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El experto en geopolítica Robert D. Kaplan te explica por qué un año de anarquía es peor que 100 de tiranía
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EL ERIZO Y EL ZORRO

El experto en geopolítica Robert D. Kaplan te explica por qué un año de anarquía es peor que 100 de tiranía

El analista político Robert Kaplan publica 'La mentalidad trágica', un libro estremecedor por la visión del mundo que explica por qué las relaciones internacionales son inevitablemente trágicas

Foto: Un grafiti anarquista en Puerto Rico. (EFE)
Un grafiti anarquista en Puerto Rico. (EFE)

En 1994, Robert D. Kaplan publicó en la revista The Atlantic un artículo que enseguida se volvió una lectura obligatoria para políticos, tecnócratas y expertos en relaciones internacionales. Se titulaba "La anarquía que viene" y afirmaba que, pese al optimismo general que reinaba en ese momento, tras la desaparición de la Unión Soviética, la escasez de recursos, la sobrepoblación, las enfermedades víricas, el sectarismo, los choques culturales provocados por la inmigración rural a las ciudades y la debilidad de algunos gobiernos acabarían llevando el mundo, en cuestión de décadas, al caos.

Kaplan era conocido por haber sido corresponsal en destinos y conflictos remotos. Había cubierto la guerra entre Irán e Irak, la de comunistas contra muyahidines en Afganistán, el Este de Europa y varios conflictos y hambrunas en África. Pero nadie esperaba esa devastadora previsión. Poco después se reeditó un libro suyo acerca de un lugar que tampoco importaba a nadie: los Balcanes. Vendió poco, pero mientras Estados Unidos se debatía sobre si participar o no en la guerra de la ex-Yugoslavia, se vio al presidente Bill Clinton con él bajo el brazo; lo estaba leyendo para conocer mejor la región, dijo, y le llevó a decidir no mandar tropas. Al final, el libro fue un éxito. Kaplan se convirtió en una de las personas más influyentes en las relaciones exteriores de Estados Unidos. Y, por lo tanto, del mundo.

Foto: El escritor Robert Kaplan

Luego cometió el mayor error de su carrera. Kaplan conocía bien la brutalidad de Sadam Huseín; había viajado por Irak, donde le habían retirado el pasaporte y retenido durante 10 días en los que vivió aterrado. La idea de que Estados Unidos derrocara a Sadam y sustituyera su régimen por una democracia le pareció lo mejor para la estabilidad del mundo y la vida de los iraquíes. De modo que presionó al Gobierno de Bush para que emprendiera la invasión, escribió artículos, dio conferencias. Lo convirtió en una causa personal. Hasta que, en 2004, un año después del inicio de la guerra, viajó de nuevo al país para cubrir la primera batalla de Faluya. Lo que vio le dejó helado: la anarquía que había provocado la invasión era aún peor que la brutalidad extrema de Sadam. Destruido por su error, se sumió en una depresión clínica y volvió a su país convencido de que el todos contra todos generado por la ausencia de un Gobierno era peor que la más sangrienta tiranía y recordándose la vieja máxima persa: "Un año de anarquía es peor que 100 de tiranía".

Un año después del inicio de la Guerra de Irak, Kaplan vio que la anarquía que había provocado la invasión era peor que la brutalidad de Sadam

Ahora Kaplan cuenta sus reflexiones sobre ese error en un libro que acaba de publicar en castellano la editorial RBA: La mentalidad trágica. Sobre el miedo, el destino y la pesada carga del poder. Decir que es una obra sombría o pesimista sería decir poco. Es un libro estremecedor por lo que tiene de autocrítica, pero, sobre todo, por la visión del mundo que explica en sus poco más de 200 páginas: las relaciones internacionales son inevitablemente trágicas, el mundo político es en realidad una tragedia, y nuestro problema es que no nos damos cuenta y seguimos pensando en ella como un juego adictivo o una cuestión de estatus moral. No, recuerda una y otra vez: es una tragedia.

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Para demostrarlo, mezcla su experiencia personal con constantes alusiones a la literatura. Para Kaplan, quienes mejor entendieron la política fueron los autores de las tragedias griegas —Eurípides, Esquilo, Sófocles— y Shakespeare: solo ellos comprendieron que la política no trata de escoger entre el bien y el mal, como muchas veces creemos. Si fuera así, dice, todo sería fácil. En realidad, consiste en escoger entre dos cosas deseables a sabiendas de que, se escoja la que se escoja, habrá muerte y destrucción. “La batalla del bien contra el bien significa aceptar una cierta dosis de mal —cuenta—. La justicia, por muy gratificante que sea desde el punto de vista moral, puede ser enemiga de un ejercicio prudente del gobierno”. La tragedia clásica siempre plantea el mismo tema: sus protagonistas —sean Edipo, Agamenón o el rey Lear—, pretenden hacer un bien, pero por el camino acaban generando mucho mal.

Sin embargo, en el librito también hay espacio para acusar a los intelectuales, los periodistas y los analistas de política internacional de ingenuos o tontos. Muchos de ellos —de nosotros— sienten admiración por los héroes morales, aunque ignoran que una cosa es ser un ente puro, sin responsabilidades administrativas, y otra un político que tiene que tomar decisiones durísimas. Además, los políticos saben que muchas veces lo que hacen está moralmente mal: “Los periodistas se vanaglorian de cantarle las verdades al poder. Pero la realidad es mucho más compleja que eso —dice Kaplan—. Las verdades que los periodistas cuentan en voz alta no son solo aquellas que quienes están en el poder tratan de tapar, sino, en muchos casos, verdades de las que los poderosos son perfectamente conscientes, pero sobre las que no pueden hacer ni decir nada en público por temor a empeorar aún más la situación”.

La lección más importante del libro está clara y es incómoda: la tiranía es insoportable, pero es preferible al caos

A veces La mentalidad trágica parece una obra de crítica literaria, debido a la abrumadora sucesión de alusiones a libros clásicos, o una confesión demasiado cruda. En realidad, es un libro extraordinario, porque expone verdades desagradables y observaciones históricas muy penetrantes. Su lección más importante está clara y es incómoda: la tiranía es insoportable, pero es preferible al caos. Y ser rebelde es, en muchas ocasiones, un deber moral. Pero rebelarse y derrocar una tiranía sin tener un plan creíble para restaurar el orden con un régimen más justo, dice rememorando a Albert Camus, es una irresponsabilidad imperdonable.

Foto: EC.
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Con todo, Kaplan también hace una observación para el futuro que resulta tan heladora como su pronóstico de hace treinta años acerca de que el mundo iba a sumirse en una anarquía internacional ingobernable, que se ha cumplido parcialmente. Si los errores de Afganistán e Irak fueron catastróficos —recuerda—, pero supusieron un número de bajas estadounidenses relativamente pequeño: ¿somos capaces de imaginar las consecuencias que tendrían errores de planificación y de visión semejantes en el caso de una guerra contra un verdadero gigante como China?

Si son proclives a ver la gran política con toda su crudeza trágica, lean este libro. Si no, léanlo y empezarán a verla así.

En 1994, Robert D. Kaplan publicó en la revista The Atlantic un artículo que enseguida se volvió una lectura obligatoria para políticos, tecnócratas y expertos en relaciones internacionales. Se titulaba "La anarquía que viene" y afirmaba que, pese al optimismo general que reinaba en ese momento, tras la desaparición de la Unión Soviética, la escasez de recursos, la sobrepoblación, las enfermedades víricas, el sectarismo, los choques culturales provocados por la inmigración rural a las ciudades y la debilidad de algunos gobiernos acabarían llevando el mundo, en cuestión de décadas, al caos.

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