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El Prado expone la belleza de Guido Reni (y pasa de puntillas por su bestial misoginia)
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El Prado expone la belleza de Guido Reni (y pasa de puntillas por su bestial misoginia)

El museo dedica una gran retrospectiva al artista del barroco italiano, apodado el Divino, famoso por la belleza de sus cuadros y por su profunda aversión a las mujeres

Foto: Un visitante del Museo del Prado, ante 'La Asunción y Coronación de la Virgen' de Guido Reni.
Un visitante del Museo del Prado, ante 'La Asunción y Coronación de la Virgen' de Guido Reni.

A Guido Reni (1575-1642) le llamaban en su época el Divino. Y no es difícil entender por qué: el artista barroco, originario de Bolonia (una de los principales centros culturales europeos a finales del siglo XVI), no sólo pintó cuadros de una extraordinaria belleza. Además, sus lienzos tienen la capacidad de hacer conectar a quien los contempla con lo trascendente; consiguen trasladar al espectador a una dimensión superior, a una dimensión religiosa, moral o ética.

Y eso que el propio Reni no fue lo que se dice un dechado de virtudes. Aunque fue profundamente religioso, también fue un obcecado ludópata. Y, sobre todo, fue un misógino contumaz.

placeholder Un hombre, ante una de las obras de la exposición de Guido Reni en el Museo del Prado. EFE
Un hombre, ante una de las obras de la exposición de Guido Reni en el Museo del Prado. EFE

El Museo del Prado dedica ahora al Divino una gran exposición que reúne el mayor número de obras de Reni que haya habido nunca en una muestra temporal. Se trata, en total, de 96 piezas, de las cuales 73 son de Reni (50 óleos, 12 dibujos, un libro, un cartón de preparación y 11 esculturas). Proceden en total de 44 instituciones y colecciones privadas de diez países.

El imponente El triunfo de Job, por ejemplo, viene de la catedral de Notre Dame y es la primera vez que se expone en el Prado. Baco y Ariadna, un óleo perteneciente a un coleccionista privado, se muestra ahora por primera vez en 200 años en público.

“Esta es una exposición extraordinaria. Ha sido difícil conseguirla, hemos tenido problemas de transporte, porque la guerra de Ucrania también nos afecta a nosotros. Pero, sin duda, es una de las exposiciones más hermosas de los últimos años”, en palabras de Javier Solana, presidente del Real Patronato del Museo del Prado.

placeholder Una de las salas de la exposición de Guido Reni en el Prado. EFE
Una de las salas de la exposición de Guido Reni en el Prado. EFE

Efectivamente, la muestra es de una belleza desbordante. El único problema es la complicada personalidad de Reni, tan enrevesada que siempre ha atraído la atención de numerosos estudiosos del arte: desde su primer biógrafo (su amigo Carlo Cesare Malvasia) hasta expertos actuales. Al fin y al cabo Reni era un ludópata de manual que se gastó una fortuna apostando a las cartas y a los dados, un tipo que tenía un miedo irracional a la brujería y un misógino recalcitrante.

En su libro publicado en 1997 con el títtulo Divine Guido’: Religion, Sex, Money and Art in the World of Guido Reni (Divino Guido: religión, sexo, dinero y arte en el mundo de Guido Reni), el estadounidense Richard E. Spear, historiador de arte especializado en la pintura del Barroco italiano, ya retrataba al artista como un hombre con una intensa aversión hacia las mujeres. “Con la única excepción de su madre, a la que estaba profundamente unido, no podía soportar tener mujeres a su alrededor”, sentencia Spear.

Aversión a las mujeres

Cuentan que no permitía que ninguna mujer le tocara ni entrara siquiera en su taller, tan solo su madre podía hacerlo. “Sabemos que en un momento dado Guido Reni decidió no contar con sirvientas en su casa, todo su personal doméstico eran hombres”, señala David García Cuelo, jefe del departamento de Pintura Italiana y Francesa hasta 1800 en el Prado y comisario de la gran exposición antológica que ahora le dedica ese museo. Cuentan que una vez en que una mujer palpó por accidente la ropa de su colada, Reni se puso hecho una furia.

También un amigo del Divino reveló que fue testigo de cómo el artista se quedaba blanco “como el mármol” en una ocasión en la que pintaba un cuadro con una mujer de carne y hueso como modelo, negándose en redondo a que le dejaran a solas con ella. Varias obras de Reni están de hecho protagonizadas por hombres que rechazan a mujeres, como si les repugnara verlas desnudas. Las dos magníficas versiones de Hipómenes y Atalanta que se exponen ahora en el Prado (una propiedad del museo español y otra del Museo napolitano de Capodimonte) son buena prueba de ello.

placeholder 'Hipómenes y Atalanta', de Guido Reni. EFE
'Hipómenes y Atalanta', de Guido Reni. EFE

“Hoy de Guido Reni nos interesa, más que su devoción religiosa, su ludopatía y misoginia”, en palabras de Miguel Falomir Faus, director del Prado. Sin embargo, la exposición del museo madrileño pasa bastante de puntillas sobre el machismo visceral del Divino.

“A menudo se incurre en un error de partida: aplicar categorías éticas y morales actuales a un artista del siglo XVII”, opina David García Cuelo. “Guido Reni fue tenido por sus contemporáneos por un ser de naturaleza angelical, un hombre que, como su arte, no era del todo de este mundo. Su visión idealizada de la mujer está profundamente arraigada en el Barroco y viene de Petrarca”, añade el comisario de la muestra, sugiriendo que su miedo a la brujería y los casos de envenenamientos a manos de mujeres que se registraron en la época en Bolonia podrían estar en el origen de su negativa a tener mujeres entre su personal doméstico.

Deudas de juego

Reni gozó en vida de gran fama. Pero en el siglo XIX su nombre cayó en el ostracismo. Sólo bien entrado el siglo XX se empezó a recuperar el valor de la producción artística del Divino, un creador que mantuvo estrechos lazos con España (tuvo como clientes a grandes potentados españoles, empezando por la Corona) y que inspiró a artistas como Murillo, Zurbarán o Velázquez.

La ludopatía de Reni le llevó en sus últimos años de vida a aumentar enormemente su creacción de obras, a fin de conseguir dinero con el que hacer frente a sus deudas de juego. Esa producción en masa le hizo simplificar formas y dejar muchos cuadros inacabados. También esos non finito están en la soberbia exposición del Prado, que permanecerá abierta hasta el 9 de julio y que, una vez más, lanza la pregunta de si se puede separar la obra de un artista de su personalidad.

A Guido Reni (1575-1642) le llamaban en su época el Divino. Y no es difícil entender por qué: el artista barroco, originario de Bolonia (una de los principales centros culturales europeos a finales del siglo XVI), no sólo pintó cuadros de una extraordinaria belleza. Además, sus lienzos tienen la capacidad de hacer conectar a quien los contempla con lo trascendente; consiguen trasladar al espectador a una dimensión superior, a una dimensión religiosa, moral o ética.

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