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'Cerrar los ojos': el mítico Víctor Erice vuelve a Cannes con una película sobre la memoria y el paso del tiempo
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76 EDICIÓN DEL FESTIVAL DE CANNES

'Cerrar los ojos': el mítico Víctor Erice vuelve a Cannes con una película sobre la memoria y el paso del tiempo

Más de treinta años después de 'El sol del membrillo', el director vasco estrena fuera de concurso en Cannes su último largometraje, protagonizado por Manolo Solo como una especie de álter ego

Foto: José Coronado es Julio Arenas, el actor desaparecido de 'Cerrar los ojos'. (Festival de Cannes)
José Coronado es Julio Arenas, el actor desaparecido de 'Cerrar los ojos'. (Festival de Cannes)

"Saber envejecer, that's the question", resume uno de los personajes de Cerrar los ojos. Y en esta frase, estará la clave de todo.

Víctor Erice vuelve a Cannes y, sobre todo, vuelve en Cannes. El cineasta más esquivo del cine español regresa al largometraje más de treinta años después de El sol del membrillo, ganadora del Premio del Jurado de Cannes en 1992. Director de directores, teólogo de la imagen, Erice ha cultivado en su escueta filmografía un halo de misterio y genialidad al estilo Malick: pocas y contadas entrevistas y proyectos muy elegidos. Erice cambió las bases del cine español con sólo tres películas en medio siglo de carrera. Lo hizo con El espíritu de la colmena (1973), Concha de Oro en San Sebastián, una película que transformó la manera en la que España miraba su propia historia.

Lo hizo con El sur (1983), espacio mítico de la cinematografía española, mutilado -cuenta la leyenda- de una segunda parte que no se llegó a rodar por problemas financieros. Y lo hizo con El sol del membrillo (1992), la confluencia de dos procesos creativos -el de Erice y el del pintor Antonio López- minuciosos, pausados, con un tiempo propio. Tanto El sur como El sol del membrillo compitieron en su momento por la Palma de Oro y auparon al director vasco al estatus de punta de lanza del cine de autor. Desde entonces, Erice se ha refugiado en sus cortos, sus videoinstalaciones, incluso en ensayos, como el que publicó sobre Oteiza en 2019.

Erice se ha tomado su tiempo para volver a enfrentarse a la cámara y al público. La última ocasión había sido en 2012, con un segmento del documental Centro histórico, en el que, junto a Pedro Costa, Manoel de Oliveira y Aki Kaurismaki -que compite en la Sección Oficial de este Cannes con Fallen Leaves- retrataron la ciudad de Guimaraes, al norte de Portugal. Ahí, partiendo de una foto centenaria de los trabajadores de la Fábrica de Hilados y Tejidos del Río Vizela, Erice rescató la memoria del obrerismo escondido en las ruinas abandonadas de la mole industrial. Y ahora, once años después, retorna en medio una expectación inevitable con Cerrar los ojos, una película entre el drama y el noir que se acaba de presentar en el Festival de Cannes, en una proyección fuera de competición en la sección Cannes Prémiere.

Frente a los fotógrafos apiñados junto al puerto de Cannes ha posado el equipo de la película, pero no el director. José Coronado, que interpreta a Julio Arenas, un actor muy conocido que, un día sin previo aviso, desaparece de la faz de la tierra. Manolo Solo, Miguel Garay, Mike, un director de cine que, muchos años después, vive en una caravana junto a la playa en Almería, y que, atormentado por la desaparición de su amigo, decide salir a buscarlo. María León es una trabajadora social de una residencia de ancianos gestionada por unas monjas, que juega un papel clave en la investigación de Mike. Y en Cerrar los ojos, Erice se ha reencontrado también con Ana Torrent, justo medio siglo después de que una Torrent de siete años protagonizase una de las secuencias más icónicas del cine español: la niña Ana mirando embelesada la pantalla de cine, en la que proyectan El doctor Frankenstein, de James Whale.

placeholder Helena Miquel, Jose Coronado, Ana Torrent, Manolo Solo y Maria Leon posan en Cannes por 'Cerrar los ojos'. (Efe/ Mohammed Badra)
Helena Miquel, Jose Coronado, Ana Torrent, Manolo Solo y Maria Leon posan en Cannes por 'Cerrar los ojos'. (Efe/ Mohammed Badra)

Es difícil imaginarse la vulnerabilidad de un cineasta que vuelve a enfrentarse al público y la crítica tanto tiempo después, en Cannes y con unas expectativas atemorizantes. Sobre todo para un cineasta tan meticuloso y entregado como Erice. Un hombre que concibe el cine como un oficio artesano y que ha vivido al margen de la industria. "En mi trato con la industria nunca hubo de por medio una cuestión de fe. Así que no puedo decir que la haya perdido. En cualquier caso, casi todas mis películas, especialmente las últimas, han sido más artesanales que industriales", admitió en una entrevista con El Cultural en 2019, en la que recordó el dolor que supuso para él no poder sacar adelante el proyecto de El embrujo de Shanghai, que al final acabó escribiendo y dirigiendo Fernando Trueba. "No hacer La promesa de Shanghai supuso para mí una frustración muy grande. Trabajé en el proyecto durante tres años. Una lástima porque tenía entre manos uno de los mejores guiones que he escrito en mi vida. Los personajes de la novela de Juan Marsé eran todos extraordinarios. Pudo ser mi película más popular...".

Como Erice, el protagonista de Cerrar los ojos no pudo acabar su película ambientada en Shanghai. Como Erice, los personajes de su película divagan una y otra vez sobre una arcadia perdida en la que el celuloide, la moviola, la mirada, diseñaban un mundo más amable, más cálido, que ahora ha sido sustituido por la frialdad de las máquinas y del dinero. Como Erice, sus personajes sienten que ya no pertenecen a este mundo. Reflexionan sobre las cosas inacabadas, los amores imposibles, las cosas que no pudieron ser. Y lo fundamental que es el cine, las imágenes como cápsulas de tiempo, como dispositivos que encierran los fantasmas, en la vida del director, que siente también el peso que adquiere su última película.

Esa relación eremítica al margen de todo la comparte con el protagonista de Cerrar los ojos, Miguel (Manolo Solo), que vive con lo justo en una casa fabricada por él mismo, mitad caravana mitad tenderete, junto a la costa almeriense. Con la compañía de su perro, de sus vecinos -una pareja joven, a punto de tener un hijo-, Miguel ha dejado atrás su pasado como director de cine. Pero le sigue atormentando la desaparición de Julio y pasa las horas pensando y escribiendo sobre su desaparición. Un día decide acudir como invitado a un programa de televisión para contar la historia de Julio y recuperar, a la vez que su memoria, la posibilidad de volverlo a encontrar, aunque la Policía en su momento determinase que había muerto. A raíz de su aparición en el programa se pone en contacto con él una trabajadora social de una residencia de ancianos, que tiene la pista clave para la investigación de Miguel.

placeholder El equipo de 'Cerrar los ojos'. (Gonzalo Fuentes)
El equipo de 'Cerrar los ojos'. (Gonzalo Fuentes)

Cerrar los ojos es una película en la que los personajes hablan, hablan mucho, y recuerdan sus tiempos de juventud. Una película en la que contrasta la fotografía cálida del con la que Erice rueda los personajes anhelantes y la frialdad de los espacios modernos. Comienza con una secuencia de cine dentro del cine, rodada en 16mm, en la que asistimos a las últimas imágenes de Julio antes de desaparecer. Pero la historia es lo de menos, porque vemos al propio Erice en cada una de las palabras de su protagonista. Hay algo muy emotivo en descubrir a un Erice peleando con el paso del tiempo en cada uno de los planos. Cuando el mundo anda experimentando con planos secuencia infinitos, con virguerías del lenguaje visual, Erice vuelve a la palabra, al plano contraplano, a una narrativa parada en otro tiempo.

A sus 82 años, Erice se ha mostrado falible, pero también vivo, que es al final lo que importa. Lo suficientemente vivo para echarse a sus espaldas un rodaje -solo quienes han sufrido uno pueden entenderlo-, para sacar la energía y las ganas de enfrentarse al juicio sumarísimo del público y la crítica, con el imán de ojos y de atención que supone estrenar en Cannes. Cerrar los ojos puede que no convenza, salvo por el final delicado, pero es una muestra de la valentía de un director que tenía mucho que perder y poco que ganar, pero que aun así ha decidido dar el salto. Y eso es signo de grandeza.

"Saber envejecer, that's the question", resume uno de los personajes de Cerrar los ojos. Y en esta frase, estará la clave de todo.

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