Es noticia
El triunfo de la cultura breve: "Existe un placer inexplicable en terminar un libro en dos horas"
  1. Cultura
OBJETIVO: NO PERDERSE NADA

El triunfo de la cultura breve: "Existe un placer inexplicable en terminar un libro en dos horas"

Los libros son más cortos, las canciones se terminan en dos minutos y hacemos listas de películas de menos de 90 minutos. ¿Por qué tiene tanto éxito la cultura breve?

Foto: Cuanto más corto sea un libro, más puedes leer. (Reuters/Bernadett Szabo)
Cuanto más corto sea un libro, más puedes leer. (Reuters/Bernadett Szabo)

“Cada vez que veo recomendaciones de ‘libros cortos’, un pedazo de mi alma se desintegra, se va volando”. Cuando María Morán @mariatambien, co-fundadora del espacio de difusión literaria Crudo, publicó este tuit estaba poniendo en palabras una sensación que lleva tiempo flotando en el mundo de la cultura, donde la brevedad está por todas partes. No solo en forma de recomendaciones, sino también de libros cortísimos estratégicamente situados al lado de las cajas de cobro de las librerías, de las playlists de películas de entre 60 y 80 minutos de plataformas como Filmin o de los hits del momento que no pasan los tres minutos.

La cultura breve está por todas partes, y hay varios motivos para ello, no solo la pertinaz falta de concentración que solemos achacar al uso de la tecnología. Morán tiene su hipótesis: “Creo que la fascinación por los libros cortos surge de la necesidad de inmediatez en el consumo, terminar un libro para pasar al siguiente y así sucesivamente, lo que se traduce en más ventas”. A todo el mundo le viene bien. A las editoriales, porque venden más. A los lectores y a los prescriptores, “porque pueden crear contenido más rápidamente: vídeos, reseñas, etc., y así no perder relevancia en el pozo de las redes sociales”.

La brevedad es otro factor que acelera la insaciable rueda del consumo y la creación de contenido. Por eso, mucha gente se lo piensa dos veces antes de destinar todo su verano a leer una voluminosa novela de 1.000 páginas. “La aparición de booktok o los reels de Instagram ha causado que la posesión de los libros sea una suerte de estética, una moda”, prosigue Morán. “De ahí mi tuit, intentar no caer en las dinámicas del mercado, no consumir estos ‘libros rápidos’ (por así llamarlos) en exclusiva y hacer de la lectura una cosa reposada”.

Las grandes editoriales han identificado ese interés, que se refleja sobre todo en el ensayo y colecciones como Cuadernos Anagrama o EnDebate, de Penguin Random House. Algunos de los libros más vendidos durante el último mes de este último sello son Silencio (164 páginas) de Pedro Bravo, editado en dicha colección, o las Meditaciones de Marco Aurelio (176 páginas). Paloma Abad es editora de Debate y Taurus: “La brevedad ha conseguido quitarse el estigma de algo menor y convive ahora de forma natural y en igualdad de condiciones con proyectos de más largo aliento”, explica. “Lo breve ya no es una anomalía que desaparece entre las novedades de las librerías, es un formato más, con sus espacios y sus tiempos”.

"Hay gente que no puede permitirse el lujo de leer un libro de 700 páginas"

Desde hace un par de años, Morán gestiona el club de lectura de Crudo. Aunque los asistentes no suelen pedir explícitamente que los libros sean cortos, “hay gente que no puede permitirse el lujo de leer un libro de 700 páginas”, explica. “Al final todas tenemos un trabajo, amistades que mantener o simplemente tenemos que cocinar el táper para el día siguiente”, explica. “Lo último que te apetece es ponerte con un libro muy extenso para un club de lectura”. Por eso es habitual que no se los acaben, y por eso es también habitual que seleccione los libros para el club descartando los más voluminosos.

Abad prosigue: “Dejémonos de engaños y de teorizar: existe un placer inexplicable en comenzar un libro y llegar a la mitad (o incluso terminarlo) en menos de dos horas. Casi podemos ver la explosión de serotonina, endorfines y oxitocina durante ese proceso”, explica. Los libros ya no se abordan como un proyecto a largo plazo sino como un pequeño atracón que te permite conocer, en el caso del ensayo, un tema en cierta profundidad y pasar al siguiente con rapidez.

placeholder Mucho texto. (EFE/Jesús Diges)
Mucho texto. (EFE/Jesús Diges)

“Cuando en los medios de comunicación hablan de los ‘mejores libros que puedes leer en una tarde’, un argumento tan poco literario como eficaz, resulta inevitable hacer click”, añade. “Ahí hay algo de satisfacción inmediata y de placer culpable que nos atrae irremediablemente”. No es que el mercado haya sustituido los libros largos por los cortos, sino que ha encontrado distintas fórmulas para distintas necesidades de los lectores.

¿Quién tiene tres horas para ver una ‘peli’?

Daniel de Partearroyo es coordinador web de la revista Cinemanía, que en 2020 publicó un listado con las 90 mejores películas de menos de 90 minutos. Un producto típico del verano de la pandemia, pero que también sugiere que cada vez tenemos menos tiempo que dedicar a productos audiovisuales, sobre todo en la era de las series de televisión que nunca duran más de una hora, y en la que la duración de películas como Los asesinos de luna de Martin Scorsese (206 minutos), han sido objeto de polémica.

“Creo que el interés por ver ‘largometrajes cortos’ lleva permeando desde mucho tiempo antes”, valora. En páginas como Letterboxd, como ya señalaba Morán en literatura, abundan las listas con recomendaciones de películas inferiores a los 90 minutos. “Existe esa idea, exacerbada o directamente elevada al disparate por la cultura online y la sobresaturación de oferta y estímulos de recompensa inmediata de que, ya que eliges una película para ver, no te haga perder mucho tiempo (si encima es buena, no se hable más)”.

"Hay más gente que ve tres episodios de 50 minutos que una película de dos horas"

No se trata solo de tener que competir con los estímulos que provienen del móvil o de tener poco tiempo por la noche, sino que hay tal cantidad de oferta (y de debates vinculados a esta) que invertir mucho tiempo en una única obra puede hacer que te quedes atrás en la actualidad cultural. Algo que resulta mucho más evidente en el caso de la literatura, donde se tarda más en leer entero Los hermanos Karamazov (cuya lectura lleva alrededor de 28 horas) que la saga del verano, Blackwater (Blackie Books). Pero claro: es una saga, y una saga tiene algo de acontecimiento de lo que carece una novela aislada (y publicada hace más de un siglo).

La gran paradoja en el caso del cine es que compite con series que, en su conjunto, duran más que una película (muy larga). Lo que muestra que quizá no sea solo una cuestión de longitud, sino también de densidad. “Siempre me ha resultado curioso cómo a la hora de la verdad es más fácil encontrar a gente más dispuesta a ver seguidos dos o tres episodios de 40-50 minutos de su equivalente en tiempo en una película”, valora Partearroyo. “Está claro que ahí la capacidad de enganche de la serialidad, y el menor esfuerzo de recepción que implican la mayoría de las series, tanto en lo visual —imágenes aplanadas— como en lo narrativo —recuerdos argumentales constantes— juega un papel importantísimo”.

En otras palabras, un kilo de ensayo puro y duro puede pesar muchísimo más que un kilo de narrativa ligera. A veces, no necesitamos conocer tanto de un tema, por lo que nos basta con un pequeño volumen divulgativo para saciar nuestra curiosidad. “Muchos libros, independientemente de la longitud, funcionan como comprimidos médicos de liberación prolongada: los lees en un momento determinado y las ideas se van desplegando, por su cuenta, a lo largo del tiempo”, valora Abad.

placeholder La duración de 'Los asesinos de la luna', motivo de polémica. (EFE/EPA/Caroline Brehman)
La duración de 'Los asesinos de la luna', motivo de polémica. (EFE/EPA/Caroline Brehman)

¿Que muchos de estos libros “breves” sean de ensayo es una respuesta a la hipertrofia de algunos volúmenes redundantes que parecen repetir una y otra vez la misma tesis hasta el agotamiento del lector, es decir, que tienen mucha paja y poca sustancia? Morán no lo ve tan claro. “¿Por qué no conocer mucho sobre un tema?”, se pregunta. “Siempre que aporten enfoques nuevos e interesantes considero que está bien”. El problema no es tanto la longitud como la calidad, que se devalúa cuando empiezan a publicarse muchos libros oportunistas sobre el mismo tema que tratan “una y otra vez sobre lo mismo”.

Más corto, pero también más largo

Este boom de lo breve contradice una de las máximas del mercado editorial durante las últimas décadas, que era que los best sellers tenían que ser bien gordos para que el lector que los compraba sintiese que su dinero estaba bien empleado, a veces, utilizando trucos como aumentar el tipo de letra. Algo semejante ocurre con los blockbusters, que raramente bajan de las dos horas y media, como muestra casi cualquier película del universo Marvel. Pero quizá no haya ninguna contradicción en ello. Simplemente hay una cultura para el día a día y una cultura-evento.

Algo que ya ocurría en la época de las grandes y voluminosas novelas decimonónicas y con las superproducciones en Cinemascope y Technicholor de los años 50 y 60, con las que Hollywood competía contra los televisores domésticos y cuya duración “también solía ser épica”, como explica De Partearroyo. La paradoja es que esto supone la infravaloración de la clase media” (de longitud), que ya ni encaja en la fórmula de película o novela evento ni en ese grueso de películas de dos horas que constituían la principal oferta cinematográfica entre los setenta y los dosmiles.

"Las películas medias pierden valor ante un espectador que se queja de su longitud"

Las perjudicadas son, por lo tanto, las producciones medianas, desbancadas de la sala y “relegadas al mar del streaming”, según De Parterroyo. “Es irónico, porque pierden valor ante la percepción de un espectador que probablemente se queje de lo larga que era la película que ha ido a ver al cine”, prosigue. “Aunque si hubiera durado 80 minutillos, seguro que le habría parecido poco tiempo para el precio que ha pagado de entrada (y con lo largos que han sido los anuncios)”.

Hay excepciones. Algunos de los grandes fenómenos literarios de los últimos tiempos son novelas particularmente largas, como Los escorpiones de Sara Barquinero o Tan poca vida de Hanya Yanagihara, ambas publicadas por Lumen. Morán sugiere el nombre de Los destrozos de Bret Easton Ellis, “un libro de 700 páginas que puedes leerte fácilmente en una semana porque te enganchas y no puedes soltarlo”. Una de esas contadas novelas que le hacen desear que cuanto más larga sea, mejor. Novelas que le llevan a poner su vida en pausa para continuar con la lectura, que le llevan a sumergirse en un mundo que le permite abstraerse de todo. Todo lo contrario de leer un librito para pasar rápidamente al siguiente.

¿Y la música?

Un reciente análisis de The Washington Post mostraba cómo la duración media de los temas que forman parte del top 100 de Billboard ha descendido desde los cuatro minutos de los años noventa a los tres del momento actual. El gran éxito del verano, brat de charlie xcx, es corto en todos los sentidos. No solo dura 41 minutos, sino que únicamente cuatro canciones superan los tres minutos. La mayoría ronda los dos minutos y medio e incluso «I Might Say Something Stupid» no los alcanza.

Guillermo Farré, la cabeza pensante detrás de Wild Honey, también publicó hace unas semanas el adelanto de su próximo disco, 'El verano de Elia y Elizabeth'. Un pequeño éxito en el mundo independiente que no supera los 2:50. “Cuando de adolescente empecé a escribir canciones, escuchaba mucho punk rock y hardcore, estilos donde las canciones suelen ser rápidas y cortas”, recuerda. “Con el tiempo he acabado haciendo un pop mucho más tranquilo y contemplativo, pero las canciones me siguen saliendo de una duración y estructuras parecidas”.

La música de Farré está influida por el pop de los 60, cuya duración era limitada. Aún no había llegado Bob Dylan y los seis minutos de 'Like a Rolling Stone' ni los Beatles habían grabado los más de siete minutos de 'Hey, Jude'. El músico sospecha que tanto entonces como ahora la duración es también el resultado de condicionantes tecnológicos, del tamaño físico de los discos a los algoritmos. “Es posible que las Carole King, Ellie Greenwich o Burt Bacharach que escribían canciones por encargo en el Brill Building a principios de los 60 supieran que las canciones no podían durar más de tres minutos para que entraran en una cara de un siete pulgadas”, valora.

“Ahora Olivia Rodrigo o charlie xcx supongo que también tienen en cuenta que las canciones no pueden tener introducciones muy largas y que se escuchan principalmente en fragmentos de TikTok que tienen que ser reconocibles”, valora. Estos condicionantes han cambiado la estructura de las canciones. De igual manera que los capítulos, párrafos y frases de un libro tienden a acortarse, las canciones empiezan a prescindir de intros largas o puentes que caracterizaron la época dorada del pop. Hace tiempo que los solos instrumentales desaparecieron.

"Siempre puede haber algo mejor y más directo a la vuelta de la esquina"

El músico tiene sus propias hipótesis sobre el asunto. Desde nuestra capacidad de atención hasta el FOMO. “Estoy seguro de que con una oferta tan descomunal que tenemos en música, literatura o cine nos pensamos todos mucho dedicar tanto tiempo a algo”, valora. “Siempre puede haber algo mejor y más directo a la vuelta de la esquina y en esa espiral acabamos perdiendo el entrenamiento a leer libros muy largos, por ejemplo”. Su próximo disco, Morir en otra habitación, apenas tendrá cinco canciones, pero por una cuestión temática. “Son canciones que escribí tras la muerte de mi padre y que me salieron prácticamente del tirón”, explica. “Pero de la misma manera que me vino la inspiración, desapareció y se me quitaron las ganas de seguir dando vueltas al mismo tema”. El factor humano nunca desaparecerá.

“Cada vez que veo recomendaciones de ‘libros cortos’, un pedazo de mi alma se desintegra, se va volando”. Cuando María Morán @mariatambien, co-fundadora del espacio de difusión literaria Crudo, publicó este tuit estaba poniendo en palabras una sensación que lleva tiempo flotando en el mundo de la cultura, donde la brevedad está por todas partes. No solo en forma de recomendaciones, sino también de libros cortísimos estratégicamente situados al lado de las cajas de cobro de las librerías, de las playlists de películas de entre 60 y 80 minutos de plataformas como Filmin o de los hits del momento que no pasan los tres minutos.

Libros Literatura Ensayo
El redactor recomienda