Es noticia
Los malos molan más
  1. Cultura
TRINCHERA CULTURAL

Los malos molan más

Díaz Ayuso se ha convertido en la villana deseada de Madrid. Frente al buenismo de sonajero, su desparpajo ha conquistado los corazones de la capital

Foto:  La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Juanjo Martín)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Juanjo Martín)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Las personas son cubos de proyecciones. Gastan una palangana muy honda de cosas que las seducen. Algunas de ellas objetivamente buenas. Otras objetivamente malas. Lo mismo da. La historia es dejarse seducir por ese algo más, por ese horizonte de posibilidades que se escapan a la mayoría.

A mí, personal y perversamente, siempre me han atraído más los villanos que los héroes. Superman me ha parecido desde crío un chorravaina y Lex Luthor un tío astuto y dedicado. Un gachó un pelín trastornado, pero capaz de convertir su egomanía en material de apocalipsis. Algo así como el hombre capaz de matar a Dios sobreponiéndose a la mano atada a la espalda de su mortalidad. Y eso me pone. Me motiva en tanto en cuanto lo percibo como más libre. Nihilista cabrón y todo lo que tú quieras, pero puede llevar a término sus deseos, que es lo que no puedo hacer yo el 90% del tiempo (afortunadamente).

Entre tanta abulia mental, Isabel Díaz Ayuso dio carpetazo al aburrimiento

Los malos nos emocionan porque hacen lo que les da la gana. No se rigen por las pamplinas morales de los buenos. Ellos, al turrón. A conquistar el planeta, cometer un genocidio o inventar el fachaleco. Cortan el cordón umbilical con lo correcto, si hace falta, con los dientes. Y lo que nos llega de ellos en la ficción es una parte muy golosa. Imperfecta. Más mezquina. Más humana. Por eso rellenamos los huecos de sus fracasos con los nuestros y hacemos de sus logros victorias personales. Si la cagan, que lo harán, también la hemos jodido todos. Si triunfan, que también lo harán antes de cagarla, da gusto saber que los deseos se hacen realidad. El asunto es la satisfacción.

Sin ponerme yo muy freudiano a estas horas, la enfermedad a la que damos cobijo se llama represión. ¡Y no es malo reprimirse! Sin cortapisas el contrato social se vendría abajo y habría violaciones, asesinatos y heces volando por doquier. A veces sentimos, sin embargo, que la vida ya nos limita suficiente las opciones. Lo melindroso para los flemáticos. Para los que dan la tabarra día y noche sobre lo que hay que hacer. Para los maniqueos que lo ven todo blanco o negro, y se quedan siempre con el blanco.

Es aburridísimo cogérsela con papel de fumar a todas horas. Trayendo el argumento a cosas recientes, aburrieron muchísimo las mascarillas, las persianas bajadas, los encierros (sin toros) y las restricciones. En semejante coyuntura, es cuando entró a pelotear la delantera pichichi madrileña; la chulapa que cortó el cordón umbilical de lo correcto y satisfizo el deseo, por más que fuese un apetito bastante egoísta, incluso cabrón. Entre tanta abulia mental, Isabel Díaz Ayuso dio carpetazo al aburrimiento. Así, de pronto, durante la pandemia, habiendo gran parte perdido el impulso de dejar las cosas en manos de Dios, quien poco caso les hacía, ¿qué menos que dejarlas en manos de Ayuso?

Foto: Isabel Díaz Ayuso. (Sciamarella)
TE PUEDE INTERESAR
Toda España tiene un familiar que ha votado a Ayuso
Alberto Olmos Ilustración: Sciammarella

Lo cierto es que, en Madrid, laten secretos de alma ayusera. La presidenta es el pecado culpable de la capital. Como jartarse a helado de chocolate por la noche. No es muy sano, pero sienta tan bien… Y no, no hay que estar trastornado para votar a Ayuso. De ser así, la Comunidad de Madrid sería un psiquiátrico pulp con más de un millón y medio de tarados. Para votar a Ayuso solo hace falta estar un poco harto. Un poco desganado. Porque la Virgen de Serrano miente sin venderte cuentos. Habla mal, pero habla claro. En eso, hasta la izquierda querría ser como Ayuso, pero no les saldría bien. No es su rollo. Ellos son los buenos. Los mojigatos de sonajero. Los voluntaristas-reprimidos.

Y es que Ayuso ha demostrado que no importa el compromiso con tus votantes, sino el carisma. Ser la brillante centinela del rebaño. Le ha dado matarile a los abuelos, las becas, lo público, lo pobre, con desparpajo marcial, y sube como un volcán de bicarbonato. En la sociedad del espectáculo, saber ser el prota, aunque sea un villano, es más importante para cautivar al electorado que todas las buenas acciones.

A Pedro Sánchez la derecha lo ha pintado como un criminal. Hay quien se ha creído la pantomima, y lo ve con una txapela negra recostado sobre una estelada maquinando la destrucción de España. Otros, menos dramáticos, solo han terminado viéndolo como un pringao. Un pringao gua-perras, para más inri. En cualquier caso, no ha salido muy allá.

Se ha convertido así en una antiheroína. En el Joker de Todd Phillips

A Ayuso la izquierda la ha pintado como un jinete del apocalipsis, pero Madrid no ha ardido. Se ha dicho de ella que era una plasta de Vantablack. La séptima trompeta de la edad oscura que nos devolvería al feudalismo, reactivando el derecho de pernada para los chulapos con más tierras. Se ha convertido así en una antiheroína. En el Joker de Todd Phillips. Un personaje de corte desagradable, de cuestionable brújula moral, al que todos acaban rindiendo simpatía. Por su valor, por su desparpajo, por ese charme medio pijilerdi, de lista haciéndose la sueca, que entusiasma como la prota de una sitcom.

No lo olvidemos, Madrid no es una ciudad fácil. Es competitiva y orgullosa. Desgana su aporofobia, su gentrificación y el hecho de que cada día se parezca más a un set de cine para guiris y gañanes de cartera gorda. Pero también es un crisol de oportunidades. Una urbe con un espacio vital tremendo que te acoge en su idiosincrasia a toda velocidad. Si juntas ambas cosas te sale una ciudad muy teatrera y solo una buena actriz, una vedette emperifollada, es capaz de cautivarla. Gracias a la purpurina y la bandera, Ayuso encandila. Unifica una comunidad de inmigrantes nacionales, precisamente, a través de la nación que todos tienen grabada en el DNI, y del Gran Madrid, que habrá de recibirlos en su seno como la loba de Roma. Oh, y no nos olvidemos, detrás de todo gran villano hay un gran asesor. En este caso, especial mención a Miguel Ángel Rodríguez, que aunque pueda parecer el Mini-Yo de la Dr. Maligna en esta peli, cabe pensar que sea más bien al contrario.

*Si no ves correctamente el módulo de suscripción, haz clic aquí

Muchas veces, pienso que no somos más que pagafantas del sistema. Yogurines mal financiados que creen tener el toro pillado por los cuernos con un voto que, finalmente, cambia menos nuestra vida de lo que deseamos. Tal vez nos haga algo más miserables. Un poco más orgullosos, si hay suerte. Al tomar conciencia de ello, nos dejamos llevar por decisiones políticas que no tienen nada que ver con la política. Castigamos a los nuestros desplazando el poder a los contrarios. Nos dejamos poseer por el sentimentalismo. Ya no miramos por lo que nos conviene, sino por lo que nos mola. E incluso si no nos mola, vale más la mala leche que el compromiso. Y en esa venganza es donde los villanos están más cómodos.

Ayuso ha conquistado Madrid de calle. En pocos años, veremos si su famosa cita: "Madrid es España dentro de España. ¿Qué es Madrid si no es España?", se hace realidad, pero al revés. Quizás antes de lo que pensamos, diremos ¿qué es España, sino Madrid?, y tengamos a la presicienta de una comunidad, siendo la presicienta de un país.

Las personas son cubos de proyecciones. Gastan una palangana muy honda de cosas que las seducen. Algunas de ellas objetivamente buenas. Otras objetivamente malas. Lo mismo da. La historia es dejarse seducir por ese algo más, por ese horizonte de posibilidades que se escapan a la mayoría.

Isabel Díaz Ayuso Trinchera Cultural Partido Popular (PP)
El redactor recomienda