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'Fubar': Arnold Schwarzenegger pierde la última gran batalla contra Sylvester Stallone
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'Fubar': Arnold Schwarzenegger pierde la última gran batalla contra Sylvester Stallone

La nueva serie del popular actor es un aburrido disparate ultraconservador e inverosímil

Foto: Arnold Schwarzenegger en la serie 'Fubar', de Netflix.
Arnold Schwarzenegger en la serie 'Fubar', de Netflix.

Vino a decir hace tiempo Arnold Schwarzenegger en una entrevista con Jimmy Kimmel que su rivalidad con Sylvester Stallone en los años 80 y 90 no fue precisamente una broma, un simple truco de márketing parecido al que beneficiaba por las mismas fechas y simultáneamente a Blur y Oasis, cuando desde las revistas se vendía que se odiaban. No, Schwarzenegger y Stallone realmente se odiaban, realmente querían machacar al otro en la taquilla y, sin duda, hacían todo lo posible para conseguir, no sólo el propio éxito, sino también el fracaso del musculitos de la mansión de enfrente.

Arnold desvelaba en la entrevista los pormenores de este duelo vigoréxico. Sus películas tenían que utilizar armas más grandes, mostrar explosiones más increíbles y, desde luego, matar a más gente que Stallone en su último estreno. El "body count" era importante. Si Stallone mataba a treinta y ocho malos, Schwarzenegger pedía al guionista matar a cincuenta.“Y matarlos de manera más creativa”, apunta el actor. También era importante “quién tenía los músculos más definidos”.

Los que éramos adolescentes en esos años recordamos perfectamente esta rivalidad, aunque no leyéramos la prensa ni tuviéramos conciencia del gran negocio que es el cine. Stallone era famoso desde Rocky (1976), y Rambo a Rambo parecía el hombre que todos queríamos ser, antes de que el feminismo nos convenciera de que era mejor parecerse a Thimotheé Chalamet. Schwarzenegger empezó a amenazar el trono del modelo masculino mundial con Conan (1982), pero no fue hasta Terminator (1984) que su cine empezó a merodear cierta calidad. Mientras, Stallone filmaba la película más fascista de la historia, Cobra (1986), y Schwarzenegger varias películas espantosas incluso para ser fascistas: Comando (1985) o Ejecutor (1986).

El giro de la competencia entre los dos actores tuvo lugar a principios de los noventa. De pronto, el héroe masculino debía tener humor, como proponía pioneramente Mel Gibson en la saga de Arma letal (1987). Arnold rodó Mentiras arriesgadas (1994) y hasta el propio Terminator II (1991) resultaba simpático. Había que matar a mucha gente, pero con algo de gracia, con chistes, como si no fuera para tanto. Ya no estaba de moda el protagonista durísimo e impasible (el cine de Reagan, en definitiva), sino el que sonreía entre disparo y disparo.

placeholder El actor Sylvester Stallone. (EFE)
El actor Sylvester Stallone. (EFE)

Stallone probó el humor con Tango y Cash (1989), y luego se le fue la mano con ¡Alto, o mi madre dispara! (1992); pero Schwarzenegger ya molaba más porque había hecho Desafío total (Paul Verhoeven, 1990), obra maestra de la ciencia ficción.

La cosa quedó más o menos en tablas cuando Schwarzenegger se pasó a la política en 2003, dejó el cine salvo para hacer de terminator y, sobre todo, dijo que no iba a volver. Pero luego ha vuelto (I´ll be back) y, como Stallone, ha recalentado su personaje de acción sin mayor consecuencia. En la saga de Los mercenarios (2010) ya eran hasta amigos.

Foto: Arnold, divo de acción Opinión

Sin embargo, Stallone ha acabado pareciendo un hombre de cine, de pronto mucha gente se ha enterado de que sabe escribir guiones, y no malos, y encima está protagonizando una serie sólida y memorable, Tulsa King (SkyShowtime). Hay que suponer que Arnold se levantó una mañana en su cama king size de California y agarró un teléfono: “¡Yo también quiero una serie!”

Y Netflix le hizo una serie. Se llama Fubar, y es malísima.

Fubar

La cosa empieza con mal pie: suena Simpathy for the devil. Sólo hemos oído mil doscientas veces esta canción en otros productos audiovisuales (al final de Fallen, 1998, por decir uno). Y luego es lo de siempre: espías sofisticados, cuartos llenos de ordenadores y teléfonos desde los que se domina el mundo entero y se puede parar un tren Irún-Bilbao dando a un botón, instrucciones precisas para girar a la derecha o a la izquierda, y matanzas en otros países a cargo de la CIA que se nos presentan como simpáticas chiquilladas. Cero gracia.

La serie decide ambientar sus primeras escenas en Amberes, quizá porque Amberes aún no había sido ridiculizado por Hollywood. El personaje de Arnold tiene 65 años y en Amberes nada resulta más fácil que engañar a la policía, a los bomberos y a los joyeros. Son completamente idiotas. Notamos sin embargo que no es el propio Arnold quien protagoniza las escenas de acción, tan inverosímiles como poco imaginativas. Antes de morir de aburrimiento, conocemos a su familia. Su hija es también espía, pero a su padre lo que le interesa es su virginidad. Su padre cree que es virgen a los 28 años, y le pide contraer matrimonio cuanto antes. Esto, entre tiros y persecuciones y asesinatos con música molona de fondo, sí.

placeholder Arnold Schwarzenegger, en la serie 'Fubar'. (Netflix)
Arnold Schwarzenegger, en la serie 'Fubar'. (Netflix)

Básicamente la serie defiende el american way of life siempre y cuando mates a mucha gente por todo el mundo antes de reunirte para cenar y rezar junto a tu familia. Lo peor es que no sabe uno si debe tomarse como parodia el personaje ultraconservador de Schwarzenegger o totalmente en serio. Es probable que el propio actor no lo tenga muy claro.

Así las cosas, el legado del mito del cine de acción que es Arnold Schwarzenegger se hunde un poco más en la vaciedad, mientras que su rival durante décadas consigue en Tulsa king, producto también viril, pero, sobre todo, moral, un cierto testamento narrativo concluyente.

Al final no va a venir un tío desde Austria a decirnos lo que es América.

Vino a decir hace tiempo Arnold Schwarzenegger en una entrevista con Jimmy Kimmel que su rivalidad con Sylvester Stallone en los años 80 y 90 no fue precisamente una broma, un simple truco de márketing parecido al que beneficiaba por las mismas fechas y simultáneamente a Blur y Oasis, cuando desde las revistas se vendía que se odiaban. No, Schwarzenegger y Stallone realmente se odiaban, realmente querían machacar al otro en la taquilla y, sin duda, hacían todo lo posible para conseguir, no sólo el propio éxito, sino también el fracaso del musculitos de la mansión de enfrente.

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