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Toda España tiene un familiar que ha votado a Ayuso
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Mala fama

Toda España tiene un familiar que ha votado a Ayuso

La capital de España se entiende mejor viniendo de fuera: es una ciudad que no regala nada

Foto: Isabel Díaz Ayuso. (Sciamarella)
Isabel Díaz Ayuso. (Sciamarella)
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Después de que se confirmara la mayoría absoluta de Isabel Díaz Ayuso, estuve un buen rato en Twitter viendo cómo insultaban a los madrileños. “Lo de Madrid”, se llamaba la cosa. Cientos de tuiteros “no entendían”, “no comprendían” (“es increíble”) esa victoria de Ayuso en Madrid; o sea, del PP; o sea, de la derecha. En definitiva, del fascismo. “Fascistas”, “fachas”, “imbéciles” o “subnormales” llamaban varios usuarios de Twitter a los madrileños, a la vista de sus votaciones. Esto quiere decir que insultaban a sus propios tíos, primos, padres y amigos. Es bastante probable que toda España tenga un familiar que ha votado a Ayuso.

Para entender el éxito sucesivo de la derecha en Madrid, debemos preguntarnos: ¿qué es Madrid? Pero la respuesta no parece fácil. Entre lo folclórico y lo burocrático, Madrid nos deviene caricatura.

placeholder La emblemática estatua del oso y el madroño en la Puerta del Sol de Madrid. (Freepik)
La emblemática estatua del oso y el madroño en la Puerta del Sol de Madrid. (Freepik)

“No sabéis la suerte que tenéis de haber nacido en Madrid”, les he dicho ya varias veces a mis hijos. Luego les explico que son afortunados por el simple hecho de no tener que venir a Madrid, donde está todo, como tuvo que hacer su padre.

De pronto, por ahí, por ese “venir a Madrid”, empiezo a pensar de otra manera la sociología de la ciudad. Quizá la identidad madrileña está, valga la contradicción, modulada desde fuera, de modo que el famoso carácter madrileño (también en lo político) no es esencialmente madrileño, topográfico, sino migratorio y superviviente.

Foto: Isabel Díaz Ayuso, Alberto Núñez Feijóo y José Luis Martínez-Almeida, en el balcón de Génova. (EFE/Juanjo Martín)
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Porque venir a Madrid es duro. Quien viene, por lo general, no conoce a nadie, carece de contactos, de familiares, de lugar, de consejo siquiera. Tiene que abrirse camino, aprender por las bravas las dinámicas de una gran urbe, competir en desventaja. Nadie le va a echar una mano en Madrid. Con suerte, algunas veces le dirán dónde queda una calle.

Madrid no es una ciudad de acogida

De joven, todo esto puede ser divertido. Hay mucha fiesta, sí, muchos bares y modas accesibles, a las que puedes sumarte y creer que tienes dominado Madrid, y que aquí vives bien y nunca tendrás que volver a casa.

Foto: La Puerta de Alcalá en una imagen de archivo. (EFE/Mariscal)

Es desde los treinta cuando la cosa se complica. Ser pobre en Madrid con veinte años no tiene nada de malo. Ser pobre con más de treinta resulta lacerante. De pronto, mucha gente deja Madrid porque la precariedad pierde color, se pone gris por todas las esquinas. Fue colorida la bohemia, la juerga, el pasote, pero ahora no tiene sentido seguir soñando. Fracasas. Sabes que has fracasado. Te vuelves a Granada, a Zaragoza, a Cáceres.

Lo que hay que entender es que Madrid no es una ciudad de acogida, es una ciudad de competición. Si quieres ser actor, cantante o escritor; si quieres ser ingeniero, abogado o periodista, casi siempre tienes que venirte a Madrid. En autobús, normalmente. Hay miles como tú, en los autobuses que llegan luego. Y hay miles mejores que tú, nacidos en Madrid, de padres ingenieros, abogados o periodistas; de madres con trabajos en la literatura, la música o el cine. Te sacan toda esa ventaja. Vienes a Madrid a que tus sueños sean minuciosamente triturados.

placeholder Rita Maestre, en el mitin de cierre de campañas de las pasadas elecciones. (EFE)
Rita Maestre, en el mitin de cierre de campañas de las pasadas elecciones. (EFE)

Madrid no existe, o no como existe Palencia o el País Vasco. Madrid está conformada en buena parte por la gente que viene a Madrid, por la gente que pelea y por la gente que consigue no ser expulsada.

Leíamos en este mismo periódico un dato: “Uno de cada dos madrileños no ha nacido en la ciudad”. Es decir, uno de cada dos madrileños se ha dejado la piel para seguir viviendo en la capital de España. Esto, vistas las elecciones, puede significar que a Madrid sólo vienen a vivir fachas, en efecto. O puede querer decir que como poco la mitad de la ciudad no sabe de qué le habla la izquierda cuando le pide el voto.

La izquierda en Madrid está tan alejada de la realidad que su propuesta identificativa tiene que ver con playas, plantas, árboles y bicicletas

Todos los miembros de los partidos de izquierda, sobre todo los de los nuevos, nacieron en Madrid, normalmente en la clase media-alta, y tienen la vida resuelta desde la cuna. No entienden, literalmente, que la cosa en Madrid va de poder dar de comer a tus hijos cada día. De comprarse una casa de una vez. De no perder el trabajo y de poder tomar, sí, esas cañas los fines de semana. Punto.

La izquierda en Madrid está tan alejada de la realidad que su propuesta identificativa tiene que ver con el planeta Tierra en las próximas décadas, y con playas, plantas, árboles y bicicletas. Nadie en la calle habla de eso nunca. Nadie amanece en Madrid pensando en el cambio climático. Solo una vida comodísima te permite tener preocupaciones tan dramáticas: el fin del mundo. La gente normal está únicamente a preocupaciones diminutas: cuánto cuesta un café.

Rita Maestre no conoce a nadie que no llegue a fin de mes. Mónica García no conoce a nadie sin terraza. Son todos gente que siempre ha vivido bien en Madrid, y por tanto su idea de mejorar la ciudad consiste en mejorar la vida de los que ya viven bien en ella. ¿Aire más puro? ¿Banderitas aquí y allá? ¿Y si circularan sólo bicicletas por la Gran Vía?

Madrid no es conservadora ni progresista: Madrid es cruel. El carácter de Madrid es que la vida es dura. La vida es adulta

El cambio climático, el feminismo y la sensibilidad trans consiguen votos; pero no consiguen gobiernos, porque la mayoría de la gente no vota para sentirse moralmente superior. Vota para que le bajen los impuestos.

Si el PSOE ha conseguido hacer creer a los madrileños que viven en un paraíso fiscal gracias al PP, ¿por qué no seguir votando al PP?

placeholder Manuela Carmena, en la época en la que fue alcaldesa de Madrid. (EFE)
Manuela Carmena, en la época en la que fue alcaldesa de Madrid. (EFE)

Cuando el candidato de Podemos promete una playa (sic) en cada barrio, ¿cree realmente que la gente de los barrios quiere una playa? ¿Cree de verdad que alguien le va a votar después de eso e ir luego a una tienda a comprar la tumbona?

Madrid no es conservadora ni progresista: Madrid es cruel. A fin de cuentas, se volvió mágicamente de izquierdas con Manuela Carmena y cayó de nuevo en el fascismo cuatro años después. Madrid no tiene un carácter envasado al vacío y enterrado debajo de la estatua del oso y el madroño. El carácter de Madrid es que la vida es dura. La vida es adulta. Y la izquierda de Madrid lleva todo el siglo en la adolescencia.

Después de que se confirmara la mayoría absoluta de Isabel Díaz Ayuso, estuve un buen rato en Twitter viendo cómo insultaban a los madrileños. “Lo de Madrid”, se llamaba la cosa. Cientos de tuiteros “no entendían”, “no comprendían” (“es increíble”) esa victoria de Ayuso en Madrid; o sea, del PP; o sea, de la derecha. En definitiva, del fascismo. “Fascistas”, “fachas”, “imbéciles” o “subnormales” llamaban varios usuarios de Twitter a los madrileños, a la vista de sus votaciones. Esto quiere decir que insultaban a sus propios tíos, primos, padres y amigos. Es bastante probable que toda España tenga un familiar que ha votado a Ayuso.

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