Un estudio revela la verdadera función del monumento del legendario rey Arturo
Arqueólogos de la Universidad de Manchester han descubierto que la tumba del monarca de Camelot era parte de un vasto paisaje ceremonial que alimentaba las llamadas Salas de los Muertos
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La historia la conocemos todos de sobra: la leyenda del rey Arturo está irremediablemente ligada a su mágica espada Excalibur, que extrajo de la roca en la que se encontraba incrustada y se convirtió así en rey de Inglaterra. Como suele suceder con este tipo de historias mitológicas, Excalibur solo puede ser empuñada por su legítimo dueño (y, ya puestos, no solo en las historias mitológicas. Recordemos a Alejandro Magno deshaciendo el nudo gordiano también con una espada), y después ser devuelta a la Dama del Lago, puesto que no volverá a ser empuñada por nadie más.
Una historia más dentro del compendio que forma la leyenda en torno a Arturo en Camelot y el resto de sus caballeros de la mesa redonda. Al fin y al cabo, se trata de una de las más importantes historias de la literatura inglesa y galesa y en muchas ocasiones se ha planteado que en lugar de ser un simple personaje legendario pudiera estar basado en una historia real.
Aunque Arturo no está claro, existe un monumento que le conmemora. La conocida como Piedra de Arturo podría hacernos pensar justamente en esa mítica leyenda de Excalibur, aunque en realidad las historias en torno a ella son muy diferentes. Una de ellas habla de que el monumento fue levantado para conmemorar una de las batallas libradas por el monarca. Otra, que en ese lugar el mítico rey mató a un gigante que cayó sobre las piedras y dejó hendiduras en una de ellas al caer y golpearlas con sus codos. También se habla de que en ese lugar se arrodilló a rezar o, incluso, que sirvió para su enterramiento.
Es un monumento funerario megalítico construido entre los años 3.700 y 2.700 a.C., en el condado de Herefordshire
Lo cierto es que la Piedra de Arturo es uno de los monumentos neolíticos más famosos de Inglaterra, un dolmen con una forma parecida a una mesa que consta de nueve grandes piedras verticales, rematadas por una enorme piedra angular de unas 28 toneladas, aproximadamente. En realidad, se trata de un monumento funerario megalítico construido entre los años 3700 y 2700 a. C., en el condado de Herefordshire, y originalmente estaba cubierto por un túmulo de hierba retenido por una empalizada de postes de madera —que posteriormente se derrumbó—.
Recientemente, arqueólogos de la Universidad de Manchester descubrieron que la tumba era parte de un vasto paisaje ceremonial que alimentaba las llamadas Salas de los Muertos, grandes edificios de madera que fueron quemados deliberadamente y después reemplazados por los túmulos.
Ya en el siglo XIII se relacionaba la tumba con Arturo, aunque la historia en torno a ella es lo suficientemente interesante como para no tener que inventarse nada: durante la Guerra de las Rosas se libró un duelo entre dos caballeros, y en 1645 el rey Carlos I reunió a su ejército y cenó en la piedra, algo no excesivamente raro, porque hasta mediados del siglo XIX en la zona se celebraban bailes e incluso bautizos. Antes, lo más probable es que se utilizara para rituales funerarios.
La historia la conocemos todos de sobra: la leyenda del rey Arturo está irremediablemente ligada a su mágica espada Excalibur, que extrajo de la roca en la que se encontraba incrustada y se convirtió así en rey de Inglaterra. Como suele suceder con este tipo de historias mitológicas, Excalibur solo puede ser empuñada por su legítimo dueño (y, ya puestos, no solo en las historias mitológicas. Recordemos a Alejandro Magno deshaciendo el nudo gordiano también con una espada), y después ser devuelta a la Dama del Lago, puesto que no volverá a ser empuñada por nadie más.