Pero, ¿acaso hay en España algún incentivo para declararse mujer?
Es ontológicamente imposible probar que A no es B si previamente has vaciado de contenido tanto A como B. Siento y autodefino mi identidad. Imaginad por un momento que pudiera lograrse así, yo qué sé, la nacionalidad
Un hombre se declaró mujer y, con un poder notarial en la mano a falta de que el trámite del registro civil se completase, se presentó a las pruebas físicas para la policía municipal de Torrelodones y levantó los pesos más livianos, reservados a las mujeres. La ministra Montero, preguntada un par de semanas antes por esta posibilidad en el programa de Quequé, respondió tirando de sorna. La señora pretendía ser irónica, pero involuntariamente dio en el clavo: "es que de repente la ley trans nos ha hecho descubrir la cantidad enorme de ventajas que tiene ser mujer en nuestra sociedad".
Je, je, je, je, je, je, je, je, je, je, je, je, je, je, je… Se refería Montero a que, según ella, la vida de la mujer es un infierno comparada con la de los hombres. Obcecada con mirarlo todo desde el prisma de la violencia machista y las agresiones sexuales, como si estos dos parámetros que efectivamente afectan peyorativamente a las mujeres resumieran la existencia toda de la mujer, es incapaz de entender que la discriminación social histórica que las mujeres han padecido ha dado lugar a un momento legislativo que solo puede definirse como sistema de incentivos para ser mujer.
Existen unas quinientas ventajas legales de las mujeres sobre los hombres en España. No por ser mujeres pobres o mujeres víctimas de algo: por el mero hecho de ser mujeres. Ventajas como pruebas más ligeras para puestos como policía o bomberos, disparidad de penas por los mismos hechos, juzgados especiales, ayudas extra gratuitas y públicas, cuotas reservadas, espacios exclusivos, incentivos a su contratación por parte de las empresas, aumentos automáticos en la pensión, facilidades para estudiar, becas propias y un sinfín más. Esto no es una opinión mía: son leyes, reglamentos y normativas y puedes consultarlas todas aquí.
Bien: dado que no es en Afganistán donde aparece la ley trans, sino en España, con esta inmensa lista de disparidades legales, es evidente que existen incentivos para hacerse mujer por parte de los hombres. Sin embargo, podríamos pensar, el coste es elevado y la masculinidad frágil. ¿Estaría dispuesto un hombre a convertirse en mujer, con la vergüenza que eso podría ocasionarle? Pues bien: la ley trans ha hecho ese coste igual a cero. Sin requisito como el cambio de nombre, la vestimenta o cualquier otra forma de "expresión de género", ser mujer es un detalle tan burocrático e intrascendente para la vida pública como la fecha de nacimiento.
"Ser mujer es un detalle tan burocrático e intrascendente para la vida pública como la fecha de nacimiento"
El sentido común nos dice, sin embargo, que un hombre que se cambiara de sexo para obtener estas ventajas estaría cometiendo un fraude de ley. Pero tampoco. El fraude de ley es prácticamente imposible, debido a la forma en la que está redactada la ley. Hay un artículo que lo prevé, pero solo para hombres que se cambien de sexo tras cometer un delito, por ejemplo, de violencia machista, con el fin de evitar el juzgado de violencia de género. Sin embargo, ¡este es el único freno al fraude! Os leo, de nuevo sin aportar sombra alguna de opinión, la ley:
El Artículo 44 nos detalla el procedimiento para la rectificación registral de la mención relativa al sexo. Dice en el punto 3 que "el ejercicio del derecho a la rectificación registral de la mención relativa al sexo en ningún caso podrá estar condicionado a la previa exhibición de informe médico o psicológico relativo a la disconformidad con el sexo mencionado en la inscripción de nacimiento, ni a la previa modificación de la apariencia o función corporal de la persona a través de procedimientos médicos, quirúrgicos o de otra índole". Subráyese "en ningún caso".
En su artículo 3, cuando dice que la identidad sexual es la "vivencia interna e individual del sexo tal y como cada persona la siente y autodefine"
Sin embargo, ser mujer es algo, ¿verdad? Es decir: sería fácil probar el fraude, por ejemplo, si el hombre registrado como mujer no fuera capaz de explicar qué es lo que lo convierte en una mujer, ¿no? Pues no, porque los jueces solo tienen las leyes en la mano, y la ley trans ha dinamitado los conceptos "hombre" y "mujer" en su artículo 3, cuando dice que la identidad sexual es la "vivencia interna e individual del sexo tal y como cada persona la siente y autodefine, pudiendo o no corresponder con el sexo asignado al nacer". Y subráyese ahora "tal como cada persona la siente y autodefine".
Si en "ningún caso" hay que exhibir informe o cumplir requisito alguno, y si ser mujer u hombre responde a lo que "cada persona siente y autodefine", el intento de probar un fraude sería tal que así:
Juzgado de instrucción de Murcia, pongamos por caso. Alguien acusa con una denuncia a un hombre llamado Manolo que, sin cambiarse el nombre, ni la apariencia, ni someterse a tratamiento alguno, y sin haber siquiera comunicado a su mujer, Lourdes, que es una mujer, tiene efectivamente un DNI de mujer y se ha presentado a unas becas para mujeres, y además reclama que se considere mujer ante un proceso de selección de personal con cuota del 30% de mujeres.
Primero: la ley trans va a poner en aprietos al juez, que estaría cometiendo un delito si cuestionara la identidad de género expresada por doña Manolo. Segundo, doña Manolo responde a la pregunta de "¿por qué es usted una mujer?", realizada por el juez, citando directamente a la Ministra de Igualdad, Irene Montero, quien contestó en los prolegómenos del 8-M a la pregunta de una feminista radical que "las mujeres, por el hecho de ser mujeres, tenemos riesgo de sufrir violencia, más riesgo de sufrir pobreza. Ser mujer es eso". Subráyese "más riesgo de sufrir pobreza".
¿No tenía más riesgo de sufrir pobreza Manolo cuando la beca y el trabajo a los que optaba estaban reservados a las mujeres? Bien: eso, podría argumentar Manolo, lo convertía de facto en una mujer. Si ser una mujer es sufrir discriminación, Manolo tendría casi quinientos casos en los que los hombres la sufren ante las mujeres. Pero ni siquiera le haría falta a Manolo citar a una autoridad en la materia, como la Ministra de Igualdad, porque, repetimos, según la ley trans la "vivencia interna e individual del sexo" de Manolo, tal como ella "la siente y autodefine", sería suficiente.
Y nadie, con la ley en la mano, podría probar fraude alguno, por la sencilla razón de que es ontológicamente imposible probar que A no es B si previamente has vaciado de contenido tanto A como B. Siento y autodefino mi identidad. Imaginad por un momento que pudiera lograrse así, yo qué sé, la nacionalidad. Pues bien: en el país de las mujeres ya es posible entrar de esta forma.
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¿Lo veremos muchas veces, pocas? Esto no se puede prever a ciencia cierta, y ahí sí entraríamos ya en la opinión, pero los incentivos, el coste cero y la ausencia de prueba están grabados en el cuerpo legal, y no son opinables. Son hechos objetivos. De modo que es cuestión de tiempo que el misterio de la cantidad de casos quede resuelto, como ha ido pasando con las excarcelaciones y rebajas de condenas del "sí es sí". Por si acaso, y esto ya es personal, he invertido todo mi dinero en acciones de PopCorn Corporate.
Un hombre se declaró mujer y, con un poder notarial en la mano a falta de que el trámite del registro civil se completase, se presentó a las pruebas físicas para la policía municipal de Torrelodones y levantó los pesos más livianos, reservados a las mujeres. La ministra Montero, preguntada un par de semanas antes por esta posibilidad en el programa de Quequé, respondió tirando de sorna. La señora pretendía ser irónica, pero involuntariamente dio en el clavo: "es que de repente la ley trans nos ha hecho descubrir la cantidad enorme de ventajas que tiene ser mujer en nuestra sociedad".
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