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Sanz Briz, el 'Ángel de Budapest' que salvó a 4.000 judíos... y que repudian ERC y PSOE
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Sanz Briz, el 'Ángel de Budapest' que salvó a 4.000 judíos... y que repudian ERC y PSOE

Aunque luchó contra los nazis, todos los partidos de la coalición de Gobierno han votado en contra de que le fuera concedida al diplomático la medalla del Congreso

Foto: El diplomático español Ángel Sanz Briz.
El diplomático español Ángel Sanz Briz.

La actividad parlamentaria de Vox en el último mes ha provocado dos noticias. Una poco relevante, la moción de censura con Ramón Tamames como candidato y otra crucial, de gran justicia para la historia de España: la solicitud de la medalla del Congreso para el diplomático Ángel Sanz Briz, que durante el cerco de Budapest en 1944 salvó con sus acciones a cerca de 4.000 judíos del Holocausto.

El conocido como Ángel de Budapest se las ingenió entonces para engañar y camelar al partido de la Cruz Flechada de Ferenc Szalasi durante los últimos meses de la guerra, entre octubre y diciembre de 1944, cuando las tropas del Ejército Rojo estaban ya a las puertas de la ciudad y con el objetivo de evitar el asesinato de la última comunidad judía que quedaba en pie en Europa.

placeholder El diputado de ERC Joan Margall. (EFE)
El diputado de ERC Joan Margall. (EFE)

Nada de esto evitó que el diputado de ERC Joan Margall calificara al diplomático español de fascista, que el PSOE a su vez dijera que la propuesta del diputado de Vox Francisco José Contreras Peláez era "para blanquear el franquismo" y que en conjunto al final solo votaran a favor, además de Vox, PP y Ciudadanos, y que los votos en contra fueran, a saber, de los socios del gobierno: además de PSOE y ERC, Bildu, PNV

Todo muy diferente a cuando la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, nada sospechosa de ser franquista ni de blanquear al franquismo, le concedió en 2016 a Sanz Briz la medalla de la ciudad de Madrid mostrando una dignidad y un respeto hacia la historia de España y sus héroes de la que carecen ahora los diputados. Acto por cierto al que acudieron la entonces presidenta de la comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, del PP, además de las concejales Esperanza Aguirre (PP), Begoña Villacís (Cs) y Purificación Causapié (PSOE).

placeholder Uno de los informes de Sanz Briz al ministerio de Exteriores hablando sobre la situación de los judíos en Hungría.
Uno de los informes de Sanz Briz al ministerio de Exteriores hablando sobre la situación de los judíos en Hungría.

El revuelo de la semana pasada se debió a las palabras de Contreras Peláez, quien aseguró que "Sanz Briz actúo siguiendo órdenes del Ministerio de Exteriores de España", que en esa época evidentemente era franquista. Mientras, desde el PSOE, Miguel Ángel González manifestara todo lo contrario: "Actuó de espaldas a su gobierno". Una polémica absurda sobre el héroe diplomático que con el tiempo va y viene, que existía antes de que yo me ocupara de lo ocurrido en Budapest en 1944 en el libro El ángel de Budapest. La lista de Sanz Briz, el Oskar Schindler español (Ediciones B, 2016). Ángel Sanz Briz, era funcionario del cuerpo diplomático desde antes de la Guerra Civil y aunque simpatizara con el bando nacional, actuando de hecho en Madrid contra el Terror Rojo, cuando se hizo cargo de la legación española de Budapest en 1944 representaba a España, no al régimen de Franco. No fue precisamente un trabajo fácil para el joven de 22 años.

Cuando se hizo cargo de la representación diplomática de España en Hungría, después de la salida de Miguel Ángel Muguiro a mediados de 1944, se convirtió en el país en donde más rápidamente se llevó a la práctica la Solución Final. Medio millón de personas fueron exterminadas en menos de un mes, también fue a su vez en el que más judíos fueron protegidos y salvados de los nazis durante toda la guerra: algo más de 30.000.

Un funcionario con coraje personal

Sanz Briz actuó junto a otros diplomáticos —Suecia, Suiza, Vaticano, Portugal—, ejerciendo el liderazgo por los poderes que le otorgaba su cargo, que era representar los intereses de España en el extranjero. Antes Sebastián Romero de Radigales, el cónsul español en Atenas, ya había advertido a sus superiores en 1943 del "profundo descrédito en el que está cayendo España y los españoles ante su actitud frente al problema judío", cuando el gobierno declinó repatriar a los sefardíes de Salónica. Ángel Sanz Briz enmendó en parte la imagen del país en el exterior, que hasta entonces se había nutrido de los saludos con el brazo en alto y la parafernalia filonazi del régimen franquista. Por lo que inevitablemente, hay dos vertientes en esa historia: la del coraje personal de Sanz Briz, extendiendo sus acciones humanitarias mucho más allá de sus atribuciones, y la del funcionario, el hombre de Estado que cumplió con su trabajo.

La realidad es que la política del régimen franquista fue ambivalente durante toda la Segunda Guerra Mundial y en el caso de los judíos fue variando. En Hungría hubo una primera etapa en la que Sanz Briz, horrorizado por lo que ocurrió cuando las SS de Adolf Eichmann llegaron al país el 19 de marzo para comenzar las deportaciones a Auschwitz y acometer así los últimos compases de la Solución Final, escribió a Madrid y avisó a sus superiores de la progresiva segregación y persecución a la que estaban siendo sometidos los 400.000 judíos de Budapest, al tiempo que en las provincias —sin que tuviera todos los datos entonces— estaba siendo deportados otros tantos que fueron directamente a las cámaras de gas sin ningún tipo de paso previo. No obtuvo entonces respuesta, como tampoco al informe que envió a Madrid sobre la existencia del campo de exterminio de Auschwitz, que había llegado a las embajadas de los países neutrales en Hungría después de lo que relataron los judíos polacos Rudolf Vrba y Alfred Wetzler, quienes dieron a conocer al mundo por primera vez los horrores de la Solución Final.

placeholder Portada del libro 'El Ángel de Budapest', escrito por Julio Martín Alarcón. (Ediciones B)
Portada del libro 'El Ángel de Budapest', escrito por Julio Martín Alarcón. (Ediciones B)

Durante todo el verano de 1944, Sanz Briz, que ya estaba al frente de la legación tras la marcha del embajador Miguel Ángel Muguiro, solo pudo informar de las atrocidades y asistir a las reuniones que organizaron los países neutrales bajo la batuta del enviado del papa, el nuncio apostólico monseñor Angelo Rotta. Con ellos llegó a firmar notas de protesta ante el gobierno húngaro para que se detuvieran las deportaciones a Auschwitz. Al menos en una ocasión lo hizo sin conocimiento de su gobierno, que le reprobó por ello.

Mientras, Franco había permitido que muchos judíos entraran en España por los Pirineos, salvando a decenas de millares de la deportación a los campos de exterminio y autorizando después al personal diplomático a protegerlos en los países ocupados. La política, en cualquier caso, no fue uniforme y dependió del momento. Hasta 1943 España había permitido la entrada de refugiados, pero no repatrió a los sefardíes fuera de ella. Cuando a principios de 1944 rectificaron, muchos estaban ya en campos como el de Bergen-Belsen. Las legaciones no siguieron un procedimiento común y los representantes diplomáticos interpretaron las órdenes de forma desigual, según también el lugar, el momento y las circunstancias que fueron muy distintas en Rumanía, Grecia, Bulgaria, Francia, Alemania o Hungría.

El Gobierno español nunca se pensó en dar asilo a los judíos apátridas, ni tampoco a los sefardíes; se les ofreció la oportunidad de escapar

El Gobierno español no se guio principalmente por el humanitarismo; su mayor razón fue la supervivencia del régimen franquista, lo que para sus dirigentes era idéntico, a su vez, al "bien de España". Nunca se pensó en dar asilo a los judíos apátridas, ni tampoco a los sefardíes; se les ofreció la oportunidad de escapar, pero no quedarse como ciudadanos españoles. Es preciso, también, reconocer que no se distinguió especialmente en eso del resto de la comunidad internacional. Durante seis largos años casi ningún país quiso acoger a refugiados, y mucho menos a apátridas, entre ellos Estados Unidos y Gran Bretaña.

Sanz Briz acogió en su casa a unos sesenta judíos perseguidos, al margen totalmente de su cargo, y poniendo en riesgo su vida. Sanz Briz era joven cuando recayó en él la gran responsabilidad de estar al cargo, no solo de sus propios actos sino de los de todos los de su personal. Después del verano de 1944, cuando se detuvieron las deportaciones a Auschwitz por parte del gobierno colaboracionista de Miklos Horthy —debido precisamente a las presiones internacionales que habían provocado los diplomáticos extranjeros entre ellos Sanz Briz—, los nazis decidieron derrocarle e imponer a un socio más brutal, Ferenc Szalasi, jefe del Partido de la Cruz Flechada, quien convirtió la ciudad en una trampa mortal para los judíos ante el avance de las tropas de la URSS.

placeholder Lista con algunos de los judíos salvados por Sanz Briz.
Lista con algunos de los judíos salvados por Sanz Briz.

Fue entonces cuando comenzó la labor fundamental de San Briz, que no actuó solo, sino coordinado con las otras misiones extranjeras y la Cruz Roja, y con la ayuda de sus empleados y colaboradores: el abogado Zoltán Farkas, la secretaria Madame Tourneé y su hijo Gaston y el italiano apadrinado por el propio Sanz Briz, Giorgio Perlasca. Con ellos vivió seis intensos meses en los que lucharon contra la maquinaria más eficiente del mal que haya conocido la historia. Los límites del diplomático partían de Madrid: sin su autorización, jamás habría podido desplegar sus acciones. Cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores que dirigía entonces José Félix de Lequerica decidió actuar en Budapest por las presiones de las organizaciones internacionales judías, Sanz Briz obtuvo la autorización para salvar al máximo número de judíos.

No actuó por tanto de espaldas a su gobierno, que además en ese momento jugaba precisamente la baza para un escenario internacional de posguerra en el que pudieran esgrimir la ayuda prestada a los judíos. No actuó a sus espaldas y además informó puntualmente de sus gestiones, tal y como queda claro en la comunicación vía telegramas que mantuvo con el Ministerio de Exteriores. El diplomático español tuvo, sin embargo, que ingeniárselas para llevar a cabo un plan que era casi suicida. Después de arduas negociaciones con las autoridades húngaras del partido nazi de la Cruz Flechada consiguió el permiso para proteger, primero, a 100 judíos y después, a 300. Era el cupo para pasaportes que se le concedió. Sanz Briz los convirtió en 358 pasaportes provisionales, 45 ordinarios y 1.892 cartas de protección, expedidas con su firma y el sello del gobierno de España, que protegieron de la persecución, la deportación, las marchas de la muerte y las matanzas a orilla del Danubio y en las calles a todos ellos.

Un verdadero héroe

No solo esgrimió el célebre decreto de Miguel Primo de Rivera de 1921 —que había caducado— y que servía para reclamar como nacionales a los judíos de origen sefardí —inexistentes en Hungría— sino que jugó con habilidad la cuestión diplomática del reconocimiento internacional del gobierno de Franco al de Ferenc Zsalassi, con el juego del ratón y el gato para mantener la ficción de la amistad —una cuestión que en realidad jamás se planteó—. Luego extendió su labor, con el resto del personal de la legación, adquiriendo edificios en el barrio internacional que se crearon para las embajadas neutrales —con la ayuda del húngaro Jeno Sorg—. Sobornó en varias ocasiones al capitán de la policía Batizfalvy para que les avisara cuando los cruciflechados más salvajes fueran a entrar en ese gueto con el objetivo de llevarse judíos y asesinarlos en el Danubio.

Se ocupó de que tuvieran comida y combustible para la calefacción en el durísimo invierno y ante la escasez de todo dado el cerco del Ejército Rojo y en algunos casos en los que judíos con documentos españoles fueron apresados, se les fue a buscar hasta las mismas marchas de la muerte cuando la deportación de la Solución Final careció ya de trenes. Nada de esto fue orden del gobierno español, que se limitaba a autorizar esos pasaportes que no servían desde luego para salir de Budapest porque de allí no podía salir nadie. Servían en todo caso para proteger, que es de lo que se encargó realmente Sanz Briz jugándose la vida, superando los límites de las atribuciones diplomáticas de su gobierno y al acoger en su propia casa y la legación española a más judíos. Sanz Briz fue un héroe.

La actividad parlamentaria de Vox en el último mes ha provocado dos noticias. Una poco relevante, la moción de censura con Ramón Tamames como candidato y otra crucial, de gran justicia para la historia de España: la solicitud de la medalla del Congreso para el diplomático Ángel Sanz Briz, que durante el cerco de Budapest en 1944 salvó con sus acciones a cerca de 4.000 judíos del Holocausto.

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