Manuscrito Voynich: el mayor misterio de la Edad Media, a punto de ser resuelto (finalmente)
Durante mucho tiempo este pergamino escrito en una lengua desconocida ha traído de cabeza a los expertos. Una historiadora dice tener una nueva clave sobre su creación
Un códice antiguo es uno de los mayores misterios de la historia de la humanidad. Ha traído de cabeza a multitud de académicos durante mucho tiempo, y periódicamente aparece alguien que parece haber resuelto finalmente el complicado rompecabezas en torno a su enigma. El Manuscrito Voynich tiene más de 500 años de antigüedad (está escrito entre 1404 y 1438) y sigue siendo el pergamino más fascinante de finales de la Edad Media: un documento cubierto de ilustraciones de estrellas, planetas, plantas, mujeres o símbolos del zodiaco, cifrado en un idioma que aún no se comprende ni conoce.
Hasta ahora, aparentemente. Decimos aparentemente porque este tipo de noticias suelen saltar a la palestra continuamente. La doctora Lisa Fagin Davis, historiadora medievalista, ha tenido una relación desigual con el Manuscrito Voynich desde que comenzó sus andanzas en el campo de la investigación, cuando tan solo tenía 23 años. Ahora, con 58, después de mucho tiempo sin pensar en el códice, este ha vuelto a ella en una suerte de serendipia. Según relata The Atlantic, durante muchos años la medievalista presenció atónita los continuos titulares de expertos que aseguraban "haber descifrado al fin el manuscrito". Algo que ella considera sin duda un asesino de carreras, pues en multitud de ocasiones ha manifestado que no se le da una cobertura adecuada y que se ha convertido en algo así como un fenómeno que encanta a los fans de la pseudociencia, lo que incrementa la división entre medios de comunicación, público y científicos exasperados.
El atractivo del códice es el culpable de que haya tantas teorías en torno a su creación o su lengua. En 2019 el académico británico Gerard Cheshire afirmó que se trata en realidad de un libro de referencia terapéutica, compuesto por monjas en una lengua perdida: el latín vulgar. Dos años antes, el escritor y editor australiano Stephen Skinner aseguraba que el texto había sido ideado y creado a la fuerza por un judío del norte de Italia, basándose en los dibujos de los márgenes. Y la lista en torno a su autoría continúa de manera indefinida, pues se ha hablado de todo tipo de orígenes: desde una creación de Leonardo da Vinci a una falsificación, pasando por manos aztecas y árabes. Todo el mundo cree continuamente haber descifrado al fin el misterio del pergamino que actualmente se encuentra a buen recaudo en la Biblioteca Beinecke de la Universidad de Yale y que se llama así porque fue hallado por el anticuario lituano Wilfrid M. Voynich.
Las pequeñas diferencias casi imperceptibles en las letras llevaron a pensar que el manuscrito es el producto de cinco diferentes escribas y no de uno
¿Fue una sola persona la artífice del manuscrito? Hasta ahora la opinión general era afirmativa porque la escritura es increíblemente uniforme en todo el texto. Pero cuando Davis, que lleva como decíamos un tiempo analizando de nuevo el manuscrito que en su juventud le fascinó y luego fue abandonando, encontró variaciones sutiles. Según señala en entrevista, las pequeñas diferencias casi imperceptibles en las letras le llevaron a pensar que el manuscrito es el producto de cinco diferentes escribas y no de uno, como se ha pensado en muchas ocasiones.
Davis también llegó a la conclusión, tras analizar el manuscrito, -sus manchas o su falta de algunos elementos de ornamentación como el pan de oro- de que realmente fue hecho no para observarse sino para utilizarse. Si cinco escribas se unieron para escribirlo está claro que fue obra de una comunidad y no de una mente trastornada o un estafador, ya fueran monjes o alquimistas. Las marcas de uso frecuente indicaban que se usaba de manera rutinaria (incluso diaria), aunque el por qué decidieron usar su propio lenguaje sigue siendo un misterio.
Si cinco escribas se unieron para escribirlo está claro que fue obra de una comunidad y no de una mente trastornada o un estafador
Los esfuerzos de Davis han servido para convencer de que el manuscrito no debe debe analizarse solo desde un único ángulo o prisma, sino de manera multidisciplinar. Un grupo de informáticos de Malta, dirigidos por Colin Layfield, crearon un equipo para poder descodificar el lenguaje del códice. Y, sin embargo, la Inteligencia Artificial todavía en su estado actual carece de los modelos para poder desentrañar el lenguaje misterioso del Manuscrito, porque no se conoce lo suficiente. Pero, aunque por ahora la IA no sea capaz de descifrar la lengua, eso no significa que no pueda contribuir de otra manera: detectando similitudes que escapen al ojo humano con otras ilustraciones, lo que podría ayudar a los investigadores a encontrar comunidades de escritores con vínculos o estrechamente relacionados con los escribas del Voynich.
Algunos expertos siguen considerando que el Voynich no es más que un sinsentido, un fraude realizado por algún bromista del pasado. Davis personalmente no lo cree, piensa que tiene un significado y que algún día los expertos lo descubrirán, aunque por ahora estén girando en círculos alrededor de él. El hecho de que no se haya descubierto todavía no quiere decir que sea imposible descifrarlo, como sugieren algunas personas, puesto que lo mismo se creía con los jeroglíficos egipcios o la escritura micénica, y después se descubrió la piedra Rosetta. Lo único que la historiadora tiene claro es que, igual que el manuscrito no surgió de las manos de un solo escriba sino de varios, será más fácil descubrir su significado con el trabajo de un equipo multidisciplinar y no solo con el ingenio de una persona.
Un códice antiguo es uno de los mayores misterios de la historia de la humanidad. Ha traído de cabeza a multitud de académicos durante mucho tiempo, y periódicamente aparece alguien que parece haber resuelto finalmente el complicado rompecabezas en torno a su enigma. El Manuscrito Voynich tiene más de 500 años de antigüedad (está escrito entre 1404 y 1438) y sigue siendo el pergamino más fascinante de finales de la Edad Media: un documento cubierto de ilustraciones de estrellas, planetas, plantas, mujeres o símbolos del zodiaco, cifrado en un idioma que aún no se comprende ni conoce.
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