La nieta de Hemingway que vio a su familia suicidarse (y ahora da charlas de salud mental)
Hablamos con la actriz de 'Manhattan' sobre la maldición de los Hemingway (siete miembros de su familia se quitaron la vida) en su paso por Madrid para asistir a una conferencia sobre salud mental
Mariel Hemingway comienza su conferencia pidiendo al público que cierre los ojos y visualice una luz en su interior mientras inhala y exhala. Una de esas técnicas de mindfulness y meditación con la que todos aquellos que sufren de ansiedad y otros problemas de la vida moderna estarán más que familiarizados. "Hay siete doctores que deben acompañarnos siempre" cuenta, de manera un poco hippie. "Sol, aire, Tierra, comida, ejercicio, agua y descanso". De primeras, podría parecer uno de esos retiros de yoga tan habituales en la actualidad, pero la actriz que enamoró a Woody Allen en Manhattan no se basa en la superficialidad precisamente para dar sus lecciones de vida. Ella conoce bien el sufrimiento y lo ha visto con sus propios ojos. Como si de una maldición se tratase, la historia de los Hemingway es conocida: hasta siete miembros de la familia del escritor estadounidense se han suicidado (incluido él).
Todo eso ha forjado el carácter de la actriz, que este pasado lunes se encontraba en Madrid para dar una conferencia de salud mental, promovida por María Díaz de la Cebosa, presidenta de CIS University. La historia de Mariel es, irremediablemente, la historia de su familia, como nos sucede a todos. Ella misma cuenta que nació en Idaho, "un lugar increíble para vivir, maravilloso, rodeado de naturaleza", pero en una familia marcada por la tragedia. La actriz cuenta sin tapujos cómo a los siete años bajaba y limpiaba el desorden que sus padres alcohólicos habían ocasionado la noche anterior, o cómo tras el suicidio de su hermana, la también actriz Margaux, comenzó a preguntarse qué clase de vida quería, al ver a todo el mundo en Hollywood tan destruido. "Vi al Dalái Lama en una ocasión y fue una experiencia transformadora. Me dijo: estás bien. Había vivido toda la vida con el miedo a acarrear esa maldición de los Hemingway. Aquello me salvó".
Por la tarde nos recibe, sentada cómodamente en un sofá gris en un elegante club escondido en un famoso barrio de Madrid. Ser familia de alguien tan brillante como lo fue el nobel Ernest Hemingway siempre parece duro, parece lógico que eclipsará con su luz irremediablemente a todos los que se mueven como satélites a su alrededor. En el caso de Mariel, ella no conoció al escritor personalmente, pues se suicidó unos meses antes de que naciese, por lo que la leyenda en torno a su figura parece aún más increíble.
"Ser nieta de Hemingway es difícil. Es como si él te invitase a una fiesta en la que solo puedes mirar"
"¿Sabes?", cuenta a este periódico. "Cuando era pequeña ni siquiera sabía que era famosa hasta que fui al colegio. Lógicamente, ahí entendí que lo era, porque acudí al Hemingway Elementary School y claro, me preguntaba qué hacía una foto gigante de mi abuelo colgada en el vestíbulo… y los niños eran un poco bullies, me decían: tú, puta pija, que el colegio es tuyo, cosas así. Pero no sabía realmente cuánto de importante era él para el mundo hasta que empecé a hacer películas y viajar. Cuando llegué a Cannes fue cuando vi quién era realmente y el impacto que había tenido en el mundo".
"Siempre ha sido un honor ser su nieta, pero también es difícil, a veces es complicado encontrar tu propia voz", señala. "Es como si de alguna manera él te invitase a una fiesta, pero solo puedes mirar… de todas formas, leí con once años uno de sus libros y vi que había partes de él en mí. Sentí la conexión". Mariel vuelve a contar que durante mucho tiempo creyó estar definida por su genética, la complicada historia que acarreaba su familia, y que aquello le provocó mucho miedo. "He aprendido que estamos definidos por nuestros genes, pero también podemos crear nuestra propia trayectoria y nuestro futuro. Aunque para eso antes hay que conocer nuestra historia, para poder crear nuestro propio destino. En mi caso, la lección más importante de venir de una familia tan increíble es que aprecio mucho la vida. Ellos eran muy apasionados: cazaban, leían, pescaban… todo eso está en mí de algún modo, pero también había una gran falta de comunicación y conexión. Aprendí a lo largo de los años que tenía que conectar con los demás y que había mucha gente a la que podía contarles mi historia para poder estar en paz".
"En mi familia eran muy apasionados. Cazaban, leían, pescaban... pero también había una gran falta de comunicación y conexión"
Mariel nunca ha tenido reparos en hablar de la historia de suicidios y problemas de salud mental de su familia, tanto en sus memorias (
"Perder a un miembro de la familia te marca, incluso aunque teníamos una relación complicada por todos los celos que había entre nosotras, el hecho de que a veces yo tuviera que actuar como la hermana mayor… si de algo me arrepiento es de no haber tenido más compasión con ella. Ahora lo veo, en aquel momento, no porque era muy joven, pero todo lo que ella hacía… era simplemente porque estaba sufriendo", explica.
Como suele suceder en la vida, esas tragedias marcaron el punto de inflexión para que Mariel se diera cuenta de que quería vivir y de que tenía que apreciar la vida. "Lo que nos define son las decisiones que tomamos", señala. "Yo necesitaba esas lecciones extremas para llegar donde estoy ahora, me he dado cuenta con el paso del tiempo. Todo eso me ha servido para no tener miedo nunca, para aprender a reírme de mí misma. Tengo mucha suerte y no hay razón para sentir miedo. Me levanto todas las mañanas, hago meditación y me doy cuenta de que hay muchas cosas por las que estar agradecida. Pero es que eso no te lo enseñan en ningún sitio. En los colegios enseñan a los niños a leer, a escribir, pero no cosas tan vitales como respirar bien, que es algo que tenemos que hacer todos los días de nuestra vida. Necesitamos educarnos en las cosas simples. Parecen tonterías, quizá, pero hoy en día nadie bebe suficiente agua, duerme las horas necesarias o está al sol… y son cosas que realmente nos ayudan a mejorar la salud mental".
"Me arrepiento de no haber tenido más compasión con mi hermana. Entonces era muy joven y no veía que estaba sufriendo"
"Problemas mentales ha habido siempre, solo hace falta echar un vistazo a mi propia familia para ver generaciones y generaciones de adicciones. Lo que pasa es que en esos momentos no se hablaba de ello", señala. "La parte más triste de todo esto es que en el pasado mucha gente tenía a alguien en su familia que estaba sufriendo y ni siquiera lo sabía. Ahora hemos conseguido ponerle voz a estos problemas, que han aumentado claramente desde la pandemia. Vivimos vidas irreales, encerrados en esta caja —señala el móvil—, no estamos conectados y no nos miramos a los ojos. Desde luego, la pandemia no ayudó a mejorar la salud mental de nadie y también fue una excusa para que todo el mundo bebiera más. Al final del día somos animales que necesitamos conexión, tocarnos y vernos en persona".
Oyéndola hablar de sus tragedias con tanta naturalidad, parece que en realidad el juego de la vida es increíblemente fácil. Igual que el Dalái Lama le dijo que estaba bien, ella intenta convencer a todo el mundo que, en realidad, también puede estar bien.
— Pero, ¿realmente es posible dejar de preocuparse por el futuro? Parece una utopía.
— Por supuesto, ahora vivimos un momento muy complicado para el planeta, es terrorífico, pero no podemos focalizarnos en lo que nos da miedo. Al final todos buscamos lo mismo: ser vistos, oídos y amados. La religión, por ejemplo, puede ayudar en eso. Mi creencia en Dios es muy grande, solo que yo no lo veo en los templos o las iglesias, sino en los árboles, los ríos o la naturaleza. En el caso, por ejemplo, de las filosofías asiáticas, creo que son muy útiles para condensar la propia experiencia cuando has crecido en un ambiente cristiano, porque ves el poder dentro de ti. El budismo, por ejemplo, es entender que el sufrimiento es parte de la vida, pero que no te define. Todos tenemos momentos en los que sufrimos, pero hay que darse cuenta de que no es lo que somos. Debemos crear un ambiente en nuestro cuerpo y en nuestro hogar, cuidarlo y pensar qué queremos. La mayor parte de la gente en este planeta solo quiere paz y tranquilidad, no vivir llenos de ansiedad, y si nos enfocamos en eso creo que es la única manera de encontrar la calma —reflexiona un segundo—. Porque está claro que el mundo, por ahora, no irá a mejor.
Mariel Hemingway comienza su conferencia pidiendo al público que cierre los ojos y visualice una luz en su interior mientras inhala y exhala. Una de esas técnicas de mindfulness y meditación con la que todos aquellos que sufren de ansiedad y otros problemas de la vida moderna estarán más que familiarizados. "Hay siete doctores que deben acompañarnos siempre" cuenta, de manera un poco hippie. "Sol, aire, Tierra, comida, ejercicio, agua y descanso". De primeras, podría parecer uno de esos retiros de yoga tan habituales en la actualidad, pero la actriz que enamoró a Woody Allen en Manhattan no se basa en la superficialidad precisamente para dar sus lecciones de vida. Ella conoce bien el sufrimiento y lo ha visto con sus propios ojos. Como si de una maldición se tratase, la historia de los Hemingway es conocida: hasta siete miembros de la familia del escritor estadounidense se han suicidado (incluido él).
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