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Inteligencia artificial: por qué algunas personas (inteligentes) no la necesitamos
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Inteligencia artificial: por qué algunas personas (inteligentes) no la necesitamos

Un ordenador nunca suplirá lo que realmente obtienes de tu esfuerzo intelectual

Foto: Foto: Unsplash/Emiliano Vittoriosi.
Foto: Unsplash/Emiliano Vittoriosi.

Se han producido estos años avances muy notables en el sector del pegamento. Esto lo digo para asentar cuanto antes que no estoy en contra del progreso. Me gusta eso, tan novedoso, de poder fijar baldas y percheros en las paredes sin tener que agujerearlas. El taladro ha muerto, como las pesas romanas y casi todos los burros. Es un invento magnífico, el superpegamento, que da mucha felicidad a los vecinos. Luego hay inventos un poco más tristes, como la inteligencia artificial.

Cada semana nos toca leer un puñado de noticias increíbles sobre lo que puede hacer un sistema computacional avanzado, aparte de lo que ya sabíamos. Un fotógrafo ganó un concurso con una imagen generada por inteligencia artificial (IA), algunos alumnos hacen sus trabajos con ella; hasta determinadas novelas a la venta en Amazon se han escrito a cuatro manos con un robot. La IA de moda se llama, trabalenguas incluido, ChatGPT. “ChatGPT escribe un poema al estilo de Lorca”, titulan por ahí. Puedes abrirte una cuenta en OpenAI y probar tú mismo cómo es ChatGPT. De momento, es poca cosa. Así se lo dije: “No vas a conquistar el mundo, la verdad”. “Como modelo de lenguaje, no tengo capacidad para conquistar el mundo”, contestó.

Foto: Foto: Reuters.

Elon Musk no piensa lo mismo. Elon ha visto las mismas películas que nosotros, y sospecha que detrás de los ahora serviles programas informáticos se esconde un Napoleón del algoritmo. Algo traman. Para el dueño de Twitter, la IA es “uno de los mayores riesgos para el futuro de la civilización”. ¿Debemos preocuparnos? No. Elon Musk fundó de hecho OpenAI en 2015, ¿qué sabrá él? La sombra de Hall 9000 o Skynet planea sobre nuestro futuro. Pero el presente es peor. La gente mediocre está feliz.

La inteligencia artificial es como la tilde del adverbio sólo. También pienso que guarda relación con las chuletas de los estudiantes y los plagios de los licenciados. Supone facilidad. Es un atajo para conseguir lo que normalmente requiere esfuerzo. Por el camino, se pierde componente humano, que no es hacer las cosas bien, sino disfrutar de hacer las cosas bien. “La inteligencia artificial no puede pensar desde el momento en que no está capacitada para el páthos”, nos aclara Byung-Chul Han en Vida contemplativa.

placeholder Fotografía de una proyección en pantalla de una publicación en redes sociales generada por inteligencia artificial presentada en la sede de Microsoft. (EFE)
Fotografía de una proyección en pantalla de una publicación en redes sociales generada por inteligencia artificial presentada en la sede de Microsoft. (EFE)

Cuando la RAE, en plan cobardica, quitó la tilde a sólo, solo se alegraron los que no sabían ponerla. Los que sabíamos ponerla nos sentimos estafados. Nuestro capacidad, tanto para acertar con esa tilde como con otros dilemas de la gramática castellana, era sobreseída, de pronto no valía para nada y la ignorancia recibía recompensa. Cuando el felizmente olvidado ministro de Universidades, señor Castells, dijo que copiar en un examen no estaba tan mal, el efecto degradante fue el mismo. Tu inteligencia era el problema, y no la desidia o incompetencia de los demás.

Cuando la RAE quitó la tilde a 'sólo', solo se alegraron los que no sabían ponerla. Los que sabíamos ponerla nos sentimos estafados

Los inventos, por lo general, facilitan la vida por abajo. Se inventan cosas para no tener que agacharse, ir muy lejos o destrozar el gotelé. Para pensar nunca nos había hecho falta ayuda, sino un poco de voluntad.

Ahora hemos descubierto que lo que estábamos haciendo mal en nuestras vidas era justamente pensar. Que otro genere los emails, los trabajos de fin de curso y los argumentos. Una máquina. Son días de gloria para la mediocridad. La clave de este entusiasmo no es que el robot haga por ti lo que no sabes hacer, sino que te ahorre largas horas de aprendizaje. La IA no ha venido para que sepas escribir una novela, sino para que nunca aprendas a escribirla.

Foto: Gary Marcus. (Getty Images)

En rigor, no queremos una máquina que sea más lista que nosotros, sino una máquina que sea más lista que los más listos de entre todos nosotros. Al igual el 1% más rico, el 1% más inteligente nos cae mal, nos humilla, nos derrota. Gracias a la IA todos seremos tan inteligentes como el 1% más inteligente, o al menos podremos fingir que lo somos.

No queremos una máquina que sea más lista que nosotros, sino una máquina que sea más lista que los más listos de entre todos nosotros

Eso es lo que nos maravilla, la oportunidad de invalidar las mayores inteligencias, de decir, bah, eso lo hago yo apretando un botón, yo también puedo sacar un 10.

¿Quién pierde?

Sorprendentemente, tú. La gente inteligente que saca un 10 recibe una recompensa mucho más importante que ese 10: el placer de lograrlo. Tú, con un bot o un programa dándotelo todo hecho en 15 segundos, te quedas vacío. Ni siquiera comprenderás lo vacío que te quedas.

Ajedrez y Deep Blue

Hay una conspicua relación entre la inteligencia artificial y el ajedrez, que yo he seguido desde el principio. Todo lo jodió una cosa llamada Deep Blue. En los años 90, Deep Blue, un ordenador, derrotó al mejor jugador de todos los tiempos, Gary Kasparov. Parecía el fin del ajedrez, pero solo fue el fin de las máquinas que jugaban al ajedrez.

Foto: Kaspárov, contra el programa Deep Blue, en 1996. (Reuters)

Con los años, los Deep Blue mejoraron tanto que ya no tenía sentido medirlos con el mejor ajedrecista del mundo. No había la menor posibilidad de ganar a un ordenador jugando al ajedrez. Esto permitió que los ajedrecistas humanos siguieran a lo suyo, que era ganarse entre ellos, y nada impidió que Magnus Carlsen se convirtiera en una estrella mundial, de genialidad muy celebrada.

placeholder El momento en el que Gary Kasparov perdió contra el Deep Blue de IBM el 1 de mayo de 1997. (EFE)
El momento en el que Gary Kasparov perdió contra el Deep Blue de IBM el 1 de mayo de 1997. (EFE)

En realidad, cualquiera puede ganar a Magnus Carlsen utilizando el programa de ajedrez más flojo que exista. Eso a Carlsen le da igual. Carlsen ha dedicado su vida entera al ajedrez, que es más de lo que puede decirse de alguien que le ganara haciendo trampas tecnológicas. Lo que da sentido a su vida no es ganar, sino jugar.

A veces, mientras me bato en chess.com con un desconocido, noto que sus movimientos son perfectos y, por lo tanto, imbatibles, y deduzco que juega contra mí copiando los movimientos que un programa de ajedrez, en la ventana de al lado, le indica. Entonces pienso, ¿qué hay de divertido en eso, amigo?

La gente cree que la inteligencia artificial le va a hacer la vida más fácil, pero nada te hace la vida tan difícil como ser idiota

La gente cree que la inteligencia artificial le va a hacer la vida más fácil, pero nada te hace la vida tan difícil como ser idiota. Que un bot sea el ventrílocuo de tu inteligencia te convertirá a ti en el muñeco, no al bot.

Magnus Carlsen tiene no sé cuántos ordenadores pensando jugadas alternativas hasta el infinito, y cuando vuelve de pasear estudia lo que han averiguado esos ordenadores. Pero, a la hora de la verdad, lo bonito de su vida es el privilegio, humano y épico, de poder cometer un error.

Se han producido estos años avances muy notables en el sector del pegamento. Esto lo digo para asentar cuanto antes que no estoy en contra del progreso. Me gusta eso, tan novedoso, de poder fijar baldas y percheros en las paredes sin tener que agujerearlas. El taladro ha muerto, como las pesas romanas y casi todos los burros. Es un invento magnífico, el superpegamento, que da mucha felicidad a los vecinos. Luego hay inventos un poco más tristes, como la inteligencia artificial.

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