El amor del capítulo tres de 'The Last of Us' revienta la historia de la televisión

Amor, sexo, homosexualidad, vejez, cariño, dependencia emocional. Quien no esté demasiado puesto en el asunto puede pensar que hemos venido a diseccionar una comedia romántica de mediado de los dos mil, pero nada más lejos de la realidad: estamos hablando de una historia de zombies. O quizá no. Este lunes, HBO estrenó el tercer episodio de The Last Of Us, serie basada en el popular videojuego de Naughty Dogs que se ha convertido en el buque insignia para 2023 de la plataforma de streamig americana.

La serie, que ha sido dirigida por Craig Mazin, autor de otros importantes estrenos de HBO como Chernobyl, lleva causando sensación en los espectadores desde que se estrenara su primer episodio hace tres semanas.

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Desde el instante mismo de su anuncio, la ficción empezó a dar que hablar en todos los rincones, no solo por su arriesgada propuesta de marketing – los de HBO convirtieron la madrileña plaza de Callao en un escenario postapocalíptico –, sino por la propia naturaleza de la serie: ¿serían capaces los creadores de crear un producto digno de uno de los juegos más aplaudidos por la crítica especializada? ¿podría llevarse a lo audiovisual una historia tan complicada, oscura y visual como la de Naughty Dogs? ¿se quedaría la propuesta en el típico relato de zombies, supervivencia y huida?

Aunque solo llevamos tres episodios de la primera temporada y es todavía pronto para diseccionar a fondo la propuesta, lo cierto es que los escasos capítulos ya han sido aplaudidos por el público; los dos primeros, por la actuación y la dirección de fotografía, muy cercanos a la cinemática y los movimientos de los personajes en el videojuego; y el tercero, por romper un melón que, aunque algunos de los fanáticos de la saga original podían olerse, nadie en general podía sospechar que se hiciera tan bien.

Historia de amor entre zombies

En el tercer episodio de TLOU, que los creadores han decidido llamar Mucho, mucho tiempo, se narra la historia de amor – de amor, sí, en un relato de zombies – de Bill y Frank, dos hombres de mediana edad.

El capítulo empieza con Ellie y Joel, los protagonistas, recorriendo un camino de tierra en el que encuentran lo que parece ser una fosa común. La imagen, que es realmente imponente, se centra en uno de los cadáveres, del que apenas queda el esqueleto y una blusa a rayas.

De esa blusa, en la cual la cámara se centra, se genera un flashback al pasado, al origen de la pandemia, en la que se ve a la chica viva subiendo a un camión de militares. El convoy, que se encuentra recogiendo a personas en un pueblo del Estados Unidos profundo – por lo que se entienda de la escena, son humanos sanos a los que fusilarían por falta de espacio en los centros de cuarentena – marcha creyendo que el pueblo se encuentra completamente vacío.

Sin embargo, no es así: se les ha olvidado Bill.

Oculto en un sofisticado búnker casero en su propia casa, Bill celebra victorioso la retirada de los militares, a los que considera "soldaditos del Nuevo Orden Mundial". Rodeado de todo tipo de armas, aparatos extraños y cacharrería preparacionista, el protagonista del capítulo se escuda de una escopeta y sale a defender su recién deshabitado pueblo.

Este personaje, que también aparece en el videojuego, representa el prototipo de ‘redneck’ conspiranoico, es decir, el de campesino blanco, de clase media, votante del Partido Republicano y con un profundo amor por las armas (en un plano realmente bueno, puede verse en la estantería un libro de la NRA, la Asociación Nacional del Rifle).

Bill es un hombre al que no le importa nada, solo sobrevivir. O eso cree él, claro.

Este sujeto, que además de ‘redneck’ es superviviente nato, estaba perfectamente preparado para un escenario apocalíptico, por lo que, en cuanto se van los militares, empieza a levantar un perímetro de seguridad para evitar a los infectados, a activar generadores y a instalar todo tipo de trampas, cada una más sofisticada que la otra.

Es decir, el arquetipo que se presenta es el de tipo duro, completamente impasible ante las adversidades, que actúa como un auténtico autómata cuando los tiempos chungos se acercan.

Un hombre al que no le importa nada, solo sobrevivir. O eso cree él, claro.

En el episodio, la vida de Bill se ve trastocada a los pocos días cuando en una de sus trampas cae Frank, su antítesis: un hombre desorientado, poco preparado, inseguro – recuerde el espectador cuando Bill le pregunta si va armado – que busca llegar a una zona segura en Boston.

En ese momento es cuando empieza el juego. Bill saca a Jack de la trampa y, tras negarse inicialmente a darle de comer, acaba cediendo y preparándole una exquisita comida maridada con vino (merece la pena también destacar una escena anterior, cuando Bill todavía está apuntando a Jack, en la que se sucede una irónica conversación sobre la existencia de nazis en el gobierno de los Estados Unidos).

Durante la comida, se desata la fiesta: con una tensión sexual especialmente bien conseguida que el espectador casi puede masticar, Bill deja entrever su primer atisbo de sensibilidad, su primer rasguño en el traje de tipo duro, al demostrar que es más que un preparacionista obsesionado con las escopetas: le gusta cocinar. No solo le gusta, de hecho, sino que lo entiende como un arte, como una forma de conseguir la exquisitez, de expresar todo lo que lleva dentro.

Mientras que en el videojuego esta trama secundaria va por un camino muy diferente, en la serie los personajes se acaban besando al calor de un piano que se encuentra en la sala; posteriormente, se ducharán y se acostarán juntos, teniendo Bill su primera relación sexual con un hombre.

Un capítulo sin un solo zombie

Ahí, empezará la historia de amor. Jack se quedará a vivir con Bill, ambos tendrás discusiones de pareja y actuarán cuales enamorados cualquiera, como si, siempre hablando de la ficción, ahí fuera no se estuviera acabando el mundo.

Los guionistas juegan de forma magistral con las personalidades de los dos, tanto en la forma de relacionarse como en el desarrollo de los personajes. Ambos tienen su forma de entender aquel fin del mundo – Jack parece ajeno a todo, abstraído, como si no terminara de comprender que la sociedad ha colapsado; mientras que Bill se muestra siempre realista, siempre armado, siempre en tensión – y ambos afrontan la relación desde puntos de vista diferentes, siendo el ‘redneck’ mucho más frío y cauteloso, con más barreras (al menos, al principio).

El capítulo, que acabará de una forma a caballo entre la tragedia y el romanticismo, no muestra ni un solo zombie. El objetivo del episodio es mostrar una relación amorosa, en este caso, homosexual, con todos los matices que se pueden esperar en una situación así: quieres el amor y las rosas, quieres los pequeños detalles y las caricias por la noche, pero también quieres la supervivencia y el pan, por lo que no puedes dejar de llevar la Glock 9mm perfectamente cargada en la pistolera auxiliar del muslo.

Un episodio que, para muchos, ha cambiado para siempre el género

Con Mucho, mucho tiempo los creadores rompen con la tradición hasta entonces marcada en las ficciones de zombies, donde siempre ha sido más importante lo material que lo emocional. Un episodio que, para muchos, ha cambiado para siempre este género. Además, los guionistas juegan con las diferentes personalidades – con las ideologías contrarias, incluso – de Jack y Bill, con las diferentes formas de entender la vida que también pueden aplicarse a la vida real, no solo a una distopía provocada por un moho mutado.

Al final, ambos quieren lo mismo (quizá lo que buscamos todos): no sentirse solos, sentirse seguros, sentirse queridos. A estar alturas, lo que menos importa es que haya un ejército de zombies intentando morderte.