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El Coleta, el rapero quinqui que bebe de Los Chichos: "Antes el rap era de frikis"
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MÚSICA

El Coleta, el rapero quinqui que bebe de Los Chichos: "Antes el rap era de frikis"

El artista madrileño celebra el décimo aniversario de su disco 'Yo, El Coleta', pieza fundacional del quinqui rap

Foto: Ramsés Gallego, más conocido como El Coleta, posa en el distrito madrileño de Moratalaz. (S. B.)
Ramsés Gallego, más conocido como El Coleta, posa en el distrito madrileño de Moratalaz. (S. B.)

14 de abril de 2023. La madrileña Sala Sol a reventar. Un público muy ecléctico que va desde jóvenes latinas con vestidos ajustados y pendientes de aro hasta modernos puretas que ya han pasado la cuarentena. Hay un grupo de chicas que parecen recién salidas de unas oficinas de Azca. También hay un grupo de raperos con gorras y anoraks oscuros. Un totum revolutum que se une en cuanto El Coleta sale al escenario. Cientos de gargantas heterogéneas fundidas en un estribillo: "Flipas en colores como de reynoles, esto es música para pegar tirones. Rumbas marginales, penas en penales, sabía conducir y no llegaba a los pedales". Han pasado 10 años desde la publicación de Yo, El Coleta (2013), el disco con el que Ramsés Gallego —el nombre impreso en su DNI— saltó del rap como hobby al rap como profesión. "Es cuando empecé a ver un poco de plata con mi música", reconoce.

El Coleta se ha convertido en un icono del rap más castizo, pionero del quinqui rap que mezcla las bases con los ritmos de Los Chichos y Las Grecas, cuya lírica habla de la calle, del no tener un duro, y que a la vez está salpicada de referencias cinematográficas y de cultura popular, en un cóctel terriblemente mordaz y genuino que lo han convertido en un icono de los márgenes. Ha cantado junto a la Mala Rodríguez, junto a Jarfaiter —que también apareció por el escenario—, junto a Cecilio G., dirige sus propios videoclips, rueda cortos y es el protagonista de la película medio documental medio ficción Quinqui Stars, de Juan Vicente Córdoba, que pasó por la Seminci. El Coleta nos cita en el metro de Pavones, cerca del barrio que lleva como estandarte: Moratalaz. "Yo soy gato gato, mis cuatro abuelos son de Madrid", presume con ese deje macarra que arrastra remolón las consonantes.

El Coleta es diamante en bruto. Estética quinqui de pantalones pitillo —o chándal— y sus gafas carrera. La pasión con la que habla de todo —es una enciclopedia de cine andante; conoce los nombres de los actores que nadie conoce, te recita datos y fechas imposibles—, el sentido del humor, la chispa, el no tomarse demasiado en serio. Eso se nota y eso atrae a la gente, porque hoy es muy raro de encontrar. De pequeño quería ser arqueólogo y director de cine, pero la música lo acabó llevando a los escenarios, pese a que, según él, no es un talento natural. "En mi casa, me han dado una educación de tener mucha confianza en mí mismo. Pero a mí siempre me han dicho que canto fatal, y es verdad que canto horrible. Y es una pena, porque, si cantase bien, mi música sería mucho mejor", se ríe. "Pero siempre me ha gustado cantar. De pequeño me metía en karaokes, pero cantando horrible. Me acuerdo de una vez en Benidorm, cantando en inglés, delante de guiris y mis padres se despollaban. De pequeño, en las fiestas de Torrelodones, canté 20 de abril del 90, de los Celtas Cortos. Horrible. Pero lo he heredado de mi madre, que yo la oigo cantar y no da una nota —yo doy alguna nota más—. A lo mejor si de pequeño les hubiese dicho que me quería dedicar a la canción, a lo mejor me hubiesen llevado a clases de canto. Pero no. Así que en mi casa siempre ha sido: 'Qué mal cantas, qué mal cantas, qué mal cantas".

Pero El Coleta es mucho más que una voz. Son unas letras que hacen referencia al cine de Eloy de la Iglesia, a la coleta de Roberto Baggio, a Froilán y la cocaína, a Antonio Alcántara, el padre de Cuéntame, o al propio C. Tangana —"Tangana, Alaska/ aunque toques en el Sónar/ no me tocarás la cola/ ni te llevarás la pasta"—. Sus rimas están llenas de una sensibilidad muy particular, una sensibilidad de clase, aunque rechaza frontalmente el término "poeta urbano". "Ningún rapero se va a autodenominar poeta. Hay lírica en las letras, pero no me considero un poeta. Mi música está llena de referencias porque el rap es una música superreferencial". Sus conciertos son una fiesta, y él se muestra siempre cercano y accesible. Cuenta que no pudo disfrutar del todo del éxito del último concierto porque la empresa de mensajería le perdió las casetes que iba a regalar a los asistentes. Una semana después, todavía está peleando por compensar a quienes se quedaron sin souvenir.

El Coleta apareció en escena en los años 2000. Con un amigo Dr. Tube, "que ya murió", lamenta, empezó a fantasear a los quince años con hacer música. Pero no fue hasta la democratización de la informática y de internet cuando empezaron a experimentar por su cuenta en casa. "A mí me gustaba Rosendo y me atraía el escenario, pero no tenía ni idea de música. Dr. Tube, que era de Torrejón, era muy rapero e íbamos a conciertos y fiestas de tecno y bakalao. Y, cuando la informática se empezó a hacer más accesible para todo el mundo, vi que se podía hacer música con el ordenador facilísimamente. Y empezamos a hacer rap en casa y cosas mal hechas y fue creciendo y fue creciendo e hice una maqueta y empezó a tener repercusión en el underground". Sus primeros dos discos, Iberikan Staff (2009) y Más cornás da el hambre (2011), empezaron a granjearle cierta fama minoritaria —"me conformaba con que un tío de un foro dijese que le había gustado"—, pero Yo, El Coleta (2013) se convirtió en un disco fundacional del quinqui rap.

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Foto: S. B.

"Me empezaron a salir bolos, me llevaban a actuar al Post Club, que es una fiesta muy conocida en Madrid, me llevaron a cantar con Mikky Blanco, que es un artista americano, de los primeros en llevar el rollo queer en el rap a saco [y que ha colaborado con Kanye West, entre otros], que es muy reputado; me llamó la Mala Rodríguez para acompañarla en un concierto y empecé, no a ganarme la vida, pero sí a cobrar por cantar", recuerda.

"El rapero en EEUU tiene la imagen de malote, de llegar con el coche con los cristales tintados, y al ser de barrio me atraía"

Su llegada al rap fue tardía; en los 90 escuchaba rock y electrónica. "Era mi hermano el que escuchaba Eminem o La Puta Opepé. Pero me gustaba el cine de Spike Lee o la película Fresh (1994), de Boaz Yakin, donde salían chavales raperillos. El rapero en Estados Unidos tiene la imagen de malote, de llegar con el coche con los cristales tintados, con la música a toda leche, y al ser yo de barrio me atraía. Pero fue, cuando empecé a escuchar a Mucho Muchacho de 7 notas 7 colores, me voló la cabeza. Hay una cosa muy importante en el rap que es la representación. Una persona que te está contando una cosa que tú también has vivido. Me siento en el banco hablando de carros, puede cantar. Y yo es una cosa que hacía con mis amigos. El pavo tiene una canción que se llama Nikes nuevas que dice: "Estamos puestos como Ray Liotta en uno de los nuestros". Y me flipó. Y pensé: “¡Hostia, qué guapo! ¡Yo también puedo hacer esto y hablar de lo que pasa en mi barrio y meter referencias al cine!”. El espacio que ha encontrado El Coleta, esa reivindicación del casticismo y lo madrileño que ahora está exacerbada, es el de la tradición de la cultura popular y cañí. "Yo lo que he hecho —y luego mucha gente lo ha hecho— es hablar de lo que hay aquí. Yo de chaval escuchaba a Los Chichos y hablo de la calle de aquí de verdad".

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Foto: S. B.

En estos últimos 20 años desde que empezó a trastear con el ordenador, El Coleta ha visto cómo ha cambiado radicalmente la escena del rap en España. "Antes ser rapero era ser un puto friki. Nadie conocía la jerga rapera. Ahora una señora de sesenta años te dice: "He tenido beef con el de la tienda". En Estados Unidos, el rap lo ha petado entre chavales blancos de clase media. Y aquí ahora lo peta entre chavales muy jóvenes. Además están cogiendo prestado la jerga de dominicanos, por ejemplo", analiza. "Yo en los 2000 les decía a mis colegas: el rap va a ser la música del futuro. Ha habido un momento de destello del trap, pero lo que en realidad está haciendo dinero es el rap más clásico. Los raperos te llenan el WiZink Center. Los traperos, ninguno. Eso te pone el rap a la altura del pop y del rock. Sin embargo, ningún trapero español ha llenado el WiZink. Otro caso ya es Duki, el trapero argentino, que tiene muchísima repercusión".

Foto: El cantante argentino Duki, durante el concierto del festival Hocky Music 2022 el pasado verano en Santander. (EFE/Celia Agüero)

Hoy la influencia del rap estadounidense en la cultura mainstream española es innegable. "El rap es imposible que no tenga referencias de Estados Unidos porque es de allí, pero yo intento localizarlo en mi contexto y mi entorno. Si haces una peli de mafia en España no pueden salir italianos vestidos de traje. Tendrás que ver cuál es la mafia aquí. Pues eso es lo que intento hacer yo con el rap. Toda la música se construye sobre clichés. Al principio aquí en el rap no podías ir de americano. Era muy sectario. A la gente le preocupaba mucho el estilo rimando o hablar de política, pero ahora se ha dado la vuelta al cliché y la gente del rap habla de putas y dinero y droga y tal. La gente imita y utiliza la misma jerga".

Pero no juzga a aquellos que en sus canciones solo hablan de sexo, dinero y marcas de lujo. "Me gusta el oro, me gusta el jamón de bellota y si es Maldonado, que es el más caro que hay, mejor- y aunque soy capaz de vivir con poco no creo que hay que hacer voto de pobreza ni nada", defiende. "Mucho rapero de la vieja escuela que iba mucho de unión y de los cuatro elementos —"todos los raperos tienen que estar unidos, los que bailan, los que pinchan, los que pintan grafitis y los que cantan", que son los cuatro pilares del hip hop clásico— y que luego han sido mucho más ratas y han mirado más por el dinero que otros que cantan sobre el dinero, dinero y dinero".

"Conozco a toda la basca y sé lo que han hecho y lo que no han hecho. Comprar visitas, por ejemplo. Eso lo ha hecho mucha gente"

También apunta a lo que ha ocurrido con la escena cuando las multinacionales han descubierto el filón de la música urbana. "Las carreras de muchos se han construido a base de payola de la de toda la vida. Yo es que me sé los intríngulis y los trapos sucios de toda la gente", se ríe. "Hay algunos que van de una cosa y yo sé la verdad, porque soy muy viejo y he estado desde el principio y conozco a toda la basca y sé lo que han hecho y lo que no han hecho. Comprar visitas, por ejemplo. Eso lo ha hecho mucha gente. Al final, cuando entra la industria…".

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Foto: S. B.

"Yo siempre lo he hecho todo de manera orgánica, pero a mí me han llegado a decir que si pago diez talegos a una empresa de comunicación te meten en todos los lados", revela. "A mí me dicen que para petarlo pague 10.000 pavos a una empresa de comunicación y yo me parto la polla. Yo no le voy a pagar 10.000 euros a no sé quién porque sea amigo de tal o se lo lleve de fiesta o le invite a farlopa y consiga que le pongan una canción no sé dónde. A mí la prensa siempre me ha tratado guay y han contactado conmigo directamente, sin agente ni nada. Casi siempre que se habla del rollo quinqui, casi siempre me meten a mí, lo cual es guay".

Foto: El rapero Yung Beef tras lanzar billetes reales en el centro de Madrid  para promocionar su último trabajo (EFE)

Preguntado por la última polémica alrededor de Yung Beef, que lanzó 5.000 euros al aire en plena Gran Vía hace tres semanas, El Coleta reconoce lo inteligente del acto promocional. "Yung Beef quizás ha hecho lo de la pasta para volver a estar en el candelero. Es una buena estrategia. Tiras cinco mil euros y sales en toda la prensa nacional. ¿Cuánto te cuesta meter un anuncio en El País? Al final le ha salido barato".

Echando la vista atrás a sus quince años desde la salida de su primer disco, el rapero recuerda algunos de sus conciertos más emocionantes. "Me acuerdo mucho del que hicimos en las Fiestas de San Isidro en Matadero. Había como 5.000 personas —o 3.000, no les conté uno a uno—, y saqué a mi hijo a cantar y mi hija con la hija de Selector Marx [que con Slow y Raúl Santos es quien le acompaña con las bases en los conciertos] vestidas de chulapas a taconear y fue bastante emotivo. O cuando hice las fiestas de Moratalaz. Joder, tía, es que me emociono. Estaban los amigos de mi hijo en la primera fila. Fue muy bonito. En 8 y medio dimos una vez un concierto Jarfaiter, Cecilio G. y yo, al que vino mucha gente".

"Las primeras veces que vas a cantar y pasas el micrófono al público y la gente se sabe tu canción es una movida que es droga, es increíble"

Pero no siempre han sido sold out. "Yo me he comido una mierda que flipas. Ahora Jarfaiter te llena la sala But, que son 1.200 entradas, que eso es otra liga. Pero hemos estado los dos de gira y habiendo vendido 30 entradas a una semana del concierto, contando cada entrada Qué guay que hoy hemos vendido tres. Cuando has comido tanta mierda, te sabe mejor el caviar. Aunque a la mierda nunca te acostumbras", reconoce. "Eso sí, las primeras veces que vas a cantar y pasas el micrófono al público y la gente se sabe tu canción es una movida que es droga, es increíble. Eso es un subidón que flipas". De momento, el rapero seguirá haciendo música, pero también quiere dar un paso más allá y el salto al cine. "Yo quiero hacer cine. Es lo que más quiero. La música al final se ha convertido en mi trabajo. Y me gusta hacer música, pero es el negocio. Pero ya lo he hecho cuarenta mil veces. Y lo que me da vértigo ahora es la idea de hacer cine. Quiero esa adrenalina".

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Foto: S. B.

Para El Coleta, lo mejor de dedicarse a la música no es solo el sentir el calor del público desde un escenario. El Coleta tiene dos hijos, un niño y una niña. "Ellos ahora no se dan cuenta, pero yo desde siempre les llevo al cole y al parque todo el rato. Y eso es gracias a que me dedico a la música. A lo mejor no les puedo llevar a Eurodisney, porque mi estatus musical es más bajo, pero están conmigo todo el puto día gracias a que hago música. Si estuviese en otro trabajo no tendría tiempo para verlos". ¿Y qué piensan sus hijos de la música de su padre? "Mis chavales se ríen. La niña dice: "Es muy mala la música de papá". A mi hijo le gustan algunas. Pero luego, mi hija está flipada con La Rosalía, que dijo una vez en una entrevista que escuchaba El Coleta. Entonces mi hijo mayor le dice: "¿Sí? Pues la Rosalía es fan de papá". También les parece curioso que su padre haya estado con C. Tangana, que ahora es el top de la música urbana. En el barrio todos saben que son hijos de El Coleta. Si la gente te siente cerca y además llevas el barrio por bandera, se alegra de tu éxito. Hostia, El Coleta es mi vecino". El Coleta, el vecino de todos.

14 de abril de 2023. La madrileña Sala Sol a reventar. Un público muy ecléctico que va desde jóvenes latinas con vestidos ajustados y pendientes de aro hasta modernos puretas que ya han pasado la cuarentena. Hay un grupo de chicas que parecen recién salidas de unas oficinas de Azca. También hay un grupo de raperos con gorras y anoraks oscuros. Un totum revolutum que se une en cuanto El Coleta sale al escenario. Cientos de gargantas heterogéneas fundidas en un estribillo: "Flipas en colores como de reynoles, esto es música para pegar tirones. Rumbas marginales, penas en penales, sabía conducir y no llegaba a los pedales". Han pasado 10 años desde la publicación de Yo, El Coleta (2013), el disco con el que Ramsés Gallego —el nombre impreso en su DNI— saltó del rap como hobby al rap como profesión. "Es cuando empecé a ver un poco de plata con mi música", reconoce.

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