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1 de mayo de 1923: una fecha políticamente crucial para España (como ahora el 28-M)
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1 de mayo de 1923: una fecha políticamente crucial para España (como ahora el 28-M)

Aquel Día del Trabajo de hace ahora 100 años fue el último antes de que Largo Caballero pactara con el dictador Primo de Rivera y permitiera la ejecución de su hijo José Antonio

Foto: Disturbios en Madrid durante el Día Internacional del Trabajo de 1923.
Disturbios en Madrid durante el Día Internacional del Trabajo de 1923.

"Al llegar la manifestación frente a la calle Riscal, los manifestantes encontraron obstruido el paso por varias mesillas y muebles —unos veladores— pertenecientes a una vaquería cercana. Los obreros cogieron los veladores y los arrojaron violentamente a larga distancia: lo que produjo un vivo incidente…". Las páginas del diario independiente El Sol amanecían en Madrid al día siguiente de la celebración y resaca del 1 de mayo de 1923, el Día Internacional del Trabajo, con la crónica de la exaltación y los disturbios de un año que sería crucial políticamente para el país y para el movimiento obrero, tanto de la mano del general Primo de Rivera como del PSOE y su sindicato UGT: "Con objeto de que el incidente no adquiriera mayores proporciones, intervino la Policía, pero lejos de apaciguar los ánimos, los excitó: uno de los manifestantes se destacó y soltó un silletazo al comisario de Policía Sr. Trabazo, que cayó a tierra con graves heridas en la cabeza…", relataba el diario El Sol.

La manifestación de hace exactamente ahora 100 años venía precedida de unas elecciones generales que significaban el penúltimo clavo entre los que buscaban cerrar el ataúd del sistema de la Restauración, vigente desde 1874. En aquella ocasión, era el preludio de la dictadura de Miguel Primo de Rivera y un preámbulo a su vez de aquellas otras elecciones municipales, las del 14 de abril de 1931, que darían la puntilla a la monarquía.

placeholder El rey Alfonso XIII junto al general Miguel Primo de Rivera.
El rey Alfonso XIII junto al general Miguel Primo de Rivera.

A un mes de la convocatoria de los que se prevén también ahora como unos comicios claves, y después de una semana en la que el Gobierno ha consumado la exhumación de José Antonio Primo de Rivera del Valle de los Caídos, resulta que en 1923 el gran triunfador fue, entre otros, el socialista Francisco Largo Caballero, al frente de la marcha obrera madrileña como líder de la UGT y que, apenas unos meses desde los incidentes del Día del Trabajo, acabaría pactando con el mismo general Primo de Rivera. Lo que no fue óbice para que unos años después, en 1936, no evitara el fusilamiento del hijo de este, José Antonio, líder de La Falange y detenido ilegalmente antes de comenzar la Guerra Civil.

Si esta semana ha estallado la bronca entre los ultras y nostálgicos del carismático líder de La Falange, contenidos por la Policía en el Cementerio de san Isidro —adonde han sido trasladado los restos de José Antonio—, en 1923 lo que se apreciaba con la celebración del trabajo era una segunda fiesta por la victoria de las listas socialistas en Madrid, en detrimento de las monárquicas, lo que comenzaba a augurar malos presagios para un Alfonso XIII señalado ya por la opinión pública. ¿Qué ocurría?

placeholder Página del periódico 'El Sol' informando de los disturbios ocurridos en Madrid durante la celebración del Día del Trabajo de 1923.
Página del periódico 'El Sol' informando de los disturbios ocurridos en Madrid durante la celebración del Día del Trabajo de 1923.

Primero estaba el recuerdo de la represión en 1917, seis años antes, de una huelga general protagonizada por los mismos manifestantes de la del 23 —Largo Caballero, Pablo Iglesias, Julián Besteiro, Andres Saborit y Julio Anguiamo— y, segundo, por la criba de responsabilidades que se iba abriendo camino en el Parlamento y en los despachos de fiscales y jueces por los sucesos del Desastre de Annual de 1921 en la Guerra del Rif, que apuntaba cada vez más directamente hacia el trono y a su camarilla de generales más cercanos… 4.000 soldados españoles de leva forzosa enviados al matadero por la inconsciencia del Rey y los generales Manuel Fernández Silvestre o Dámaso Berenguer.

Francisco Franco, al frente de la primera bandera de la legión entonces, acabó al margen de aquella operación. Todo, sin embargo, sumaría de cara al futuro para el mayor desastre de España: la Guerra Civil.

Símbolos de un cambio

El mismo 1 de mayo de 1923 también publicaba El Sol: "El triunfo de la candidatura socialista en Madrid es mucho menos sorprendente de lo que parece. Se calculaba por números: divididas las fuerzas en tres candidaturas —socialista, republicana y comunista—, parecía natural que las candidaturas monárquicas, que eran dos, llevaran ventaja, teniendo en cuenta el contingente de electores adictos a lo existente que forman en la capital las clases aristocráticas, el mundo de la corte y una parte por lo menos de la burocracia. Mas en las elecciones influyen, además de las estadísticas, los imponderables y ellos han dado la victoria a la candidatura de la Casa del Pueblo…", Exégesis de las elecciones, El Sol, página 1, Hemeroteca Nacional.

¿Será que ahora, ante viejas batallas, existen imponderables con las fuerzas de la izquierda divididas que provoquen una sorpresa en Madrid el 28-M? Lo cierto es que los resultados de las elecciones de 1923 y la celebración del Día del Trabajo iban a ser simbólicas de un cambio: mientras los socialistas como Largo Caballero celebraban la victoria en el Casino Militar de Madrid, muy poco después, en agosto, Miguel Primo de Rivera y el círculo de generales reaccionarios denominado el cuadrilátero ultimaban detalles para poner fin a la democracia con un golpe que contaría con el Rey, pero también a la postre con la aquiescencia tácita de una parte del mismo PSOE y de la UGT.

placeholder Daniel Anguiano, Largo Caballero, Julián Besteiro y Andrés Saborit en el penal de Cartagena tras la huelga general de 1917.
Daniel Anguiano, Largo Caballero, Julián Besteiro y Andrés Saborit en el penal de Cartagena tras la huelga general de 1917.

Por sorprendente que parezca, el único partido legalizado a partir de la asonada del general Primo de Rivera, capitán general de Barcelona, sería precisamente la Unión Patriótica que él presidía, junto al Partido Socialista Obrero Español y su sindicato UGT. Los socialistas se plegaban en 1923 al establishment —descolocados y seducidos por el giro autoritario— y con un partido, el del padre Miguel Primo de Rivera, que sería la verdadera base e inspiración para el de su hijo José Antonio unos años después, y no el fascista italiano o el nazi alemán, con los que se le ha asociado estos días en la prensa tras su exhumación. Así lo explicó a El Confidencial Mario Da Costa, autor de La España nazi (Taurus).

Unos años antes, el propio Largo Caballero expresaba así su asalto a las instituciones en la noche crucial de las elecciones municipales de 1909: "El jueves inmediato se hizo escrutinio general y fueron proclamados concejales por el distrito de Chamberí —el único en el que se presentaban los socialistas—. Salieron Pablo Iglesias Pose, Rafael García Ormaechea y Francisco Largo Caballero, socialistas, y Luis Mazantini, ministerial. El golpe de audacia se había dado. El hielo esta roto. Por primera vez entraban concejales socialistas en el Ayuntamiento de Madrid. Parecía un sueño. Entramos en el ayuntamiento como gallinas en corral ajeno. Concejales, empleados y periodistas nos miraban por encima del hombro. Parecía que había entrado la peste en la Casa de la Villa. Nos temían como los gitanos temen a la Guardia Civil", Francisco Largo Caballero, Mis recuerdos. Cartas a un amigo (Ediciones Unidas, 1976).

Tibia condena del PSOE al golpe de Estado

Más bien, el PSOE había entrado en una suerte de aceptación del nuevo establishment que sería aún más notoria en 1923 con su victoria en las elecciones generales en Madrid, cercenado por el golpe militar al que de alguna forma se adherirían. Lo explica el historiador Julio Aróstegui: "El socialismo, tanto el partido como el sindicato, no ofreció evidentemente una resistencia significativa ante el golpe de Estado del 13 de septiembre. Ni la ofreció tampoco con posterioridad al Directorio Militar que, como consecuencia de aquella acción, quedó establecido de inmediato", Julio Aróstegui, Largo Caballero, el tesón y la quimera (Debate).

En efecto, la dictadura militar de Primo en septiembre de 1923 cogió por sorpresa a los socialistas, que condenaron el golpe, pero en unos términos tan tibios que acabaron formando parte de su estructura, diferenciándose de los anarcosindicalistas de la CNT o de los comunistas escindidos del propio PSOE. Largo Caballero, como secretario de la UGT, aceptaría formar parte del Consejo de Estado de Primo de Rivera, consumando una adhesión al golpe militar, a diferencia de José Antonio en 1936, que no tuvo ocasión —aunque supiera de su desarrollo y simpatizara con él— por haber sido encarcelado antes de su estallido por los republicanos. Pero ¿cómo justificó Largo Caballero su apoyo al golpe de Primo de Rivera padre?

"Recibí la invitación para posesionarme de mi nuevo cargo en el Consejo de Estado. En la invitación se consignaba que había de asistirse de uniforme y con condecoraciones, o bien de traje de etiqueta. Esto me molestó (…) No hice más consultas y me dispuse a cumplir con el deber. Asistí a la sesión inaugural con traje de americana. (…) Consideré ridículo embutirse en aquellos trajes, algunos ya cortos y estrechos por su antigüedad para discutir asuntos de la administración del Estado".

placeholder Reclutas españoles en el Desastre de Annual. (CC/Jesús Abizanda)
Reclutas españoles en el Desastre de Annual. (CC/Jesús Abizanda)

En esencia, tanto Largo Caballero como Julián Besteiro no hicieron ascos a la naturaleza de la dictadura primorriverista a cambio de su táctica de influir para el bien de los obreros, aunque fuera en el marco de la Unión Patriótica de Primo de Rivera. Al final, ni él ni Besteiro podían justificar que el golpe había servido para tapar de sopetón los errores de una guerra colonial de Marruecos, la del Rif, que, de hecho, chocaba frontalmente con las ideas obreras, pero básicamente aceptaron desde el sindicato de la UGT lo que les ofrecía el dictador: que continuasen las actividades sindicales y sus órganos escritos —los únicos al margen de la propia dictadura— a cambio de que los socialistas electos en municipios y diputaciones siguieran en sus cargos y aceptaran la nueva legislación, que fue la base de lo que se entendió como colaboración con el régimen, según Julio Aróstegui. Fue el comienzo de una ruptura en el seno socialista, con la oposición clara de Fernando de los Ríos y especialmente de Indalecio Prieto, contrarios ambos a la colaboración con la dictadura.

Otro gallo cantaría cuando, en 1934, ya durante un régimen democrático como lo era el de la Segunda República y tras el fracaso autoritario de Primo de Rivera padre, decidiera secundar la Revolución de Octubre contra el propio régimen republicano: Largo Caballero había convivido con la dictadura a la par que se estacaban las afiliaciones al sindicato UGT, mientras que, cuando la CEDA ganó claramente las elecciones y formó Gobierno con el Partido Radical de Alejandro Lerroux, no dudaron en sumir al país en un clima insurreccional, como ocurrió especialmente en Asturias.

Cuando en 1936, durante la Guerra Civil y siendo ya presidente del Gobierno, conoció la muerte de José Antonio de Rivera, justificó así la imposibilidad de haber evitado el fusilamiento del líder de Falange: "Alguien hizo circular la especie de que se había propuesto el canje de mi hijo por el jefe falangista Primo de Rivera, que el general Queipo de Llano lo había rechazado y que por esta causa se fusiló en nuestra zona a Primo de Rivera. La especie era absolutamente falsa. El fusilamiento de Primo de Rivera fue motivo de profundo disgusto para mí y creo que para todos los ministros del Gabinete. Como todos los casos de condena a muerte por los Consejos de Guerra —y Primo de Rivera fue sometido y juzgado por uno de estos Consejos—, la sentencia pasó al Consejo Supremo: este la confirmó, y cumplido este trámite debería pasar al Consejo de Ministros para ser o no aprobada, costumbre establecida por mi Gobierno. Estábamos en sesión con el expediente sobre la mesa, cuando se recibió un telegrama comunicando que había sido fusilado Primo de Rivera en Alicante… El Consejo no quiso tratar una cosa ya ejecutada y yo me negué a firmar el enterado, para no legalizar un hecho a falta de un trámite impuesto por mí a fin de evitar fusilamientos ejecutados por la pasión política. En Alicante sospechaban que el Consejo le conmutaría la pena. Acaso hubiera sido así, pero no hubo lugar", Largo Caballero, Mis recuerdos, cartas a un amigo (Ediciones Unidas, 1978).

placeholder José Antonio Primo de Rivera durante un discurso de Falange Española.
José Antonio Primo de Rivera durante un discurso de Falange Española.

Largo Caballero justificó así la ejecución de Primo de Rivera hijo, como su desconocimiento sobre las matanzas de Paracuellos, por estar encerrado en el ministerio, aunque le llegaran las irregularidades cometidas en el frente. Lo cierto es que bajo su presidencia no se atajó ni se detuvo estas ejecuciones, a pesar de que nombramientos como el de Melchor Rodríguez, el Ángel Rojo, sí detuvieron las sacas de Paracuellos, lo que no evitó que se le cesara para que continuaran. La colaboración de la UGT con la dictadura primorriverista, como destacó Aróstegui, fue siempre una piedra en el zapato de las distintas corrientes del PSOE, como el enfrentamiento que se derivó de ella entre Indalecio Prieto y Largo Caballero, y que duraría hasta la Guerra Civil.

Los logros del sindicato fueron más que moderados y al final el propio Largo Caballero tuvo que abandonar la colaboración con la dictadura cuando esta se despeñaba ya en 1929.

"Al llegar la manifestación frente a la calle Riscal, los manifestantes encontraron obstruido el paso por varias mesillas y muebles —unos veladores— pertenecientes a una vaquería cercana. Los obreros cogieron los veladores y los arrojaron violentamente a larga distancia: lo que produjo un vivo incidente…". Las páginas del diario independiente El Sol amanecían en Madrid al día siguiente de la celebración y resaca del 1 de mayo de 1923, el Día Internacional del Trabajo, con la crónica de la exaltación y los disturbios de un año que sería crucial políticamente para el país y para el movimiento obrero, tanto de la mano del general Primo de Rivera como del PSOE y su sindicato UGT: "Con objeto de que el incidente no adquiriera mayores proporciones, intervino la Policía, pero lejos de apaciguar los ánimos, los excitó: uno de los manifestantes se destacó y soltó un silletazo al comisario de Policía Sr. Trabazo, que cayó a tierra con graves heridas en la cabeza…", relataba el diario El Sol.

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