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Paguita son los otros
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Paguita son los otros

Los hogares con tres o más hijos son el 27% de los que están acogidos al bono social. Muchos serán energéticamente vulnerables; pero otros, como los de algunos diputados de la Asamblea de Madrid, energéticamente caraduras

Foto: Un niño se columpia. (EFE/Manuel Bruque)
Un niño se columpia. (EFE/Manuel Bruque)
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Cada final de mes, cuando toca hacer las facturas, me hago la remolona. Apuro hasta el último minuto y me esfuerzo por parecer aún más torpe con la firme intención de que alguien se ocupe de esa tarea. Cada trimestre, cuando asoma el IVA, se me hace un mundo buscar los documentos, descargarlos, comprobar que están bien numerados, los impuestos aplicados como corresponde, y mandárselos entonces a un señor muy simpático en el que delego estos asuntos. Porque David sabe más de mí que yo de él. Mi número de PIN digital, por ejemplo, y esa parte de mí que interactúa con la administración a la que desconozco por completo. Porque si por mí fuera, me externalizaría toda. Si por mí fuera, viviría feliz analógica perdida.

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Este hecho, el de pagar a otros para que se ocupen de nuestras mierdas, es común en las clases medias, medias altas, acomodadas y jetas perdidas. Es algo a lo que estás dispuesto con tal de no prestarle la más mínima atención. A veces ese señor tan simpático me escribe y me dice: "Oye, te puedes desgravar no sé qué, ahora que te va a subir la cuota de autónomos". Y yo le digo que lo haga, que no me dé tormentos. Para eso pago, para que sea él el que se encarga de buscar los recovecos.

Foto: El vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Enrique Ossorio. (EFE/Zipi)

Cuando nació mi segundo hijo en diciembre de 2010 recibí la paga (porque de paguita no tenía nada) del gobierno de Zapatero. Me gustaba mucho decir entonces que eso de las medidas universales no era la solución más justa, porque en este país solo tienen muchos hijos los ricos. Siempre ponía el ejemplo de Mar Flores, que tiene cinco, como injusticia en este y otros agravios mucho más frivolones. Como si yo hubiera renunciado a ese par de ayudas. Como si mis criaturas no hubieran podido salir adelante sin ese puñado de euros. Lo siento, Mar. Cuando soy farsante y burguesa, soy peor persona.

Hay familias en España que ganan una pasta considerable al año. Y aun así, quieren más. Yo misma podría asumir la vida sin los consejos y los recovecos que rastrea David. Porque lo de paguita ya está muy manido y además es faltón. No digamos si podrían sobrevivir Enrique Ossorio, Alfonso Serrano y Rocío Monasterio, los Masaveu, los Entrecanales, un Koplowitz y otros chicos del montón (de la lista Forbes). Luego está Mónica García, que asegura que no sabía que la recibía y ha prometido que intentará devolverla. Veremos.

Pero hay veces, y maldita sea nuestra estampa, que jugamos a ser vulnerables. Porque esa fragilidad, en el fondo, dura muy poco. Justo el tiempo que tardan en informarse aquellos a los que pagamos. Se enteran, nos lo cuentan, realizan los trámites y es entonces cuando se hace magia y llegan las ayudas. La vida es así, no la he inventado yo, dicen. Sánchez me lo dio y no me lo quitó. "Yo lo que quiero es ver parques llenos de niños", dice Monasterio.

Foto: a portavoz de Más Madrid, Mónica García. (EFE/Javier Lizón)

Siete de cada diez familias numerosas llegan justas a final de mes. Casi la mitad de las familias vulnerables no reciben el bono social energético, dice el último informe del Defensor del Pueblo publicado este lunes. "Muchos inquilinos en situación de precariedad no pueden acceder a este balón de oxígeno porque ni siquiera tienen la titularidad del recibo al estar en régimen de alquiler", afirma Raúl Flores, coordinador del equipo de estudios de Cáritas España.

Los hogares con tres o más hijos son el 27% de los que están acogidas al bono social. Muchos serán energéticamente vulnerables; pero otros, como los de algunos diputados de la nobilísima Asamblea de Madrid y esa colección de apellidos de prensa salmón, energéticamente caraduras.

Porque el oxígeno no llega por arte de magia. Según el Ministerio de Transición Energética, responsable del bono social eléctrico, solo llega si se solicita y se cumplen los requisitos. Y el térmico se concede solo si has pedido el eléctrico.

Foto: Plaza de Castilla, en Madrid. (EFE)

Porque primero debes saber que estas opciones existen, que es una información a la que no acceden muchos de los que de verdad las necesitan. Después está la posibilidad de solicitarla. Porque la burocracia es una trampa para todos, con o sin formación académica de por medio. Porque damos por hecho que por la puerta digital pasamos todos. Dispositivos, acceso a Internet y esa palabra tan fea llamada navegabilidad.

Se escudarán algunos en qué culpa tengo yo si solo vivo para trabajar y para garantizar pensiones, de ahí estos cuatro churumbeles que me acompañan. Dirán eso de no sabes cómo me comen las criaturas, lo rápidos que se les quedan pequeños los uniformes, lo cuesta arriba que se nos hace viajar cuando todo hay que multiplicarlo por no sé cuánto, la de impuestos que soporto en este infierno fiscal llamado España.

Dirán otros, los que gestionan, que con las medidas urgentes, precisamente por serlo, no hay tiempo para la orfebrería fina. Que hacer las cosas pensando en la renta per cápita está muy bien, pero que se necesita tiempo y muchas personas para hacerlo.

Dirán otros, los que gestionan, que con las medidas urgentes, precisamente por serlo, no hay tiempo para la orfebrería fina

Pero también está la decencia. No victimizarse. Pedir perdón y no considerarlo un gesto cargado de épica.

Y está la promesa de corregirlo, de afinar la transferencia de las políticas públicas para asegurarse de que llega a quien tiene que llegar. Para que la OCDE no nos diga, como en uno de sus informes más recientes, que el 20% de la población en edad de trabajar con las rentas más altas recibió más del 30% de las transferencias públicas, mientras que al 20% con los ingresos más bajos solo fueron a parar el 12%.

Y para evitar que se disfrace de pobre el que un día dijo que no los veía.

Cada final de mes, cuando toca hacer las facturas, me hago la remolona. Apuro hasta el último minuto y me esfuerzo por parecer aún más torpe con la firme intención de que alguien se ocupe de esa tarea. Cada trimestre, cuando asoma el IVA, se me hace un mundo buscar los documentos, descargarlos, comprobar que están bien numerados, los impuestos aplicados como corresponde, y mandárselos entonces a un señor muy simpático en el que delego estos asuntos. Porque David sabe más de mí que yo de él. Mi número de PIN digital, por ejemplo, y esa parte de mí que interactúa con la administración a la que desconozco por completo. Porque si por mí fuera, me externalizaría toda. Si por mí fuera, viviría feliz analógica perdida.

Pobreza Cáritas Madrid
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