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No te vayas de retiro místico: ve a ver esta exposición

Por Irene Hernández Velasco

Vista de la instalación, Icônes, 2023, Punta della Dogana, Venecia
Foto: Marco Cappelletti © Palazzo Grassi, Pinault Collection

En la Punta della Dogana de Venecia se expone hasta el próximo 23 de noviembre ‘Icônes’, una muestra que explora la relación entre arte contemporáneo y espiritualidad.

La religión ha sido durante siglos uno de los principales motores (y patrocinadores) de la creación artística. Desde la Capilla Sixtina hasta los mármoles del Partenón, pasando por los budas de Bamiyan, ‘La última cena’ de Leonardo da Vinci, la Mezquita Azul o la Gran Sinagoga de Budapest, la historia de la religión está indisolublemente unida a la del arte. Pero aunque las sociedades occidentales son, en la actualidad, laicas y el arte hace tiempo que no está sujeto a comisión de parte de las instituciones religiosas; aunque las obras ya no están al servicio de la fe, la búsqueda de la trascendencia sigue siendo un importante propulsor de la creación contemporánea.

La prueba está en la Punta della Dogana en Venecia, la antigua sede aduanera de la ciudad de los canales que el millonario francés de la industria del lujo, François Pinault, restauró tras años de abandono y que en 2009 abrió sus puertas convertida en museo para mostrar obras de su gigantesca colección de arte, compuesta por alrededor de 10.000 piezas. Allí, a solo unos pocos pasos de la Basílica de Santa María de la Salud y del majestuoso icono que preside su altar mayor, tiene lugar estos días una gran exposición que explora la relación entre arte contemporáneo y espiritualidad. Una muestra que invita al espectador a la meditación, a la contemplación y al recogimiento.

To Breathe - Venice, 2023. Kimsooja
        Foto: Marco Cappelletti y Filippo Rossi © Palazzo Grassi, Pinault Collection
Untitled, 2021. Danh Vo
        Foto: Marco Cappelletti © Palazzo Grassi, Pinault Collection

Lleva por título precisamente ‘Icônes’, está comisariada por Emma Lavigne (directora de la colección Pinault) y por Bruno Racine (director de Palazzo Grassi, el otro museo que posee el empresario francés en Venecia) y a través de más de 80 importantes obras -algunas de las cuales proceden directamente de las residencias de Pinault- invita a reflexionar tanto sobre el estatus de la imagen en la contemporaneidad como sobre el papel de la trascendencia en el arte actual. Al fin y al cabo la palabra icono remite tanto a una representación gráfica como a las imágenes religiosas típicas del oriente bizantino, con el que Venecia siempre mantuvo una fuerte relación.

La exposición, que permanecerá abierta hasta el próximo 23 de noviembre, es realmente impresionante y, sobre todo, tiene una fuerte carga espiritual. Hay obras en vídeo, instalaciones, piezas sonoras, cuadros… Hay figuración y hay abstracción. Hay trabajos que juegan con la luz y la sombra, con los conceptos de aparición y desaparición, con los estímulos y la sugestión, obras que funcionan como pausas y generan algo así como ‘capillas’ en las que el espectador puede recuperarse de la saturación visual del mundo actual.

Vista de la instalación, Icônes, 2023, Punta della Dogana, Venecia
Foto: Marco Cappelletti y Filippo Rossi © Palazzo Grassi, Pinault Collection

LAS OBRAS QUE VER EN ‘ICÔNES’

‘Icônes’ abre a lo grande. En la primera sala, nada más entrar, uno se topa con un potentísimo cuadro de Lucio Fontana con sus características incisiones, unos cortes que rompen la separación entre la obra y el espacio que la rodea. Pero, sobre todo, en esa primera sala hay una espectacular instalación de la brasileña Lygia Page que corta la respiración. La obra, la emblemática ‘Le Ttéia’ que la artista empezó a producir en 1977, se compone de numerosos hilos de oro inclinados que recorren el espacio desde el suelo al techo iluminados en medio de la oscuridad. El efecto que producen es muy similar al que se genera cuando un rayo de luz entra en el espacio oscuro de una iglesia.

En ‘Icônes’ hay también obras de Donald Judd y de Agenes Martin. Está el sensacional vídeo de Philippe Parreno sobre ‘La Quinta del Sordo’, en el que obras de Goya dialogan con la villa en la que fueron creadas. Hay una obra de Camille Norment en la que el sonido como expresión de energía es protagonista.

‘The Golden Tower’, un monolito cilíndrico recubierto de pan de oro y que irradia luz está dedicado por su autor, James Lee Byard, al crecimiento espiritual de la humanidad. Joseph Kosuth presenta por su parte ‘¿Un objeto cerrado en sí mismo?’, una obra que toma su título de un diálogo entre Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sastre y que el artista ha creado específicamente para esta muestra.

Le Ttéia. Lygia Pape
Cortesía Projeto Lygia Pape.
¿Un objeto cerrado en sí mismo?, 2022. Joseph Kosuth
Foto: Marco Cappelletti © Palazzo Grassi, Pinault Collection

Robert Ryman tiene su pequeña capilla, un espacio privado con varios de sus cuadros blancos. La artista india Dayanita Singh, que desde hace tiempo se interesa por los archivos, muestra en ‘Time Measures’ 34 fotografías tomadas desde lo alto de documentos envueltos en tela, cada paquete con un nudo diferente y un tono distinto de rojo. Los documentos permanecen inaccesibles para el espectador, ocultos bajo un tejido cerrado a la vez con un nudo. Como los iconos de muchas religiones, son documentos sin encarnación, porque lo único que se muestra de ellos es el tejido que los protege.

Algo similar es lo que hace la artista danesa de origen vietnamita Danh Vo, quien en una sala enorme muestra, colgados del techo, trozos de telas con aspecto fantasmagórico procedentes de los Museos Vaticanos y que, aunque decoloradas por la luz y el paso del tiempo, aún muestran señales de los objetos religiosos que en su día custodiaban: crucifijos, cálices, ciborios, ostensorios…

En ‘Icônes’ también está la icónica (nunca mejor dicho) obra del italiano Maurizio Cattelan ‘La Nona Ora’ (la novena hora), cuyo título alude a la última hora de vida de Jesús, quien según la Iglesia católica pronunció la famosa frase “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Cattelan convierte ese título en una una estatua de cera de Juan Pablo II aplastado por un meteorito, una obra que muchos interpretan como una alegoría al enorme peso que conlleva la función eclesiástica. También es de Maurizio Cattelan ‘Mother’, una foto tomada durante la performance que en 1999 realizó en la Bienal de Venecia y en la que un faquir indio se enterró bajo tierra, dejando fuera sólo sus manos.

La Nona Ora, 1999. Maurizio Cattelan
Foto: Marco Cappelletti y Filippo Rossi © Palazzo Grassi, Pinault Collection

Roman Opalka presenta un espacio blanco de forma octogonal en cuyo interior hay obras suyas que muestran abundantes números apiñados, números que también recita su voz. Se trata de la representación “espacio-tiempo de una existencia”, en palabras del propio Opalka.

Y en el torreón de la Punta della Dogana se encuentra una obra fascinante de Kimsooya, quien ha recubierto el suelo de espejos, duplicando así el volumen de todo ese espacio y creando extraordinarios juegos de colores mientras de fondo suenan cantos tibetanos, islámico y gregorianos.

“Aunque cada artista se mueve por investigaciones diferentes -de tipo existencial, filosófico, material o simplemente óptico-, sus obras aspiran al silencio y a la contemplación”, afirman a dúo los dos comisarios de la muestra. Y, efectivamente, cuando uno abandona la Punta della Dogana después de haber visto ‘Icônes’ sale con la sensación de que, por un momento, el tiempo se ha detenido.

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