'Oasis: Supersonic': Tan feos, maleducados, vulgares y masculinos
Un extraordinario documental se vuelve de visionado obligatorio ante el regreso de la mítica banda de los 90
Corre un meme por las redes que dice: “Aún piensas que los 90 fueron hace diez años”. Lo cierto es que los 90 han sido hace una semana, con la vuelta de Terminator en versión anime para Netflix; con Matrix siendo citado sin parar por Elon Musk; con Mercadona derrotando en amor a Tinder y con Tarantino retrasando todo lo que puede su última película. Seguiremos en los 90 en un futuro inmediato, en 2025, cuando Oasis regrese a los escenarios y más de un millón de personas se dé cuenta de que se sabe enteras las canciones de un grupo muerto y ninguna de Taylor Swift.
Para soportar el fenómeno, entenderlo y, sobre todo, ponerse de su parte resulta imprescindible acercarse al documental Oasis: Supersonic (Filmin, 2016), de Matt Whitecross. Se trata de una película extraordinaria. En ella, Oasis no rompe, pues su director los deja acomodados en el cielo de su éxito, allá en Knebworth, Inglaterra, donde tocaron ante 250.000 personas en 1996, dos veces. “Podíamos haber tocado siete”, lamentan.
Hasta llegar a esa cima recital, Oasis: Supersonic recorre todo el zigzagueante y muy ebrio y muy lamentable periplo de dos hermanos que sólo podemos considerar como unos perfectos imbéciles. Si algo deja claro este documental, es que Liam y Noel Gallagher están sólo un paso por detrás del inglés que viene de vacaciones a España y se tira por un balcón. En lugar de tirarse por un balcón, los Gallagher compusieron Live Forever.
Formalmente, la película es una pieza de orfebrería audiovisual. Entrevista a los cantantes y a los miembros de la banda; a la madre y a los productores y técnicos, pero ninguno sale en plano. Sus voces se funden con imágenes de archivo, que abundan hasta límites casi obscenos (lo grababan todo, estos chicos), o con muy pintones collages con dibujitos, recortes de prensa y efectos ópticos. Si le quitas las canciones, y el lacito de la fama, Oasis parece tu primo que suspendía todas fumando porros con el que suspendía casi todas. No hay realmente nada más aquí.
Y eso es lo extraordinario.
Acostumbrados como estamos a hijos de e hijas de, al arte como herencia y patrimonio familiares, resulta ya casi inverosímil que dos desgraciados (como veremos) acaben entrando en la Historia de la música popular sin saber que, en rigor, no tenían ninguna oportunidad. Noel, el más listo de los dos -muy obviamente-, afirma hacia el final de la película que lo que les pasó a ellos ya no sucede: ya no sucede que la gente pobre, de barrio, triunfe de manera incontrolada. Internet (que para Noel llegó después de su concierto en Knebworth) generó una dictadura de la celebridad y de los buenos modales, donde los cantantes tienen que estar en la cama a las 10:30 pm, y no metiéndose rayas y demoliendo hoteles. “Por eso hoy ya no hay bandas famosas”, opina el compositor.
Mucha drogadicción y muy malos modales, en efecto, exhiben los hermanos Gallagher durante toda la película. Son patéticos. Para ellos, GQ es “una revista de maricas”; cuando el bajista quiere dejar el grupo porque echa de menos a su novia, comentan “a lo mejor es que está muy buena”. Su sueño es tener dinero y “una chica buenorra” al lado. Y beber en el pub y ver el fútbol. Son incapaces (y lo siguen siendo) de articular una sola frase de más de cinco palabras que no incluya la palabra “fucking”.
Noel tiene cinco años más que Liam, y empezó en el negocio de la música como técnico de guitarras de un grupo hoy olvidado. Mientras estaba de gira, su hermano se había integrado como cantante en una banda menor de Manchester. Al regresar Noel, se sumó al grupo.
Como tantos jóvenes ingleses (en Inglaterra es obligatorio tocar la guitarra, como saben), hicieron malas canciones que les parecían estupendas, ensayaron, rompieron, aprendieron y dieron algún concierto que a nadie le importaba lo más mínimo. Entonces llegó Dios.
Dios es el que llega y, de todos los que hacen música, escriben o quieren dirigir películas, escoge a uno y le da el regalo de la inspiración, esa electricidad trabajada y, aún así, caprichosa. Noel Gallagher se sentó y escribió Live forever, “la canción que lo cambió todo”.
Eso es la vida: un golpe de suerte de 4:36 minutos de duración. Noel escribió en ese momento esa canción y no el otro millón de canciones que estaban destinadas al olvido.
Liam les dijo: “Vosotros haced la música y yo me limitaré a salir ahí y molar un huevo”.
Son tan vulgares, maleducados, infantiles y zafios que no puedes negar que son de verdad
Publicaron Definitely Maybe en 1994 y (What´s the Story) Morning Glory? en 1995. Con eso, ya estaba. “Nuestros discos estarán en las tiendas para siempre”.
Palabras inmortales de Noel: “Tengo 87 millones de libras en el banco, un Rolls Royce, tres acosadoras, voy a actuar en el estadio del Manchester City y estoy en la mejor banda del mundo. ¿Soy feliz? No. ¡Quiero más!”
Los Gallagher se criaron sin padre. Era un hombre que pegaba a su madre, y también a Noel, y ella lo abandonó un día llevándose a los tres hijos. Dice Noel: “Mi padre despertó el talento en mí a hostias”.
Es ahí, naturalmente, cuando uno ama definitivamente a Oasis. Son tan vulgares, tan zafios, tan infantiles y tan maleducados que no puedes negar que son de verdad.
Hoy nada es de verdad, y por eso la vuelta de Oasis parece la vuelta de gente que no produce música, sino que la hace, la toca, la vive y la comparte. El regreso de la pureza, bien sea en forma de dos descerebrados. El regreso de la comunidad, de la fiesta y de la gloria.
Corre un meme por las redes que dice: “Aún piensas que los 90 fueron hace diez años”. Lo cierto es que los 90 han sido hace una semana, con la vuelta de Terminator en versión anime para Netflix; con Matrix siendo citado sin parar por Elon Musk; con Mercadona derrotando en amor a Tinder y con Tarantino retrasando todo lo que puede su última película. Seguiremos en los 90 en un futuro inmediato, en 2025, cuando Oasis regrese a los escenarios y más de un millón de personas se dé cuenta de que se sabe enteras las canciones de un grupo muerto y ninguna de Taylor Swift.
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