Exposiciones

Giovanni Anselmo, el artista que convirtió una lechuga en obra de arte, llega al Guggenheim

Por Paula Corroto

Giovanni Anselmo, lado derecho (Lato destro). 1970
          Foto: Paolo Mussat Sartor. © Giovanni Anselmo

Más de 40 piezas de arte povera del creador italiano que falleció en diciembre se podrán ver en el museo vasco hasta el 19 de mayo. Es una muestra muy poética y política, pero a la que le faltan textos explicativos por lo que se recomienda que el visitante se descargue la audioguía.

En 1968, un año no exactamente aburrido, el artista italiano Giovanni Anselmo (1934-2023), que ya venía ganando notoriedad por su inclasificación, presentaba su obra Sin título (Estructura que come). Para el espectador no entrenado: dos piedras de granito y en medio una lechuga atada con un cable. Para el escultor: un retrato de la vida, ya que mientras la lechuga recibe agua y no se marchita, sujeta a una de las piedras, pero en cuanto pierde esa energía la piedra se cae.

“Es una obra bestial porque nos dice que cuando la energía se pierde, la piedra se cae y eso es lo que nos pasa también a nosotros”, explica la historiadora del arte Gloria Moure, una gran conocedora de la obra de Anselmo. La pieza, desde luego, es una de las más famosas del artista y que ayudaron a ponerle en el mapa desde los setenta y hasta el pasado 18 de diciembre en el que murió. A día de hoy es uno de los más cotizados del arte povera. Sus piezas pueden alcanzar los 320.000 euros en subasta.

La desgracia ha hecho precisamente que el creador no haya llegado a la gran retrospectiva que se inaugura este viernes en el Guggenheim de Bilbao sobre su obra Giovanni Anselmo. Más allá del horizonte y en la que estuvo trabajando hasta el final mano a mano con Moure, que es su comisaria. En cualquier caso, no se ha tocado nada de lo que dejó dicho el artista que, a las 40 piezas expuestas (también está la lechuga) añadió una pieza nueva, Mientras hacia ultramar el color levanta la piedra, específicamente creada para el museo: 24 piedras de gran peso, elaboradas con piedra caliza de Guipúzcoa, sujetadas de dos en dos por un nudo corredizo en una pared y solo un clavo que es el que tensa este nudo. Una vez más, el juego de la gravedad.

‘Sin título (Escultura que come)’, Giovanni Anselmo. 1968
            Citadellarte - Fondazione Pistoletto, Biella. © Giovanni Anselmo
‘Sín título (Hacia ultramar)’, Giovanni Anselmo. 1982-89
            Patrimonio Artístico Fundación “la Caixa”. © Giovanni Anselmo

La muestra es muy conceptual y el espectador debe estar prevenido de ello. Apenas hay cartelería explicativa -y eso es uno de los déficits-, pero también es cierto que es lo suficientemente sensorial como para que se perciban las tensiones que el artista quería crear con los materiales (de todo tipo, desde la piedra al plástico, el papel, la esponja o el lienzo). Es una exposición que, sin saber nada, te tensa, te toca, algo te genera. Con ello el artista pretendía exacerbar sus lemas vitales, como insiste Moure: “Cualquier pequeño cambio, por muy pequeño que sea, puede cambiarlo todo. Y el ser humano tiene un efecto directo sobre todo lo que toca y todo lo que hace. Ninguno de nosotros somos nimios y de todo hay consecuencias”. Con estos mimbres queda claro: es una muestra muy poética y a la vez muy política. Como era Anselmo: la vida, las cosas.

“Esto hoy lo tenemos mucho más claro, pero decir esto en los sesenta era muy novedoso”, replica la comisaria, que ya trabajó con Anselmo en otra gran exposición que hizo de él hace 30 años en A Coruña. Por eso es capaz de trazar un perfil de un artista que tuvo su particular caída del caballo en una vista al volcán Stromboli en 1965 cuando se dio cuenta de que con el sol tan bajo no se proyectaba su sombra. “La sensación de no tener sombra le dio la voluntad de empezar a trabajar con objetos tomados del natural sin ser manipulados -lo que le convirtió en uno de los integrantes del movimiento Arte Povera- y de manifestarse contra la idea de representación. Para él, la realidad no existe sino que cada uno ve lo que ve y, por eso, no se puede representar. Sin embargo, la piedra sí está ahí, sí existe y por eso se puede trabajar con ella”, señala la comisaria.

Llevándolo al terreno filosófico, le daba la vuelta al axioma de Descartes. Para él no era “pienso, luego existo”, sino “soy, existo, tengo una relación directa sobre la realidad y luego reflexiono y pienso”.

‘Interferencia en la gravitación universal’, Giovanni Anselmo. 1969-2016
            Castello di Rivoli Museo d’Arte Contemporanea, Rivoli-Torino, préstamo de la Fondazione per l’Arte Moderna e Contemporanea CRT. © Giovanni Anselmo
‘Interferencia en la gravitación universal’, Giovanni Anselmo. 1969-2016
            Castello di Rivoli Museo d’Arte Contemporanea, Rivoli-Torino, préstamo de la Fondazione per l’Arte Moderna e Contemporanea CRT. © Giovanni Anselmo

El artista anti ego

Si su obra es escueta y concreta -una piedra, una barra de hierro, un lienzo, un proyector- es también porque él mismo era así. “Era el anti ego. Muy afable y humano, pero lo justo. Tanto en el hablar como en el vestir y el querer estar. Utilizaba lo justo para expresar sus ideas, sin florituras ni excesos. Puede parecer duro, pero consigue una estética de lo sobrio”, relata Moure.

Un artista que, desde luego, en estos términos choca con los tiempos que vivimos, como también ha resaltado la comisaria. “Anselmo te hace pensar. En un mundo de rapidez, te para y apuntala. Es la antifrivolidad”, comenta. Una verdadera rareza hoy en día. Y era también el ateísmo, porque aunque pueda parecer todo muy espiritual y místico, “él lo que creía era en el universo, y que este universo está hecho de particulares que somos todos y sin todos nosotros no existiría el universo. Anselmo es lo tangible, él te muestra que si coges dos cables, uno positivo y otro negativo y los juntas, te fríes. Él te hacía consciente de esa realidad”.

Y de una realidad que tampoco era cronológica. Las ideas y las cosas van y vienen. Su idea del tiempo era circular, no lineal. Por eso está exposición tampoco es cronológica sino que pretende ser más temática para que el espectador “sienta las fuerzas de la naturaleza”, afirma Moure. La mayoría de las obras expuestas son de los años 60 y 70 cuando rompió con todo.

‘Sin título (Estructura que bebe)’, Giovanni Anselmo. 1968
            Foto: Paolo Mussat Sartor. © Giovanni Anselmo
‘Dirección (Direzione)’, Giovanni Anselmo. 1967-68
            Foto: Tate Images. © Giovanni Anselmo

Con toda esta información hay que entrar en la sala 1 -son solo cuatro salas de la planta segunda del museo- para, como explica la comisaria, empezar a percibir la fuerza de la gravedad -la pieza de la lechuga- la voluntad del tiempo (por ejemplo, con Disolvenza, que juega con el calor ejercido sobre una piedra y su posibilidad de que se derrita) o la nula representatividad con un espejo que deja de ser espejo por lo que anula su capacidad de trabajar sobre la apariencia. Esto también choca frontalmente con los tiempos actuales.

En la sala también se han dispuesto piezas hechas con formica -un material con el que se trabajaba mucho en los sesenta y setenta- y con las que pretende mostrar que lo que se construye siempre artificialmente nunca está bien nivelado. Hay muchas torsiones y tensiones en las piezas para manifestar lo frágil que es todo y que, con cualquier cosa, puede saltar por los aires. A través de las siguientes estancias podemos observar un dibujo de su rostro -era un genial dibujante- de 1970 en el que juega, una vez más, con la noción del espejo. Nos encontramos con El algodón empapado que se arroja contra el cristal y ahí permanece mientras, en realidad, imperceptiblemente va resbalando. Ahí es donde él apunta, a esos mínimos cambios, pero tan importantes.

‘Panorama con mano que lo indica’, Giovanni Anselmo. 1982-84
            Foto: Manu Suárez. © Giovanni Anselmo

Hay dispuestos por el suelo varios proyectores donde evoca palabras como “particolare” para resaltar esa importancia que tenemos cada uno de nosotros y el respeto que cada uno de nosotros merece. Otra cosa que choca con los tiempos actuales. Son muy llamativas las piezas de granito de hasta 250 kilos cada una apenas sujetadas por un cable y un clavo (más la gravedad) y otra con ladrillos inmersos en cal viva (que hay que estar pendiente que no se solidifique).

Su reflexión sobre el tiempo se halla en objetos como una barra de hierro con grasa con la que intenta demostrar que en un millón de años la grasa acabará resbalando por esa barra. Obviamente, no lo veremos, pero el movimiento ya está iniciado. El pequeñísimo cambio. “Él te quiere hacer consciente de esa posibilidad y de que nuestra vida está en permanente suspensión”. Una serie de fotografías de una puesta de sol son su intento de ir contra el movimiento gravitacional de la Tierra y así ganar un poco de tiempo al día.

‘Detalle (Particolare)’, Giovanni Anselmo. 1972-74
            Foto: Paolo Mussat Sartor. © Giovanni Anselmo
‘Hacia ultramar (Verso oltremare)’, Giovanni Anselmo. 1984
            Foto: Paolo Mussat Sartor. © Giovanni Anselmo

Piedras, bloques de granito, algodones, plásticos que juegan con espacios invisibles, lienzos en blanco que sostienen varios cientos de kilos, esponjas, proyectores y una lechuga. Este era el mundo de Giovanni Anselmo que ahora se puede ver en Bilbao hasta el 19 de mayo. Probablemente si desconoce este universo y el arte povera le chocará. Le falta más información y explicación a la muestra. Pero déjese llevar por las sensaciones.

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