Es noticia
El enésimo conde de Montecristo: ¿Por qué vemos siempre las mismas películas?
  1. Cultura
ya en cines

El enésimo conde de Montecristo: ¿Por qué vemos siempre las mismas películas?

La nueva versión del clásico de Dumas se suma a una larga lista de remakes que parecen demostrar que hay historias que siempre funcionan (y la escasez de ideas en el cine moderno)

Foto: Fotograma de 'El conde de Montecristo'.
Fotograma de 'El conde de Montecristo'.

Hay libros que nadie en su sano juicio se atreve a llevar a la gran pantalla, ya sea por imposibilidad de plasmar la profundidad de la obra (El Ulises es un buen ejemplo) o porque el autor pidió expresamente que jamás se hiciera una versión de ella (JD Salinger con El guardián entre el centeno). El conde de Montecristo no entra en estas categorías, pese a que las más de 1.000 páginas de la novela de Alejandro Dumas podrían asustar al guionista más valiente. Sin embargo, pertenece a ese género de aventuras que siempre puede adaptarse de mejor o peor manera, respetando levemente la historia original. Eso, al menos, es lo que han debido pensar los directores Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière, que se han atrevido a repetir la hazaña con esta nueva versión que se estrenó ayer en cines.

Sin contar la multitud de telenovelas que, por algún motivo, llevan ese nombre, existían hasta cuatro versiones anteriores de 1934, 1953, 1975 y 2002 (que en realidad se llama La venganza del conde de Montecristo). También hay miniseries, como la archifamosa coproducción francesa-italiana-alemana con Gérard Depardieu y Ornella Muti de 1998, o una estrenada el año pasado, con Sam Claflin en el papel del conde. Y todo eso sin contar historias claramente inspiradas en la novela de Dumas, que van desde Oldboy (Park Chan-Wook, 2003) a Sweeney Todd. Incluso El prisionero del cielo, de Carlos Ruiz Zafón, entra más en la categoría de versión que de simple homenaje. El fenómeno no caduca.

Aunque se intenta adaptar a los nuevos tiempos en la medida de lo posible. Los franceses han decidido continuar la reciente tradición ascendente de filmar películas muy largas (esta versión tiene tres horas) y simplificar el guion de la mejor manera posible, con la idea de que aquellos familiarizados con la obra puedan disfrutarla tanto como los que jamás han abierto un libro de Alejandro Dumas. La multitud de personajes que forman parte de la novela original, publicada en 1844, se limitan en esta versión, como es lógico. Estamos hablando al fin y al cabo de un folletín con tantas subtramas que llevarían a cualquier espectador del siglo XXI a acabar perdiéndose en el caleidoscopio de actores y nombres. La limitación, aunque coherente con los tiempos actuales, también simplifica la película y la convierte en una historia (más) de venganza. Nadie es perfecto.

El presupuesto de la película se estima en unos 43 millones de euros, una gran inversión en la que Delaporte y de La Patellière no dudaron en ningún momento, puesto que se habían ocupado con anterioridad del guion de las dos partes de Los tres mosqueteros (ambas de 2023) y el objetivo era obtener mejores resultados que con estas. El conde de Montecristo era más desafiante (el guion tenía más de 300 páginas, según comentaron sus directores), pero la jugada ha salido convenientemente bien. La película primero fue presentada en Cannes fuera de competición, y por ahora, tras su estreno en Francia el pasado mes de junio, no solo está cosechando buenas críticas (en Rotten Tomatoes le han dado una calificación de 8/10) sino también visibilidad. Probablemente, no llegue a los 11,5 millones que vieron la versión de Gérard Depardieu hace 26 años, pero sin duda en el país vecino ha convencido: ya la han visto más de cuatro millones de espectadores.

En esta versión es Pierre NineyFrantz (2016), Yves Saint Laurent (2014)—, cara frecuente en el cine francés, el encargado de dar vida al vengativo Edmundo Dantès (alias el conde de Montecristo), en la historia que conocemos todos de sobra. Niney, que viene del teatro, se tuvo que preparar su papel como buen actor del método: con dieta draconiana y entrenándose para pasar más de diez minutos bajo el agua. La sinopsis es la de siempre: Edmundo Dantès es un naviero que acaba de recibir una promoción como capitán al salvar heroicamente a una mujer, y también va a casarse con el amor de su vida, Mercedes (Anaïs Demoustier). Su éxito inspira celos en distintos frentes y se forma un complot contra él. Tras ser denunciado como miembro de una conspiración pro-Bonaparte, es encarcelado sin juicio en el Castillo de If (fortificación real, ubicada en la bahía de Marsella) durante catorce años. Finalmente, consigue escapar de su destino con la ayuda del abate Faria y hacerse con un legendario tesoro que se encuentra en la isla de Montecristo. Al volver a Francia con una enorme fortuna y otra identidad, urde un plan para vengarse de sus enemigos.

La jugada era desafiante: la novela tiene 1.000 páginas y el guion alcanzó 300

En la primera hora se ventilan toda la trama relacionada con el complot y su ingreso en prisión, así como la posterior búsqueda del tesoro en la isla de Montecristo. El resto de la película pasa a ser la venganza contra los hombres que le arrebataron todo, en este caso Gérard de Villefort (Laurent Lafitte), Danglars (Patrick Mille) y, particularmente, Fernand de Morcef (Bastien Bouillon), que para eso es el que le ha robado a la chica (Demoustier) y ha tenido un hijo con ella (Vassili Schneider). Completan la trama los jóvenes y bellos Andrea (Julien de Saint Jean) y Haydée (Anamaria Vartolomei), que son los encargados de ayudar al conde en su venganza, ambos con sus propios motivos personales.

La novela de Dumas —que se publicó durante dos años en 18 partes en el Journal Des Débats— está parcialmente influida por las memorias de Jacques Peuchet (1758-1830). Más desconocido es quizá el hecho de que el personaje de Dantès podría estar basado en el propio progenitor de Alejandro Dumas (padre). Así, por lo menos, lo señalaba en 2013 Tom Reiss, que ganó el Pulitzer por indagar acerca de las memorias del padre del escritor, el cual, según relataba: "Era un hombre extraordinario, que parece una combinación de D'Artagnan con Edmundo Dantès, Porthos, un poco de Aramis... todos metidos en un mismo personaje".

En el caso de esta nueva versión, se ha optado claramente por el formalismo, algo que siempre funciona al adaptar estas grandes novelas, como ya se vio con Las ilusiones perdidas de Balzac en 2021. La película está hecha de manera tradicional y al estilo epopeya clásica de Hollywood, y conforme uno la ve surgen (como es frecuente) las clásicas dudas en este tipo de filmes: ¿Por qué nadie envejece prácticamente aunque continuamente haya saltos en el tiempo? ¿Cómo consigue el personaje de Pierre Niney convencer al personal de que es otra persona cuando, a pesar de llevar una máscara, esta no modifica prácticamente su aspecto? Pero más allá de todo eso, quizá lo más sorprendente son, como decíamos al principio, las múltiples versiones que existen de El conde de Montecristo, una de esas historias que se renuevan cada cierto tiempo para darse a conocer entre el público joven.

placeholder Anamaria Vartolomei como Haydée en una escena de la película.
Anamaria Vartolomei como Haydée en una escena de la película.

Tanto los directores del nuevo filme, como el actor principal, han dado sus opiniones al respecto acerca del fenómeno. Más allá de la clara falta de ideas que sobrevuela el cine moderno (recordemos que este año buena parte de los estrenos de Hollywood han sido o serán remakes). Los directores señalaban que la novela de Dumas seguía funcionando porque habla de temas tan vigentes como las fake news, las apariencias o la manipulación. "Es también una historia sobre envejecer, crecer y encontrar la violencia en el mundo, incluso de nuestros propios amigos" indicaba en entrevista con EFE el propio Niney. Todos coincidían en que hay obras literarias de grandes autores como Shakespeare, Moliére o el propio Dumas que sobreviven al paso del tiempo porque siempre conmueven a las personas y que tienen suficiente riqueza o puntos de vista como para que se hagan distintas adaptaciones.

En el caso de El conde de Montecristo, tampoco hay que olvidar que trata uno de los arquetipos de la literatura desde el principio de los tiempos. La venganza es el tema central de otras grandes obras, desde Hamlet a Cumbres borrascosas. Y más profundamente, el libro habla de transformación y de superar obstáculos y reveses en tiempos oscuros, lo que puede ir en sintonía con el momento actual, así como de la pérdida de la inocencia y del paraíso perdido para renacer conociendo la verdad del ser humano. La película, por su parte, pretende acercar esos mensajes al público joven que quizá no está tan familiarizado con la obra.

Nada nuevo bajo el sol o muy innovador, pero suficientemente entretenido como para convencer a millones de espectadores en Francia. El resto, como dicen en el filme, es historia. Más concretamente, "la de un hombre que tendrá el mundo en la palma de su mano".

Hay libros que nadie en su sano juicio se atreve a llevar a la gran pantalla, ya sea por imposibilidad de plasmar la profundidad de la obra (El Ulises es un buen ejemplo) o porque el autor pidió expresamente que jamás se hiciera una versión de ella (JD Salinger con El guardián entre el centeno). El conde de Montecristo no entra en estas categorías, pese a que las más de 1.000 páginas de la novela de Alejandro Dumas podrían asustar al guionista más valiente. Sin embargo, pertenece a ese género de aventuras que siempre puede adaptarse de mejor o peor manera, respetando levemente la historia original. Eso, al menos, es lo que han debido pensar los directores Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière, que se han atrevido a repetir la hazaña con esta nueva versión que se estrenó ayer en cines.

Cine
El redactor recomienda