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'Un propietario más, un comunista menos': la vivienda franquista o cómo hundir el alquiler de nuevo
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HISTORIA

'Un propietario más, un comunista menos': la vivienda franquista o cómo hundir el alquiler de nuevo

La cuestión de la vivienda en propiedad o la vivienda en alquiler. Las burbujas. Todo tiene su historia y su origen

Foto: Chabolas en Jaime el Conquistador, Madrid, 1956. (Juan Miguel Pando Barrero/Archivo Pando/IPCE/Ministerio de Cultura y Deporte)
Chabolas en Jaime el Conquistador, Madrid, 1956. (Juan Miguel Pando Barrero/Archivo Pando/IPCE/Ministerio de Cultura y Deporte)

"El pueblo trabajador que abandonaba el campo sin llevar otra cosa en la pupila que un enjambre de nostalgias y en el alma un puñado de sacrificios, no cambiaban de domicilio por lo bien que se vive en la ciudad, sino por lo mal que se vive en los pueblos". El arquitecto y falangista José Luis Arrese, desgranaba en su discurso de entrada en la Real Academia de Bellas Artes en 1968 las claves de la política de vivienda del franquismo, cuyo impacto se extiende inevitablemente como una alargada sombra hasta hoy: ¿Limitación del precio del alquiler? ¿Vivienda pública? ¿Vivienda protegida? La pregunta del millón: ¿Nuestros padres vivían mejor entonces que nosotros hoy porque no tenían que endeudarse durante 40 años? La cuestión de la vivienda en propiedad o la vivienda en alquiler. Las burbujas. Todo tiene su historia.

Aunque el régimen vivía por esas fechas ya inmerso en los planes de Desarrollo y bajo la batuta de los tecnócratas del Opus Dei, Arrese se dirigía a los académicos con una inconfundible retórica joseantoniana de carácter social para explicar la migración masiva del campo a la ciudad a partir del final de la guerra, en 1939 y que había dado lugar a la intensa intervención en materia de vivienda. No había casi ni comenzado la brutal represión contra media España cuando los propios falangistas se pusieron a construir viviendas con una serie de planes que acabarían afianzándose décadas después, coincidiendo casi con la muerte de Franco y con la consolidación de la clase media: el momento en el que los pisos se pagaban con una hipoteca a tipos de interés más altos pero en muchos menos años que ahora. ¿El milagro de los peces y los panes?

placeholder Asentamiento chabolista, probablemente en la zona de Legazpi, en 1956. (Juan Miguel Pando Barrero/Archivo Pando/IPCE/Ministerio de Cultura y Deporte)
Asentamiento chabolista, probablemente en la zona de Legazpi, en 1956. (Juan Miguel Pando Barrero/Archivo Pando/IPCE/Ministerio de Cultura y Deporte)

Existían muchos factores entonces a tener en cuenta pero había también un modelo de éxito social para la vivienda en propiedad, que se prolongó en el tiempo, según explicó Fernando Caballero Mendizábal en El Confidencial: "Durante décadas el PSOE recogió el testigo falangista y apostó por el 'país de propietarios y no de proletarios', enarbolando el modelo de la VPO". VPO, es decir, la Vivienda de Protección Oficial, figura que se creó en 1954: obligar a los promotores privados a incluir una oferta de vivienda a un precio menor del mercado, que subvencionaba el Estado, en cumplimiento estricto de unas normas de edificación y que impulsó sobre todo precisamente el arquitecto José Luis Arrese cuando fue ministro de Vivienda entre 1959 y 1962. Capitalizar a las clases medias emergentes.

Es imposible entender cómo ha sido el mercado inmobiliario español sin echar la vista atrás

No se trataba de vivienda pública, que también se promovió incesantemente en el primer franquismo alrededor de una ambiciosa obra social del Instituto Nacional de la Vivienda y los patronatos de funcionarios, de la Obra Sindical del Hogar y Regiones Devastadas, sino de la bonificación del Estado a la iniciativa privada. Se fomentaba la propiedad y se castigaba la especulación.

La VPO acabó por cambiar de alguna forma el dirigismo estatal puro falangista, aunque las normas de edificación y el espíritu ordenador del hogar siguieran partiendo del ministerio de la Vivienda, que al principio distinguía entre las que eran para la clase obrera y las que eran para clase media y que después se unificaron. Es imposible entender cómo ha sido el mercado inmobiliario español sin echar un poco la vista atrás.

Fue la época en la que los arquitectos del régimen como Arrese definieron además las nuevas necesidades de los hogares en las ciudades, alejándose del modelo decimonónico de la burguesía, que criticaban como obsoleto: "Las mejores habitaciones del hogar decimonónico, abiertas al exterior por medio de balcones que no se utilizan para estar en contacto con el aire, eran la sala y el comedor. Una sala hecha para recibir los viernes y permanecer el resto de la semana con sus muebles en fundas y sus cortinones echados para preservarla del sol; y un comedor que aunque en el mejor de los casos, se utilizara dos medias horas al día, ocupaba también uno de los mejores sitios porque en ellos atendían de vez en cuando al invitado de fuera y se exhibía ante él la comida y la vajilla los días de fiesta".

placeholder Obreros colocando bloques de hormigón en 1958. (J. Miguel Pando Barrero/ Archivo Pando/IPCE/Ministerio de Cultura y Deporte)
Obreros colocando bloques de hormigón en 1958. (J. Miguel Pando Barrero/ Archivo Pando/IPCE/Ministerio de Cultura y Deporte)

Más aún, Arrese achacaba la afluencia de los cabezas de familia a los casinos y a los cafés, a una necesidad de esparcirse fuera del hogar familiar al carecer este de un espacio apropiado para relajarse: ese salón que se abre solo para las visitas. Puede parecer un detalle anecdótico, pero las ideas de Falange al frente de la ordenación de la vivienda no eran inocuas: tenían un propósito social, olvidado en parte por el propio desarrollo del régimen. Murieron en parte de éxito.

De hecho, en su Plan de Urgencia Social de 1957, aprobado un año después, Arrese definía que los pisos tenían que contar con un mínimo de seis piezas: "Vestíbulo-comedor-estar, tres dormitorios, cuarto de baño y cocina, desaparición de los patios cerrados o de vecindad, que todas y cada una de las piezas habitables tuvieran luz directa a las zonas exteriores y que se fomentaran las terrazas, una de espacio ajardinado y otra destinada al fregadero y al lavado y tendido de la ropa". Para entonces todo era comprar, porque la oferta de alquiler era totalmente inexistente.

Lo que había ocurrido es que en cuestión de dos décadas, siguiendo las directrices de una máxima atribuida a Franco: "Un propietario más, un comunista menos", España se había convertido, de forma atípica, en un país netamente de propietarios, a diferencia del resto de Europa. Continuaría después. No en vano, desde el mismo comienzo de la dictadura se habían congelado las rentas de los alquileres, arruinando a los caseros propietarios, destruyendo la oferta de alquiler, degradando las fincas urbanas y disparando la propiedad, que era un objetivo falangista.

placeholder José Luis Arrese, ministro de la Vivienda, en 1957. (J. M. P. /Archivo Pando/IPCE/Ministerio de Cultura y Deporte)
José Luis Arrese, ministro de la Vivienda, en 1957. (J. M. P. /Archivo Pando/IPCE/Ministerio de Cultura y Deporte)

Datos: en 1950, la propiedad urbana rondaba el 20%, en 1960 se había duplicado al 43%, en 1970 alcanzó el 70%, el más alto de Europa entonces y en 2001 era del 80% según explica José María Ochotorena en Del pisito a la burbuja inmobiliaria. La herencia cultural falangista de la vivienda en propiedad, 1939-1959. Las políticas de vivienda del régimen impulsadas por los falangistas y muy especialmente a partir de mediados de los 50 estaban destinadas, entendido como puntal ideológico para las familias a considerar el piso como ahorro. Se pusieron medios para ello que además tuvieron éxito.

El modelo funcionaba aunque tuviera tintes más capitalistas que josenatonianos y así, en la década de los 80, los socialistas, con la democracia consolidada una vez que el país había enterrado todas las dudas sobre la Transición, insistieron en una de las políticas de vivienda nacidas en las mismas entrañas del franquismo que había moldeado a la sociedad y que ya eran difíciles de cambiar.

La política franquista de vivienda acabó derivando en un modelo que premiaba la dinámica promoción de viviendas

Al mismo tiempo que en 1982 el PSOE había abrazado la VPO falangista, Miguel Boyer, ministro de Economía, deshacía, en cambio, la Ley de Arrendamientos Urbanos franquista de 1964 al anular la prórroga forzosa de los contratos de alquiler, como establecía la norma —que suponía una congelación de la renta— precisamente porque la realidad de la sociedad española es que la vivienda era en propiedad de forma mayoritaria.

Se aprobó en 1985, pero dejando un amplio margen aun de años, puesto que los cónyuges y los hijos de los arrendatarios podían subrogarse en el contrato. Afectó especialmente a los locales comerciales: todavía en los años 2000 y posteriores los periódicos se llenaban de noticias sobre negocios emblemáticos, ya fueran cafés o tiendas de pipas, que cerraban porque había caducado la renta antigua.

La política franquista de vivienda, que en origen tenía una función social, acabó derivando en un modelo que premiaba la dinámica promoción de viviendas, hipoteca, especulación, burbuja y alza de precios y que se reventó en 2008. La VPO, que se había creado precisamente con la intención de que no formara parte de ese juego y de que premiara la capitalización de las rentas de jóvenes fundamentalmente que accedían al mercado laboral, languidece desde hace años. Durante el franquismo se castigó el alquiler, pero existía, en cambio, un músculo para fomentar la propiedad del que ahora se carece. Cualquier dirigismo estatal necesita al menos de unos fundamentos.

"El pueblo trabajador que abandonaba el campo sin llevar otra cosa en la pupila que un enjambre de nostalgias y en el alma un puñado de sacrificios, no cambiaban de domicilio por lo bien que se vive en la ciudad, sino por lo mal que se vive en los pueblos". El arquitecto y falangista José Luis Arrese, desgranaba en su discurso de entrada en la Real Academia de Bellas Artes en 1968 las claves de la política de vivienda del franquismo, cuyo impacto se extiende inevitablemente como una alargada sombra hasta hoy: ¿Limitación del precio del alquiler? ¿Vivienda pública? ¿Vivienda protegida? La pregunta del millón: ¿Nuestros padres vivían mejor entonces que nosotros hoy porque no tenían que endeudarse durante 40 años? La cuestión de la vivienda en propiedad o la vivienda en alquiler. Las burbujas. Todo tiene su historia.

Francisco Franco
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