'15 años de Kulunka': aquí se viene a reír y a sollozar mucho con tres montajes geniales
La compañía vasca celebra su quince aniversario en plenitud de facultades. Estos días estrenan 'André y Doriné', 'Solitudes' y 'Forever' en el Teatro Español y es uno de los acontecimientos del año
La compañía vasca Kulunka está en un momento pletórico. Acaban de cumplir 15 años y están celebrando el aniversario por todo lo alto. Se han ganado a todo el mundo. El Teatro Español reúne hasta el 29 de septiembre tres de sus montajes, André y Doriné, Solitudes y Forever, y tienen casi todo vendido. El pasado martes 17, con el estreno de la primera, no cabía nadie más en las butacas (platea y palcos) y cuando terminó el aplauso fue espectacular. A lo Almodóvar en Venecia.
Había espectadores que venían de nuevas. Otros ya conocían a la compañía e incluso el montaje, estrenado por primera vez en 2011 y que tiene una trayectoria de estrenos por más de 30 países. En cualquier caso, para una inmensa mayoría (si sacamos el aplausómetro) fue un viaje extraordinario. Un recorrido por la historia de una familia que, como ocurre en las obras de Kulunka, se convierte en una montaña rusa en la que se ríe -en ocasiones hasta con carcajadas- y se solloza mucho. Avisados quedan: si van a verles llévense pañuelitos de papel. Y no les dé vergüenza: acaba todo el teatro con los ojos humedecidos.
Y todo ello lo consiguen solo con máscaras, música (fantástico Yayo Cáceres) y sin texto. ¿Teatro experimental, alternativo? Sí. ¿Que llega a todo el mundo? También. Hacen magia.
En André y Doriné, esbozo de lo que han explotado después en Forever (un montaje que es algo más completo), nos topamos directamente con la casa de unos ancianos que tienen la vida de esas parejas que llevan ya décadas juntos. Con sus manías, con lo que hay que aguantar del otro, pero también con ese amor soterrado que hace que la cuerda no se rompa nunca. Él es un insigne escritor que se enorgullece de sus novelas publicadas y para quien parecen lo único que existe en la vida (un ego que no cabe en toda la habitación: una buena descripción de este tipo de personajes reales); ella podría haber sido una gran música, pero su contrabajo se quedó descansando en un rincón y utilizado únicamente en sus ratos de ocio. El tercero es el hijo único que tienen: llega, saluda, unos besos a sus padres, el móvil y se va. Una vida como la de tantos.
Todo ello lo cuentan con gestos, con el movimiento de sus cuerpos -una vez más, Garbiñe Insausti, José Dault y Edu Cárcamo están estupendos- y con la música. Cuando entras en esa casa te ríes; sin embargo, a los pocos minutos el corazón comienza a encogerse. Entra el alzhéimer. Y comienza otra obra.
Pero, pese al dolor, los Kulunka no son Michael Haneke y su Amour. El espectador no sufre en ese sentido. Los vascos muestran la tragedia sin disfraces. Ni es una lucha ni hay heroicidad, pero tampoco fatalismo. La enfermedad es lo que es: una faena terrible, pero de la que nadie tiene la culpa. Y la vive el enfermo, pero también la pareja del enfermo, y los hijos.
Y a la vez que todo esto ocurre, en vez del desasosiego o la pérdida de control por parte de los cuidadores, los Kulunka introducen la ternura, los buenos recuerdos, la felicidad. El montaje se equilibra así en dos planos, el actual con la enfermedad, y la juventud y lo que nunca nadie podrá borrar aunque se olvide. Además, también nos señalan que, aunque la enfermedad llene todo de tristeza siempre habrá un pequeño resquicio para que el amor brote y la vida siga su curso.
Y si eso es André y Doriné, este viernes estrenan Solitudes donde con humor nos hablan de un anciano que no se resigna a sus deseos, un anciano que no quiere vivir en la apatía a la que parece que le condena su edad. El montaje también viene con sello de calidad: ganó el Max al mejor espectáculo de teatro en 2018.
Y a partir de la semana que viene reestrenarán Forever, una de las grandes obras de 2023 y la mejor de los tres montajes (si bien todos son geniales). Otra de esas historias que encogen el alma, pero con la que no paras de reír. Una pareja, un hijo con una discapacidad y lo que la vida va poniendo por delante. Muchos momentos de alegría, pero también muchos obstáculos. Otros tantos premios jalonan este montaje, entre ellos el Max a la mejor dirección -Iñaki Rikarte puede que esté en una de las mejores épocas como creador- y autoría (toda la compañía).
No son, desde luego, unos recién llegados los Kulunka. Empezaron en Hernani en 2010 y siempre con la intención de experimentar nuevos lenguajes escénicos. Y de ahí han llegado a todas partes. Tienen mucho trabajo detrás y dedican mucho tiempo a la creación de cada espectáculo. Se nota. Aparte de la dirección, la dramaturgia, la música (también estupendo el compositor José Miguel Cobo) y al elenco, hay que destacar todo el trabajo de escenografía y vestuario de Ikerne Giménez porque es maravilloso.
Son montajes arriesgados por la forma, pero a la vez también sencillos -al final hay cierta fórmula que se repite- y con ellos han conseguido mostrar al espectador la vida casi en toda su plenitud. Con lo bueno, con lo malo (y muy malo a veces), pero siempre con una enorme ternura y con una mirada muy limpia a sus personajes y a lo que les ocurre. Los Kulunka siempre te acarician el corazón. Y eso gusta mucho. Que disfruten de este 15 cumpleaños porque al espectador se lo tienen ya ganado.
La compañía vasca Kulunka está en un momento pletórico. Acaban de cumplir 15 años y están celebrando el aniversario por todo lo alto. Se han ganado a todo el mundo. El Teatro Español reúne hasta el 29 de septiembre tres de sus montajes, André y Doriné, Solitudes y Forever, y tienen casi todo vendido. El pasado martes 17, con el estreno de la primera, no cabía nadie más en las butacas (platea y palcos) y cuando terminó el aplauso fue espectacular. A lo Almodóvar en Venecia.