquismo. Es más, ni siquiera en esta época, tan democrática, ni la cultura ni la prensa (¿dónde está la sátira?) es tan descaradamente loca como la de los años que le tocaron vivir a Valle-Inclán y acólitos.
El cuerpo y la violencia
Es una exposición, así lo indica también su nombre, muy estética, pero eso no impide que sea muy política. Al contrario, ambas facetas se refuerzan. “Se presentan un conjunto de intervenciones profundas sobre la estética con los dispositivos técnicos de la época”, comenta Labrador que, a su vez, incide en la potencia “revolucionaria” que durante todas aquellas décadas tuvo el arte popular, que fue capaz de reflejar las luchas sociales y diferentes experiencias de emancipación. Y siempre Valle-Inclán, con ese concepto del esperpento, como núcleo irradiador de todo ello, “sin la mirada cruel y elitista que se ha tenido sobre su obra, sino desde la compasión y la voluntad de encuentro con el otro”, remacha este comisario.
Es, por otra parte, una muestra donde el cuerpo es muy relevante. La plasticidad y lo físico. En cierto modo, hay mucho del teatro puesto aquí. De hecho, hay mucho muñeco. “Entonces había un interés por mostrar la deformación de los cuerpos por el dolor y la violencia. La que se ejercía sobre la mujer, pero también la de la guerra colonial en Marruecos y la que ejercían los políticos y dictadores. Ahí está Tirano Banderas”, manifiesta José Antonio Sanchez, que recuerda que el proyecto escénico del esperpento no se pudo ver en los años veinte “por la censura y por la falta de preparación del teatro español”, de entonces. Solo hay que recordar que Luces de Bohemia, aunque se publicó por primera vez en 1924, hace justo cien años, no se estrenaría hasta 1963 en Francia. Y a España no llegaría hasta 1970. De eso venimos. De, como insiste Sánchez, interpretar un esperpento “que está, pero no está”.
Prensa muy satírica
Vayamos por salas. La primera está dedicada a los años antes del esperpento. “Hemos evitado caer en la trampa de Goya”, avisan los comisarios. Es lo que solía ocurrir cuando se hacían muestras sobre esta temática. Aunque lo goyesco, dicen, de alguna forma sí que está. Aparece en la prensa satírica y la literatura política de los años 1860 en adelante con la revolución de la Gloriosa. Hay una ridiculización de todo y de todos. Las viñetas se ríen de todos los políticos, pero también hay varias estampas en las que se incide en la violencia de los toros. Y ahora nos asombramos con la película de Albert Serra cuando esto ya se hizo hace siglo y medio.
La siguiente sala habla de los años más juveniles de Valle-Inclán cuando fue cronista de la I Guerra Mundial —incluso la siguió desde dirigibles— y le daba al cáñamo. Son años en los que estaban muy de moda las ciencias ocultas, la magia, los médiums, los autómatas. Y las drogas también estaban muy presentes. De hecho, se recogen varios libros —es una exposición muy literaria— que hablan del opio y la cocaína. Una vez más, no hemos inventado nada.
Otra de las salas está dedicada a las marionetas del Teatro dei Piccoli que tanto entusiasmaba al escritor. Él decía, recuerdan los comisarios, que escribía teatro para este escenario de títeres y marionetas, aunque en realidad no lo llegó a ver hasta 1921. “Hay toda una reteatralización del teatro por medio de los muñecos. Está todo muy conectado con la farsa, el carnaval, la grosería, la comedia del arte”. Detrás de ello, la crítica al poder, a cómo nos manejan y manipulan. Es esa metáfora de los hilos que mueven la política… acompañado todo de una música cabaretera, de las revistas…
Nos encontramos en la exposición con críticas que resultan llamativas por lo poco que sabemos de ellas. Los políticos ya hemos visto, desde luego, no eran intocables, pero tampoco otros temas como la guerra o la violencia sobre la mujer. A través de obras como Los cuernos de Don Friolera, carteles, postales, estampas —son muy famosas las que usan a los personajes ciegos— se mostraban crímenes sobre las mujeres con toda crudeza. Y había todo un rechazo de lo marcial. “Se establece una conexión con la literatura del XIX en la que se habla del honor como una fantasía masculina y machista muy vinculada a la fantasía bélica y colonial. De ahí los cuerpos de Annual y los de la violencia machista que cantan los ciegos”, resume Labrador. Esta sala se acompaña de lienzos de ciegos de Castelao y Gutiérrez-Solana, además de la película de Edgar Neville, Domingo de carnaval (1945).
Al carnaval se entra directamente en la siguiente sala dedicada a la obra Martes de carnaval donde se despliegan máscaras, para pasar a la de Luces de Bohemia que bascula entre la bohemia y el anarquismo que dominaba en los años veinte del siglo XX la noche madrileña que tan bien conocía Valle-Inclán. Aunque el escritor en esta época ya está influido por los viajes que ha hecho a América, sobre todo a México —y todo el poder dictatorial de aquel país— y por eso la escena en la que Max Estrella se encuentra con el preso anarquista que van a fusilar al día siguiente la escribe después de volver de este país. En esta sala vemos también cuadros de María Blanchard, textos referentes al estreno de Luces de Bohemia —y su conexión con el teatro francés de la época y el alemán expresionista y de Bertolt Brecht— imágenes del atentado anarquista que casi acaba con Alfonso XIII y su mujer, fotografías de Alfonso Sánchez sobre la represión policial en una huelga de trabajadores en 1917… Porque eso también había.
Tras pasar por un par de salas dedicadas a la iconografía religiosa y a Tirano Banderas, una crítica de la dictadura de Miguel Primo de Rivera de los años veinte “y que avanza otra que vendrá”, señala José Antonio Sánchez, se llega a la parte final: el ruedo ibérico. Y es una sala espectacular. En el Ruedo Ibérico, recuerda Labrador, Valle-Inclán quiso interpretar su vida, algo así como los episodios nacionales de Galdós pasados por el esperpento. Y logra una interpretación de la historia nacional como una historia de violencia tragicómica desde 1860 hasta la II República y la Guerra Civil.
Precisamente, hay toda una conexión entre esos años 60 del XIX con los años 30 del XX. Es una época en la que todas las formas populares se politizan, las marionetas, el guiñol, el teatro… “La tauromaquia política vuelve a ser relevante. Hay toda una relación entre el humor, la tragedia, la vida y la muerte. Y con ello se pretende mostrar el horror del fascismo. Es algo que también hará Picasso: el dolor del toro es el sufrimiento republicano. Y aquí el ruedo ibérico se plantea como una forma de resistencia a la brutalidad del fascismo. Un lugar de duelo, silencio y escucha”, remata Labrador.
La exposición acaba con un enorme lienzo de Joaquim Martí Bas Fusilamientos en la plaza de toros de Badajoz (1937) donde no hay toros, sino personas horrorizadas (muchos de ellos mujeres y niños) a punto de morir. Martí Bas prácticamente lo pintó en tiempo real, ya que acababa de suceder la matanza de Badajoz por parte de los sublevados.
No se pierdan esta exposición. Es de lo mejor del año.
El museo Reina Sofía inaugura este miércoles una de las mejores exposiciones del año y una de las más geniales que la pinacoteca ha hecho en los últimos tiempos: la que ha dedicado a Valle-Inclán y al esperpento como arte popular y revolución estética. No se le ha querido dar el nombre del fantástico escritor —y queda esa pregunta—, pero es, sin duda, uno de los homenajes más importantes que se le han hecho en época contemporánea. Es, además, un Valle-Inclán pulido, limpio de costumbrismo, polvo y paja. Como ha dicho Germán Labrador, uno de sus comisarios, “el régimen franquista capturó a Valle-Inclán y lo hemos sacudido. Presentamos un esperpento liberado de su lectura esperpéntica, liberado del costumbrismo”. Y se consigue.