Esta autora treintañera ha escrito una novela "absolutamente perfecta", según la crítica
La irlandesa Sally Rooney publica 'Intermezzo', una novela que ha levantado una expectación enorme. Además, es la milenial anti-milenial: vive en el campo, no está en las redes y no ofrece apenas entrevistas
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Para acceder a las galeradas de la última novela de Sally Rooney (Irlanda, 1991) los periodistas tuvimos que comprometernos hace un par de meses a no revelar su existencia. Este material es con el que se suele trabajar antes de que el libro se publique. Con Rooney se podía leer, pero no contar nada de él a nadie. La estricta confidencialidad añadía aún más aspectos: la autora no iba a dar entrevistas más allá de dos a medios anglosajones -The New York Times y The Guardian- y tampoco podría aparecer antes ninguna prepublicación. Era un libro -y una escritora- guardados bajo siete candados.
Y sus novelas se han analizado. Diferentes voces como la de Zadie Smith o Isabel Coixet -con quienes guarda ciertos parecidos en cuanto a sus creaciones y puntos de vista- han hablado maravillas de ellas. También es del gusto de Taylor Swift y de Barack Obama. Rooney es la escritora milenial, la autora “de la generación de Snapchat” llegaron a decir algunos críticos: todo va tan deprisa que ya ni siquiera sabemos qué fue Snapchat. La crítica del último libro aparecida este domingo en The Guardian comenzaba con el titular “¿Hay una escritora mejor en este momento?” y remataba con que es una novela “absolutamente perfecta”. Hacía tiempo que no se veía una crítica tan completamente rendida a nadie. También es verdad que es el medio que contó con la exclusiva de su entrevista. Y diez días antes de la publicación del libro. Es la novela con la que se está creando mayor expectación desde hace años.
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Rooney tampoco carece de detractores. Se ha dicho que lo que escribe son novelitas romanticonas. Se ha dicho que sus personajes y ella son pijos y snobs -hay algo gracioso en la última novela sobre esto-. Se ha comentado que es una cultureta progre -en sentido despectivo, que es como siempre se dicen estas cosas- hija de progres y nacida en un entorno privilegiado. Bienvenidos, de nuevo, a nuestro mundo polarizado.
Ella se ha defendido aduciendo que sí, que escribe de relaciones amorosas y sexuales, pero que también eso es lo que está detrás de grandes novelas como Emma, Ana Karenina o
Todo eso lo contaba hasta 2021 en entrevistas, pero desde entonces Rooney, la autora del diálogo y de la conversación, la autora que ganaba debates universitarios con su capacidad de argumentación, ha cerrado (casi) todas las compuertas con los medios de comunicación. También con las redes sociales. No la van a encontrar ahí. Es una gran paradoja. La autora milenial, aquella cuyos libros se exponen mil y una vez en Instagram, no está ahí. Su generación cuenta su vida en las redes desde que se levanta hasta que se acuesta. Ella no. Ahora además no vive ni siquiera en Londres sino que se ha mudado con su marido al campo (se casaron durante el confinamiento). Dicen de ella por este motivo que es una JD Salinger. O una Pynchon. Pero, al contrario de quienes han tratado con ella, no es una escritora huraña sino que se la ha definido como “cálida”. Simplemente prefiere no mostrarse. Es más la Greta Garbo de la literatura.
Dicen que es una JD Salinger por no mostrarse. Pero no es huraña. Simplemente prefiere no aparecer. Es más la Greta Garbo de la literatura
“No creo que mucha gente pueda extraer razonablemente la conclusión de que mi educación fue tan privilegiada que eso me descalifica para escribir libros. Pero una parte de mí sigue sintiendo que estos hechos sobre mi vida familiar no son asunto de nadie, para empezar. Presumiblemente, mis padres no dirigieron sus vidas pensando que sus trabajos y sus ingresos serían un día diseccionados en internet por gente desconocida. Parece algo grotesco y realmente inapropiado (...) pienso que el discurso en torno a la representación en los campos culturales es valioso, e incluso muy necesario. Y, al mismo tiempo, lo encuentro invasivo y difícil, y no sé cómo conciliar esas posturas”, le decía a Emma Brockes en la Revista Lengua en agosto de 2021 sobre su necesidad de quitarse públicamente de enmedio.
Podría ser que la decisión de cerrarse a hablar con los medios o participar en festivales de literatura o tener una vida pública en general viniera implementada por la etiqueta de marxista que también se le colocó (y que ella defendía). O con la polémica que vivió en octubre de aquel mismo año cuando manifestó que no quería que su novela ¿Dónde estás, mundo bello? fuera traducida por una editorial israelí, pero sí que lo hiciera al hebreo cualquier otro sello. Rooney manifestó entonces que apoyaba el movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) contra empresas israelíes.
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“El BDS es una campaña de base no violenta, antirracista, liderada por palestinos que pide un boicot económico y cultural contra las compañías e instituciones israelíes cómplices, en respuesta al sistema de apartheid y otras violaciones graves de derechos humanos”, afirmó entonces en un comunicado. “Sencillamente no me parece correcto, en las circunstancias actuales, aceptar un nuevo contrato con una empresa israelí que no se distancie públicamente del apartheid y no apoye los derechos del pueblo palestino estipulados por la ONU”, añadía.
Durante un par de días no dejaron de aparecer artículos en la prensa sobre el tema. Un par de grandes librerías israelíes retiraron sus libros. Al poco, sin embargo, su editorial israelí afirmó que la seguiría vendiendo. Y todo se apagó de nuevo hasta la entrevista publicada por The Guardian hace diez días en la que aludía a esta historia. “En Irlanda, la historia del boicot a Sudáfrica en respuesta al apartheid sudafricano es algo de lo que nos sentimos muy orgullosos”, por lo que “no podía justificarme ante mí misma el no hacer lo que todos estos grupos de la sociedad civil y sindicatos me pedían que hiciera”, señaló. Y criticó también al sistema global que “está facilitando y permitiendo” la guerra en Gaza.
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A Rooney, en realidad, no parece importarle tocar estos asuntos en entrevistas (aunque sabe que van a levantar polvareda). Su aversión a la exposición pública va por otro lado. Cuando se estrenó la serie Gente normal con actores como Paul Mescal -que se convirtió en otro ídolo reforzado después con películas como Aftersun- hubo tal explosión en redes que la escritora decidió bajar la persiana. “Me pareció demasiado. No quiero volver a ser el centro de atención de esa manera nunca más”, acaba de recordarle a The Guardian.
En cualquier caso, a Rooney a estas alturas ya no le hace falta mucho esa exposición. En sus gabinetes de prensa, aunque tienen que lidiar con menos material, saben que da dos o tres entrevistas a medios anglosajones como mucho y que lo demás va solo. Y ella tampoco tiene que escribir ni medio post en Instagram. En las entrevistas, como la que concedió a Chris Powell para ser distribuida por los editores internacionales, está cómoda hablando de James Joyce -esta última novela tiene mucho del autor del
Para acceder a las galeradas de la última novela de Sally Rooney (Irlanda, 1991) los periodistas tuvimos que comprometernos hace un par de meses a no revelar su existencia. Este material es con el que se suele trabajar antes de que el libro se publique. Con Rooney se podía leer, pero no contar nada de él a nadie. La estricta confidencialidad añadía aún más aspectos: la autora no iba a dar entrevistas más allá de dos a medios anglosajones -The New York Times y The Guardian- y tampoco podría aparecer antes ninguna prepublicación. Era un libro -y una escritora- guardados bajo siete candados.