La manía de los políticos de usar canciones sin permiso (y que le puede costar cara a Trump)
La familia del fallecido compositor Isaac Hayes ha demandado por tres millones de euros al expresidente por utilizar sin autorización el tema 'Hold On, I'm Coming' (1966). Hay otros muchos casos
El uso de música en las campañas políticas es algo habitual, pero cuando no existe el beneplácito de los autores, en vez de servir como apoyo puede acabar convirtiéndose en un verdadero problema. El último en verse envuelto en una polémica por este motivo ha sido Donald Trump. El actual candidato republicano a sentarse en el Despacho Oval ha sido demandado por la familia del icono del soul Isaac Hayes, fallecido en 2008, debido al uso de la canción Hold on, I’m coming (1966), compuesta por él e interpretada por el dúo Sam & Dave. Pero esto no es nada nuevo en el mundo de la política yankee, ni tampoco en el de la española.
El propio Trump, al que los hijos de Haye reclaman tres millones de dólares por haber infringido los derechos de autor 134 veces, ya se ha enfrentado con anterioridad a críticas de artistas por utilizar sus temas. El fin de semana pasado fue Celine Dion la que se quejó a través de las redes sociales del uso desautorizado de su mítico My Heart Will Go On (1997), perteneciente a la película Titanic, en uno de sus mítines. “Y en serio… ¿esa canción?”, decía la cantante al final del comunicado.
El magnate ya es un habitual en lo que respecta a pasarse por el forro la propiedad intelectual de los músicos. Durante su campaña electoral de 2016, entre otros éxitos, sonó Tiny Dancer (1972) de Elton John, ante lo que el artista declaró: “Realmente no quiero que mi música esté involucrada en nada que tenga que ver con una campaña electoral estadounidense. Soy británico”.
La lista de artistas afectados por Trump es larga e incluye a grupos de la talla de los Rolling Stones por el uso de You Can’t Always Get What You Want (1969), Aerosmith por el de Dream On (1973) o R.E.M. por el de varios de sus temas como Losing My Religion (1991) o Everybody Hurts (1993). Aunque sus quejas no han conseguido un cambio de actitud para la campaña actual.
Sin embargo, no es el único expresidente estadounidense que se ha visto obligado a quitar de la banda sonora de su carrera presidencial algunas canciones por contar con el permiso de sus autores. En 2008 Barack Obama tuvo problemas con la misma Hold On, I’m Coming que ahora puede salirle muy cara a Trump, ya que Sam Moore, del dúo Sam & Dave, le pidió que dejara de utilizarla . 20 años antes Bobby McFerrin le solicitó lo mismo a George H. W. Bush en referencia a su archiconocida Don’t Worry, Be Happy (1988).
Los casos de la política nacional
En España, uno de los casos más sonados fue el de Vox y No puedo vivir sin ti (2008) de Los Ronaldos en 2018. Si bien el compositor del tema y líder del grupo, Coque Malla, reconoció que el partido tenía derecho a utilizarla, dejó clara su postura contraria al respecto. Además, aprovechó para recordar que la inspiración de la canción “no es otra que la relación homosexual entre dos amigos gays muy queridos, que lo pasaron realmente mal por culpa de la intolerancia y de la estupidez homófoba”.
También el PP se ha vuelto inmerso en polémicas del estilo, una de las más recientes fue la que tuvieron el pasado marzo con la banda vallecana Ska-P a raíz de que los populares de San Sebastián publicase en redes un vídeo sobre edificios ocupados con su tema Cannabis (1996) de fondo. En respuesta, sus integrantes pidieron que eliminaran el vídeo al que calificaron de miserable.
Así como tampoco se libra el PSOE, que en 2015 optó Estáis aquí (2014) de la formación catalana Sidonie para dar ritmo a un mitin. La queja del grupo fue demoledora: “No sabemos qué opinaría Freddie Mercury si hubiese visto bailar Don’t Stop Me Now a Miquel Iceta, pero a nosotros no nos hace ninguna gracia que un partido político use una canción nuestra en sus mítines y menos todavía que no nos lo hayan consultado”.
La SGAE: "Es un tema de propiedad, están utilizando un bien que no es suyo"
Desde la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) explican a este periódico que la situación cambia dependiendo si las canciones se ponen de fondo o tienen un uso individual para reforzar un mensaje político o intentar convertirlas en lemas de campaña. En la primera coyuntura necesitan la licencia de la entidad que tiene los derechos (en España la propia SGAE) y “pagar en relación con los metros cuadrados del recinto en el que se celebra el acto”.
En caso de tratarse de la segunda coyuntura, aseguran que es imprescindible contar con la autorización de sus autores y propietarios. “Es un tema de propiedad, están utilizando un bien que no es suyo”, afirman. Además, si se pretende versionar la canción realizando alguna variación, los permisos requeridos aumentan.
El uso de música en las campañas políticas es algo habitual, pero cuando no existe el beneplácito de los autores, en vez de servir como apoyo puede acabar convirtiéndose en un verdadero problema. El último en verse envuelto en una polémica por este motivo ha sido Donald Trump. El actual candidato republicano a sentarse en el Despacho Oval ha sido demandado por la familia del icono del soul Isaac Hayes, fallecido en 2008, debido al uso de la canción Hold on, I’m coming (1966), compuesta por él e interpretada por el dúo Sam & Dave. Pero esto no es nada nuevo en el mundo de la política yankee, ni tampoco en el de la española.
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