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Los Soprano es la mejor serie de la historia porque se hizo con tiempo
Se cumplen 25 años de un producto que se hizo con mimo, buen trabajo, con ese tiempo que la mayoría de las veces, por desgracia, no se tiene
En la última década y media a David Chase le han hecho muchas veces la misma pregunta: por qué la serie Los Soprano cambió la historia de la televisión. Y su respuesta siempre ha sido la misma también: "Por el lenguaje, el ritmo, que era deliberadamente más lento, y, por lo tanto, podíamos prestar más atención a los detalles". Por supuesto, fue muy importante que una empresa como HBO le dejara total libertad para crear, que el canal de pago no dependiera de la publicidad… Pero, al final, todo se resume en un concepto: bajaron las revoluciones.
La propia serie, que cumple 25 años este 2024 y que se mantiene fresca, aunque los personajes usen los primeros móviles que hubo en el mercado —e incluso hasta la tercera temporada aparezcan en su cabecera las Torres Gemelas— se cocinó a fuego bastante bajo. Se ha contado mil veces, pero viene al pelo recordarlo: Chase, que luego se descubriría como el gran creador de la nueva televisión, tenía 50 años cuando escribió el primer guion de Los Soprano en 1995. Grabaron el primer episodio en 1997 y no se estrenó hasta 1999 cuando la ficha HBO (después de ser rechazada por otras cadenas como la FOX). Por otro lado, cada temporada se tomaba sus buenos descansos y podía pasar año y medio entre una y otra de las seis que hubo en total (1999-2007).
Cada capítulo —y aquí una que acaba de verla recientemente— es una obra de arte cinematográfica. Ya lo saben todos los que la han visto: la mafia al fin y al cabo es una mera excusa para adentrarnos en el comportamiento humano, nuestras inseguridades, traumas, deseos y egos, y en nuestras relaciones con los otros. Eso sí, una excusa, pero con una doble tuerca de violencia que muchas veces tampoco está exenta en gremios y grupos que nada tiene que ver con la Cosa Nostra. Toni Soprano es el Don; también sabemos que hay a quienes no les hace falta ni ostentar ese título para ejercer poder.
Vista con la distancia de veinte años, también hay otro asunto que hoy resulta descorazonador por la parte que nos toca: no hay visos de polarización. Y eso que tampoco está exenta de política ni de infidelidades ni de violencia de género ni paterno-filial. Fue rodada a finales de la era Clinton —con todas las acusaciones de Mónica Lewinsky y el famoso vestido— y durante la era de Bush Jr., con los atentados en las torres, la invasión de Afganistán y las armas de destrucción masiva de Irak. Casi nada. Los mafiosos son de derechas, no se oculta. No podía ser de otra manera. Defienden las políticas de Bush y hay hasta una trama sobre terrorismo islámico. Y, sin embargo, si alguien hubiera citado la palabra "woke" hubiera sido un extraterrestre. Más aún, la masculinidad hipertóxica de los protagonistas no sale nada bien parada. No gustan estos tíos. Y, sin embargo, se disfrutan muchísimo.
Vista con la distancia de 20 años hay otro asunto que hoy resulta descorazonador por la parte que nos toca: no hay visos de polarización
Hay una escena simpática de las mujeres de los mafiosos. Están cenando en un restaurante y hablando de sus maridos y sus infidelidades (también va eso en el matrimonio con un mafioso). Y entonces una de ellas saca a colación el caso de Hillary Clinton con Lewinsky para concluir que quizá están mucho más cerca de ella que de las mujeres republicanas. Se miran: deberían votar demócrata. Otro de los juegos de guion que han hecho de esta serie lo que es.
A la serie llegué yo también con calma. Habían pasado más de dos décadas desde su estreno y ya nadie hablaba de ella más allá de alguna referencia como el gran producto televisivo que es. Pero leí algún reportaje sobre el 25 aniversario y me dije que era el momento. Esta es otra cosa importante, lástima que se suela aprender después de que pase: los momentos precisos.
La mafia al fin y al cabo es una mera excusa para adentrarnos en el comportamiento humano, nuestras inseguridades, traumas, deseos y egos
También leí otra historia de la serie que me llamó la atención y no tenía nada que ver con el tiempo que habían dedicado a crearla y todas sus cosas memorables. No, esta vez era su lado oscuro. En febrero salió publicado el libro del jefe de localizaciones Mark Kamine, On Locations: Lessons Learned from My Life On Set with The Sopranos and in the Film Industry, en el que revelaba los aspectos más negativos de su paso por este trabajo. Y prácticamente todos tenían que ver con el actor James Gandolfini, el enorme Toni Soprano que te deslumbra cada vez que aparece en el televisor.
Hace once años que murió Gandolfini. Un infarto de miocardio en un hotel de Roma se lo llevó por delante. Tenía 51 años. La serie le había hecho de oro durante la década anterior. Se había llevado premios, había hecho una interpretación espectacular… Había sido grandioso. Pero, a la vez, como confesaba Kamine, había sido un malísimo compañero, sobre todo en las temporadas finales.
El jefe de localizaciones cuenta en el libro que el actor, como ocurre con su personaje, tenía adicción al alcohol y las drogas, y que muchas veces llegaba tarde al set de rodaje y sin haberse aprendido ni media frase del guion, al contrario que sus compañeros. Su compañera, Edie Falco, que interpreta a su mujer Carmela Soprano —otra actriz que está magnífica— se desesperaba en las tomas mientras Gandolfini lidiaba con la resaca.
Los productores de la serie llegaron a temer que el actor muriera por las fiestas que se pegaba y le montaron una reunión para ponerle las pilas. No funcionó mucho. No obstante, a pesar de esta conducta los compañeros han contado después que era un tipo entrañable, seductor, buen colega. Un tipo que hacía piña con el equipo y que daba regalos al terminar los rodajes. Finalmente, la serie acabó y todos siguieron con su vida. La de Gandolfini acabó, como temían, prematuramente.
Gandolfini tenía adicción al alcohol y las drogas, y muchas veces llegaba tarde al set de rodaje y sin haberse aprendido ni media frase del guion
Leí esto y me impactó porque sí sabía de la muerte del actor, pero no todo lo que había detrás. Encoge un poco el alma porque es una serie maravillosa. Algo que se hizo con mimo, buen trabajo, con ese tiempo que la mayoría de las veces no se tiene, que ya no nos dejan tenerlo. Y que, además, salió bien: lo ganó todo, cambió la televisión, nos hizo felices a los espectadores. El propio David Chase ha reconocido que hoy no podría colocar Los Soprano en ninguna plataforma. Ya no quieren ese producto lento. Hasta la publicidad ha entrado de lleno en ellas. Hoy la cosa va de meter cuantos más contenidos mejor (¿alguien lleva la cuenta de los estrenos de Netflix, por ejemplo?). Eso no significa que la televisión desaparezca. Chase también ha dicho con mala baba que siempre habrá espacio para la mediocridad en este mundo.
Para concluir tengo otro ejemplo de que las cosas con tiempo funcionan mejor. Los Kulunka Teatro han conseguido el mayor éxito teatral de la temporada con Forever. Y, como siempre han dicho, tardaron ocho meses en parir la obra.
El tiempo ofrece su recompensa. Tómenselo. Y feliz descanso del verano.
En la última década y media a David Chase le han hecho muchas veces la misma pregunta: por qué la serie Los Soprano cambió la historia de la televisión. Y su respuesta siempre ha sido la misma también: "Por el lenguaje, el ritmo, que era deliberadamente más lento, y, por lo tanto, podíamos prestar más atención a los detalles". Por supuesto, fue muy importante que una empresa como HBO le dejara total libertad para crear, que el canal de pago no dependiera de la publicidad… Pero, al final, todo se resume en un concepto: bajaron las revoluciones.