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Desde un héroe de mármol hasta el santuario de Venus: la catástrofe de Pompeya, según sus recuperados objetos

Por El Grito

Desde su momento de mayor esplendor, allá por el siglo II a.C; hasta la catástrofe del Vesubio. El libro Pompeya que publica ahora la editorial Crítica, recoge un centenar de objetos que fueron recuperados tras la erupción del volcán y que nos permiten conocer los usos y costumbres de la ciudad romana antes de quedar enterrada bajo metros de cenizas.

La erupción del Vesubio, probablemente ocurrida en octubre del año 79, enterró bajo varios metros de material volcánico las ciudades de Pompeya, Herculano y Estabia, situadas cerca de Nápoles. Cubierta por lapilli y piroclastos, los trabajos en Pompeya resultaron más fáciles y desde 1748 se desenterraron, poco a poco, los restos de la ciudad romana. Pero más allá de los edificios, las excavaciones nos legaron miles y miles de objetos y elementos arquitectónicos, testimonios directos de su día a día.

El historiador, profesor asociado y doctor en Arqueología Rubén Montoya —cuya investigación combina el estudio de los archivos de Roma con el análisis in situ del yacimiento de Pompeya y de los depósitos donde se custodian infinidad de piezas y bienes recuperados—, nos invita ahora a descubrir la ciudad y su historia de un modo diferente: a través de un centenar de objetos. En su libro Pompeya que publica la editorial Crítica, retrata cada rincón de la ciudad —desde los espacios públicos hasta el interior de la casa— de la mano de cien objetos muy diferentes. Hemos seleccionado diez.

1— Dos placas o el preludio de una catástrofe

Pompeya va irremediablemente ligada al funesto destino que le esperaba tras la erupción del volcán. Tácito y Séneca no logran ponerse de acuerdo con la fecha, pero apuntan a que o bien en el año 63 o quizá el 62 a.C. un terremoto catastrófico asoló la ciudad, con unas consecuencias desgarradoras. Tras el seísmo que también afectó a Nápoles y Herculano, muchos habitantes se trasladaron a otros lugares en busca de zonas más seguras. Los que no lo hicieron tuvieron que enfrentarse a terribles consecuencias psicológicas y trataron de reconstruir la ciudad como buenamente pudieron.

Especialmente relevantes son las dos placas halladas en un altar doméstico que, como una fotografía del pasado, muestran dos de las zonas de la ciudad que se vieron más afectadas por el terremoto. Cualquier pompeyano que entrase en casa de su dueño, Lucio Cecilio Jocundo, podría observar el altar con dichas placas. La primera muestra el foro de Pompeya tras el seísmo, donde el Capitolio aparece claramente afectado. La segunda muestra la entrada a la ciudad por la actualmente denominada Puerta del Vesubio, localizada cerca de la casa del propio Lucio. Dos momentos paralizados en el tiempo, dos instantes que nos permiten conocer la ciudad en su pasado.

2—El héroe de mármol que sucumbió a la erupción

Todas las ciudades que se precien viven un momento de esplendor, y Pompeya no podía ser menos. Para ella fue el siglo II a.C, cuando experimentó una auténtica revolución económica, social y cultural. Se levantaron entonces santuarios, se añadieron torres a la muralla y se reconstruyeron sus puertas, todo para poner de manifiesto el peso que la ciudad estaba adquiriendo en el Mediterráneo.

Llamativa es, sin duda, una obra encontrada en las excavaciones de la Palestra Samnita, aunque es de una fecha posterior a su construcción. Concretamente es de época romana (realizada después de la augustea) que representa al famoso Doríforo de Policleto. Cuando se encontró, la estatua estaba rota en pedazos, quizá porque había sucumbido a los estragos de la erupción. Su importancia es fundamental para la historia del arte: por un lado, es una reproducción de una escultura griega en bronce creada por Policleto, conocido por presentar una medida canónica y equilibrada del cuerpo humano (probablemente la estatua representa a un héroe que podría ser Aquiles). Por otro lado, demuestra la fascinación que los romanos siempre tuvieron por las artes griegas, patentes en la infinidad de esculturas en mármol que copiaron de las originales en bronce.

3— Inscripciones de un militar de viaje por Pompeya

Una inscripción en el Museo Archeologico Nazionale di Napoli dice así: "Por la autoridad del emperador César Vaspasiano Augusto, Tito Suedio Clemente hizo una investigación de los espacios públicos apropiados por individuos privados, los delimitó y los devolvió a la ciudad de Pompeya".

No sabemos cuánto tiempo pasó Suedio Clemente en Pompeya, pero existen hasta tres estelas que señalan lo mismo, y todo indica que su posición privilegiada le llevó a relacionarse con la élite local, que controlaba la vida política y administrativa de la ciudad. Lo más curioso de este tribuno militar que visitó Pompeya fue quizá su suerte, pues lo hizo antes de la erupción. Tras la catástrofe viajó a Egipto, según confirma otra inscripción hallada en los Colosos de Memnón.

4—Una visita al santuario de Venus

El santuario de Venus estaba estratégicamente localizado en el extremo suroeste de la ciudad, sobre una terraza monumental. El acceso estaría en el lugar donde hoy en día se accede al actual Antiquarium o centro de visitantes. Y es en esa rampa, precisamente, donde los arqueólogos que empezaron a vaciar el espacio el 17 de marzo de 1863 hallaron una lucerna votiva de oro. Hace más de dos décadas, fue identificada como uno de los objetos ofrecidos por Nerón y su esposa Popea a la deidad patrona de Pompeya, en su posible visita del año 64 d.C. Su ofrenda adquiere mayor sentido si tenemos en cuenta que Popea mantenía una estrecha conexión con la ciudad a través de lazos familiares. La propia Popea poseía una gran propiedad en sus inmediaciones.

El gran terremoto del año 62/63 que tanto afectó a la región destruyó gran parte del santuario dedicado a la patrona de Pompeya, y sabemos muy poco del espacio que ocupó el culto de la diosa después del seísmo. ¿Sucumbió la estatua de Venus al terremoto? ¿Se trasladó su culto a otro lugar mientras se reparaba el templo de la patrona de la ciudad? Se han encontrado algunas representaciones de Venus en el santuario de Isis, pero el lugar exacto que ocupó el culto de la patrona de la ciudad tras el terremoto es un aspecto que aún tiene que ser respondido.

5—. La estatua de Marco Holconio Rufo

El objeto que se encuentra sobre estas líneas estuvo expuesto en uno de los lugares más visibles de Pompeya: el cruce de la Vía Estabiana y la Vía de la Abundancia. En el momento de su descubrimiento, la estatua de Marco Holconio Rufo aún presentaba restos de los colores que la decoraban y mostraba la influencia que este político tuvo en la ciudad. Pertenecía a una de las familias más poderosas de Pompeya, la gens Holconia. Llegó a representar los intereses de la ciudad en la propia Roma. Pero la inscripción que acompaña la estatua nos da un dato mucho más curioso: la vinculación de Holconio Rufo con los círculos del propio Augusto.

La prueba de esto es que ostentó el cargo de sacerdote de Augusto justo cuando el primer emperador de Roma estaba en el poder. Además, entre los títulos que ostentó está el de tribuno militar por petición popular, hecho que se refiere a un título honorífico otorgado por el propio Augusto a petición de la comunidad local. Conociendo todos estos datos, es fácil comprender que la estatua de Marco Holconio Rufo presidiera una de las arterias más importantes de la ciudad. El orden establecido por Augusto y el nuevo lenguaje imperial estaban llegando a Pompeya a través de su papel como político.

6— “Aquí habita la felicidad”

El pan, conocido como cibus vulgaris, era considerado el alimento básico del pueblo romano. Como sucede hoy en día, el de panadero era un trabajo laborioso y exigente en el que apenas se descansaba, y así lo demostró el hallazgo encontrado en un edificio excavado en Pompeya en 1846, conocido como la panadería de Modesto. Organizada en torno a un atrio con una pileta central, dotada de tuberías, esta panadería y sus dependencias desvelaron uno de los negocios más completos de este tipo hallados hasta entonces. Nadie sospechaba lo que escondía en su interior, y cuando los arqueólogos retiraron la plancha de hierro apenas pudieron creer lo que estaban viendo: acababan de descubrir otra de las estampas congeladas en el tiempo del trágico día de la erupción. Uno de los pistores (panaderos) había comenzado a hornear 81 panes redondos, pero tuvo que abandonar de inmediato su trabajo dejando los panes dentro, y estos, carbonizados, permanecieron ocultos hasta su descubrimiento.

Los estudios más recientes han identificado 33 panaderías en Pompeya, aunque se estima que en total habría casi cuarenta, considerando las zonas aún por excavar. Todas ellas se encuentran en torno a vías principales de la ciudad, como la Vía Estabiana o la Vía de los Augustales, lugares en los que se ha evidenciado la mayor concentración comercial y de producción. Se estima que cada una de las panaderías de Pompeya abastecía a unas 250-500 personas. Su localización garantizaba a cualquier pompeyano que no tuviera un horno en casa un acceso directo a un pan que era conocido en la región por su calidad. Una de estas panaderías muestra la inscripción “HIC HABITAT FELICITAS”, que viene a decir: “Aquí habita la felicidad”.

7— La economía doméstica de Cecilio Jocundo

Uno de los objetos que más información han aportado sobre el mundo de los negocios en época romana son las tablillas de cera o tabulae ceratae, que servían para llevar el recuento de actividades económicas, transacciones u otros aspectos relacionados con la economía y las finanzas.

El archivo de Cecilio Jocundo, compuesto por 153 documentos escritos en unas cuatrocientas tablillas, es el más completo de la ciudad. Los documentos nos revelan parte de la actividad financiera de este hombre de negocios de origen humilde que supo encontrar en la gestión económica y financiera una vía de ascenso social. Entre sus tareas se encontraba la de hacer de intermediario en transacciones económicas, actividad por la que cobraba un interés medio del 2%. Además, se encargaba de alquilar propiedades en la ciudad, de organizar subastas e incluso, en ocasiones puntuales, de recaudar los impuestos que se pagaban a la ciudad por actividades de mercado o en concepto de cesión de alquiler de propiedades. La mayoría de los documentos recuperados están fechados en la década de los 50, y entre los bienes registrados en las tablillas se encuentran tierras, animales o esclavos, pero también la venta de lino importado de Alejandría o la gestión de propiedades en la vecina ciudad de Nuceria. Como podemos observar, Cecilio Jocundo era un empresario cuya reputación iba más allá de la propia ciudad de Pompeya, ya que era conocido en otros lugares de la región.

8— La batalla campal que inmortalizó Tácito

Los espectáculos gladiatorios eran un auténtico fenómeno de masas. Algunos espectadores apoyaban a unos gladiadores y otros a los del grupo contrario. Como ocurre con las aficiones de los actuales equipos de fútbol, el espectáculo de masas terminaba en muchas ocasiones en enfrentamientos. Eso es lo que ocurrió en la ciudad de Pompeya en el año 59 d.C. El carácter extraordinario de lo ocurrido llevó a Tácito a describirlo con detalle en sus Anales (14.17): “Por aquel entonces y a partir de una disputa sin importancia se produjo una terrible matanza entre colonos de Nuceria y de Pompeya, en el transcurso de unos juegos de gladiadores ofrecidos por Livineyo Régulo, de cuya expulsión del senado ya di cuenta. Así, con la licencia propia de las ciudades pequeñas, empezaron por lanzarse denuestos, luego piedras, y al cabo tomaron las armas. La gente de Pompeya, donde se celebró el espectáculo, salió mejor parada. Muchos nucerinos heridos y mutilados fueron trasladados a la capital, mientras que la mayoría lloraba la muerte de hijos o padres. El emperador ordenó al Senado que investigara el asunto. El Senado lo pasó a los cónsules. Cuando entregaron los resultados (de su investigación), el Senado prohibió a Pompeya celebrar cualquier evento similar durante diez años. Se disolvieron las asociaciones ilegales de la ciudad; Livineyo y los otros que habían provocado la sedición fueron castigados con el exilio”.

El impacto social que el enfrentamiento tuvo en la región y entre los pompeyanos llegó a tal extremo que algunos de ellos incluso quisieron inmortalizarlo. Este fue el caso del propietario de una modesta casa localizada entre la Vía Estabiana, una de las principales arterias de la ciudad, y el anfiteatro, que hizo decorar el peristilo de la vivienda con esa escena.

9—Poesía callejera

Los grafitos de Pompeya nos abren la puerta a una realidad cotidiana: la de la creación poética de sus habitantes. A lo largo y ancho del yacimiento, se encuentran tanto citas literarias como epigramas y versos satíricos, algunos de ellos repetidos en distintos sitios de la ciudad. El autor más citado en Pompeya es Virgilio. De la Eneida, su obra más conocida, encontramos grafitos que mencionan sus primeros versos: “Arma virumque cano”, además de referencias a alguna otra de sus obras. Los versos de otros poetas, como Propercio y Ovidio, también aparecen en algunas paredes, aunque en menor medida.

Un original poema pompeyano lo compone un dístico elegíaco que ha sido encontrado, con variaciones, en quince ejemplos distintos. Esto demuestra lo conocidos que eran algunos poemas no solo en la ciudad, sino, probablemente, en otras partes del mundo romano. Uno de estos ejemplos, proveniente de la Casa de Cecilio Jocundo, dice lo siguiente: “Salud a quien ama, muerte a quien no sabe amar; que se muerda dos veces quien prohíba amar”. Muchos de los poemas que encontramos en Pompeya giran en torno al mundo del amor y nos han dejado historias fascinantes.

10— El poder de las joyas

Autores como Séneca mencionan la importancia que concedían las mujeres al hecho de ponerse joyas y acicalarse antes de vestirse. No obstante, la afición por la joyería —igual que por los perfumes u otros productos de lujo—, así como su uso abusivo, fueron duramente criticados por los autores romanos. Estos objetos exóticos, que provenían de tierras lejanas a través de rutas comerciales, suponían un gasto impresionante para Roma. Plinio criticaba los miles de sestercios que iban a parar a la India, China y Arabia: “Nos sale muy caro el lujo de las mujeres”. Por su parte, Tácito se quejaba de la gran cantidad de dinero que iba a parar a bolsillos extranjeros para pagar “esta locura propia de las mujeres, las gemas”.

Pero no solo las mujeres se ponían joyas; los hombres también lo hacían, aunque respondiendo a modas y tradiciones culturales distintas a las nuestras. En muchos casos, ambos sexos usaban el mismo tipo de joyas de manera indiferenciada. Es difícil calcular el número de pompeyanos que portaban joyas, pero se estima que, de un total aproximado de 1.100 individuos hallados en Pompeya y 400 en Herculano, solo un 10% llevaban joyas en el momento de su muerte. A juzgar por el contexto de los 473 hallazgos, o las llevaban puestas en el momento de la erupción o decidieron llevárselas consigo cuando emprendieron la huida. El resto de los ejemplos provienen de casas y mansiones de la ciudad o de la zona. En Pompeya se han encontrado sobre todo joyas de oro o de oro con gemas, en lugar de plata, bronce u otros metales. Algunos autores han atribuido la primacía del oro a la calidad de conservación de los materiales, puesto que el bronce u otros elementos desaparecen más fácilmente en el registro arqueológico.

Uno de los elementos que lucieron tanto hombres como mujeres son los brazaletes o pulseras, aunque en Pompeya aparecen asociados más habitualmente a las mujeres. Conocidos en latín como armillae, el objeto sobre estas líneas ejemplifica muy bien una de las joyas más difundidas entre la población: un brazalete compuesto por una serpiente con una o dos cabezas, a veces sosteniendo un elemento en el centro. El carácter simbólico de la serpiente, que se asociaba al dios Asclepio y a su hija, hacía del brazalete un elemento protector.