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Operación Gomorra: cuando las democracias abrasaron a 42.ooo alemanes en Hamburgo
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Operación Gomorra: cuando las democracias abrasaron a 42.ooo alemanes en Hamburgo

El director ucraniano Serguéi Loznitsa presentó su documental 'Historia natural de la destrucción', basado en el libro clásico de Sebald, ahora disponible en Filmin, en el último Cannes

Foto: Un momento del documental 'Historia natural de ladestrucción', de Serguéi Loznitsa. (Filmin)
Un momento del documental 'Historia natural de ladestrucción', de Serguéi Loznitsa. (Filmin)

El 28 de julio de 1943 fue uno de los días más calurosos que se recuerda en Hamburgo. Primero porque el termómetro subió hasta los 32.2 grados, algo inusual en una de las grandes ciudades más al norte de Alemania. Segundo porque más de 700 bombarderos de la Royal Air Force, apoyados por la Flota Aérea de los Estados Unidos, descargaron diez toneladas de bombas incendiarias y explosivas sobre la población civil de esta ciudad portuaria. "Siguiendo un método ya experimentado, todas las ventanas y puertas quedaron rotas y arrancadas de sus marcos mediante bombas explosivas de cuatro mil libras; luego, con bombas incendiarias ligeras, se prendió fuego a los tejados, mientras bombas incendiarias de hasta quince kilos penetraban hasta las plantas más bajas. En pocos minutos, enormes fuegos ardían por todas partes en el área del ataque, de unos veinte kilómetros cuadrados, y se unieron tan rápidamente que, ya un cuarto de hora después de la caída de las primeras bombas, todo el espacio aéreo, hasta donde alcanzaba la vista, era un solo mar de llamas. Y al cabo de otros cinco minutos, a la una y veinte, se levantó una tormenta de fuego de una intensidad como nadie hubiera creído hasta entonces. El fuego, que ahora se alzaba dos mil metros hacia el cielo, atrajo con tanta violencia el oxígeno que las corrientes de aire alcanzaron una fuerza de huracán y retumbaron como poderosos órganos en los que se hubieran accionado todos los registros a la vez. Ese fuego duró tres horas".

Así describe el escritor alemán W.G. Sebald en su ensayo Historia natural de la destrucción (Anagrama, 2003) el resultado -42.600 civiles muertos y 37.000 heridos- de lo que las fuerzas aliadas de la Segunda Guerra Mundial llamaron Operación Gomorra. Lenguas de fuego atravesando la ciudad a más de 150 kilómetros por hora como una inundación incandescente. Antorchas humanas escapando de sus casas pendidas. Vagones del tranvía dehechos. Cadáveres fundidos con el asfalto. Una serie de visiones grotescas y apocalípticas salidas de una pintura negra goyesca. Los bombardeos aliados se cobraron las vidas de unos 600.000 civiles alemanes y atacaron 131 ciudades que, en muchos casos, acabaron arrasadas. El episodio más conocido fue el ataque que arrasó Dresde en febrero de 1945, apenas dos meses antes de la capitulación de la Alemania nazi. Hitler perdió la guerra, los aliados la ganaron, los gerifaltes nazis o bien se suicidaron o bien se enfrentaron a sus crímenes durante los juicios de Núremberg, Alemania quedó dividida y avergonzada por las atrocidades que cometió en el Holocausto y los supervivientes siguieron con su vida y pasar página lo más rápido posible.

Se dice que el primer bombardeo tal y como lo conocemos corrió a cargo del Ejército español en la Guerra del Rif en 1913. Luego vinieron el zeppelin de Lieja en 1914, alguna pequeña incursión en la Primera Guerra Mundial, el ataque a Guernica en 1937 y la Segunda Guerra Mundial, en la que el arte de la destrucción se sofisticó de una manera que nadie había visto hasta entonces. Hasta que Sebald publicó su libro en 1997, pocas habían sido las voces que plantearon que, quizás, sólo quizás, el exterminio de la población civil como represalia no debería haberse normalizado como nueva estrategia de guerra moderna; al fin y al cabo, hasta entonces las guerras habían sido cosa de soldados y frentes y campos de batalla. Y a partir del libro de Sebald, el director ucraniano afincado en Berlín Sergei Loznitsa ha construido su último documental, titulado también Historia natural de la destrucción, disponible ahora en Filmin y que recupera imágenes de los bombardeos de las ciudades alemanas en un tratado extrañamente hipnótico sobre la capacidad de aniquilación del ser humano.

Estrenado en el último Festival de Cannes, Historia natural de la destrucción no cuenta con voz en off ni intertítulos que contextualicen sus poderosísimas imágenes, sacadas de los archivos de la British Pathé, de la Gaumont Pathé, del AP Archive y del Deutsches Rundfunkarchiv, entre otros, en las que las escenas de cotidianidad de los ciudadanos alemanes y británicos a principios de los años 30, tomando café en las terrazas, paseando despreocupadamente, van dejando paso poco a poco a las esvásticas y, finalmente, a la devastación. Ondas expansivas que florecen como rosas en el suelo alemán desde el punto de vista de los pilotos ingleses, un bombero ataviado con una máscara de gas y una manguera, diminuto en su lucha contra el fuego en un edificio venido abajo, cadáveres transportados en carretillas y apilados a los lados de la carretera.

"Empecé a preparar esta película en 2017", explica Loznitsa a El Confidencial desde su casa en Berlín. "Leí el libro de Sebald hace muchos años. El libro parte de cómo es la relación de los Alemanes con la destrucción que los bombardeos aliados provocaron en su país. Sebald planteó si era lícito considerar los bombardeos civiles como un castigo a la población durante la guerra. Me pareció muy interesante y me puse a buscar metraje -encontramos mucho- y pensé que no quería utilizar una estructura narrativa convencional para evitar poner el foco en quién disparó primero, lo que siempre lleva a un bucle sin salida. Si entramos en quién agredió primero y si responder al ataque es una venganza, no encontramos el final. Quise enseñar estos sucesos desde un ángulo diferente". Las imágenes son hipnóticas, a veces abstractas y extrañamente sugerentes. "Por supuesto las imágenes son bellas y la destrucción nos atrae. Hay muchos artistas que han usado la destrucción en su arte, como el pintor francés Hubert Robert", justifica.

placeholder Un momento de 'Historia natural de la destrucción'. (Filmin)
Un momento de 'Historia natural de la destrucción'. (Filmin)

"Lo primero que quería era plantear una pregunta que me parece muy importante y que sigue siendo relevante todavía hoy, con la Guerra de Ucrania, con la guerra que ha iniciado Rusia contra Ucrania, porque la estrategia de bombardear civiles es algo que la gente de todo el mundo hemos aceptado", prosigue. "Hemos aceptado que la forma en la que un país y otro se enfrenten es bombardear civiles y destruir las ciudades y la cultura en un tour de force. Después de que esto ocurriese en la Segunda Guerra Mundial, no se tomaron medidas ni hubo una discusión colectiva ni desde el punto de vista filosófico ni desde el derecho internacional".

Las imágenes rescatadas por Loznitsa demuestran el desequilibrio entre el hombre y la bomba, la imposibilidad de hacer frente a una capacidad destructiva semejante, de escapar de una bomba explosiva, incendiaria, lo que sea. "La idea de poder bombardear niños, mujeres, ancianos y no solo a soldados y hacerlo de una manera industrial está plenamente aceptada. En las guerras, al principio se bombardeban los edificios del Ejército y las fábricas que tenían conexión con la industria armamentística o los lugares donde entrenan a los nuevos soldados que se van alistando, pero luego simplemente empezaron a bombardear ciudades, como en el caso de Dresde, donde empiezan a morir miles de personas que no tienen participación directa en la guerra. Y lo justifican con que el enemigo les ha empujado a cometer un crimen. Y en ese sentido, han conseguido que equiparemos estos dos lados del conflicto. Y esto es lo más peligroso que puede ocurrir en las nuevas formas de guerra, porque después de la Segunda Guerra Mundial no hubo discusión sobre la moralidad de esto. Sólo recuerdo un par de libros, como Matadero 5, de Kurt Vonnegut, pero no una discusión seria y profunda. Después de la victoria aliada hubo un silencio alrededor de estas cuestiones". En la Segunda Guerra Mundial, Kurt Vonnegut cayó preso de los nazis y estaba encerrado en un sótano de un matadero en Dresde cuando el bombardeo arrasó la ciudad. Fue uno de los siete presos estadounidenses que consiguieron sobrevivir al bombardeo de Dresde.

placeholder Muchas ciudades alemanas quedaron completamente arrasadas. (Filmin)
Muchas ciudades alemanas quedaron completamente arrasadas. (Filmin)

Ésta es la segunda vez que Loznitsa adapta a Sebald. Ya lo hizo en 2016 con Austerlitz, un documental minimalista en el que reflexionó sobre el turismo de campo de concentración y la utilidad o no de estos para entender la historia. La cuestión de la guerra siempre ha estado muy presente en la filmografía de Loznitsa, habitual de Cannes y uno de los cineastas ucranianos de más peso en el circuito internacional y de autor, principalmente tratada en estilo documental, pero también en ficciones como Donbass (2018), trece episodios entre el drama y la sátira política que recrean las tensiones nacionalistas en la región por la que ahora rusos y ucranianos se están matando. Lamentablemente, su película ha tomado otro cariz y otra interpretación a raíz de la Guerra de Ucrania, que empezó dos meses antes de estrenar en Cannes.

A medida que avanza la entrevista no puede evitar que, finalmente, la Guerra de Ucrania se imponga a la Segunda Guerra Mundial. "Tenía la sensación de que esto acabaría pasando. Sabía y sentía de que la agresión Rusia iba a ir a más porque no hay una solución clara para las relaciones entre Rusia y Ucrania y no hay una solución tampoco al camino en el que se está desarrollando Rusia, que es muy similar a lo que ocurría durante el régimen nacionalsocialista", propone. "Quiero decir, la Unión Soviética fue un régimen totalitario a la altura de la Alemania de Hitler. Rusia es un país compuesto por gente que ha vivido en ese país peligroso (la Unión Soviética) durante más de setenta años y después de ello no hubo juicios ni hubo un Núremberg ni nadie que pusiese en marcha una corte internacional para juzgar los crímenes que se habían cometido. Y cometieron muchísimos más crímenes que los nazis, que estuvieron en el poder doce años. Y hoy perviven muchas estructuras de la URSS como los Servicios secretos en los que participan más de un millón de personas, ¿cómo pueden evolucionar estas estructuras en un futuro? Claro que se han reconstruido y recompuesto económicamente y luego han seguido haciendo lo que hacían antes. Es pura lógica. Y los políticos europeos miran al dedo en vez de a la Luna".

placeholder Sergei Loznitsa presentó 'The Trial' fuera de concurso en Venecia. (Reuters)
Sergei Loznitsa presentó 'The Trial' fuera de concurso en Venecia. (Reuters)

Si en Donbass, apuntaba al uso extremo de la propaganda rusa en la región, hoy piensa que la falta de movilización del pueblo ruso no puede deberse simplemente a la desinformación inherente al Gobiernon de Putin. "Antes de la guerra no sabíamos cómo iba a reaccionar la gente. En febrero y marzo, cuando empezó la guerra, esperaba que la gente saliese a la calle a protestar. Pero no ha ocurrido. Ha habido un pequeño conato de veinte mil o treinta mil personas, pero ha ido disminuyendo hasta desaparecer. Pero esta falta de reacción no se debe a la propaganda, a pesar de que hay una guerra propagandística en marcha, y quizá la mayoría no quieren luchar y morir en Ucrania -más que nada porque no entienden el próposito de ello-, pero no pueden escapar de la desmoralización que han sufrido, poco a poco, a lo largo de treinta años. El principal peligro al que nos enfrentamos es a una falta de moral y de pensamiento crítico. No todo en el mundo en Rusia, pero sí en una gran parte".

Sin oposición y sin la intervención más directa de Europa en el conflicto, Loznitsa no ve un final del conflicto a corto plazo. "En Ucrania no ha habido un frente. No ha habido un avance en el frente, sino que están igual que hace ocho años, cuando entraron en Crimea en 2014. Lo que significa que Ucrania, que no es productor de armamento, depende del resto del mundo. Si Ucrania recibe dinero de la comunidad internacional, podrá proteger el país. Si no, tenemos una situación muy complicada con un país que sí produce armamento". Loznitsa piensa que la comunidad internacional espera a ver lo que hace Rusia para tomar decisiones. Que parece que es Rusia la que marca el paso. Y que Zelenski ha hecho un gran trabajo recordando que este problema no es un problema sólo de Ucrania, sino un problema común de europeos y americanos.

"Para la economía europea no es mucho dinero, comparado con todo lo que está invirtiendo Rusia en esta guerra. Todo el mundo teme la amenaza nuclear de Rusia y que una respuesta más directa provoque una situación mucho peor, pero ¿cuánto tiempo pueden mantener esta guerra enquistada? Yo creo que muchos años. Porque en Rusia no va a haber un cambio de poder. Y porque creo que esta guerra no depende de una persona, sino de la gente que apoya este poder", lamenta. "No existe una oposición, a la que han destruido durante estos últimos años. Quizás haya alguien en el Gobierno que no esté plenamente de acuerdo, pero no hay nadie que tenga el poder suficiente para cambiar esta situación. Es como una piedra que cae rodando por una colina: no puedes pararla y acabará cayendo y destrozando algo. Es muy complicado. Es el resultado de toda esta propaganda, todos los que comparten la visión imperialista de Rusia, toda esta burocracia, todos estos intereses ocultos, toda esta corrupción, todos los que están haciendo caja con esta guerra".

El cineasta ucraniano espera, eso sí, que cuando acabe el conflicto se dé pie a la reflexión sobre aquello que se silenció hace casi ochenta años, tras la Segunda Guerra Mundial. Que por fin se ponga sobre la mesa la inmoralidad de utilizar a la población civil como contador de puntos de victoria y como medida de presión para los gobiernos en conflicto. "Sólo espero que haya un tribunal internacional que analice todos estos casos criminales, incluyendo los bombardeos contra ciudades y civiles. Que después deberán modernizar las leyes internacionales que prohíban el uso de ciertas armas, como las bombas termobáricas. Y espero que por fin se llegue a un acuerdo internacional sobre la inmoralidad de esta destricción".

El 28 de julio de 1943 fue uno de los días más calurosos que se recuerda en Hamburgo. Primero porque el termómetro subió hasta los 32.2 grados, algo inusual en una de las grandes ciudades más al norte de Alemania. Segundo porque más de 700 bombarderos de la Royal Air Force, apoyados por la Flota Aérea de los Estados Unidos, descargaron diez toneladas de bombas incendiarias y explosivas sobre la población civil de esta ciudad portuaria. "Siguiendo un método ya experimentado, todas las ventanas y puertas quedaron rotas y arrancadas de sus marcos mediante bombas explosivas de cuatro mil libras; luego, con bombas incendiarias ligeras, se prendió fuego a los tejados, mientras bombas incendiarias de hasta quince kilos penetraban hasta las plantas más bajas. En pocos minutos, enormes fuegos ardían por todas partes en el área del ataque, de unos veinte kilómetros cuadrados, y se unieron tan rápidamente que, ya un cuarto de hora después de la caída de las primeras bombas, todo el espacio aéreo, hasta donde alcanzaba la vista, era un solo mar de llamas. Y al cabo de otros cinco minutos, a la una y veinte, se levantó una tormenta de fuego de una intensidad como nadie hubiera creído hasta entonces. El fuego, que ahora se alzaba dos mil metros hacia el cielo, atrajo con tanta violencia el oxígeno que las corrientes de aire alcanzaron una fuerza de huracán y retumbaron como poderosos órganos en los que se hubieran accionado todos los registros a la vez. Ese fuego duró tres horas".

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