Protagonistas

Sandra Gamarra, la artista peruana que nos representa en la Bienal de Venecia: “En el Prado falta América”

Por Paula Corroto

Sandra Gamarra

A partir del 20 de abril, el pabellón español de la Bienal de Venecia acogerá la propuesta artística de Sandra Gamarra, que incluirá un centenar de obras con una carga simbólica en la historia de las excolonias.

La artista peruana Sandra Gamarra (Lima, 1972) fue elegida hace un año para representar a España en la Bienal de Arte de Venecia que comienza este 20 de abril. Su proyecto, Pinacoteca migrante, con el que cuestiona el colonialismo y racismo español, y europeo en general, fue presentado hace unas semanas y ya levantó polvareda. No es la primera vez que le pasa a esta artista, también española y que reside aquí desde hace veinte años. La Comunidad de Madrid le pidió quitar de su exposición Buen Gobierno palabras como “racismo” y “restitución” hace dos años.

Ahora, sin embargo, no está para polémicas sino embarcada en el montaje del pabellón español. Hablamos con ella días antes de este proyecto y de su forma de mirar al arte y abordarlo.

¿Qué fue lo primero que pensó cuando recibió la llamada del jurado para representar a España en Venecia? ¿Pensó que tenía posibilidades? ¿Y ha cambiado en algo desde que se anunció el proyecto hasta ahora?

El concurso se convocó en diciembre, enero (de 2022) y en abril del año pasado cuando ya se decide la representación se elige un proyecto, por lo que mucho cambio en el proyecto no ha habido y no debería haber. En mi caso tampoco es que en el transcurso del tiempo puedas ir cambiando muchas cosas. Está involucrada mucha más gente de las que hay cuando yo trabajo. Y cada cambio supone cambiar muchos más pasos.

Me sorprendió más la invitación a presentar el proyecto. Ya cuando salió me sorprendió el berenjenal en el que nos habíamos metido porque dábamos por hecho que era poco probable que saliera. Presentamos un proyecto que era muy grande… En el sentido del tiempo para producirlo porque la investigación estaba casi hecha, pero durante todo el tiempo de producción pensábamos que sería una retrospectiva de aquí a unos años.

Pinacoteca migrante es un proyecto que cuestiona el colonialismo y racismo español y europeo. Ya dijo usted en rueda de prensa que no le importaría que hubiera controversia, al contrario, que en el arte debe de haberla. Pero a no pocos extrañará que España tire piedras contra su tejado…

No fue que yo propuse que ojalá hubiera polémica. A mí me preguntaron si esperaba que la hubiera, y no es que espere, pero si la hay es el lugar donde esas polémicas pueden generar respuestas a cuestiones mucho más urgentes. Es justamente desde el interior de las naciones… Si para algo sirve es para cuestionarnos críticamente. Por eso no me parece novedoso. Desde que se empiezan a cuestionar los pabellones nacionales como representación cerrada los discursos de los artistas son de “ya que vamos a hablar de la nación, nos cuestionaremos en primer lugar lo que significa y después todo lo que integra”.

‘Querían brazos y llegamos personas II’, Sandra Gamarra. 2022
‘La independencia en el Perú’, Sandra Gamarra

En su país hay críticas por justo lo contrario, porque se ha elegido a Cosmic Traces, del fotógrafo Roberto Huarcaya, considerado demasiado “normativo”.

Más allá del tipo de arte que se presente, en Perú, de una manera mucho más señalada que en España, conviven muchas culturas al mismo tiempo. Y culturas que no necesariamente tienen representaciones culturales que se puedan denominar arte desde nuestro punto de vista. Cuando se convoca a un concurso para el pabellón de arte en Venecia, donde entendemos arte como arte occidental, es mucho más factible que los artistas occidentales tengamos los medios y las formas para acceder a este sistema. Pero por la convocatoria específica de esta Bienal muchos y yo habíamos pensado que era el momento propicio para que otro tipo de representaciones encontraran un lugar donde se pudieran presentar fuera de exotismos y lecturas parcializadas, pero al mismo tiempo que la propia institución se pusiera en ese lugar donde van a presentarse artistas que no necesariamente tengan los medios económicos para llevar a cabo un proyecto así. Por tanto, las críticas han venido por ese lado, no criticando directamente a Roberto Huarcaya sino echando de menos la presencia de otro tipo de artistas.

En España justo vamos con un pabellón que va en la línea de lo que pide este año la dirección de la Bienal. Pero eso me llama la atención que un discurso como el vuestro, más en los márgenes, esté ligado al de la institución. De hecho, esto lo presenta, de alguna manera, el Ministerio de Exteriores.

Sí, pero no sé si la palabra es ligado o si va en paralelo. Y tampoco sabría decir desde dónde se lanza ese otro paralelo. Yo tengo una reflexión a partir de estos temas desde hace 15 años y no sé si hace 15 años la institución viene en paralelo preguntándose estas cosas. Por tanto no sé si tu afirmación es correcta. Es mucho más complejo y más desde ese lugar, más rico, de analizar que la nación tampoco es una lectura lineal ni los discursos de los artistas. Se puede decir que hay una coincidencia, pero no sabría decirte…

¿Y qué ha pasado para que se haya producido esta coincidencia?

Yo creo que por un lado es un cuestionamiento, una investigación que viene poniéndose sobre la mesa de manera importante y desde la academia desde el inicio de este siglo. Y creo que desde las instituciones europeas desde hace diez por lo menos. España, no quiero decir que se ponga al día, porque cada país tiene sus propios procesos y sus tiempos, pero en todo caso han coincidido esos tiempos. Pero, también lo sabes bien, España somos muchos grupos y hay instituciones con las que se concuerda y otras con las que no.

De hecho, por ejemplo con la Comunidad de Madrid, que les obligó a quitar de los textos de la exposición Buen Gobierno palabras como “racismo” o “restitución”.

Sí, se quitaron, no de una pieza que tuviera palabras, no fue una censura de piezas, sino que estaban dentro del discurso curatorial de Agustín Pérez Rubio y desde mi propio entendimiento de lo que son las prácticas artísticas, el discurso curatorial es tan importante como la pieza. Así que yo sí que me siento, no perjudicada, pero sí herida, como presentando una cuestión que no tendría por qué ser. Nos han invitado a un lugar y se respeta la invitación. A mí se me ocurre pensar que justamente, porque lo que se censura es la palabra y no las piezas, es que hay una perspectiva de entender las manifestaciones artísticas como discursos casi políticos. Así que cuando no se entiende que es una posición desde la libertad con la que puedes o no estar de acuerdo, ocurren estos inconvenientes. La censura en el arte creo que viene por ahí.

Sandra Gamarra

Las instituciones se equivocan cuando creen que el público no está preparado para ciertas cosas

Para ser más claros: ¿fue una cuestión ideológica?

No, lo que creo es que ni siquiera era ideológica. Yo trabajo todos estos temas desde hace 15 años, así que cuando me invitan no podía ser una sorpresa. Si fuera ideológica no me habrían invitado nunca. Yo creo que a veces las instituciones se equivocan cuando creen que el público no está preparado para ciertas cosas. Yo creo que hubo una suerte de cuidado con el público, pero el público está mucho más preparado de lo que parece para recibir, para no estar de acuerdo o para cuestionar.

Pese a este gesto de la Comunidad de Madrid, lo cierto es que muchos museos están en el proceso de repensar toda esta cuestión cambiando cartelería, por ejemplo. A ti imagino que las palabras del ministro Ernest Urtasun sobre los museos y la descolonización no te sorprendieron.

Bueno, sé el titular, pero no conozco las medidas efectivas que está proponiendo… Más que sorpresa, me alegré de que dijera algo así.

Medidas no ha propuesto ninguna. Por eso, cuando hablamos de descolonización de museos, ¿de qué estamos hablando realmente? ¿De devolver objetos? ¿De cambiar carteles? ¿Resignificar, que se dice mucho ahora, los objetos? ¿Mostrar objetos que antes no se mostraban?

De manera efectiva es lo que estás diciendo, pero no se puede aplicar una misma receta a todos. Dependerá del tipo de relación que tengan este tipo de objetivos con las comunidades originarias, si hay o no herederos de esas culturas en el territorio español… Creo que va a depender de qué significa esos objetos para determinadas culturas porque muchas veces el valor lo damos nosotros.

En primer lugar es entender que esas cosas que podemos hacer -nuestra cultura es muy de hacer cosas- lo primero es parar, darnos un tiempo y ver de qué manera entendemos esas otras diferencias. Lo más importante es que cuando uno para y empieza a entender las diferencias empieza a entender que nuestra cultura no es ni la más desarrollada ni el lugar por el que tienen que pasar todas las culturas y con todo lo que está pasando con la emergencia ecológica tampoco somos la más inteligente. La urgencia y la valorización que se está dando ahora a todos los procesos es justamente ante nuestro propio fracaso. Nuestra cultura, que parece tan monolítica y tan cosida por todos los extremos, puede ser mucho más porosa y flexible.

Pinacoteca migrante surge de alguna manera de tu primera visita al museo de antropología hace ya veinte años. Allí observaste que faltaban unas piezas que eran muy importantes en Perú y que estaban en un almacén. ¿Los museos españoles, como el de Antropología, han cambiado sus discursos o siguen igual que hace veinte años?

El de Antropología fue uno de los primeros en dar pasos como, por ejemplo, no mostrar restos humanos. Son cosas que parecen muy superfluas pero empiezan a resignificar las relaciones que tenemos con otros, pero sobre todo para con nosotros mismos.

¿Y algún museo que creas que debe dar pasos en este sentido a tu modo de ver el arte?

A mí me ha costado verlo porque yo también soy parte de esta cultura monolítica y jerárquica. Me ha costado darme cuenta de que en el Prado no había nada de América. Es decir, sabiendo que faltaba había naturalizado esa falta. Son esas naturalizaciones las que habría que cuestionar. Sería fantástico que el Prado no solamente reciba exposiciones temporales o piezas de visita sino que hubiera una forma de articular el arte colonial o virreinal en el discurso de 300 años de historia compartida. Que son justo los años de los que no se habla en El Prado. Y en el Museo de América igual, podría haber grandes obras del arte español, porque América también bebió de esa fuente. Se podrían hacer discursos cruzados mucho más interesantes y complejos para integrar estas narraciones que parecen distantes, al menos en Madrid, no solamente en el tiempo sino en una distancia física.

‘Miscegenation Masks VI’, Sandra Gamarra. 2024
Foto: Oak Taylor-Smith0

Eres la primera artista no nacida en España que va a representar a España en la Bienal de Arte de Venecia. ¿Temes críticas por esto?

Por último soy migrante, pero me he dado cuenta de que migrante parece una palabra dura y peyorativa. Sí, soy una artista migrante, soy española también (larga pausa), las molestias que pudiera haber yo creo que son parte de una estructura muy endurecida de la idea de representación de lo nacional. En cuanto a un discurso como el mío, que no soy la única ni mucho menos, lo bueno es que se pudiera naturalizar un diálogo no desde la confrontación, porque yo no estoy diciendo que haya que cambiar la historia sino complementarla… Hay diferentes formas de trenzar relaciones pero estamos acostumbrados a que haya una narración que organiza las demás. Y es momento de que se puedan entablar diálogos en igualdad de condiciones narrativas.

Tú misma has dicho que el concepto de arte contemporáneo es occidental. ¿Cómo lo definimos entonces?

Todavía hay muchas personas que ven a alguien no blanco y dicen que es nativo. Yo no soy nativa, no quiero hablar en nombre de un nativo. Pero en el momento en el que uno dice simplemente “soy artista” y haces un tipo específico de arte, sobre todo el occidental, en ese momento desaparecen del registro otros tipos de manifestaciones culturales y artísticas. ¿Por qué un artista indígena tiene que decir “yo soy un artista indígena”? Yo no tengo que decir “yo soy un artista occidental”. Por otro lado, para nosotros es importante hablar de temporalidades en el arte porque vivimos en un tiempo lineal y podemos diferenciar arte medieval, arte moderno, arte contemporáneo… Pero hay otro tipo de temporalidades donde el arte progresa de otras maneras, con una temporalidad circular y su contemporaneidad a nosotros nos puede sonar pasado y por eso para mí es importante diferenciar. No hay arte contemporáneo, hay muchos tipos de arte contemporáneo. Por eso para mí es importante señalar que “no soy artista occidental contemporánea”.

¿Por qué esta conversación que estamos teniendo acerca de lo colonial solivianta tanto ahora mismo?

Yo he sido criada como católica apostólica romana… Yo he sido criada y creada con fe en nuestra democracia y en nuestros valores y en la progresión de la ciencia etc, y creo que desde ese lugar todo, incluso nuestros excesos, han tenido sentido, han valido la pena y han sido nuestro deber. Pero cuando se te voltea ese discurso y te das cuenta de que te has equivocado mucho, duele. Y creo que como sociedad estamos en ese momento al entender que muchas de las cosas que hemos hecho han servido para todo lo contrario de lo que se pretendía. Y es difícil aceptarlo. Cuando hablamos de restitución si solo fuera restituir los objetos que tenemos eso sería muy fácil, eso no es lo urgente. Nosotros seguimos extrayendo aire limpio, agua, metales de esos mismos lugares. Y cómo vamos a restituir esa naturaleza limpia. Eso es lo urgente. Y a veces el arte parece como una etiqueta bonita y no sé si estamos a tiempo.