Aida Folch: "Me enfada cuando la gente dice que escoge su carrera. Te llega lo que te llega"
La actriz comenzó su carrera con 14 años, se ha movido entre el cine y la televisión y ahora presenta 'Isla perdida', la tercera película en la que trabaja a las órdenes de Fernando Trueba
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La primera vez que Aida Folch posó frente a la cámara, lo hizo bajo las órdenes de Fernando Trueba. Corría el año 2002 y, una década antes, Juan Marsé había publicado una novela de nombre tan exótico como evocador:
Folch, por su parte, interpretaba a la tuberculosa Susana, una adolescente que escapa de la realidad gris que le ha tocado vivir con imaginación e historias de una lejana China. Fue la elegida entre cientos de niñas para el papel y, aunque desde entonces han pasado más de 20 años y de aquella niña no queda nada, la relación laboral con el director de Belle Époque aún se mantiene. El último trabajo juntos ha sido en Isla perdida, película que llegará a nuestros cines el 23 de agosto.
Pero cuando se le pregunta a Folch (Reus, 1984) si le fue muy difícil pasar de los papeles infantiles a los adultos, la actriz lo niega rotundamente. "Quizá soy una ilusa, pero siempre he sentido que se me tomaba en serio y se me acogía bien", indica en entrevista con El Confidencial. "Quizá porque empecé con grandes nombres como Fernando Trueba o Fernando León de Aranoa —tras El embrujo de Shanghai la actriz participaría en Los lunes al sol, también en 2002, cuando tenía 14 años— y con películas que tuvieron bastante éxito. Nunca hice ninguna serie adolescente y siempre he trabajado de esto, así que tampoco puedo decir que de los papeles de Lolita que hacía cuando empecé no me tomaran en serio, creo que el cambio fue dándose muy gradualmente, muy naturalmente".
"Nunca he deseado ir a Hollywood. Siempre me ha interesado más el cine europeo"
La actriz es una de esas rara avis que ha sabido mantenerse en el tiempo en el difícil mundillo de la actuación y ha logrado moverse entre distintas aguas. El público quizá conozca su cara por Cuéntame cómo paso, serie a la que se incorporó en 2008 y donde participó durante varias temporadas. Sabe que es afortunada. "Conozco actores jóvenes —y no tan jóvenes— que no han hecho ninguna película y solo han trabajado en series, pero es que cada vez hay menos cine y mucha más televisión o series para plataformas, y sé de muchos compañeros que están deseando hacer pelis. Pero, en realidad, ahora mismo en la tele hay más visibilidad y, ahora, compite mucha más gente que antes. En realidad me enfada un poco cuando la gente dice que escoge su carrera, creo que no es así. Puedes decir que no y todo lo que quieras, pero al final te llega lo que te llega y como actor quieres trabajar en el formato que sea".
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Fernando Trueba y Aida Folch hacen una buena combinación. En 2012, ella trabajó de nuevo a sus órdenes en El artista y la modelo —que le valió una nominación a los Goya—, y también participó en La reina de España (2016). En Isla perdida se bate el cobre con Matt Dillon, su pareja en la película, en un thriller que se desarrolla en una paradisíaca isla (perdida) en Grecia, donde ella comienza a trabajar como camarera. "Trabajar con Trueba es muy fácil", indica. "Es como un artesano, un tipo de director muy diferente a los de hoy. Te deja hacer, no es muy quisquilloso y no entra en cosas psicológicas así que al final es una forma muy sencilla de trabajar. Y, al haber repetido tres veces con él y teniendo una relación personal paralela pues en realidad es muy cómodo, la confianza juega a favor porque hay mucha complicidad".
Folch también tiene solo buenas palabras para Matt Dillon: "Es un gusto trabajar con él. Yo soy una persona poco mitómana y me pongo nerviosa lo justo, es más ilusión lo que siento. Y poder trabajar con un tío que ha rodado con Coppola o Gus Van Sant pues es un privilegio, claro, pero al final estás en un rodaje y somos todos iguales. En nuestro caso nos conocimos en la Roma pospandémica, antes de la peli, y hablamos del proyecto, dimos un paseo, me preguntó cómo era Fernando... y durante el rodaje iba a su casa a pasar texto, hablamos de lo importante que era que hubiera química... en fin, igual que trabajar con un actor español o francés".
"Todo se ha democratizado. Las plataformas permiten que te vea más gente pero también somos más compitiendo"
Folch ha rodado la película íntegramente en inglés (algo que para un actor español hace una década parecía imposible, salvo ciertas excepciones), y no puede evitar reflexionar sobre cómo ha cambiado el mundo del cine en los últimos años. "Antes, cuando hacías televisión eras de baja categoría y te decían que hicieras cine, ahora todo se ha democratizado y hay series tan buenas como pelis (y al revés). Otra cosa es que a día de hoy parece que tienes que saber de todo, que es un peligro porque al final parece que realmente no sabes de nada. Yo me dedico a actuar pero no sé hacer el cuadro, la luz, la informática... y además, ahora con las redes sociales también me choca, porque crecí con la lección aprendida de que no había que ser vanidosa ni mirarse excesivamente el ombligo, y ahora resulta que tienes que autovenderte. Siento que se han perdido muchos valores, a veces estoy peleada con el sistema porque en cuestión de diez o veinte años ha cambiado todo mucho, pero yo he tenido la suerte de tener una carrera y de que me hayan seguido llamando".
"Esta es la tercera película que hago en inglés, hablar idiomas te abre al mundo de manera personal y profesional, desde luego. En mi caso, hablo cuatro —y he hecho una película italiana sin tener ni idea de italiano—. No hay nada que con trabajo no se pueda conseguir. Trabajar en inglés con una estrella americana es una oportunidad de apertura, está muy bien, y ojalá hubiera más coproducciones porque trabajar en el extranjero siempre enriquece enormemente y te permite conocer otra cultura. Cuando rodé Nameless lo hice con americanos y rumanos, guardo un buen recuerdo porque eso te enriquece como persona".
¿Es Hollywood la meta de todos los actores españoles, el gran salto? O, como dijo Alba Flores en su día, ¿el salto ya no es necesario gracias a las plataformas? "En mi caso nunca ha sido un deseo", apunta Folch. "Siempre me he interesado más por el cine europeo y poder trabajar en lugares como Francia. Que las plataformas lleguen más lejos y se pueda ver tu trabajo es sin duda una maravilla (yo ahora no paro de ver cine coreano y series suecas) porque así hay más oportunidad de que te llamen. El problema o la otra cara de la moneda también es que somos muchos".
"Solo se ha destapado el caso de Vermut pero hay más. No debemos permitirlo"
Parece inevitable a estas alturas no mencionar el Me Too a una persona que lleva tantos años en la profesión, pues este ha estado presente todo el año, empañando festivales, alfombras rojas o premios con su presencia incómoda y silenciosa.
"Creo que queda mucho por cambiar", reflexiona Folch tras la clásica pausa silenciosa que llega cuando se toca un tema peliagudo. "Solo se ha destapado el caso de (Carlos) Vermut pero hay más. No debemos permitirlo. Antes me preguntabas cuánto ha cambiado el cine en los últimos años, pues esto es igual... antes había cosas permitidas que hoy en día son imperdonables. Nadie debe sufrir ninguna injusticia ni ningún abuso de poder, pero hay muchas generaciones en esta profesión y siguen pasando cosas. Espero que cada vez pasen menos".
La primera vez que Aida Folch posó frente a la cámara, lo hizo bajo las órdenes de Fernando Trueba. Corría el año 2002 y, una década antes, Juan Marsé había publicado una novela de nombre tan exótico como evocador: