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Adiós a Fernando Botero, el pintor de las figuras rechonchas que se reía de la alta burguesía

Por Alberto G. Luna

Retrato de Fernando Botero
		  Foto: EFE EPA / How Hwee Young

Se podría decir que Botero pintó un realismo mágico. El suyo fue un mundo grotesco en el que, en ocasiones, ocurrían cosas maravillosas. Hoy nos deja a la edad de 91 años.

Se describía a sí mismo como "el más colombiano de los artistas colombianos". Nacido y criado en Medellín, Fernando Botero (1932-2023) inició su carrera artística a los 16 años cuando expuso, por primera vez, en una muestra de pintores locales. Al acabar sus estudios se trasladó a Bogotá, donde entró en contacto con la comunidad artística del café El Automático en un tiempo en el que se citaban poetas, pintores, músicos y políticos para intercambiar opiniones y críticas; y también se leían versos y relatos, y se exponían obras que querían cambiar el panorama artístico. Fue allí donde colgaron algunos de sus primeros cuadros junto a los de otros artistas como Marco Ospina, Ignacio Gómez Jaramillo o Alejandro Obregón.

Tras viajar por el mundo se desplazó a México, donde su pintura terminó perfilándose hasta las figuras rechonchas tan características que hoy todos conocemos. Según algunas versiones, mientras vivía en la capital, Botero pintó una mandolina con una boca de la caja exageradamente pequeña, lo que permitió que el instrumento adquiriera proporciones exageradas. Desde entonces, su obra giró en torno al juego del volumen. Primero en los objetos y más tarde en las personas. Un estilo figurativo que incluso tiene un nombre oficial: "el boterismo".

Aunque sus pinturas nunca pretendieron ser una caricatura, las exageradas proporciones de sus personajes no estuvieron exentas de cierto humor. Un ejemplo lo tenemos en Nuestra Señora de Fátima, donde pintó a la Vírgen María como una señora gorda con una clara influencia picassiana y que actualmente se halla en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. En Dama de sociedad (Mujer en el balcón con guantes), una señora oronda con un collar de perlas y ataviada con la típica indumentaria de la alta burguesía, posa con una perspectiva plana (característica del artista) y con una cortina como fondo, que subraya el tono irónico de la obra.

‘Nuestra Señora de Fátima’, Fernando Botero
‘Dama de sociedad (Mujer en el balcón con guantes)’, Fernando Botero
‘La costurera’, Fernando Botero
‘Mujer comiendo una banana’, Fernando Botero

"Describo de forma realista una realidad no realista -decía el autor-. Cuando comienzas un cuadro, este es algo exterior a ti. Al terminarlo, parece que te mueves dentro de él".

La crítica social de Botero, a veces indirecta y otras veces manifiesta, no solo apuntó a las clases altas. Sus cuadros también fueron protagonizados por los cárteles de la droga de Medellín, el mismísimo Pablo Escobar o la prisión de Abu Ghraib en Iraq (una serie compuesta por 78 cuadros que representa los horrores de la tortura y la guerra). También pintó numerosos retratos satíricos de pomposos personajes de la clase media (véase La costurera o Mujer comiéndose una banana), bodegones y escenas cotidianas. En muchos de ellos, sus sobrealimentados protagonistas ocupan todo el lienzo, no dejando espacio para nadie más. Resultando, en cierta forma, grotescos.

El amor, las costumbres, la naturaleza, los paisajes, la muerte, la violencia, la mujer, el sexo, la religión y la política en Latinoamérica y Europa occidental, la reinterpretación de obras clásicas... En fin, casi nada se libró de la crítica mordaz del que ya es uno de los artistas latinoamericanos más cotizados del mundo. La fama y popularidad que adquirió con sus pinturas se acrecentó en los noventa cuando sus enormes esculturas comenzaron a ser exhibidas en las principales capitales del mundo. Un estilo satírico que no abandonó ni cuando murió su hijo Pedro en un trágico accidente de tráfico.

Hasta hace nada y a pesar de su avanzada edad, Botero seguía pintando en su estudio de Mónaco, lugar donde tenía una casa que compartía con la que fue su tercera mujer, la artista griega Sophia Vari. "Lamentamos profundamente la partida de Fernando Botero, uno de los más grandes artistas de Colombia y del mundo. Siempre generoso con su país, un gran amigo y apasionado constructor de la paz. Nuestras más sinceras condolencias a toda su familia", manifestó en redes sociales el expresidente colombiano, Juan Manuel Santos. Su hija Lina Botero, en declaraciones a Caracol Radio, ha explicado conmocionada que "llevaba cinco días bastante delicado de salud porque había desarrollado una neumonía. Murió con 91 años, tuvo una vida extraordinaria y se fue en el momento indicado".

‘Cristo crucificado’, Fernando Botero
‘Monalisa’, Fernando Botero
‘Bailando en Colombia’, Fernando Botero

Aunque él lo negara argumentando que lo que plasmaba en los lienzos eran "cosas improbables, pero no imposibles", se podría decir que Botero pintó un realismo mágico. El suyo fue un mundo grotesco en el que, en ocasiones, ocurrían cosas maravillosas. Su sentido del humor -o vete a saber qué- le hizo pintar a todos sus personajes, incluídos Jesucristo o la Gioconda, con unas tallas de más. Logrando un estilo figurativo único y característico que, no sé a ustedes, pero a mí siempre logró sacarme una sonrisa.

En Bailando en Colombia el artista pinta un tugurio colombiano con colillas y frutas en el suelo, donde una orquesta toca alegremente. Una pareja baila de forma animada en el centro del óleo, grácil y elegante, pese a sus corpulentos cuerpos. Sin embargo, los músicos parecen inexpresivos. En cierta medida, inquietantes. Sus instrumentos son igual de rechonchos y no tienen cuerdas… Quién sabe, quizás querría que le recordásemos de esta forma. Bailando, riéndonos de esta broma pesada que llamamos vida. "El artista presenta a través de su obra un mundo más bello, más amable, que hace más tolerable los avatares de la existencia", llegó a reconocer en vida. En cualquier caso, nosotros le recordaremos para siempre.