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No, no hay relato que blanquee a Monedero en el pódcast de Maduro
La hemiplejia moral de Monedero es una limitación por la que ha elegido ser impermeable a los datos: Maduro es un dictador y Venezuela una tiranía totalitaria
En 1916 Einstein estaba convencido de que el universo era fijo y eterno, por lo que nunca habría tenido un comienzo. Sus propias ecuaciones de la relatividad contradecían esta afirmación, pero hábilmente introdujo una "constante cosmológica" para que sus cálculos se ajustaran a su idea preconcebida de un universo estático. Su apaño funcionó hasta que en 1922 el matemático ruso Alexander Friedman lo recalculó todo obviando esa constante arbitraria, consiguiendo que aquellas ecuaciones condujeran a la posibilidad de un universo dinámico, en expansión y, por ende, con un origen. Explican Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies en Dios, la ciencia, las pruebas que un Einstein furioso le pidió a la misma revista científica, Zeitschrift für Physik, que publicaran su respuesta: "Los resultados sobre el universo no estacionario contenidos en el trabajo de Friedman me parecen muy sospechosos. En realidad, resulta que la solución propuesta no satisface las ecuaciones de campo". Lo que no satisfacía, en todo caso, eran sus ideas preconcebidas.
Hace tiempo que la indignación que debiera provocar la falta de principios del Gobierno de España ha saturado mi capacidad para la perplejidad —probablemente por habituación, ese fenómeno psicológico que tan perversamente usa su presidente—. Habiéndose superado a sí mismo en tantas ocasiones, lo increíble es de hecho lo esperable. No hay límites. Pero el pódcast de Nicolás Maduro con Juan Carlos Monedero ha supuesto para mí un nuevo hito para la política española.
Llevo días en shock. A pesar de que los fundadores de Podemos ridiculizaban cualquier argumento con el que se les tratara de vincular con el chavismo, la realidad se ha impuesto con un nivel de desvergüenza sin precedentes. Véanlo. Es autoparódico. No habrá relato que lo justifique —ahora se entiende bien el cobro de los 425.000 euros de aquella asesoría—. Bien es cierto que Monedero ya no forma parte del partido, pero ahí va Ione Belarra a la zaga, preocupada de que se esté hablando más de lo que está pasando en Venezuela, que nos pilla "a miles de kilómetros", que en Francia. ¡Dónde va a parar! Y de Franco, hay que hablar de Franco, no lo olvidemos. El franquismo es donde converge lo urgente, lo importante y el futuro de la política española.
A pesar de la represión sistemática y generalizada, esta semana la oposición en Venezuela ha convocado movilizaciones bajo el lema "actas matan sentencia", reclamando la publicación de los documentos que demostrarían el más que evidente fraude electoral. Aunque a estas alturas de la posmodernidad ya sabemos que la máxima "dato mata relato" en la que se quieren apoyar no es operativa, recordaré tres verdades: desde la llegada del chavismo, el bolívar ha perdido 16 ceros, más del 90% de la población de Venezuela vive bajo la pobreza y casi 8 millones de personas han emigrado. La Unión Europea y más de 20 países han pedido la verificación imparcial de los resultados, que se ponga fin a la violencia y se libere a los detenidos, mientras que el panel de expertos de la ONU añade que los datos ofrecidos por el oficialismo carecen de credibilidad y hasta sus aliados Petro y Lula le han propuesto celebrar nuevas elecciones. Podría ser peor. Lo importante es que no hay amenaza de la extrema derecha. Espera. Que Boric dice ahora que "la dictadura de Venezuela no es la izquierda". Zapatero, vuelve tú también y deja de hacer el ridículo.
Juan Ramón Rallo —que afirma que si los chavistas supieran matemáticas no serían chavistas— ha hecho un análisis tan básico como interesante en el que estudiando únicamente los porcentajes de votos ofrecidos demuestra su imposibilidad estadística. Pero claro, los datos no pueden nada. Un dato bien puede ser un relato. La realidad es que todo forma parte de una conspiración tecnofascista de sectas demoníacas y pactos satánicos de Elon Mocs con la iglesia satánica de Ditroi. Claro, qué duda cabe —apostillaría Monedero—. Menos mal que para Maduro, Dios está de su lado en este "mundo multilateral, multipolar, pluripolar, y pluricéntrico del que formamos parte" —no sé si estoy viendo South Park o leyendo El Mundo Today—.
Es comprensible la reticencia inicial a aceptar ideas que contradicen nuestras creencias, aquellas que han servido para construir nuestra cosmovisión. De hecho, es habitual funcionar a partir del prejuicio, ese que llevó a decenas de científicos a desconfiar de la idea de que el universo tuviera un origen precisamente porque era demasiado coincidente con el relato bíblico. En 1923, discípulos de Friedman y un amigo de Einstein consiguieron que se retractara y asumiera su error, dando paso a la cosmología moderna y aceptación de la expansión del universo. Y esto a los bolcheviques les cabreó mucho, porque contradecía los fundamentos del materialismo dialéctico.
En 1933, el físico alemán y premio Nobel Max Planck se reunió con Hitler para tratar de poner algo de cordura en su cruzada contra la ciencia judía. Como citan Bolloré y Bonnassies, el Führer zanjó la conversación: "¡En lugar de hablar conmigo, vaya a ver a Stalin! ¡La ciencia judía pervierte las ideas sobre el universo y trata de avalar la idea de que no existe desde siempre!". ¿Qué es eso de que los datos me contradigan? Ni hablar. Algo similar le había escrito Engels a Marx en 1869 tras el descubrimiento de la muerte térmica del universo: "es absolutamente inexplicable" y "presupone la existencia de un Dios", por lo que el segundo principio de la termodinámica habría de ser falso. En fin, supongo que necesitamos los marcos mentales y que las creencias pueden ser útiles; hasta que la ideología impide ver lo evidente. Incluso el más científico dejó de hacer ciencia para hacer metafísica en algún momento, pero inteligencia y honestidad conducen más pronto que tarde a reconocer la realidad. Monedero —aquí team Hitler/Stalin— adolece de lo uno y de lo otro.
Me centro: en el pódcast de marras revela el ideólogo de Podemos que a él todo le termina conduciendo al fascismo. Qué casualidad. Igualito que a Maduro, que gracias a su "Ley contra el fascismo" se ha asegurado poder encarcelar a cualquiera que disienta mínimamente —sin acercarse ni remotamente a esa etiqueta, claro está—. Ve fascismo por todas partes. Escribió Ortega y Gasset de manera hiperbólica en La rebelión de las masas que "ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil".
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La hemiplejia moral de Monedero —agravada, patológica y degenerativa— es una limitación por la que ha elegido ser impermeable a los datos. La evidencia puede desatar diferentes relatos, pero tener poder ilimitado, el control absoluto del estado y los medios de comunicación, limitar la libertad de expresión y el uso de redes sociales, represaliar violentamente y acabar con cualquier forma de disidencia arrastrando a la población a la pobreza y a la muerte tiene un nombre: fascismo de izquierdas —que dirían los viejos anarquistas—. Monedero, tu amigo Maduro es un dictador, Venezuela una tiranía totalitaria y tú —y no Ayuso— el verdadero fascista. Dicho al nivel de tu catadura moral: rebota, rebota, en tu culo explota.
En 1916 Einstein estaba convencido de que el universo era fijo y eterno, por lo que nunca habría tenido un comienzo. Sus propias ecuaciones de la relatividad contradecían esta afirmación, pero hábilmente introdujo una "constante cosmológica" para que sus cálculos se ajustaran a su idea preconcebida de un universo estático. Su apaño funcionó hasta que en 1922 el matemático ruso Alexander Friedman lo recalculó todo obviando esa constante arbitraria, consiguiendo que aquellas ecuaciones condujeran a la posibilidad de un universo dinámico, en expansión y, por ende, con un origen. Explican Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies en Dios, la ciencia, las pruebas que un Einstein furioso le pidió a la misma revista científica, Zeitschrift für Physik, que publicaran su respuesta: "Los resultados sobre el universo no estacionario contenidos en el trabajo de Friedman me parecen muy sospechosos. En realidad, resulta que la solución propuesta no satisface las ecuaciones de campo". Lo que no satisfacía, en todo caso, eran sus ideas preconcebidas.
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