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'Extraordinary': sucesión de gags zafios enmarcados en un feminismo de garrafón
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'Extraordinary': sucesión de gags zafios enmarcados en un feminismo de garrafón

Esta nueva serie lo tiene todo para no gustarle a nadie

Foto: Las protagonistas de 'Extraordinary'.
Las protagonistas de 'Extraordinary'.

Cualquier relato que ponga a un protagonista en tesitura de inutilidad genera de inmediato nuestra simpatía. El único pobre, el único feo, la única plebeya o la única virgen entre ricos, guapos, princesas o desvirgados. ¿Cómo no quererle? ¿Cómo no desear que cruce la raya y se haga millonario o el mejor amante del mundo?

Extraordinary toma este mecanismo generador de empatía para presentarnos una sociedad en la que todo ciudadano tiene un superpoder, salvo ella, Jen. Así planteada, la serie podría maravillarnos dejándose llevar por los ecos de marginalidad, discriminación, superación personal y revancha masiva que posibilita su sinopsis. Sin embargo, Extraordinary opta por una sucesión de gags zafios enmarcados en un feminismo de garrafón, por la comedia posadolescente de cuando la comedia posadolescente todavía no daba vergüenza ajena, que echan a perder enseguida (cinco minutos) su atractivo planteamiento.

placeholder Máiréad Tyers, la protagonista de 'Extraordinary'.
Máiréad Tyers, la protagonista de 'Extraordinary'.

En realidad, ni siquiera este planteamiento puede salvarse. Se trata de un plagio descarado del argumento que anima la película Una escuela de altos vuelos (Mike Mitchell, 2005), donde el hijo de dos superhéroes acude a una academia reservada a los vástagos de estas personas increíbles con la mochila a cuestas de no haber descubierto aún qué poder le toca, si convertirse en fuego o volar. Su poder, como en Extraordinary, no acaba nunca de manifestarse y, viendo el nivel, solo le queda ser un pringado. A pesar del disuasorio título, Una escuela de altos vueltos funciona perfectamente como relato de la inadaptación adolescente.

Por ahí podía haber ido, puestos a plagiar, la nueva serie creada por Emma Moran, pero el gran presupuesto con el que cuenta para llenar Londres de fastuosos efectos especiales acaba siendo la excusa, demasiado evidente, para hacer otra serie sobre chicas, tampones, tíos buenos, revelaciones escatológicas que tampoco estábamos pidiendo con tanta insistencia y romanticismo de la peor especie.

Otra serie sobre chicas, tampones, tíos buenos, revelaciones escatológicas que tampoco estábamos pidiendo

Diría uno que en realidad el superpoder que tiene la protagonista, y desde luego la guionista, no es realmente un poder, sino un síndrome: el síndrome Tourette. La serie empieza con una entrevista de trabajo donde Jen incurre en todas las inconveniencias posibles en este contexto, sumadas a no pocas revelaciones íntimas (lo del tampón, que si se masturbó sin éxito anoche, ¡etcétera!) afines a la coprolalia, ese hablar de lo que ni siquiera te permites hablarte a ti mismo.

Este arranque, que podría tener su gracia, no guarda relación alguna con una sociedad donde todos disfrutan de un superpoder, ni con no tener tú uno, sino que se parece a esos chistes verdes que contaban nuestros padres y que, siendo malísimos, todas las madres reían en el franquismo, porque si no te reías podías quedar de pacata en el cóctel de una boda. Es fascinante que en pleno siglo XXI todavía haya que reírse o aplaudir el mal gusto carente de inspiración (como es obvio, hay un mal gusto inteligente; véase el cómico Jim Jefferies) so pena de quedar como una monjita asustada.

placeholder La chavalada de 'Extraordinary'.
La chavalada de 'Extraordinary'.

Extraordinary está atiborrada de ocurrencias de baja estofa, de chistes malísimos con el sexo y las excrecencias, y solo una condición prepúber podría interpretarlas como divertidas. Pero quizá la audiencia ha sido ya convertida en prepúber, no digo que no. La mezcla de mundo mágico y fisiología la realizó con éxito la película infantil Red (Domee Shi, 2022), que proponía una delirante historia de osos panda para normalizar la primera menstruación. Le parece a uno demoledor que una película infantil sepa manejar los mismos elementos que en Extraordinary se echan a perder y, al mismo tiempo, resulte una película más propia de adultos que la serie destinada a los adultos.

El resultado es un poco como 'Autodefensa' (Filmin), con 20 millones de dólares más

Porque la clave que busca Emma Moran no es otra que una metáfora de la mujer, una metáfora nueva y, si es posible, alineada con los nuevos tiempos, tan significados en superhéroes y magias de todo tipo. ¿Cómo contar la vida de una chica físicamente no muy atractiva en el Londres del siglo XXI? ¿No es carecer de un superpoder, cuando todos lo tienen, una forma de construir un personaje perdido, inseguro e impaciente, como somos todos a fin de cuentas en nuestra primera juventud? Esa, entiendo, era la idea. Pero el resultado es un poco como Autodefensa (Filmin), con 20 millones de dólares más. “Bueno, me voy a que me folle un desconocido”, dice la protagonista después de consultar la app de ligoteo donde está inscrita.

Por si fuera poco, todos los actores son o demasiado feos o demasiados guapos, ese tipo de actor que parece que no te acabas nunca de creer, como con la fotogenia a medio hacer o directamente secundario eterno en series que se cancelan pronto. Con Extraordinary he pensado que un superpoder de nuestro tiempo, no tan escaso, pero sí valiosísimo, es el de saber escribir buenas series. Y en Extraordinary ese superpoder está completamente ausente en todos y cada uno de sus capítulos llenos de superpoderes.

Cualquier relato que ponga a un protagonista en tesitura de inutilidad genera de inmediato nuestra simpatía. El único pobre, el único feo, la única plebeya o la única virgen entre ricos, guapos, princesas o desvirgados. ¿Cómo no quererle? ¿Cómo no desear que cruce la raya y se haga millonario o el mejor amante del mundo?

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