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El amor roto de Isabel y Mario: una moraleja
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'TRINCHERA CULTURAL'

El amor roto de Isabel y Mario: una moraleja

La ruptura de la famosa pareja, por causas que me interesan muy poco, tiene algunas lecturas interesantes, en especial cuando se utiliza el argumento de que ha sido una lucha entre la cultura y el espectáculo

Foto: Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler en una corrida en La Maestranza de Sevilla. (EFE/Julio Muñoz)
Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler en una corrida en La Maestranza de Sevilla. (EFE/Julio Muñoz)

No conozco a Vargas Llosa, carezco de información fiable sobre su vida amorosa, y tampoco me importa demasiado, entre otras cosas porque es algo que le compete a él y, en su caso, a sus allegados. En estas cosas conviene algo de distancia: estamos como para andar metiendo las narices en la vida de los demás, aunque sea algo que no terminemos de aprender. Sin embargo, hay algunos elementos que merecen reflexión, a partir de un relato, Los Vientos, que publicó Letras Libres y que, según El País, contiene aspectos autobiográficos de la relación del escritor con la famosa.

El personaje del relato abandona a una mujer con la que lleva muchos años casado a causa de un enamoramiento impetuoso, y se encuentra con el desencanto sentimental, pero también con la sensación de habitar un mundo fantasmagórico, el del espectáculo: "Es imposible gozar de un concierto, o de una ópera y hasta de una comedia ligera, rodeado de gente que no hace más que teclear o acariciar las tabletas que tienen bajo los ojos", escribe Vargas Llosa. O "La cena me impresionó mucho, es cierto, no por la comida, nada del otro mundo, sino por los hologramas. Toda la noche estuvimos rodeados de esos personajes fantasmales, duplicando a camareros o camareras, sirviendo la mesa, pasando las fuentes con bocaditos y bebidas".

Ese desasosiego podría ser la causa real de la ruptura, especulan diferentes medios. Otros se ciñen a la versión oficial difundida por Isabel Preysler, "un ataque de celos infundado". El entorno del escritor subrayaba que "eran incompatibles. A él le interesa la cultura y a ella el espectáculo". Los celos contra la vulgaridad, el despecho herido contra la falta de sustancia que hacía imposible la relación. La cultura contra el espectáculo.

Cultura contra espectáculo

Lo cierto es que, respecto del Vargas Llosa real, siempre pensé que había ocupado el lugar que le correspondía cuando inició su convivencia con Isabel Preysler, la reina del Hola. Qué mejor encuentro: la burguesía que marcaba la diferencia con el valor de la expresión cultural matrimoniaba con la de la apariencia, la estética y la popularidad. Ambas eran el complemento de color de las élites que dictaban las reglas. El centro intelectual de las clases altas actuales ya no está en la cultura, sino en la economía, en la consultoría y en la tecnología, y a quienes tienen poder les gusta poco salir en la prensa, en general; tampoco en la del corazón. Una ligazón como esta ponía involuntariamente de relieve que cultura y espectáculo no se enfrentaban, que formaban ya parte de lo mismo.

Refleja cómo el aprecio social de la cultura, esa distinción o esa elevación que le era atribuida, ha desaparecido en buena medida

Fue significativo también que las cosas entre la pareja funcionaran de una manera muy distinta que si la unión hubiera tenido lugar unas décadas antes. En lugar de que la reina del corazón se convirtiera en la anfitriona de recepciones culturales, sucedió al revés, y el escritor de éxito se convirtió en la 'pareja de', en su acompañante en actos públicos, en ornamento para las revistas. De alguna manera, si esto fuera un ejemplo de la lucha entre cultura y espectáculo, el segundo habría resultado vencedor.

Plantear las cosas de esta manera tiene algo de falso, en la medida en que, después de un siglo de industria cultural, después de Adorno y Horkheimer, de todos los análisis de la interrelación entre capitalismo y cultura, de las oposiciones entre alta y baja cultura y demás, mantener la discusión en estos términos implica reducir enormemente su alcance. Pero también tiene algo de cierto, en la medida en que refleja cómo el aprecio social de la cultura, esa distinción o esa elevación que se le atribuía, ha desaparecido en buena medida.

Los toques distintivos que añaden a sus vidas no están moldeados por viejas poesías o narraciones vigorosas: prefieren toquetear sus móviles

Y sobre todo refleja cómo la cultura carece de valor distintivo para las élites; se trata de un ornamento desgastado. Solo es considerada, como cualquier otro elemento, en la medida en que produce éxito. Nuestras élites no leen un libro ni aunque se lo aten a una mano. Sus intereses son otros, y tiene que ver con la apariencia y la comparación, la competición y el poder, y los toques de color distintivos que añaden a sus vidas no están moldeados por viejas poesías o narraciones vigorosas: prefieren toquetear sus aparatos móviles. Desprecian la cultura como un inconveniente del que se han liberado, es una obligación que ya no tienen que cumplir. Que Vargas Llosa ocupe un lugar secundario en ese escenario es lo normal: las élites se han vuelto vulgares, y no están atareadas en disimularlo.

Vargas Llosa se pregunta en Los vientos: "¿Será que la cultura ya no tiene ninguna función que cumplir en esta vida? ¿Que sus razones antiguas, aguzar la sensibilidad, la imaginación, hacer vivir el placer de la belleza, desarrollar el espíritu crítico de las personas, ya no hacen falta a los seres humanos de hoy, pues la ciencia y la tecnología pueden sustituirlos con ventaja?". Esa es la mentalidad de las élites, cierto, pero es una mentalidad que ha alabado, en otros aspectos, el mismo Vargas Llosa. Pero esa es otra historia.

No conozco a Vargas Llosa, carezco de información fiable sobre su vida amorosa, y tampoco me importa demasiado, entre otras cosas porque es algo que le compete a él y, en su caso, a sus allegados. En estas cosas conviene algo de distancia: estamos como para andar metiendo las narices en la vida de los demás, aunque sea algo que no terminemos de aprender. Sin embargo, hay algunos elementos que merecen reflexión, a partir de un relato, Los Vientos, que publicó Letras Libres y que, según El País, contiene aspectos autobiográficos de la relación del escritor con la famosa.

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