Hallan en Gibraltar un barco pirata del siglo XVII usado para secuestrar (y esclavizar) a españoles
La nave pertenecía a corsarios berberiscos, quienes atemorizaron a los países mediterráneos durante siglos. Saqueaban botines y capturaban a personas, exigiendo por ellas un rescate y esclavizándoles si no lo obtenían
Durante siglos, a partir sobre todo de la época medieval y hasta principios del siglo XIX, la parte más occidental del mar Mediterráneo se llenó de piratas berberiscos. Su modus operandi era claro: "Se dedicaban a robar y a saquear pero, sobre todo, capturaban rehenes cristianos para pedir posteriormente un rescate por ellos y, en caso de no obtenerlo, los vendían como esclavos en el mercado musulmán", según nos cuenta el historiador Valeriano Sánchez Ramos, experto en el tema.
Las batidas desde el mar de los berberiscos fueron tan recurrentes en las orillas andaluzas que la zona almeriense llegó por ejemplo a ser conocida como Costa de los Piratas. Uno de los ataques más famosos que los corsarios berberiscos llevaron a cabo en ese territorio tuvo lugar en 1573 en la localidad de Cuevas del Almanzora: capitaneados por El Doghalí, los piratas se llevaron a absolutamente toda la población de ese pueblo, varios centenares de personas. "Y solo en 1586, 13 años después, todas ellas fueron liberadas", explica Sánchez Ramos. "No hay cifras exactas, pero sin duda miles y miles de españoles fueron secuestrados y esclavizados por estos corsarios".
Además, y tras la Toma de Granada en 1492 por parte de los Reyes Católicos, los corsarios berberiscos comenzaron a considerar esos asaltos como una forma de Guerra Santa contra los cristianos. El propio Miguel de Cervantes, ya se sabe, fue víctima de esos corsarios, quienes en 1575 asaltaron el barco en el que el escritor viajaba de regreso a España. Cervantes y su hermano fueron conducidos a Argel, donde estuvieron encarcelados y esclavizados durante cinco años. Solo fueron liberados cuando se pagó su rescate, que según se cuenta ascendió a 500 escudos.
"Si la familia tenía dinero, ésta hacía frente total o parcialmente al importe del rescate, como ocurrió en el caso de Cervantes. Si no, había órdenes religiosas que funcionaban como intermediarias, que se nutrían de donaciones y que se hacían cargo del pago. La más conocida era la orden de los Mercedarios", señala a El Confidencial el historiador Ramiro Feijóo, autor entre otros de los libros Corsarios berberiscos y La ruta de los corsarios.
Ahora, un grupo de cazadores de naufragios ha anunciado el descubrimiento de los restos de un pequeño barco pirata del siglo XVII sumergido en el Estrecho de Gibraltar a 830 metros de profundidad. Se trata de una tartana berberisca de 14 metros de longitud que, según quienes la han encontrado, en el momento del hundimiento podría estar dirigiéndose a España con intención de capturar a gente para posteriormente exigir dinero a cambio de su rescate o esclavizarla.
El equipo de la empresa Odyssey Marine Exploration (OME) localizó el barco en 2005 mientras buscaba el buque de guerra británico HMS Sussex, que desapareció en la zona en 1694. Pero el hallazgo no se ha dado a conocer hasta ahora, cuando Greg Stemm, líder de la expedición, lo ha hecho público en un artículo para la revista especializada Wreckwatch.
Para explorar la tartana se utilizó un vehículo de operación a distancia (ROV), un robot submarino controlado a distancia desde un barco para explorar el océano. Sean Kingsley, uno de los investigadores, aseguró que encajaba perfectamente en el perfil de los barcos utilizados por los piratas berberiscos tanto por sus características como por la ubicación. “Los mares alrededor del Estrecho de Gibraltar eran sus terrenos de caza favoritos”, explica.
Sean Kingsley, uno de los descubridores: "Los mares alrededor del Estrecho de Gibraltar eran sus terrenos de caza favoritos"
Una de las razones por la que se cree que las intenciones de la tripulación eran más malas que buenas se debe a que contenía un potente armamento: cuatro cañones grandes, diez pedreros (cañones pequeños) y muchos mosquetes (arma de fuego que empleaba la infantería). Por lo tanto, la carga de ollas y sartenes procedentes de Argel (Argelia) que llevaba podría deberse a la intención de hacerse pasar por un barco mercante. De hecho, según Kingsley, la tartana era una embarcación típica de los piratas berberiscos durante los siglos XVII y XVIII porque les servía para pasar desapercibidos. Su similitud con los barcos pesqueros les era de gran ayuda al dificultar que los identificaran como lo que eran.
"Es una posibilidad, pero tampoco se puede descartar que ese cargamento de ollas y sartenes se empleara para cocinar para la propia tripulación. A veces los barcos piratas berberiscos permanecían meses escondidos en una cala, a la espera de lanzar su ataque", afirma Sánchez Ramos. "Otra posibilidad es que efectivamente ese barco llevara un cargamento de sartenes para comerciar con ellas y, al mismo tiempo, si se presentaba la ocasión, realizara asaltos piratas", opina por su parte Ramiro Feijóo. "En aquella época, la distinción entre comercio legítimo e ilegítimo era muy difusa", añade. Los piratas entonces eran una especie de guerrilleros al servicio de un señor, del que obtenían permiso (la llamada patente de corso) para atacar a barcos y poblaciones enemigas.
El terror del mar Mediterráneo
Los piratas berberiscos procedían de la costa africana noroccidental, también conocida como Berbería (que se extiende desde Marruecos hasta Túnez) y saqueaban tanto barcos como lugares en tierra firme para conseguir el botín y llevarse prisioneros. El futuro de los secuestrados era que los vendieran como esclavos o que, con suerte, pidieran un rescate por ellos y hubiera alguien dispuesto a pagarlo. De esta forma consiguieron atemorizar a los navegantes del mar Mediterráneo desde la Edad Media hasta el siglo XIX.
La ciudad de Argel era considerada la “capital” de estos piratas y tenía a su vez el mayor mercado de esclavos del norte de África. Además, en el siglo XVI estuvo gobernada por el famoso capitán corsario Jeireddín Barbarroja, también almirante de la marina otomana, con quien obtuvieron un gran control sobre el comercio mediterráneo.
El miedo que causaban era tal que muchos lugares del litoral y las islas mediterráneas se despoblaron, ya que, debido al pequeño tamaño de sus barcos, en muchas ocasiones ni siquiera las torres de vigilancia eran capaces de detectarlos. Ese temor no afectaba sólo al pueblo llano, puesto que provocaron que territorios rivales como la Corona de Aragón, Francia o las repúblicas marítimas de Italia y Dalmacia acordaran treguas temporales para hacerles frente y protegerse de ellos.
Su actividad no cesó hasta que en el siglo XIX fueron derrotados por Estados Unidos, Suecia y el Reino de Sicilia en las guerras berberiscas. En respuesta a la piratería las fuerzas navales de estas naciones atacaron los puertos berberiscos, provocando así su caída.
Algunos de los españoles secuestrados por los corsarios berberiscos y convertidos luego en esclavos eran personas cultas que sabían leer y escribir y que llegaron a ocupar importantes puestos administrativos. Es el caso por ejemplo de Yuder Pachá, nacido como Diego de Guevara, secuestrado por corsarios berberiscos y convertido en eunuco y en esclavo del sultán marroquí Abd al-Malik. Poco a poco, fue subiendo en el escalafón y ganándose la confianza del sultán de Marrakech, hasta terminar encabezando la conquista de Tombuctú en su nombre.
Durante siglos, a partir sobre todo de la época medieval y hasta principios del siglo XIX, la parte más occidental del mar Mediterráneo se llenó de piratas berberiscos. Su modus operandi era claro: "Se dedicaban a robar y a saquear pero, sobre todo, capturaban rehenes cristianos para pedir posteriormente un rescate por ellos y, en caso de no obtenerlo, los vendían como esclavos en el mercado musulmán", según nos cuenta el historiador Valeriano Sánchez Ramos, experto en el tema.
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