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Las dos muertes de Agustí Villaronga: el último testamento de 'Loli Tormenta'
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ESTRENO EL VIERNES 31 DE MARZO

Las dos muertes de Agustí Villaronga: el último testamento de 'Loli Tormenta'

Agustí Villaronga estrena póstumamente esta comedia dramática protagonizada por Susi Sánchez, en la que se pueden intuir el reflejo del cineasta en su personaje

Foto: Agustí Villaronga en una foto de archivo. (Efe/Orlando Barría)
Agustí Villaronga en una foto de archivo. (Efe/Orlando Barría)

Agustí Villaronga murió el 22 de enero pasado y apenas dos meses después, este fin de semana se estrena su última película, Loli Tormenta. No es la primera ni será la última película póstuma de la historia del cine: antes de ella lo fueron Saló (1975), de Pier Paolo Pasolini; Querelle (1982), de Rainer Werner Fassbinder; Don Quijote (1992), de Orson Welles, y Eyes Wide Shut (1999), de Stanley Kubrick. Algunas más, pero no tan importantes. Pero Pasolini murió asesinado, Fassbinder de sobredosis y Welles y Kubrick de sendos infartos. La muerte les sobrevino sin preaviso y sus películas no nacen de esa urgencia que sólo empuja la muerte: no es lo mismo morir aplastado por un piano de camino al rodaje que ser consciente de que aquello que se tiene entre manos será lo último. Después, la nada. Un testamento fílmico, la última oportunidad de decir todo aquello que nunca más podrá decirse.

Villaronga murió de cáncer. Diagnosticado en 2021, el estreno de su anterior película, El vientre del mar, le pilló en la UCI, recuperándose de su primera intervención. Ocho meses después, en julio de 2022, el director mallorquín empezó el rodaje de la que él ya intuía que sería su trabajo postrero. Cuenta Mario Torrecillas, coguionista de Loli Tormenta y compañero de piso de Villaronga estos últimos nueve años, que el cineasta murió... por el cine. No de una forma simbólica; de la manera más cruda. "Yo no quería que hiciera la peli. Porque si rodaba significaba que tenía que dejar la quimioterapia. Los médicos le hicieron firmar un papel de que no se hacían responsables de esa locura", contó Torrecillas en el obituario que le dedicó a Villaronga en El Periódico. "Dejó la quimio y se puso a rodar la película. [...] Una película que hizo en cinco incomprensibles y diabólicas semanas de rodaje que le iban a estrujar la poca vida que apenas podían soportar sus piernecitas de alambre. Él sabía que iba a ser lo último, pero era un cineasta puro de los que mueren con cámara puesta. Era un cabezolón".

placeholder Susi Sánchez y Agustí Villaronga en una imagen del rodaje. (Caramel/YouPlanet)
Susi Sánchez y Agustí Villaronga en una imagen del rodaje. (Caramel/YouPlanet)

Así que Loli Tormenta es el último sacrificio kamikaze de un cineasta demasiado ecléctico para las etiquetas y demasiado modesto para la farándula, una combinación que, a veces, relega grandes carreras a una suerte de ostracismo involuntario. El prestigiosísimo crítico estadounidense Jonathan Rosenbaum dijo de su ópera prima, Tras el cristal (1986), una historia de sadomasoquismo entre un viejo nazi escondido en España y su joven cuidador, que era una obra "perturbadora, poderosa y que consigue lo que se propone", "una mezcla sombría de suspense, humor retorcido y perversidad barroca". Entonces el cine español, salvo Buñueles, Sauras y Almodóvares, estaba abocado al mercado local, pero Villaronga consiguió salvar el obstáculo de la insularidad, de la españolidad y de la timidez y que lo reivindicasen fuera.

Esa primera película, proyectada en Berlinale, puso a Villaronga en el mapa internacional y dio comienzo a una carrera extraña y dispar, que fue desde la Competición Oficial de Berlín con El mar (2000) o los nueve goyas de Pa negre (2010), o la más reciente El vientre del mar, ganadora de la Biznaga de Oro de Málaga en 2021, hasta un proyecto como Nacido rey (2019), superproducción rodada en Arabia Saudí sobre el príncipe Faisal, de la familia de los Saúd, los fundadores del Estado saudí moderno. También escribió, como revela Torrecillas, el primer borrador de La mala educación, de Almodóvar, que en su momento se llamó Las visitas.

La muerte de Villaronga fue igual de discreta y callada que su vida. Sin hacer ruido, sin dar que hablar. Y Loli Tormenta sea donde se escondan probablemente sus últimas obsesiones, cuando todo es accesorio menos las ganas de seguir viviendo. Loli Tormenta es una película mucho más luminosa de lo que acostumbraba a ser el cine de Villaronga. Es un drama contado en clave de comedia, casi como un cuento de Navidad dickensiano sin invierno y con moraleja. Un intento de reírse a pesar de las desgracias. Como si hubiese sido un empeño inflexible, el fondo de la película es desolador, pero la mirada se fuerza al optimismo y al humor.

placeholder Agustí Villaronga en los premios Feroz de 2022. (Efe/Javier Cebollada)
Agustí Villaronga en los premios Feroz de 2022. (Efe/Javier Cebollada)

Su protagonista es Susi Sánchez, la matriarca de una familia poco convencional que intenta sacar adelante a sus dos nietos a pesar de los obstáculos económicos. La anomalía: que uno de los niños es blanco y el otro es negro. "Es que su mamá, quería mucho a todo el mundo, y era una viva la vida", explica en una escena. Su hija fallecida y sus maridos desentendidos la han dejado en herencia dos adolescentes, muchas deudas y una hipoteca que no puede pagar con su exigua pensión. La comedia navega entre el estilo reconfortante y de buenos sentimientos de Campeones (2018) -pero sin la acidez- y el cine social de Adú (2020). Por allí pasa, por cierto, Fernando Esteso, como el familiar avaro y carroñero que anida en todas las familias. A ella la conocen como Loli Tormenta por su ímpetu y cabezonería -¿un trasunto Sánchez del propio Villaronga?-, y es una exatleta profesional con un pasado trufado de premios que, de repente, empieza a padecer demencia. De nuevo, seguimos en clave de comedia.

La mujer sufre estrecheces económicas, como todo el barrio obrero y multicultural en el que vive, y Villaronga compone un retrato de ese extrarradio de las grandes urbes que parecía haber desaparecido de las pantallas. En las aulas y las tiendas de alimentación de Loli Tormenta se mezclan españoles de toda la vida con españoles árabes y subsaharianos de segunda generación. La escasez se suple con cuidados y con una red vecinal que organiza diferentes saraos para que los niños y los mayores estén entretenidos y tiendan puentes. Y es ahí donde se percibe entre planos la vitalidad naíf que sólo trae la enfermedad y la muerte, esas ganas de aprovecharlo todo, de no dejar segundos vacíos, de querer impregnarse de la despreocupación de los actores más jóvenes y de la comprensión de los más mayores.

placeholder Susi Sánchez entre María Anglada Sellarés y Joel Gálvez. (Caramel/YouPlanet)
Susi Sánchez entre María Anglada Sellarés y Joel Gálvez. (Caramel/YouPlanet)

La película de Villaronga habla de la muerte y de la enfermedad. Pero sobre todo de las redes de cuidados, de la importancia de las relaciones afectivas, sobre todo en momentos de necesidad. Sólo quien te cuida podrá salvarnos, aunque estemos muertos, parece decir. También habla de una España que se balancea entre la naturalización de la convivencia racial y el racismo atávico: "Tu padre seguro que está en Canarias, comiendo plátanos", le espeta Robert (el hermano blanco, interpretado por Joel Gálvez) a Edgar, su hermano mulato (Mor Ngom). El retrato urbano de Villaronga de un barrio barcelonés cualquiera de los suburbios es la descripción más precisa del extrarradio desde Manolito Gafotas. El barrio obrero como un lugar en el que ya sólo quedan los viejos y los inmigrantes. Pero no hay dramatismo plúmbeo: "En África hay hambre, pero también sabemos divertirnos", replica Linet (María Anglada Sellarés).

Loli Tormenta es, sí, la película menos Villaronga de todas. O quizás la más de ellas, donde Villaronga, consciente de ese último gesto, desnudo de intelectualizaciones y subterfugios, ha querido ser claro, directo y didáctico. Cuenta Torrecillas que Villaronga solía cantar una letra de Bertolt Brecht que también interpretó Massiel y que reza: "La vida es bella / Vivámosla pues / Vivirla en libertad / Cosa es de rey".

Agustí Villaronga murió el 22 de enero pasado y apenas dos meses después, este fin de semana se estrena su última película, Loli Tormenta. No es la primera ni será la última película póstuma de la historia del cine: antes de ella lo fueron Saló (1975), de Pier Paolo Pasolini; Querelle (1982), de Rainer Werner Fassbinder; Don Quijote (1992), de Orson Welles, y Eyes Wide Shut (1999), de Stanley Kubrick. Algunas más, pero no tan importantes. Pero Pasolini murió asesinado, Fassbinder de sobredosis y Welles y Kubrick de sendos infartos. La muerte les sobrevino sin preaviso y sus películas no nacen de esa urgencia que sólo empuja la muerte: no es lo mismo morir aplastado por un piano de camino al rodaje que ser consciente de que aquello que se tiene entre manos será lo último. Después, la nada. Un testamento fílmico, la última oportunidad de decir todo aquello que nunca más podrá decirse.

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