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"Considerar 'El Diario de Ana Frank' una lectura edificante es un despropósito"
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"Considerar 'El Diario de Ana Frank' una lectura edificante es un despropósito"

Alpha Decay publica el reportaje de Cynthia Ozick '¿A quién pertenece Anne Frank?' en el que da la vuelta al relato luminoso y alegre que nos ha llegado. La traducción es de Eugenia Vázquez Nacarino

Foto: La famosa foto escolar de la niña Anna Frank
La famosa foto escolar de la niña Anna Frank

El diario no es un texto simpático, a pesar de la lúcida sátira con que Anne plasmaba a menudo "el lado cómico de la vida clandestina". Considerarlo una lectura edificante parece lisa y llanamente un despropósito. Además, el relato de Anne Frank no es, y nunca fue, la historia de Anne Frank. Que el diario sea la obra prodigiosa y consciente de un genio en ciernes no se cuestiona. La variedad en el ritmo y el tono, el humor, un suspense insoportable, los flechazos amorosos y las desilusiones adolescentes, la curiosidad sexual, momentos de terror, momentos de euforia, ráfagas de idealismo y súplica y agudeza psicológica... todos esos destellos de inteligencia y emoción y talento animan sus páginas. Sorprende, además, la precocidad con que se asimila el progreso de la guerra en todos los frentes. La supervivencia del círculo clandestino está ligada de un modo crucial a los avances de la invasión aliada. Los bombarderos pasan rugiendo hacia sus destinos y la casa tiembla; a veces las bombas caen aterradoramente cerca.

En conjunto, el diario es una crónica de trepidación, tumulto, alarma. Incluso en los periodos más tranquilos de lectura y estudio retumba el silencio de la reclusión. Se alimentan a base de lechuga hervida y patatas grilladas; tirar de la cadena del único inodoro está prohibido durante diez horas seguidas. De noche se oyen disparos. Siempre planea la amenaza de que los delaten y los apresen. Reinan la angustia y la inmovilidad. Es una historia de miedo.

placeholder El reportaje de Ozick se publica el próximo 3 de abril
El reportaje de Ozick se publica el próximo 3 de abril

Pero el diario en sí, a pesar de ese cúmulo de acontecimientos y pasión, no se puede considerar la historia de Anne Frank. Una historia no puede llamarse historia si le falta el final. Y, a falta de ese final, en los cincuenta años desde que se publicó por primera vez en los Países Bajos, la historia de Anne Frank se ha expurgado, distorsionado, trucado, traducido, reducido, infantilizándose, homogeneizándose y sentimentalizándose hasta acabar falseada, cursilizada y, en definitiva, impúdica y arrogantemente negada. Entre los falseadores se encuentran dramaturgos y cineastas, traductores y litigantes, el propio padre de Anne Frank, e incluso —o sobre todo— el público, de lectores y espectadores, en el mundo entero. Una obra cargada de una profunda verdad se ha convertido en un instrumento de verdades a medias, verdades sucedáneas o negaciones de la verdad. La pureza se ha hecho impura, a veces pretendiendo justo lo contrario. Cada gesto bienintencionado de aproximarse al diario para difundirlo ha contribuido a la subversión de la historia.

El diario se considera un documento del Holocausto, y eso es por encima de todo lo que no es. Casi cada edición —y ha habido infinidad de ediciones— se anuncia como "un canto a la vida" o "un conmovedor anhelo del infinito espíritu humano". Esas descripciones dejan el poso amargo del escarnio. ¿Un canto a la vida? El diario está incompleto, truncado, suspendido; o, más bien, acabó dictado por Westerbork (el infernal campo de tránsito en Holanda desde el que deportaban a los judíos neerlandeses), y por Auschwitz, y por los vientos fatídicos de Bergen-Belsen. Allí, y no en el "escondite secreto", fue donde los crímenes que hemos dado en llamar Holocausto se perpetraron.

"La historia de Anne Frank se ha expurgado, distorsionado, trucado, traducido, reducido, infantilizándose y sentimentalizándose"

Nuestra entrada en esos crímenes empieza con columnas de números: las meticulosas listas de deportaciones en una cuidada caligrafía de contable, austeramente registradas en los "libros de transportes" alemanes. A partir de esas columnas —bajo la rúbrica, como para el comercio de exportación, Ausgangs-Transporte nach dem Osten (‘Remesa saliente hacia el Este’)— puede saberse que a Anne Frank y los demás los trasladaron a Auschwitz la noche del 6 de septiembre de 1944, en una tanda de mil diecinueve Stücke (o ‘piezas’, otro término mercantil). Aquella misma noche, quinientas cuarenta y nueve personas murieron en las cámaras de gas, incluido un miembro del grupo de Frank (el padre de Peter van Daan) y todos los niños menores de quince años.

Dispensaron a Anne, con quince cumplidos, y a Margot, con diecisiete, en principio para trabajar. A finales de octubre, entre el 20 y el 28, más de seis mil seres humanos murieron gaseados apenas un par de horas después de llegar al campo de concentración, incluidos mil chicos de dieciocho para abajo. En diciembre fallecieron dos mil noventa y tres prisioneras, de hambre y extenuación, en el campo de mujeres; a principios de enero, murió Edith Frank.

placeholder La periodista Cynthia Ozick
La periodista Cynthia Ozick

Sin embargo, las fuerzas soviéticas avanzaban hacia Auschwitz, y en noviembre se dio la orden de borrar la existencia de las cámaras de gas y volar los hornos crematorios. Decenas de miles de prisioneros, debilitados y ya cerca del fin, emprendieron con un frío glacial las marchas de la muerte. Muchos acabaron fusilados. En una evacuación que ocurrió o el 28 de octubre o el 2 de noviembre, despacharon a Anne y Margot a Bergen-Belsen. Margot fue la primera en sucumbir. Una superviviente recordaba que cayó al suelo, muerta, desde la tabla de madera donde yacía comida por los piojos, y que Anne, desconsolada y esquelética, desnuda bajo un jirón de ropa, murió uno o dos días más tarde.

Anne, desconsolada y esquelética, desnuda bajo un jirón de ropa, murió uno o dos días más tarde

Llegar al diario sin haber asimilado previamente La noche de Elie Wiesel y Los hundidos y los salvados, de Primo Levi (por mencionar solo dos testimonios), o las columnas de números en los libros de transportes, permite recrearse en una inocencia implausible y horrenda. La letanía de frases manidas —"un testamento imperecedero de la nobleza del alma humana", "una perpetua fuente de valentía e inspiración"— es tan insustancial como cualquier otra ilusión. El éxito —el triunfo— de Bergen-Belsen consistió precisamente en anular la posibilidad de la valentía, en que demostró ser un testamento imperecedero de lo fácil que es destruir el alma humana. Hier ist kein Warum, advertía un guardia en Auschwitz: "aquí no hay “por qué", ni pregunta ni respuesta, solo el oscuro vacío de la sinrazón. La historia de Anne Frank, contada fielmente, es irredenta e irredimible.

Son verdades difíciles de digerir, y por eso nunca se han digerido. Hay quienes, aburridos hasta decir basta y tan desalmados como para reconocerlo, están hartos de oír (¡otra vez!) las barbaridades de hace cincuenta años. "Con esas cosas del pasado", podría protestar uno de esos individuos, "hay que obsesionarse hasta un punto. Si me van a flagelar, prefiero reservarme el pellejo para problemas más acuciantes que hay en el mundo". (Cito una carta privada de un distinguido autor.)

El diario no es un texto simpático, a pesar de la lúcida sátira con que Anne plasmaba a menudo "el lado cómico de la vida clandestina". Considerarlo una lectura edificante parece lisa y llanamente un despropósito. Además, el relato de Anne Frank no es, y nunca fue, la historia de Anne Frank. Que el diario sea la obra prodigiosa y consciente de un genio en ciernes no se cuestiona. La variedad en el ritmo y el tono, el humor, un suspense insoportable, los flechazos amorosos y las desilusiones adolescentes, la curiosidad sexual, momentos de terror, momentos de euforia, ráfagas de idealismo y súplica y agudeza psicológica... todos esos destellos de inteligencia y emoción y talento animan sus páginas. Sorprende, además, la precocidad con que se asimila el progreso de la guerra en todos los frentes. La supervivencia del círculo clandestino está ligada de un modo crucial a los avances de la invasión aliada. Los bombarderos pasan rugiendo hacia sus destinos y la casa tiembla; a veces las bombas caen aterradoramente cerca.

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