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Stefan Zweig, 'bestseller' hoy: "Supo ver la soledad brutal en una sociedad llena de gente y de ruido"
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Stefan Zweig, 'bestseller' hoy: "Supo ver la soledad brutal en una sociedad llena de gente y de ruido"

El autor austríaco es uno de los grandes clásicos contemporáneos del que este 2023 vuelve a haber un aluvión de reediciones, al pasar su obra al dominio público

Foto: Retrato de Stefan Zweig
Retrato de Stefan Zweig

Stefan Zweig (Viena, 1881-Petrópolis, 1942) ya es de dominio público. Es decir, sus libros ya son de todos, que es lo que dice la ley española de derechos al transcurrir ochenta años de la muerte del escritor. Lo que no es de dominio público son las traducciones -esto es otra historia- de ahí que 2023 llegue plagado de nuevas ediciones pasadas por la profesionalidad de diferentes traductores que se han sumergido en los últimos meses en la escritura de Zweig. Para constatar por qué hoy sigue siendo un clásico contemporáneo y uno de esos longseller que nunca decaen y que se sigue reeditando todos los años (sobre todo en España, 79 libros en total desde 2014, según la base de datos del Ministerio de Cultura): “Zweig supo ver muy bien el peso de la soledad y el choque entre lo que se calla y lo que suena. Eran los grandes temas de su época y lo siguen siendo”, afirma a El Confidencial Isabel García Adánez, premio Nacional de Traducción y que acaba de traducir Carta a una desconocida y Veinticuatro horas en la vida de una mujer, “dos historias sobre una soledad brutal en medio de una sociedad llena de gente y de ruido”. Ahora y entonces.

Además de estos títulos, a lo largo de estos meses podremos (re)leer El mundo de ayer, Momentos estelares de la humanidad, Novela de ajedrez, Mendel el de los libros -todos ellos, que hasta ahora estaban en Acantilado, ahora tendrán nuevas traducciones en Alianza editorial- o los Cuentos Completos (en Páginas de Espuma). Se viene un potente año Zweig y algunas editoriales se han movido rápido. Así de vivo hay que estar en el negocio editorial. Zweig en España sigue siendo casi una marca registrada. Ahí están los datos. Y este año, un aluvión más.

En España Zweig es casi ya una marca registrada: se han publicado 79 libros desde 2014 y para este 2023 viene un nuevo aluvión

Otro apunto importante que explica por qué Zweig sigue entre los grandes: es un escritor que vale para todos. No es de la izquierda ni de la derecha. Como se recordaba en este reportaje, lo citó Michiko Kakutani, la crítica literaria del The New York Times, en su libro La muerte de la verdad: Notas sobre la falsedad en la era Trump (Galaxia Gutenberg) y también el columnista conservador británico Douglas Murray, en The Strange Death Of Europe, con el subtítulo: Inmigración, identidad, Islam.

¿Belicista o conciencia de Europa?

Aunque tuvo sus detractores, esta capacidad para gustar a (casi) todos la tuvo desde el principio. Le sirvió su ojo clínico para ver cómo era la sociedad vienesa (y la europea) en las primeras décadas del siglo XX, desde los nuevos papeles de la mujer - como ese relato de una prostituta en el Práter contenido en Noche fantástica- al auge de los nacionalismos - poderoso Mendel el de los libros - y el pacifisimo. En esto último, no obstante, algunos se mostraron muy críticos con una fama que pensaron era casi infudada. Uno de ellos fue el periodista Karl Krauss, quien le señaló su ambivalencia y belicismo en la guerra del 14. Zweig llegó a escribir en su diario el 7 de agosto de 1914: “Lieja asaltada: primero en vano, luego con éxito por los alemanes: una acción heroica”. Krauss nunca se lo perdonó. Sin embargo Zweig, pese a estas algaradas belicistas, en sus libros supo dar con la tecla del tipo de literatura que el lector pedía entonces y, curiosamente, sigue pidiendo hoy, un siglo después. Zweig vendía. Poco más que añadir.

placeholder La nueva traducción de 'El mundo de ayer', de Eduardo Gil Bera
La nueva traducción de 'El mundo de ayer', de Eduardo Gil Bera

¿Cómo lo consiguió? “Gracias a su concepción esencialmente teatral, los relatos y textos biográficos de Zweig se dejan ver. Hay una administración de la escena que suministra al lector el punto de vista que, de algún modo, halaga su inteligencia”, explica Eduardo Gil Bera, que ha traducido ahora El mundo de ayer, su obra más reconocida. Es decir, el escritor manejaba unos códigos literarios que se siguen aplicando hoy con la llegada de formatos que él ni siquiera conoció. Y algo vanidoso que nos gusta a todos: tenía la capacidad para hacernos sentir que cuando leemos sabemos algo.

El mundo de ayer se considera precisamente su gran obra por esa interpretación melancólica de la Viena del XX desmoronándose como un castillo de naipes. Los cafés, la vida, la humanidad yéndose al traste ante la llegada de los nacionalismos, la xenofobia, el fascismo, Hitler, la II Guerra Mundial, el acabose. Y es fácil llegar a la alegoría con el presente y a que, desde su publicación, a Zweig se le haya etiquetado como la conciencia de Europa. Pero para Gil Bera la novela tiene algo más que todo eso y es su humildad y haberla escrito sin las pretensiones de crear un gran clásico.

"Al final de sus días, sabiendo que se iba a suicidar, escribió, lejos de todas partes, sin papeles ni libros, su gran novela, que es El mundo de ayer"

“Él andaba acomplejado por aquello de la novela grande que no le salía, y porque la gente es maliciosa y le habían llegado comentarios displicentes de sus autores más admirados. Y entonces, al final de sus días, sabiendo que se iba a suicidar, escribió, lejos de todas partes, sin papeles ni libros, su gran novela, que es El mundo de ayer. Es una obra humilde, el hombre no se pretende gran autor, sencillamente cuenta cómo ha pasado de vender millones a perder la lengua propia, porque ya no podía publicar en alemán, y entonces recuerda su enorme frivolidad cuando le dijo a un ruso, que se quejaba de lo mismo, que ya estaban las traducciones para arreglarlo”, sostiene el traductor que, no obstante, también resalta cómo el escritor fue capaz de reproducir “las escenas y momentos cruciales de ese fenómeno desmedido y terrible que fue la primera mitad del siglo XX mientras cuenta cómo se erige y derrumba todo el decorado y su propia vida”.

Popular entre lectoras

Una sociedad que se acaba y también cambia. Zweig es muy popular hoy entre las lectoras porque captó que la mujer del XX cada vez tenía menos que ver con la del XIX (así que, al menos, se acercó a la del XXI). Lo resume bien Isabel García Adánez, quien señala que en Carta de una desconocida y Veinticuatro horas en la vida de una mujer de lo que Zweig habla es de soledad. “Las dos protagonistas pasan por un infierno, casi toda su vida, y nadie se entera, lo viven absolutamente solas. Solo nos enteramos los lectores, cuando lo cuentan al final de su vida, bien porque son capaces de hablar de una vez, bien porque no pueden seguir calladas más. En realidad, son las dos protagonistas quienes cuentan sus historias (la primera en la carta, la segunda verbalmente y el narrador solo la transmite), y esto es una clave importante”.

Que el motivo sea “perder la cabeza por un indeseable” a la traductora le gusta ya menos puesto que, según ella, lo que les ocurre a las dos mujeres “hoy no le pasaría a ninguna”, “pero creo que las obras funcionarían igual cambiando eso que podemos considerar “anécdota”: están en Centroeuropa en una época en la que imperan unas convenciones sociales determinadas, la situación de las mujeres era la que era, la posición social e intelectual del hombre se imponía en todo… Los libros también hay que verlos en su contexto”. Soledad, al fin y al cabo, que sigue existiendo tanto antes como ahora.

placeholder Carta de una desconocida y Veinticuatro horas en la vida de una mujer, en traducción de Isabel García Adánez
Carta de una desconocida y Veinticuatro horas en la vida de una mujer, en traducción de Isabel García Adánez

Por otro lado, el lenguaje de Zweig tampoco es tan distinto al actual, afirma García Adánez. Es un alemán muy contemporáneo y, además, “ha cambiado menos que el español. Zweig es un clásico moderno, no tiene ni un siglo y no es Goethe o Schiller y tampoco Thomas Mann, que aun siendo contemporáneo suyo a veces escribe con estructuras arcaizantes a propósito”, manifiesta la traductora. Si hay un tono melancólico en novelas como El mundo de ayer “es porque nos está contando una historia melancólica”. Gil Bera recuerda que a Zweig sus críticos llegaron a tachar su lenguaje de manierista y sobreactuado. “Lo curioso es que se trata de un autor que vendía muchísimo, y esa misma prosa que gustaba a la gente era juzgada por ciertos árbitros de la elegancia, sin duda fastidiados por el escaso eco de sus juicios”. Uno de ellos, de nuevo, fue Karl Krauss, quien denostaba su "preciosismo verbal" y le consideraba "uno de los charlatanes más representativos de la cultura europea”. Tales críticas hicieron poca mella. El lector siguió subyugado ante la prosa de Zweig.

¿Renovar a un autor?

Lo que viene, en cualquier caso, es todo un festín zweigiano con aires renovados. El interrogante es si se puede renovar a un clásico múltiplemente traducido desde hace décadas. “Haciéndola mejor, claro [la traducción]”, abunda sin dudar Gil Bera. “Por ejemplo, El mundo de ayer se subtitula Recuerdos de un europeo, y no Memorias de un europeo. Las memorias son un género y los recuerdos, otro”, puntualiza. Y, luego, da cuenta de que no todas las traducciones son realmente traducciones. “Están las traducciones zweigianas que, en vista de la dificultad, no traducen, sino que glosan en frases convencionales todo ese desfile teatral de incisos y circunstancias, que en el original van en una sola frase rodante sobre uno de esos verbos rectores. No solo se pierde el ritmo, también la melodía, la expresividad, la ironía, el dramatismo y el tono del original. Además, hay omisiones y errores… en fin, todos metemos la pata y todo se puede mejorar”.

"Si los personajes viajan en calesa, siguen viajando en calesa y no en coche moderno, eso no se moderniza"

Para García Adánez, hay que tener cuidado con la idea de “renovar” porque “la traducción tiene que ser fiel al original y nada más, y donde se da la renovación en realidad es en la manera de abordar la tarea y de ser muy respetuoso con el texto. Hace un par de décadas, no era raro que una traducción simplificara cosas, gramaticales o de contenido, neutralizase elementos culturales, adaptase la sintaxis y la longitud de las frases a lo que es natural en español, etc. Hoy en día, es impensable traducir así, cambiar la puntuación o cortar frases para que el texto “fluya mejor”, como se dice a veces”. Y algunas cuestiones un poco de lógica: “Si los personajes viajan en calesa, siguen viajando en calesa y no en coche moderno, si se hacen reverencias o usan fórmulas de cortesía exagerada, eso no se moderniza. Y hay que tener cuidado de no utilizar palabras españolas que tampoco se usaran en la época… como “genial” o “vale” y cosas que se oyen en las series históricas y son un despropósito”.

En cualquier caso, Zweig no se acaba nunca. Y este año llega (de nuevo) a borbotones.

Stefan Zweig (Viena, 1881-Petrópolis, 1942) ya es de dominio público. Es decir, sus libros ya son de todos, que es lo que dice la ley española de derechos al transcurrir ochenta años de la muerte del escritor. Lo que no es de dominio público son las traducciones -esto es otra historia- de ahí que 2023 llegue plagado de nuevas ediciones pasadas por la profesionalidad de diferentes traductores que se han sumergido en los últimos meses en la escritura de Zweig. Para constatar por qué hoy sigue siendo un clásico contemporáneo y uno de esos longseller que nunca decaen y que se sigue reeditando todos los años (sobre todo en España, 79 libros en total desde 2014, según la base de datos del Ministerio de Cultura): “Zweig supo ver muy bien el peso de la soledad y el choque entre lo que se calla y lo que suena. Eran los grandes temas de su época y lo siguen siendo”, afirma a El Confidencial Isabel García Adánez, premio Nacional de Traducción y que acaba de traducir Carta a una desconocida y Veinticuatro horas en la vida de una mujer, “dos historias sobre una soledad brutal en medio de una sociedad llena de gente y de ruido”. Ahora y entonces.

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