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Edición limitada

Eugenio Recuenco

o la construcción de la memoria

Por Pilar Gómez Rodríguez FOTOGRAFÍA Y VíDEO: Juanjo del Río, Fran Calderón

Que lo retratado haya existido, que lo que haya delante del objetivo sea verdad y lo sepan quienes posteriormente se acerquen a mirar esa imagen desde un futuro más o menos cercano. Ese momento, ese segundo, es lo que retrata Eugenio Recuenco en sus instantáneas. El Confidencial, junto con HONOR, inaugura Edición Limitada, un espacio en el que hablamos con grandes personalidades sobre su trabajo y de aquellos objetos preciados de los que no se desprenden en su día a día.

Al trabajo de Eugenio Recuenco (Madrid, 1968) a menudo le acompañan adjetivos como cinematográfico, escenográfico, pictórico… y todo lo que se quiera, siempre que exista “un instante que toque la realidad, eso es lo que separa la fotografía de la inteligencia artificial; que la fotografía en algún momento, sea como sea lo retratado, haya existido”, afirma este creador de imágenes. Así es como se define. Eso es lo que más le interesa. Eso “y poder aportar siempre algo creativo al mundo visual”. En esa faceta de creación de imágenes ha hecho de todo: publicidad, audiovisuales, instalaciones fotográficas y hasta puesta en escena de ópera, “una de las cosas más extrañas que me ha tocado hacer”.

Nos encontramos en su estudio, ubicado al norte de Madrid. Allí Recuenco nos explica cómo llegó a esta disciplina “un poco por casualidad”, después de estudiar Bellas Artes y cómo desde un primer momento se enfocó en el mundo de la moda. Corrían los años 90 y “había una explosión en el país tanto de diseñadores como de fotógrafos como Javier Vallhonrat, Ferrater, Outumuro y muchos más, que eran un referente técnico, pero sobre todo de creatividad, de modo que fue allí donde puse el punto de mira”.

Eugenio sentado

"Los tres ingredientes indispensables que tiene que tener una buena imagen son: emoción, realidad y composición"

Transcurridas más de tres décadas, Recuenco echa la vista atrás y valora: “La moda ha sido muy importante. La he trabajado mucho y ella me ha dado muchísimo. Ella me ha educado en una estética, en una creatividad determinada. A mi fotografía le ha dado sofisticación, elegancia, la búsqueda de cierto tipo de belleza y —más antes que ahora— la creación de mundos paralelos que, aunque no fueran a hacer de este un mundo mejor, si lo hacían más bello. Es complicado también —prosigue— el mundo de la moda. Ahora que he dado el paso más a una fotografía de autor, es un apellido que cuesta quitárselo de encima, como si no tuviese valor… Y ahí están Helmut Newton, Tim Walker y tantos otros de los grandes, cuyas fotos son arte, que empezaron en la moda y nunca la han abandonado. En todo caso, yo la siento en mis proyectos más personales como algo que suma: lo que he aprendido con la moda y gracias a ella me lo llevo conmigo”.

¿Qué más cosas lleva consigo Eugenio Recuenco? En su trabajo, en su día a día…

En sus fotografías, por ejemplo, sí parecen repetirse algunos elementos “comodines que, teniéndolos cerca, sé que me van a salvar una fotografía. Me acuerdo de unas cortinas azules con una textura maravillosa y un color maravilloso que salen en infinidad de fotografías porque, o bien tomando una presencia importante o bien como residuo de color, te hacen respirar las fotografías. También me da seguridad tener sitios donde las modelos se sienten. Tengo un par de sofás que me ayudan en muchas situaciones. Me cuesta fotografiar, empezar a dirigir todo el cuerpo a alguien que está de pie. Yo prefiero buscar primero lo que dan los ojos, la sonrisa, los gestos y luego ir añadiendo el cuerpo. Todo a la vez es inabarcable para mí. Me gusta empezar a trabajar hablándole desde inicio, en maquillaje y seguir esa conversación sobre qué es lo que buscas, la historia que quieres plantear desde una posición más cómoda y más receptiva para los modelos. A partir de ahí, el personaje ya tiene su vida propia”.

Tiempo

encarnado

En un plano más personal, Recuenco también cuenta con objetos poderosos de esos que, más que salvarte, lo que hacen es impedir que te caigas o te pierdas. Objetos exclusivos que te anclan y te dicen dónde estás y quién eres, que te susurran al oído viejas historias de un tiempo pasado y rebelde, pues quiere seguir siendo presente. “Esta es una de las cosas de las que no me quito. Es una moto idéntica a una que tuvo mi padre y que yo conocí solamente por fotografía”. Hablamos de una Moto Guzzi 65 del año 57, que primero estaba cerca de la puerta del estudio y que tuvieron que cambiar de sitio porque atraía al personal como un imán: la gente se colaba para preguntar…

Como a la fotografía, también a esa moto llegó Eugenio Recuenco por casualidad, por destino... “Estábamos dando una vuelta en moto por unos pueblos alrededor de Madrid y paramos en un bar. Cuando nos vio el dueño con los cascos nos dijo que tenía unas antiguas ahí en un establo y descubrí que tenía una Guzzi idéntica a la que yo conocía de la de la fotografía de mi padre. La restauré para que fuera lo más original posible, la mandamos a pintar…. Es algo de lo que no me despido. Al final es algo que está en la emoción de la memoria y la emoción de la memoria construida a partir de una fotografía de un momento que yo no he conocido, pero que hace la conexión entre la moto, mi padre, la fotografía, su historia y mi propia historia”.

“Es una moto idéntica a una que tuvo mi padre y que yo conocí solamente por fotografía”

Tiempo encarnado

Es la bisagra, el momento que no es, pero que fue, que existió y fue verdad. Lo sabemos porque hay testigos, hay objetos como aquella foto antigua y esta moto que a Recuenco le sirve “como anclaje de qué cerca está esto en el tiempo y qué lejos de la forma de vivir”. ¿Una moto de hace 67 años conservada como fetiche? Y una de 30 para moverse en el día a día.

“Para mí ambos son objetos imprescindibles. Las satisfacciones y la magia están en cosas como estas, cosas que no son ni las últimas ni las más novedosas ni las más caras, pero guardan la memoria. Objetos que están hechos sin pensar que se tenían que estropear, es decir, de la mejor manera posible. Yo creo que ha habido una época o había una época antes en la que se hacían las cosas con honestidad y entonces, igual que yo hago las fotos intentando que sean las mejores fotos posibles, se hacía en cualquier campo: la mejor moto o el mejor frigorífico que se podía ofrecer. Yo creo que ahí ha cambiado mucho el mundo. No es que las cosas no duran como antes, es que no se pensaba que tenían que no durar”.

Tiempo

Incrustado

Para alguien que se hubiera perdido este discurso puede resultar paradójico que entre los últimos proyectos de Eugenio Recuenco existan dos monumentales, que tienen en el largo plazo, en la construcción y reconstrucción de la memoria, su razón de ser. Uno es 365. Duración, ocho años. Expuesto hasta ahora en Vitoria, Shanghai, Madrid, Berlín y Bangkok. Narrativamente, se trata de trazar un itinerario por el siglo XX y lo que llevamos de XXI desde una lógica que intercala momentos históricos y asuntos personales, pero tan personales como para hacer aparecer en una de ellas, cerrando el círculo, al padre de Recuenco.

El otro proyecto monumental en el que el fotógrafo se halla inmerso es en su propia versión de las 1001 noches. Hablamos de “monumentalidad, no por grande o más difícil, sino porque el tiempo interviene, hace madurar el proyecto. Eso me lo ha enseñado 365, que varía de las primeras fotografías e intenciones que tenía a las últimas. Yo creo que eso es bonito. He podido contar cosas que han ocurrido en estos ocho años como es la inclusión de la fotografía con el móvil, la llegada de Trump, la situación de las mujeres, la economía… En 1001 noches quiero que pase un poco lo mismo, que el tiempo sume”.

“Había una época antes en la que se hacían las cosas con honestidad”

En todo caso, sea cual sea el tamaño del proyecto, lo que no cambia son los elementos que ha de reunir una buena foto. Son tres y tres han de ser. Recuenco describe así estos tres ingredientes indispensables en una buena imagen: “Tiene que tener emoción, si no, no transmite nada. Y formar parte de un instante que toque la realidad, eso es lo separa a la fotografía de la creación de imágenes por inteligencia artificial: que la fotografía, en algún momento y sea como sea lo retratado, haya existido. Eso lo diferencia de todas las demás artes. Y por último la composición, cierto acercamiento a la belleza. Esto no quiere decir que sea algo ‘bonito’ en el sentido tradicional, no, sino que tenga unas reglas de composición para que la imagen se acerque a la belleza y el mensaje se haga más claro hasta conseguir que la composición sea memorable, que se quede en la mente”.

El Tiempo

en las manos

Eugenio

Si eres fotógrafo el tiempo pasa por tus manos de una manera muy gráfica, muy física, a través de las cámaras que has usado y que han formado parte de ti hasta llegar a ser parte de ti. El primer recuerdo de Eugenio Recuenco donde aparece una cámara también tiene a su padre como protagonista: “Me iba a una excursión del colegio y me llevé una vieja Kodak de negativo, que tenía mi padre”.

A partir de ese momento, se puede hacer un itinerario biográfico, laboral y sentimental de Recuenco a través de sus cámaras. “Yo he pasado desde la Kodak hasta, en analógico, una Nikon de 35 mm, la F3 —me acuerdo, bueno, me acuerdo y la sigo usando— y todavía en analógico la Pentax 67, que como objeto es la que más me gusta, es de medio formato y aquí está con respaldo Polaroid. Luego en digital he utilizado Canon y cámaras pequeñitas… Ahora utilizo más una Hasselblad de medio formato, pero que ya se está quedando un poco de reliquia, pero también he disparado con teléfonos Honor, con los que además he hecho varias campañas: una de foto, una de vídeo… Lo uso habitualmente para localizaciones, para tener referencias de lo que quiero, incluso hago pruebas de tipo de plano que vamos a hacer luego en el rodaje con la cámara… Al final lo importante es saber qué quieres contar, porque algunas veces el teléfono te permite mucha más maniobrabilidad, sobre todo para rodar, que una cámara profesional. Yo pienso que la idea está por encima de la técnica o la cámara que utilizas: al final lo importante es qué vas a poner delante del objetivo”.

Precisamente las labores que realiza un fotógrafo casan con la voluntad que Honor ha puesto en el Honor Magic Vs, un móvil plegable de cuerpo fino y ligero, con 12,9 milímetros de grosor y unas bisagras sin engranajes que nos llevan a una pantalla externa ligeramente curvada de 6,45 pulgadas, 1.070 millones de colores y una relación de aspecto de 21:9. Por otro lado, cuenta con una batería de 5.000 mAh que proporciona carga suficiente para un día entero.

“Son las circunstancias las que deciden cuál es la cámara que tienes que utilizar”

El punto álgido de Recuenco trabajando con su teléfono llegó con Kaleidoscope, un corto de ocho minutos grabado íntegramente con su Honor Magic4 Pro. "Utilizamos tres móviles simultáneamente. Podíamos haber usado uno solo, pero así íbamos más rápido, sin tener que cambiar los accesorios con cada cambio de toma", recuerda. En un momento así, los posibles conflictos del cineasta fueron tan mundanos como los de cualquier otra persona que tenga un smartphone, ya que "alguna vez se cayeron al suelo", pero "siguieron funcionando sin problemas. Incluso alguno acabó mojándose en la piscina y sobrevivió". En cualquier caso, sea cual sea el método de grabación, este estará siempre al servicio de una buena historia: "Gracias a esta tecnología he creado una pieza formalmente bella para hablar sobre la belleza. En este proyecto audiovisual me interesaba más mostrar que narrar. Cada escena se muestra desde dos puntos de vista con la pantalla partida en dos. Es una composición visual poco frecuente, pero muy rica desde el punto de vista creativo", asegura.

De modo que Recuenco dispara ahora con todo lo que tiene alrededor porque “lo que manda es el proyecto. La cámara es una herramienta. Los fotógrafos tenemos mucho cariño a algunas cámaras, pero no te puedes diluir en los detalles o en las emociones. Yo empecé con la analógica, ahora disparo analógico y digital, pero son las circunstancias las que deciden cuál es la cámara que tienes que utilizar. No creo en un estilo por encima de la idea, sino que es el concepto el que tiene que mandar. Tu estilo no puede estar por encima de la idea y cada idea, cada concepto tiene su cámara”.

Y no menos importante, saber “adecuar el medio al que vas: para qué vas a llevar una cámara de cine si el producto final donde va a estar en un ordenador o en un propio teléfono. Muchas veces nos volvemos locos en conseguir cosas o perdemos el tiempo en una técnica innecesaria que ralentiza, que te corta la libertad”.

Aquí un fotógrafo con mucho mundo, objetivos claros y pocos prejuicios a la hora de ir a por ellos: “Se trata de no ser prejuicioso y ser juicioso. Ya hemos pasado la época en la que un fotógrafo es alguien porque sabe hacer una foto o porque sabe hacer una foto muy bien o porque sabe hacer una foto diferente. Eso ya lo puedo hacer cualquiera, es fácil. Lo importante es alguien que sepa trabajar la imagen y que sepa hacer algo interesante para el cliente, que visualmente esté bien… Los medios es lo de menos. Es decir, si el consumidor va a ver una película en este teléfono, y está bien hecha con un teléfono, él no sabe, o no le puede otorgar valor a esa película, porque está hecha con una cámara que no ve: lo importante es la película y no la cámara”.

¿Qué le queda por hacer a este creador de imágenes? Un par de cosas, al menos. Aunque ha rodado un cortometraje, le interesaba un largo, “no tanto para ser director como para trabajar el lenguaje cinematográfico y experimentar el medio”. Y, en la misma línea, “una serie de televisión, un proyecto de tiempo, de madurar, de crear un lenguaje propio, un universo propio y además con cierto humor, pero con inteligencia”.