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Ni mesías ni aliens: ahora las sectas son de ecologismo, criptomonedas y psicología
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entre el reiki y los criptobros

Ni mesías ni aliens: ahora las sectas son de ecologismo, criptomonedas y psicología

Llega a los cines 'La secta', de Jordan Scott, mientras la asociación RedUne presenta hoy en el Congreso 300.000 firmas para que sea delito la "persuasión coercitiva", es decir, el lavado de cerebro

Foto: Fotograma de Sadie Sink en 'La secta'. (Cedido por Inopia Films)
Fotograma de Sadie Sink en 'La secta'. (Cedido por Inopia Films)

Este viernes se estrena La secta, título sencillo y sin grandes aspavientos del nuevo thriller psicológico de Jordan Scott, nepobaby nos guste o no, hija del director Ridley Scott. La secta está basada en la novela Tokyo de Nicholas Hogg y la premisa funciona como la de cualquier thriller del estilo. Ben (Eric Bana) es escritor y psicólogo social y decide trasladarse a Berlín para investigar el poder detrás de las sectas, donde conoce a Nina (Sylvia Hoeks), experta en cultos, con la que mantiene una relación. Por otro lado, la hija adolescente de Ben, Mazzy (Sadie Sink, conocida por su papel en Stranger Things) llega a la ciudad para reconstruir su relación con su padre y conoce a un chico alemán con siniestras (y sectarias, claro, de ahí el nombre) intenciones.

Lo más llamativo de la película, probablemente, es que en lugar de utilizar el clásico manido de la secta que todos tenemos en la cabeza (oraciones y mesías estrafalarios, platillos volantes, idas de olla y suicidios en masa para irse a un planeta donde aparentemente todo será mucho mejor que aquí) decide poner el foco en las sectas ecologistas, tema candente en la actualidad. Parece que las sectas ni se crean ni se destruyen, solo se transforman. Pero para entenderlo mejor, hablamos con Juantxo Domínguez (presidente de RedUne, o Red de Prevención Sectaria y del Abuso de Debilidad) para conocer un poco la actualidad de un fenómeno que convive con nosotros pero que siempre parece mantenerse subterráneo, escondido, apagado o fuera de cobertura. Por hablar con cifras: en España hay unas 250 sectas.

En el caso de RedUne, lleva más de 25 años trabajando en materia de grupos sectarios. Hoy jueves va a presentar ante el Congreso de los Diputados casi 300.000 firmas para que se incluya en el Código Penal el delito de "persuasión coercitiva" (el lavado de cerebro clásico). "Otros países de nuestro entorno sí que criminalizan la persuasión coercitiva y el abuso de debilidad en cualquier tipo de relación social —Francia, Bélgica, Luxemburgo, el Reino Unido como una variante más de la violencia de género—, lo que comprueba la realidad del fenómeno pero también la necesidad de que España no se quede rezagada", explican en su convocatoria. "Con ello hay una protección a las víctimas, tanto de delito sectario como coercitivo".

Hace 30 años las sectas estaban relacionadas con el yoga o la meditación. Hoy, hablamos de psicoterapias o criptomonedas

Es un término fundamental cuando se entiende la situación actual de las sectas y su evolución en la sociedad. Por supuesto, lo primero que le comento a Domínguez es que me sorprende que en la película de Jordan Scott hayan decidido elegir un grupo ecológico para representar esa realidad. Si se tiene un limitado conocimiento, uno tiende a pensar en el Hare Krishna o el Palmar de Troya, pero Juantxo Domínguez me trae de nuevo a la realidad: "Desde luego, han existido sectas ecológicas", afirma. "Es verdad que cuando nosotros empezamos en los 80, las sectas eran de otra índole, pero ahora todo ha cambiado drásticamente. Si hace 30 años cuando hablábamos de las sectas estaban relacionadas con el yoga o la meditación como forma de captación, ahora la idea que tiene la gente de los grupos sectarios relacionados con el ámbito religioso, está muy equivocada. La estadística demuestra que todo tiene relación con grupos relacionados con psicoterapias, la salud, inversiones piramidales como las criptomonedas... y en los últimos tres o cuatro años lo que se ha desmadrado totalmente son los retiros de desarrollo personal y espirituales. A partir de ahí, estos grupos usan desde la Ayahuasca a psicodramas para captar a la gente".

Foto: Centro que ISKCON tiene en Malasaña, donde ambos coincidieron. (Google Maps)

Por tanto, nada de Movimientos raelianos o ataques con gas sarín en el metro de Tokio. Aquí hablamos de cosas más mundanas, que nos afectan a todos en mayor o menor medida en nuestro día a día, más si tenemos en cuenta que continuamente nos bombardean con que la salud mental se ha deteriorado enormemente desde la pandemia. Según estudios del año pasado centrados en nuestro país: el 37 % de la población padece algún problema de salud mental.

"Lo que hoy se entiende por secta es en realidad un grupo coercitivo", explica Domínguez, a propósito de las firmas que tienen previsto presentar. "Se trata de una versión mucho más amplia del término pero tiene el común denominador: la manipulación de las personas y el sometimiento que limita la libertad propia y las relaciones. En una palabra: anulan tu propia voluntad. Si este sometimiento lo entendemos perfectamente en la violencia de género, no sé por qué no podemos trasladarlo a otros grupos. Son ellos los que te rodean de tal manera que luego es muy difícil salir".

Pero, ¿cómo se reconocen estos comportamientos sectarios? Y, ¿a qué tipo de gente suelen captar? Porque solemos pensar en gente débil o destruida...

Nada, nada. Partiendo de tu última premisa: cualquier persona es débil en cualquier momento o cualquier situación. Uno puede ser débil porque está pasando un mal momento económico o porque le ha fallecido alguien. Eres débil en tu cabeza, corazón o vísceras... ahí es donde entran, en las necesidades básicas del ser humano. Muchas personas que son empresarias y tienen carreras, es decir, no entrarían dentro de lo que pensamos que podría ser el sujeto al que se suele captar, entran en estos grupos porque quizá les falta algo de otra índole. Uno por supuesto no sabe dónde entra: ahora con las redes sociales se ve mucha publicidad, no se es consciente de lo que hay. Pero cuando estás dentro es cuando comienzan a conocer tus necesidades básicas y de ahí te van moldeando. Van penetrando sigilosamente y tú no te das cuenta porque el que se da cuenta es el que está fuera, al ver que hay un cambio brusco en tus relaciones con las personas. Te vas encerrando al grupo y a sus eventos y vas dejando poco a poco lo demás. Es una de las máximas: quitarte lo que tenías antes y sustituirlo por otras cosas, pero tú no te sueles dar cuenta.

"Cualquiera puede ser débil en algún momento. El problema es que tú no te das cuenta de dónde te has metido, lo hace la gente a tu alrededor"

¿La finalidad de estas sectas? "Como cualquier otra", señala Domínguez. "Económica, necesidad de tener acólitos alrededor... pero de forma organizada y grupal. Nosotros trabajamos a través de redes sociales, WhatsApp... nos llega información a diestro y siniestro, no te puedes imaginar. Y también tenemos un aliado impresionante en la Policía Nacional, Guardia Civil, Mossos o la Ertainza, porque por fin se han dado cuenta de que detrás de estos grupos hay verdaderos actos de criminalidad".

Reiki, constelaciones familiares, terapia Gestalt...

Está claro entonces que las sectas evolucionan según las necesidades actuales, más concretamente ahora lo hacen en relación con la crisis de salud mental que parece acuciarnos. "Una demostración del mundo en el que vivimos son las redes sociales", cuenta Domínguez. "Con ellas, ahora las propuestas corren como la pólvora. Sigue habiendo grupos que a través de la religiosidad montan negocios, grupos que fundamentalmente proceden de América Latina, relacionados con el evangelismo. Pero realmente es ahora mismo la psicoterapia la madre de todas las sectas, desde hace mucho tiempo: la semana pasada el Colegio de Psicólogos se puso en marcha con la idea de que el Ministerio de Sanidad se ponga de una vez las pilas".

"Empiezo y no paro: reiki, bioneuroemoción, constelaciones familiares, terapia Gestalt... son grupos que crean dependencia, un comodín para que la gente cambie de vida de manera coercitiva", explica. "Se publicitan a diestro y siniestro y no tienen titulación, lo que generan es infinito. Esto demuestra un problema de salud pública: las situaciones mentales de las personas están en manos de gente no cualificada. De verdad que menos mal que la gente no es conocedora de ellas, porque es de tal magnitud... alucinarían. Lo único que puedo decir es que el tema sectario ha cambiado y que ahora se crean dependencias a través de la vulnerabilidad. Es un problema de salud público y, por ello mismo, es urgente atajarlo".

Este viernes se estrena La secta, título sencillo y sin grandes aspavientos del nuevo thriller psicológico de Jordan Scott, nepobaby nos guste o no, hija del director Ridley Scott. La secta está basada en la novela Tokyo de Nicholas Hogg y la premisa funciona como la de cualquier thriller del estilo. Ben (Eric Bana) es escritor y psicólogo social y decide trasladarse a Berlín para investigar el poder detrás de las sectas, donde conoce a Nina (Sylvia Hoeks), experta en cultos, con la que mantiene una relación. Por otro lado, la hija adolescente de Ben, Mazzy (Sadie Sink, conocida por su papel en Stranger Things) llega a la ciudad para reconstruir su relación con su padre y conoce a un chico alemán con siniestras (y sectarias, claro, de ahí el nombre) intenciones.

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