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Los consejos para la vida de Petrarca: desconfía de la buena suerte y relájate ante la mala
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Los consejos para la vida de Petrarca: desconfía de la buena suerte y relájate ante la mala

El autor del 'Cancionero' también escribió 'Remedios para la vida', un libro de autoayuda en el siglo XIV que se edita en castellano y que ofrece algunas claves que todavía son válidas

Foto: Francesco Petrarca, poeta laureado en el siglo XIV
Francesco Petrarca, poeta laureado en el siglo XIV

“La belleza de mi cuerpo es espléndida”, dice un resuelto Gozo. “No es más firme que el tiempo: con él viene y con él se va. Detén el tiempo, si puedes, y quizá entonces se detenga la hermosura”, le señala una contestona Razón sin miramientos. “Mientras tanto mi hermosura es resplandeciente”, insiste Gozo. “Nada puede decirse aquí más breve y a propósito que lo de Apuleyo: Espera un poco y no lo será”, reitera la diosa Razón. En latín vulgar: y si quieres vuelve. Así suele ser la rígida Razón. Poco más que rebatir.

El poeta humanista Francesco Petrarca (1304-1374), el gran creador de la poesía amorosa y platónica, escribió este diálogo en su libro Remedios para la vida (Acantilado) en el cual trabajó a lo largo de trece años y que acaba de ser traducido al español desde el latín por el filólogo y traductor José María Micó. En él, a partir de las enseñanzas de autores clásicos como Platón, Cicerón, Terencio u Horacio entre otros, el renacentista intentaba dar consejos sobre cómo comportarse ante la mala y la buena suerte. Y lo hacía con cierto afán estoico, lo cual no era una gran novedad en su época, ya que autores como Séneca y Marco Aurelio con sus Meditaciones se habían puesto bastante de moda. Petrarca, a través de los diálogos entre el Gozo, la Esperanza, el Dolor y la Razón, lo intentaba llevar más allá para, como buen embajador de la virtud y la moderación, decirle al lector: ante la buena suerte, no te confíes que todo cambia en un instante; ante la mala, distráete porque no tiene mucho sentido darle vueltas. En definitiva, un libro de autoayuda del siglo XIV (aunque un poco duro para el lector del siglo XXI más cercano a una filosofía de la vida algo más relajada).

placeholder 'Remedios para la vida', de Francesco Petrarca
'Remedios para la vida', de Francesco Petrarca

Autoayuda ante la buena suerte

  • Ante un cuerpo rebosante de salud, la diosa Razón, como sucede con la belleza juvenil, alerta: cuídate, que la vejez está ahí mismo y ya no te sentirás tan pletórico.
  • Ante el que se cree muy listo, la Razón le reprocha: “Si de verdad lo fueses nunca dirías eso. El hombre sabio conoce sus faltas y nunca se vanagloria”
  • Ante el que se cree libre, la Razón recalca que no se fíe, ya que “vuestra libertad, y todas las cosas en las que confiáis, cuelga de un hilo tan delgado que siempre está temblando y a punto de quebrarse”.
  • Ante el que le gusta el juego de la pelota -hoy quizá podríamos llamarlo fútbol-, la Razón se pone un poco pedante: “He aquí otra necedad para vocear y dar saltos”.
  • Ante el que se enorgullece de tener muchos libros en las estanterías, la Razón le corta en seco: “Hay quien los tiene para decorar las habitaciones, como si se tratase de vasos corintios, pinturas, estatuas o cosa semejante (...) los peores son los que los tienen como mercancía”.
  • Ante el snob que se pavonea de tener amigos importantes, la Razón le previene puesto que “no hay nada menos seguro ni más peligroso, aparte del mismo oficio de rey, que el amor de los reyes”.
  • Ante el que señala que tiene muchos amigos -aquí sí se podría llevar al presente con todos esos amigos de las redes-, la Razón también se muestra clarividente: “Serán falsos. La amistad verdadera es tan rara, que quien en toda su larga vida halló un amigo cierto puede ser tenido por el más hábil mercader de tan preciada mercancía”.
  • Ante el que se jacta de tener amor… la Razón le pega un bofetón en la cara y le advierte: ya te dolerá la pérdida, ya. Petrarca bien sabía de la tragedia del amor. Así lo había expuesto en su obra más conocida, el Cancionero, con los sonetos amorosos que dedica a su amada platónica Laura, de quien estuvo enamorado toda su vida. “Adelante, pues: diviértete, haz locuras, goza de tu sueño, que al despertar, llorarás”, escribe. Y, además, porque quien lo probó lo sabe, rechaza escribir poemas de amor para calmar las penas: “¿Y crees que con esos versos podrás quitarte del corazón las espinas, las cuitas y los afanes? Los cantos y poemas que recuerdas no curan, sino que irritan tus heridas”. O lo que es lo mismo, no te cortes las venas con los cantos tristes. Esto se sigue entendiendo hoy.

Autoayuda ante la mala suerte

  • Ante la queja por haber nacido en una familia pobre, la Razón le contesta: “¿Y eso que tiene que ver contigo? La queja corresponde a tus padres”. NO hay más preguntas, señoría.
  • Ante la queja por la pérdida de tiempo, la Razón señala que si uno siente que pierde el tiempo será culpa suya porque nadie te obliga. Las distracciones son responsabilidad de cada cual. Está claro que no sabía qué eran las redes sociales.
  • Ante la queja por la tardanza en ofrecer lo prometido, la Razón apostilla que no hay que fiarse de los que mucho prometen: “Los ricos de palabras acostumbran a ser pobres de obras”.
  • Ante el que se queja por tener una casa pequeña -algo hoy habitual-, la respuesta de la Razón es taxativa: “¿Quieres que cualquier casa te parezca enorme? Piensa en la sepultura”.
  • Y, por último, ante quien ve con miedo que le llega la muerte, la Razón le calma: “Has llegado al final. Ya no temerás la muerte ni la desearás; tampoco te quejarás ni estarás sujeto a los defectos del cuerpo ni del alma, ni te molestarán el hastío de las cosas, ni las enfermedades, ni la vejez, ni los engaños de los hombres, ni las mudanzas de la fortuna”. Un razonamiento sin aristas aunque no haya ningún hueco para los sentimientos.

“La belleza de mi cuerpo es espléndida”, dice un resuelto Gozo. “No es más firme que el tiempo: con él viene y con él se va. Detén el tiempo, si puedes, y quizá entonces se detenga la hermosura”, le señala una contestona Razón sin miramientos. “Mientras tanto mi hermosura es resplandeciente”, insiste Gozo. “Nada puede decirse aquí más breve y a propósito que lo de Apuleyo: Espera un poco y no lo será”, reitera la diosa Razón. En latín vulgar: y si quieres vuelve. Así suele ser la rígida Razón. Poco más que rebatir.