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Vende un ático con piscina para salir del bajo compartido
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Israel Merino

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Vende un ático con piscina para salir del bajo compartido

La devastación del sistema del bienestar y el cada vez más complicado acceso a una vivienda ha empujado a muchos a volverse unos cínicos que solo creen en el pelotazo

Foto: Imagen de archivo del Salón Inmobiliario Mediterráneo. (EFE/Daniel Pérez)
Imagen de archivo del Salón Inmobiliario Mediterráneo. (EFE/Daniel Pérez)
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TikTok e Instagram son espejismos, pero a veces muestran algo parecido a la realidad. Si entrenas un poco el algoritmo, descubrirás una serie de vídeos muy virales subidos por agencias inmobiliarias madrileñas —las hay de todas las ciudades, pero el contenido producido por las de la capital es de lejos el más obsceno— donde se enseñan pisos y propiedades a precios absolutamente desorbitados.

La gracia de estos vídeos, a los que me he vuelto más adicto que a la nicotina, es doble: en primer lugar, muchas de las propiedades que muestran son efectivamente pisazos de ensueño en zonas exclusivísimas de la capital, como Serrano o El Viso, sin embargo, hay un pequeño sector de viviendas que son, lo digo suavemente para no ofender a ningún pobre y desprotegido rentista usurero, auténticas mierdas.

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Como buen espejismo de la realidad respecto a la vivienda que nos ha tocado sufrir, en los feeds de estas inmobiliarias de pretendido lujo se cuelan de vez en cuando auténticos zulos insalubres, como estudios de quince metros con techos abuhardillados —compra dos y te regalamos el tratamiento para la escoliosis— que el vendedor, con las manos sudorosas y una cara a caballo entre la resaca y la posironía, trata de colarte como un producto de lujo porque está en no sé cuál barrio cerca del centro y, al ser unipersonal, es perfecto para un soltero canallita y bohemio – las narrativas que nos inventamos para colocarle un trastero a precio de mansión al hijo de un rico de provincias, Dios santo —.

En segundo lugar, es francamente destacable —si nos ponemos maliciosos— que quienes traten de venderte estos pisos sean chavalitos jóvenes, probablemente con contratos en precario, que fingen accesibilidad a esos pedazo de chozos y usan con descaro e intención la primera persona del plural; proyectando la voz como si fueran actores clásicos, posan frente a la cámara del iPhone mientras mueven mucho los brazos y enseñan las diferentes habitaciones del piso —a las que llamarán espacios, no entiendo muy bien por qué— asegurando que en ellas podemos montar reuniones con los amigos o ver el partido de nuestro equipo de fútbol favorito, sin embargo, la mayoría de ellos apenas cobran el salario mínimo y deben darse con un canto en los dientes si llegan a comisionar —vender un piso no es vender un kilo de patatas—.

Foto: El perfil de Fran y Marta en Arbnb. (EC)
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Precisamente sobre esto, el dúo cómico de Pantomima Full, quizá el más afilado del panorama, subía este viernes un vídeo a sus redes donde parodiaban la vida de uno de estos comerciales no tan ficticios. Tras enseñar un brutal ático en pleno Serrano, el personaje interpretado por Rober Bodegas se iba hasta su cochambrosa casa en un barrio obrero del sur de Madrid, pongamos que Villaverde o Carabanchel, donde se quejaba con sus compañeros de piso de vivir en un sitio tan espantoso mientras se dedicaba a enseñar obras arquitectónicas dignas de un faraón megalómano.

Aunque la descripción es totalmente realista, lo cierto es que dudo mucho de esa autoconsciencia —obrera o precaria, como más gustéis— que le dan al chaval. Sin dudar que existen comerciales que realmente entienden que están vendiendo un producto de lujo, totalmente inaccesible para ellos, a cambio de un salario mínimo, lo cierto es que el mercado inmobiliario está lleno de fantasiosos y flipados.

En plena época de la cultura de la autosuperación de mercadillo y los estafadores algarrobos, quienes engañan a chavales jóvenes con supuestas formaciones para pegar el pelotazo, el mercado de los agentes inmobiliarios se ha convertido en una cantera de flipados que realmente piensan que esas propiedades están a su alcance.

Sumergiéndote todavía más en profundidad en TikTok real estate, te encuentras todo tipo de motivados que dan consejos para adquirir viviendas y vivir de las rentas inmobiliarias, pero que se graban desde habitaciones con camas de noventa y muebles juveniles. Hay decenas, quizá cientos de influencers comerciales que hacen performances como la de aquella escena mítica del reloj en El lobo de Wall Street —creo que no han terminado de entender esa película— donde trazan planes para conseguir un milloncete de pavos, casi hablamos de calderilla, gracias a trabajar como dudoso autónomo en una inmobiliaria.

Aun así, aunque me parezca divertido ridiculizar y burlarse de estos Warren Buffett de Ciudad Real, creo que no todo es culpa suya; creo, en serio, que son víctimas de nuestros tiempos.

Foto: Foto: (Reuters/Scott Morgan)

La devastación del sistema del bienestar y el cada vez más complicado acceso a una vivienda —ahora mismo, los precios tanto de alquiler como de compra están a niveles de 2009— han empujado a muchos a volverse unos cínicos que solo creen en el pelotazo: sujetos turbios como los Llados de turno son la respuesta lógica de una generación que ya no puede tener una vida corriente, con una casita humilde en propiedad, gracias a un curro normal. Han elevado la vivienda a un bien inaccesible, de absoluto lujo, y han convertido a toda una generación en buscadores de oro que buscan pegar el pelotazo como sea. Esos monstruos decadentes y turbocapitalistas son fruto de la incapacidad de todos, desde la sociedad hasta el gobierno, pasando por la generación que sí pudo acceder a la propiedad y ahora se niega a democratizar su posición, de dar una respuesta colectiva.

Todos esos vendedores de áticos de lujo tratan de salir como sea del bajo compartido, y creen que solo pueden conseguirlo desde el individualismo más radical. Y esto último, me temo, no es solo culpa de ellos.

TikTok e Instagram son espejismos, pero a veces muestran algo parecido a la realidad. Si entrenas un poco el algoritmo, descubrirás una serie de vídeos muy virales subidos por agencias inmobiliarias madrileñas —las hay de todas las ciudades, pero el contenido producido por las de la capital es de lejos el más obsceno— donde se enseñan pisos y propiedades a precios absolutamente desorbitados.

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