Es noticia
Muere Carlos Saura a los 91 años, el director que fue moderno en España cuando nadie lo era
  1. Cultura
GOYA DE HONOR 2023

Muere Carlos Saura a los 91 años, el director que fue moderno en España cuando nadie lo era

Reconocido internacionalmente, moderno cuando en España nadie lo era, y trabajador incansable hasta sus últimos días, se va un cineasta imprescindible

Foto: Carlos Saura en 2020. (Getty/SOPA Images/LightRocket/Jesús Mérida)
Carlos Saura en 2020. (Getty/SOPA Images/LightRocket/Jesús Mérida)

A Carlos Saura le llegó el Goya de Honor demasiado tarde. Por unas horas no podrá acudir a recogerlo a la gala que se celebra este sábado en Sevilla, aunque la Academia de Cine se encargó de hacérselo llegar hace unos días. Fue uno de los cineastas imprescindibles de la cultura española, moderno cuando pocos lo eran, una de las voces más reconocidas a nivel internacional —ganador del Oso de Oro y del Oso de Plata en Berlín y del Gran Premio del Jurado en Cannesha fallecido en Madrid a los 91 años en su domicilio, rodeado por su familia. Trabajador incansable, hasta el último día se ha entregado al cine —estrenó su último documental, Las paredes hablan, el pasado 3 de febrero— y a la fotografía —su otra gran pasión—, aunque se quejaba en los últimos tiempos que los productores ya no le confiaban los grandes presupuestos. "A mí que me interesan tanto los personajes históricos españoles como pueden ser Goya o Lope de Aguirre o San Juan de la Cruz —que es una maravilla—, siempre he querido hacer una película sobre Felipe II. Pero no la he conseguido hacer, no hay manera", se quejaba en una entrevista con El Confidencial allá por 2016. Con su hija Anna, productora, sacó adelante sus últimos proyectos, siempre explorando otras disciplinas, como el baile o la pintura. El galardonado con el Goya de Honor 2023 recibió el premio hace unos días en su casa.

Saura ya tiene su nombre grabado a fuego en la historia del cine, primero gracias a Los golfos, su primer largometraje, levantado junto a sus compañeros de la escuela de cine, que consiguió directamente una nominación a la Palma de Oro en Cannes, festival en el que compitió en más de ocho ocasiones. Por Los golfos, precisamente, se le consideró el alumno más aventajado de Luis Buñuel, aragonés como él. Pero donde realmente llegó a lo más alto fue en el Festival de Berlín, donde consiguió uno de los pocos osos de oro del cine español —lo hizo en 1981 con su película quinqui Deprisa, deprisa—, y dos osos de plata —con La caza en 1966 y Peppermint Frappé en 1968—. Saura lo fue todo entre los años 60 y 80, en los últimos estertores del régimen franquista y los primeros titubeos de la democracia. Su cine, siempre político, estuvo atravesado por la herida de la Guerra Civil, que marcó de manera muy virulenta su infancia itinerante por el conflicto. Precisamente, La caza (1966), una de sus primeras películas más populares, refleja esta lucha fratricida a través de la historia de dos amigos en una tarde de montería.

placeholder Carlos Saura, en el centro, durante el rodaje de 'Cría cuervos' en 1975. (RTVE)
Carlos Saura, en el centro, durante el rodaje de 'Cría cuervos' en 1975. (RTVE)

Con su firma de autor, Saura consiguió aunar, cosa que ahora parece improbable, el favor de la crítica y de la taquilla. Entre sus primeras diez películas se encuentran títulos tan emblemáticos como El jardín de las delicias (1970), Ana y los lobos (1972) —cuyo rodaje lo retrasó la censura—, La prima Angélica (1973) y Cría cuervos (1975), demostración también —solo hay que mirar la fecha de estreno de cada una— de la capacidad de trabajo estajanovista del guionista y director. Pero su cine no se acaba en los años setenta ni con la Transición: tras la muerte de Franco estrena Elisa, vida mía (1977), Mamá cumple cien años (1979), Deprisa, deprisa (1980), Carmen (1983), Los zancos (1984), La noche oscura (1989) y ¡Ay Carmela! (1990), Taxi (1996) y Goya en Burdeos (1999), entre otras. Es decir, Saura pasa del drama guerracivilista al cine quinqui, al musical y al drama de época que tanto deseaba seguir haciendo. Si estajanovismo era su nombre, eclecticismo fue su apellido.

Pero, sin duda, la Guerra Civil fue un tema clave a lo largo de su filmografía. "Recuerdo mi infancia como un tiempo fatal. Siento una dualidad entre recordarlo como una cosa tremenda con los bombardeos por la noche, pero al mismo tiempo era una época fascinante para un niño. Era un espectáculo terrible de muerte y destrucción", confesó en otra entrevista a este medio. "Lo recuerdo con mucha angustia. Por eso está tan presente en mis películas. Hay una escena en 'La prima Angélica' de un bombardeo en un colegio de Barcelona que es exactamente como lo viví yo. Recuerdo estar en clase y los cristales explotaron y los niños y las niñas se quedaron medio muertos con los cristales clavados".

Saura nació el 4 de enero de 1932 en Huesca, hijo de Antonio Saura Pacheco, abogado del Estado y técnico del Ministerio de Hacienda, y Fermina Atarés Torrente, pianista. En plena contienda la familia —entre ellos el pintor Antonio Saura, su hermano— tuvo que huir a territorio republicano y se trasladó de Aragón a ciudades como Barcelona, Madrid y Valencia. En Madrid empezó cursando Ingeniería Industrial y acabó diplomándose en Dirección en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, donde empezó a dirigir cortos a mediados de los cincuenta, siempre con el cine de Buñuel en mente. De él hereda, independientemente del género en el que se mueva, esa habilidad de confundir lo real, lo imaginado y lo soñado que tanto marcó su cine, al igual que a otros de sus contemporáneos, como Manuel Gutiérrez Aragón.

Pero Saura no se limita al cine, sino que, desde principios de los 50, compaginó sus estudios con la fotografía, hasta el punto de exponer en 1951 en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid. Ávido de conocimientos, se paseó por las tertulias del Café Gijón, lee todo lo que le cae en las manos y empieza a experimentar con el 16 mm. En 1958, en la revista Film Ideal, ya dejó escritos los postulados de su caligrafía: "Intentaría un cine brutal, primitivo en sus personajes, un cine para rodar en la Serranía de Cuenca, en Castilla, en los Monegros, en los pueblos de Guadalajara, Teruel… allí donde el hombre y la tierra se identifican formando un todo. Seguramente sería un cine no conformista —aquí estaría lo aragonés— directo, sencillo de forma y muy real. Real en la valoración de las pequeñas superficies: la piel, el tejido, la tierra, las gotas de sudor… El amor hacia todo lo que forma el microcosmos que rodea al hombre".

placeholder Carlos Saura presenta su nuevo espectáculo teatral 'Lorca de Saura', en octubre. (EFE)
Carlos Saura presenta su nuevo espectáculo teatral 'Lorca de Saura', en octubre. (EFE)

Pero tres años antes, en 1955, participó en uno de los hitos fundacionales del Nuevo cine español: las Conversaciones Cinematográficas de Salamanca que dará lugar en el futuro a la corriente del Nuevo Cine Español, que engloba a una generación de cineastas de los años sesenta como Pere Portabella, José Luis Borau, Mario Camus o Basilio Martín Patino, cineastas jóvenes y radicales que ansiaban dar esquinazo a la censura y tratar temáticas sociales que el régimen no permitía. Sus películas se fueron abriendo paso, sobre todo, en los festivales de cine de autor de todo el mundo. Sin embargo, la Academia española nunca fue demasiado generosa con su cine y, en sus casi medio centenar de películas, Saura solo estuvo nominado tres veces, de las que consiguió el Goya a Mejor dirección y a Mejor guion —este coescrito junto a Rafael Azcona—a por ¡Ay, Carmela! en 1991. "Si no fuera porque mis películas han salido fuera de España…", bromeaba recientemente. "He hecho más de 40 películas, y aquí estoy. He conseguido algo que no es tan fácil. Pero no por España, por España poco. Más fuera: Berlín, Cannes. La verdad es que Francia ha sido siempre muy generosa conmigo".

En los últimos tres lustros, Saura se ha dedicado, sobre todo, al género documental, investigando sobre los fados, la jota, el flamenco o la zonda. Bueno, al documental no, puesto que es una etiqueta que él rechazaba. "Este tipo de películas que no tienen argumento son una maravilla porque te permiten una libertad total. El único compromiso es la selección de los que van a trabajar y luego tu deber de armonizar todo eso con la escenografía, con la luz, con la cámara". "En el sentido de las películas sin argumento, no había nadie que hubiese hecho eso cuando empecé yo. Son cosas nuevas. No son documentales, ahí me niego. Son otra cosa, que no sé que es". También probó suerte en la literatura y el teatro, como demostración de que ninguna disciplina le intimidaba.

Su último trabajo, Las paredes hablan, traza un puente entre las pinturas rupestres y los grafitis de cualquier ciudad moderna como una representación de la necesidad del ser humano de expresarse a través del arte y, más en concreto, de la pintura. Saura recorrió España, desde las cuevas prehistóricas asturianas hasta los barrios más grafiteados de Madrid o Valladolid, en una película que pudo verse en los festivales de San Sebastián y de Sevilla. Con la muerte de Saura, sus coetáneos perdemos la mirada curiosa de un niño, la caligrafía de un intelectual y la calidez humana de una gran persona. Pero su legado pervivirá por siempre en su arte.

A Carlos Saura le llegó el Goya de Honor demasiado tarde. Por unas horas no podrá acudir a recogerlo a la gala que se celebra este sábado en Sevilla, aunque la Academia de Cine se encargó de hacérselo llegar hace unos días. Fue uno de los cineastas imprescindibles de la cultura española, moderno cuando pocos lo eran, una de las voces más reconocidas a nivel internacional —ganador del Oso de Oro y del Oso de Plata en Berlín y del Gran Premio del Jurado en Cannesha fallecido en Madrid a los 91 años en su domicilio, rodeado por su familia. Trabajador incansable, hasta el último día se ha entregado al cine —estrenó su último documental, Las paredes hablan, el pasado 3 de febrero— y a la fotografía —su otra gran pasión—, aunque se quejaba en los últimos tiempos que los productores ya no le confiaban los grandes presupuestos. "A mí que me interesan tanto los personajes históricos españoles como pueden ser Goya o Lope de Aguirre o San Juan de la Cruz —que es una maravilla—, siempre he querido hacer una película sobre Felipe II. Pero no la he conseguido hacer, no hay manera", se quejaba en una entrevista con El Confidencial allá por 2016. Con su hija Anna, productora, sacó adelante sus últimos proyectos, siempre explorando otras disciplinas, como el baile o la pintura. El galardonado con el Goya de Honor 2023 recibió el premio hace unos días en su casa.

Premios Goya Cine español
El redactor recomienda