Todas las razones de Mahatma Gandhi para defender la no-violencia en la lucha armada
Se publican los artículos y discursos de Gandhi. En este, defiende la superioridad de la no-violencia sobre la violencia como arma política
En este artículo en Young India*, Gandhi defiende la superioridad de la no-violencia sobre la violencia como arma en la lucha política. En el artículo, Gandhi explica que la no-violencia no es la sumisión dócil ante el adversario violento, sino una fuerza activa que requiere de una voluntad decidida, valor y capacidad de sufrimiento por parte del practicante.
En esta época, en la que gobierna la fuerza bruta, es casi imposible que nadie crea que alguien pueda rechazar la ley de la supremacía final de la violencia. Y por ello, he recibido cartas anónimas, aconsejándome que no interfiera con el progreso de la no-cooperación, a pesar de que pueda estallar violencia popular. Otros vienen a mí y, asumiendo que yo debo, secretamente, tener un plan violento, me preguntan cuándo llegará el feliz momento en el que este se hará público. Me aseguran que los ingleses nunca cederán ante nada que no sea la violencia, clandestina o pública. Y, al mismo tiempo, otros creen que soy el mayor canalla de India, porque nunca he revelado mis intenciones reales, que ellos no dudan que son que creo en la violencia, como tantos otros.
Ese es el control que la doctrina de la espada tiene sobre la mayoría de la humanidad, y como el éxito de la no cooperación depende, principalmente, de la ausencia de violencia durante su ejecución, y como mi opinión sobre esta cuestión influye en la conducta de un importante número de personas, me preocupa explicarlas lo más claramente posible.
Cuando solo existe la elección entre cobardía y violencia, yo aconsejo la violencia. Mi hijo mayor, una vez, me preguntó qué debería haber hecho él si hubiese estado presente cuando fui asaltado, casi fatalmente, en 1908: si debería haber salido corriendo y verme morir o si debería haber usado su fuerza física para defenderme. Le dije que era su deber el defenderme, incluso usando la violencia. Por esa misma razón, yo mismo participé en la Guerra de los boers, en la llamada Rebelión zulú y en la Primera Guerra Mundial. E, igualmente, defiendo el entrenamiento con armas para aquellos que creen en el método violento. Preferiría que India recurriese a las armas para defender su honor antes que, cobardemente, convertirse o continuar siendo un testigo indefenso de su propia deshonra.
Preferiría que India recurriese a las armas para defender su honor antes que convertirse o continuar siendo un testigo indefenso
Pero también creo que la no-violencia es, infinitamente, superior a la violencia, que el perdón es más valiente que el castigo. El perdón engrandece al soldado. Pero el abstenerse de castigar solo es perdón cuando se tiene el poder para castigar; es un sinsentido pretender que esto es así en el caso de una criatura indefensa. Un ratón difícilmente puede perdonar a un gato cuando es impotente para prevenir que este le haga pedazos. Por tanto, entiendo el sentimiento de aquellos que demandan un castigo apropiado para el general [Reginald] Dyer y los de su calaña. Les despedazarían si pudiesen. Pero no creo que India esté indefensa. No creo que yo sea una criatura indefensa. Solo quiero utilizar la fuerza de India y mía para un propósito mejor.
Que no se me malinterprete: la fuerza no proviene de la capacidad física, proviene de una voluntad indómita. Un zulú medio es tan fuerte, físicamente, como un inglés medio. Pero sale corriendo ante un joven inglés porque teme su revólver o el de aquellos que lo utilizarán por él. Teme a la muerte y, por tanto, es débil, a pesar de su fornida figura. Nosotros, en India, en un instante nos podríamos dar cuenta de que cien mil ingleses no debieran asustar a trescientos millones de personas. El perdón, por tanto, debería implicar un reconocimiento de nuestra fuerza. La capacidad consciente para perdonar debe ir acompañada de un poderoso ímpetu de fuerza en nosotros, que haría imposible, para un Dyer o un Frank Johnson, infligir afrentas sobre la devota cabeza de India. Es de poca importancia el que, por el momento, no esté haciendo entender mi argumento. Nos sentimos demasiado oprimidos para estar enfadados o ser vengativos. Pero no debo abstenerme de afirmar que India puede conseguir más si renuncia a su derecho a castigar. Tenemos una labor más importante que hacer, una misión más importante que dar al mundo.
No soy un visionario. Defiendo que soy un idealista pragmático. La religión de la no-violencia no fue creada solo para los rishis y para los santos. También lo fue para la gente común. La no-violencia es la ley de nuestra especie, al igual que la violencia es la ley del bruto. El espíritu yace durmiente en el bruto, que no conoce otra ley que la fuerza física. La dignidad humana requiere de la obediencia a una ley superior: la fuerza del espíritu.
Es por ello por lo que me atrevo a presentar ante India la ley antigua del autosacrificio. Porque satyagraha* y sus derivados —la no-cooperación y la resistencia civil— no son más que nuevos nombres para la ley del sufrimiento. Los rishis que descubrieron la ley de la no-violencia, en medio de la violencia, fueron genios más grandes que Newton. Fueron guerreros más grandes que Wellington. Aun sabiendo utilizar las armas, se dieron cuenta de su inutilidad y enseñaron a un mundo agotado que su salvación llegaría no a través de la violencia, sino de la no-violencia.
La no-violencia, en su condición dinámica, significa sufrimiento consciente. No significa la sumisión dócil ante la voluntad de un malhechor, pero sí implica oponer el alma de uno contra la voluntad del tirano. Operando bajo esta ley de nuestro ser, es posible para un solo individuo desafiar el poder de un imperio injusto y salvar su honor, su religión, su alma y sentar los cimientos para la caída de ese imperio y su regeneración.
La capacidad consciente para perdonar debe ir acompañada de un ímpetu de fuerza en nosotros
No estoy suplicando que India practique la no-violencia porque es débil. Quiero que practique la no-violencia siendo consciente de su fuerza y poder. Ningún adiestramiento con armas es necesario para descubrir esa fuerza. Creemos que las necesitamos porque pensamos que solo somos un trozo de carne. Quiero que India se dé cuenta de que tiene un alma imperecedera y que puede alzarse triunfante sobre cualquier debilidad física y desafiar cualquier combinación de fuerzas físicas en el mundo. ¿Cuál es el significado de que Rama*, un mero humano, con su ejército de monos, se enfrente a la fuerza insolente de Ravana*, rodeado, en aparente seguridad, por las bravas aguas de Lanka* ? ¿No significa la victoria de la fuerza espiritual sobre la física? Sin embargo, al ser yo una persona práctica, no voy a esperar a que India descubra la practicabilidad de la vida espiritual en el mundo político. India se considera a sí misma impotente y queda paralizada ante las ametralladoras, los tanques y los aviones de los ingleses. Y adopta la no-cooperación como único recurso ante su debilidad. El propósito sigue siendo el mismo, liberarla del aplastante peso de la injusticia británica, siempre que un número suficiente de personas practiquen la no-violencia.
Hago una distinción entre este tipo de no-cooperación y la del Sinn Fein, ya que esta última está concebida de manera que solo puede desarrollarse junto al uso de la violencia. Sin embargo, invito incluso a los proponentes de la violencia a que prueben con la no-cooperación pacífica. No fallará por ser inherentemente débil. Si falla, será por falta de apoyos. Entonces el tiempo del peligro real habrá llegado. Las personas con grandes almas, quienes son incapaces de soportar por más tiempo la humillación nacional, querrán dar rienda suelta a su ira. Adoptarán la violencia. Hasta donde yo sé, morirán sin haberse liberado ellos o a su país de esa humillación. Si India adopta la doctrina de la espada, puede que obtenga una victoria momentánea, pero entonces India cesará de ser el gran orgullo para mí. Estoy casado con India porque le debo todo mi yo a ella. Creo con rotundidad que ella tiene una misión para el mundo. No debe copiar a Europa ciegamente. La aceptación por parte de India de la doctrina de la espada será la hora de mi juicio. Espero, llegado el momento, estar a la altura. Mi religión no tiene límites geográficos. Si tengo una fe viva en ella, trascenderá mi amor por la propia India. Mi vida está dedicada al servicio de India, a través de la religión de la no-violencia, la cual creo es la raíz del hinduismo.
Entre tanto, urjo a todos los que desconfían de mí que no entorpezcan la justa labor de la lucha que acaba de comenzar, incitando a la violencia bajo la creencia de que yo la deseo. Detesto el secretismo como un pecado. Denle a la no-violencia y la no-cooperación una oportunidad y descubrirán que no tengo duda alguna.
En este artículo en Young India*, Gandhi defiende la superioridad de la no-violencia sobre la violencia como arma en la lucha política. En el artículo, Gandhi explica que la no-violencia no es la sumisión dócil ante el adversario violento, sino una fuerza activa que requiere de una voluntad decidida, valor y capacidad de sufrimiento por parte del practicante.
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