Es noticia
¿Por qué la ultraderecha española no es nazi? José Antonio tiene la respuesta
  1. Cultura
HISTORIA

¿Por qué la ultraderecha española no es nazi? José Antonio tiene la respuesta

El fundador de la Falange proponía una vuelta a las raíces hispánicas, es decir, el catolicismo y el anticomunismo, que hicieron pervivir al régimen hasta prácticamente 1975

Foto: El líder de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera.
El líder de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera.

Plaza de Toros de las Ventas, Madrid, 20 de octubre de 1940. Toda la plaza con el brazo en alto mientras se desplegaban banderas y banderolas con la esvástica por los balcones y el palco, en donde nada menos que el jefe de las SS, Heinrich Himmler saludaba a una multitud extasiada escoltado por su anfitrión Franco y su mayor escudero, Serrano Súñer. Para entonces, el ministro de Exteriores ya había viajado en muchas ocasiones a Berlín e incluso Núremberg y pronto el mismo Hitler se reuniría con Franco en Hendaya.

La colaboración durante la Guerra Civil con el Tercer Reich había sido crucial para la victoria de las tropas de Franco, y aunque el acuerdo final no incluyera la entrada inmediata en la guerra de España a favor de los nazis, poco después llegaría la División Azul y la colaboración con el esfuerzo bélico del Tercer Reich con la exportación de materias primas como el wolframio. Pero España no era nazi. Más allá de la obvia colaboración con el Tercer Reich entre 1936 y 1945, la realidad es que la ideología nazi penetró muy poco en el Nuevo Estado franquista, por mucho que algunas instituciones se copiaran: ni los falangistas fueron nunca nazis por su componente católico ni José Antonio su adalid, si no lo contrario: se opuso firmemente.

Foto: Primo de Rivera y el Valle de los Caídos. (Ilustración: Vanitatis)

Cuando hace ya una década el historiador Luis Suárez desató una polémica al definir en el diccionario biográfico de la RAH el régimen de Franco como autoritario y no totalitario, tenía razón. La Iglesia Católica desmontó el arraigo nazi y es, quizás, la razón también por la que nuestros partidos ultras no son exactamente igual que el resto de la extrema derecha europea. Todo lo recoge Marco Da Costa en su reciente La España nazi (Taurus), con quien charla El Confidencial. Cuidado, porque antes de decir nada, no es lo mismo llamar a alguien ahora fascista, nazi o facha, aunque parezca desde hace años que ya da igual.

PREGUNTA. Tu libro incide en el concepto intelectual y cultural del nazismo y su reflejo en España. No sé qué opinas del término fascista o que se diga que las políticas del Govern o de las feministas son nazis. ¿Qué pasa un poco en estos conceptos?

RESPUESTA. Es uno de los objetivos del libro, precisamente, intentar afinar las etiquetas ideológicas, porque están en el debate actual. Yo he vivido los últimos siete años en el extranjero y, muchas veces, cuando vives fuera, tienes una visión de la política española desde la distancia, intentas ser más subjetivo. Me daba cuenta de que había una cierta radicalización política, sobre todo del Congreso de los Diputados, una radicalización lingüística. En muchos partidos se utilizaban improperios e insultos. Se etiquetaba al adversario simplemente para demonizar, llamándolo fascista, comunista, facha, quintacolumnista, etc. Es uno de los problemas que tenemos en la política actual. Piensa que este libro, este ensayo, es una revisión, es una reescritura de mi tesis doctoral.

Desde 2016 hemos pasado del ascenso de Donald Trump, a la consolidación de regímenes autoritarios en Rusia, Turquía, Hungría, Polonia y si vamos al panorama nacional, pues hemos visto ascensos de partidos políticos, que han desafiado la élite tradicional. Desde Podemos hasta Vox y, si me apuras, hasta Ciudadanos. Por lo tanto, uno de los objetivos de la España nazi, era el de explicar el papel de los intelectuales y las ideologías y clarificarlo: no eran todos iguales, no todos eran filonazis, no todos eran fachas, no todos eran fascistas… sino que había un conglomerado de intelectuales, escritores, juristas, sacerdotes, etc. en el cual unos apoyaban la ideología pura y dura, otros el colaboracionismo y los más eran simplemente el oportunismo.

"Lo más próximo al fascismo que nos podríamos encontrar sería un Ledesma Ramos, que sería quizás el gran teórico del fascismo italiano"

P. La gente no interpreta muy bien lo que es el fascismo, lo que es el nazismo, lo que es el nacionalsindicalismo. ¿Cómo fue realmente esto en la España del 36 al 45?

R. El problema es, recurriendo a la actualidad, cuando se llama facha a un fascista y se utiliza sin pensarlo realmente, sin racionalizar el concepto. Me parece un sinsentido, porque realmente hubo pocos fascistas. En España lo que tuvimos fue un falangismo, una especie de versión del fascismo. Aceptaría que se le llamara a una persona falangista, pero el término hoy en día nos retumba en los oídos. Parece tabú y me sorprende que no utilicen falangista y sí en cambio fascista. Pero el hecho de que se utilice fascista es un etiquetaje ideológico, una manera también de generalizar, que es un error.

Yo me centro en las relaciones ideológicas, en el colaboracionismo, en el papel que tuvieron estos intelectuales como receptores, intérpretes e incluso propagadores de la ideología nacional socialista. Y no me centro tanto en las relaciones con el fascismo. Lo más próximo al fascismo que nos podríamos encontrar sería un Ledesma Ramos, que sería quizás el gran teórico del fascismo italiano y del nacionalsindicalismo. Porque yo dejaría fuera de esta tríada a José Antonio y a Onésimo Redondo. Yo creo que tiraría más por Ledesma Ramos, que es un gran admirador del nazismo y el fascismo.

placeholder Celebración del 86 aniversario de la muerte de José Antonio Primo de Rivera el pasado noviembre. (Reuters)
Celebración del 86 aniversario de la muerte de José Antonio Primo de Rivera el pasado noviembre. (Reuters)

P. De hecho, de alguna forma, el pensamiento joseantoniano, de existir, estaría más cerca del ultraconservadurismo, ¿no?

R. Exacto. Piensa que la España del primer franquismo es la que más vende a nivel editorial. Pero José Antonio es la clave. En términos ideológicos, toda esa corte literaria que pulula a su alrededor, sobre todo escritores y poetas, afianzó una opinión crítica hacia el nazismo. Por tanto, es una España más hitleriana que filonazi, porque nuestra historia, nuestra dictadura, como todas las dictaduras autoritarias y militares, admiran más al líder que a la ideología. En España, desde el año 31 hasta el 45 se admiró más a Hitler que a la propia ideología. Lo que provocó que no se entendiera bien lo que significaba el Tercer Reich. No entendieron nada, no entendieron las cámaras de gas porque se enfocaron en el líder. Y de ahí, digamos, la devoción que tienen siempre hacia ese tipo de líderes autoritarios y hacia este tipo de caudillos.

P. La verdadera España nazi en tu libro es un poco la que venden los corresponsales de prensa y la que aplauden en ocasiones los intelectuales que rápidamente cambian su visión...

R. Visualizado a nivel editorial, uno de los libros, es precisamente el de los hermanos Carbajosa, que habla de esta corte literaria, como dices tú. Habla de Agustín de Foxá, Dionisio Ridruejo, Jacinto Miquelerena, Giménez Caballero, que fue importantísimo en la diseminación de la ideología fascista... Pues todos estos, todos estos intelectuales, escritores y poetas, al seguir, vamos a decir, la ideología josentoniana, adoptaron la crítica que hacía José Antonio hacia el nazismo. A ver, Ledesma Ramos es el gran admirador del nazismo. José Antonio no, porque José Antonio era conservador, una persona muy católica.

P. Bueno, de hecho su interés es el de recuperar el legado de su padre Miguel Primo de Rivera, el de Unión Nacional...

R. Él admiraba a Mussolini porque era amigo de su padre y Mussolini recibe a José Antonio por ser el hijo de Primo de Rivera. Después visita la Alemania nazi para enterarse un poco, porque estaba muy interesado en todos estos fenómenos, y se quedó admirado de las políticas socioeconómicas. Pero le chirriaba el tema de la divinización del Estado y sobre todo, por supuesto, el racismo. Es decir, para José Antonio, el racismo y el antisemitismo no era válido. Todo este antirracismo deriva de que él se basa en la historia de España, de que fuimos a América, pero no éramos racistas. También lee mucho a Maeztu, sobre todo su libro Defensa de la Hispanidad. Los intelectuales que estaban a su alrededor lo adquirieron y lo fueron propagando prácticamente hasta el año 45.

P. Marcas tres fases que son "imitación, fascinación y desencanto", según tres períodos que van del 36 al 45. Entiendo, por lo que explicas, que hay ahí unos pilares que se adhieren un poco al nuevo Estado español, como la familia, el deporte, la prensa, pero no dejan de ser valores más bien conservadores. ¿Cómo es esto?

R. A ver, la fase de imitación a la que te refieres es principalmente durante la Guerra Civil. Piensa que estamos hablando del bando nacional, es decir, una serie de teóricos, intelectuales y periodistas que habían escrito sobre la ideología nazi. Hasta el 36, los temas del racismo y el antisemitismo prefieren no tocarlos, porque irían en contra de la devoción que sentían por Hitler y por todas las políticas socioeconómicas que estaban haciendo prosperar al país. Es decir, Hitler, para ellos, era una especie de receta autoritaria, patriótica y anticomunista. Ellos querían darle la vuelta a la República española. Todos estos protagonistas, hasta el 36, también lo fueron durante la Guerra Civil. Ahí entran en escena, sobre todo legisladores, teóricos, abogados.

Tenían que edificar el nuevo Estado. Es verdad que ahí hubo un proceso imitativo, sobre todo de las organizaciones, más que de los valores de la familia, donde miraban más hacia el modelo italiano, que no deja de ser también respetuoso con la Iglesia Católica, con el Vaticano, por la idiosincrasia que tenía Mussolini. Pero a Alemania la admiraban por los modelos de la juventud. Hasta el 42, cuando Hitler está prácticamente invadiendo toda Europa, hay una especie de fascinación absoluta hacia el régimen nazi. Y a partir del 43 hay un proceso de total idealización, de maquillaje, y lo que hacen todos esos teóricos e intelectuales que habían colaborado para edificar el nuevo Estado español es crear una nueva etiqueta: el nacionalcatolicismo.

"A partir del 43, los teóricos e intelectuales del franquismo crean una nueva etiqueta: el nacionalcatolicismo"

P. No sé si te acuerdas de la polémica que hubo en 2011 con el Diccionario Académico de la Real Academia de Historia, cuando el historiador Luis Suárez calificó el régimen de Franco de autoritario y no de totalitario en la entrada relativa a Francisco Franco y se montó cierto revuelo. ¿Estaba realmente el franquismo circunscrito al Movimiento Nacional, al partido único o solo al dictador militar?

R. Hay muchas etapas, pero si englobamos los 36 años del franquismo para definirlo como gobierno autoritario no sería cierto. Porque los tres primeros años, es decir, hasta el 42-43, el franquismo estaba en pañales y tenía tintes claramente autoritarios. Había también una fachada, eso es obvio, y no me refiero solo al saludo fascista. Había una serie de organizaciones además de una fachada totalitaria —durante los tres o cuatro primeros años— que coincidieron precisamente con la época más victoriosa de las tropas germanas en Europa. Esto no lo podemos olvidar. Lo que a mí me interesa es toda esta camaradería de intelectuales, legisladores y de teóricos. ¿Cómo cambiaron, cómo empezaron a saltar del barco, vamos a decir, totalitario? A partir del 43, cuando vieron que Hitler estaba perdiendo la guerra, empezaron a buscar en la coyuntura de la posguerra una nueva etiqueta ideológica. Y ahí entraría sobre todo José Antonio. Y por eso es muy importante. Volvieron a José Antonio y a las raíces hispánicas, es decir, el catolicismo y el anticomunismo, que son las dos etiquetas que hicieron pervivir al régimen de Franco hasta prácticamente el 75.

P. ¿Quiénes fueron los principales intelectuales ideólogos del nazismo en España en esa época?

R. Javier Conde, por ejemplo, a nivel teórico respecto a la teoría del caudillaje legal. Lacambra también y Juan Beneyto. Muchas personas que provenían del ámbito del derecho. Pero, si nos centramos a nivel literario e intelectual, los grandes protagonistas del libro son los periodistas, los corresponsales, porque son los que estaban en Alemania, los que vivían día a día la política nazi. Todos los capítulos están protagonizado por ellos ya que, a través de diferentes plataformas de derechas, de falange y monárquicas, son los que propagan y diseminan la ideología nacionalsocialista, desde el 31 hasta el 45. Luego en sus memorias tratan de blanquearse, claro…

"Hay una ligazón entre Vox y el pensamiento ultraconservador integrista católico"

P. Como el caso de Dionisio Ridruejo que luego fue incluso antifranquista. ¿Cómo asumió España el posnazismo?

R. En los 50 el régimen ya está muy asentado y tiene unos parámetros que están muy alejados o ciertamente alejados de todo esto. Creo que la religión católica y el carácter anticomunista y antimasónico de Franco —o del propio régimen— es lo que le hizo pervivir en el tiempo. Es decir, tuvo suerte en esta coyuntura. Sobre todo si hablamos de la Guerra Fría, que le benefició. Volvemos otra vez a la mayoría de los intelectuales; no solo partimos de José Antonio, sino de la mayoría de los intelectuales de aquella época. Desde el 39 al 55 eran anticomunistas y muy católicos y, precisamente, esos son los dos distintivos que aprovechó el régimen a partir del 45 para pervivir, porque a partir del 50 ya se estabilizó. Hubo un momento, sobre todo entre el 45 y 48, que parecía que las organizaciones internacionales podían intervenir, pero es verdad que a partir del 50, gracias a esta nueva etiqueta nacionalcatólica se salvó y los periodistas y los intelectuales cambiaron a partir del 43 su relato y el discurso de lo que habían escrito anteriormente.

P. El pensamiento católico jugó de alguna forma un papel importante. ¿Fomentó que más tarde los partidos de extrema derecha o ultraconservadores o ultra —como se quiera llamar— hayan sido diferentes al resto de Europa?

R. Hay algo de esto, sí. Pero lógicamente hay personas más cualificadas para hablar de este tema. Lo que sí que veo es una cierta diferencia entre los partidos de extrema derecha y la derecha del sur. Es decir, podemos equiparar también a Italia. El elemento católico diferencia a la extrema derecha del norte de la del sur, y creo que sí, que hay una especie de ligazón entre Vox y todo este pensamiento ultraconservador integrista católico. Se nutre de cierto revisionismo histórico —piensa que, por ejemplo, hemos escuchado en el Congreso de Diputados a veces nombrar a figuras como El Cid o los conquistadores de América— que reincide en lo hispánico y conservador más que en Francia, por ejemplo, donde realmente hubo nazismo puro y duro en la Francia libre de Vichy: había nazis franceses.

Es la diferencia entre el antijudaísmo de España y antisemitismo de Francia con su caso Dreyfuss. Lo que había en España era una cosa muy común en Europa, que era el antisemitismo ambiental, es decir, el ver al judío o al masón como parte de la conspiración judeomasónica que tanto obsesionaba a Franco, como enemigo de las comunidades nacionales. El judío estaba en la sombra y movía los resortes económicos, sociales, culturales, etc. y pervertía España. Esto es lo que conecta también con Vox, el tema de los Reyes Católicos, el antijudaísmo medieval, no tanto el antisemitismo. En los años 30 se hace mucha referencia a los Reyes Católicos como pioneros y además los comparan con Hitler, como que nosotros fuimos los primeros que dejamos libre nuestro país de judíos, una especie de Judenrein, pero es diferente.

Plaza de Toros de las Ventas, Madrid, 20 de octubre de 1940. Toda la plaza con el brazo en alto mientras se desplegaban banderas y banderolas con la esvástica por los balcones y el palco, en donde nada menos que el jefe de las SS, Heinrich Himmler saludaba a una multitud extasiada escoltado por su anfitrión Franco y su mayor escudero, Serrano Súñer. Para entonces, el ministro de Exteriores ya había viajado en muchas ocasiones a Berlín e incluso Núremberg y pronto el mismo Hitler se reuniría con Franco en Hendaya.

Historia de España Historia
El redactor recomienda